Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Toda una serie de noticias recientes informando sobre varias compañías internacionales que están trasladándose desde los territorios palestinos ocupados (TPO) a localidades que se encuentran en las fronteras israelíes anteriores a 1967, están dando la impresión de que el boicot a los productos originados en las ilegales colonias israelíes va por buen camino, dando un impulso nuevo y fundamental al cada vez más potente movimiento por el boicot, la retirada de inversiones y las sanciones contra Israel (BDS, por sus siglas en inglés). Aunque este desarrollo sería en efecto celebrado por todos los activistas de cualquier lugar, debería ser necesario un poco de precaución para distinguir entre la defensa de dicho boicot más como táctica, conducente al objetivo último del boicot a todos los productos y servicios israelíes, que como fin en sí mismo. Aunque lo primero puede ser en algunos países necesario como herramienta adecuada para conseguir concienciar y promover el debate sobre el régimen colonial de apartheid de Israel, lo segundo, a pesar de su atractivo, entraría en contradicción directa con los objetivos fijados por el movimiento palestino a favor del boicot.
Muy recientemente, la compañía sueca Assa Abloy prestó atención [1] a la Iglesia de Suecia y a otras importantes organizaciones suecas y decidió trasladar su fábrica de puertas Mul-T-Lock de la zona industrial del asentamiento de Barkan, en la Cisjordania ocupada, a otra localidad, que aún se ignora, en el interior de Israel siguiendo el ejemplo de Bodegas Barkan, una compañía de propiedad parcialmente holandesa que había salido ya de Barkan hacia el kibbutz de Khulna [2]. El hecho de que parte de este kibbutz se asiente en la zona alta de un pueblo palestino étnicamente limpiado de cuyo nombre, Khulda, el kibbutz se había -típicamente- apropiado, no se consideró de interés como para mencionarlo en los documentos que acusaban al vinatero de malas prácticas según el derecho internacional.
Además, en un significativo precedente, The Independent [3] informó la pasada semana de que el gobierno británico ha decidido «adoptar medidas restrictivas sobre las exportaciones de los asentamientos israelíes», sobre la base de que Israel ha violado persistentemente sus acuerdos comerciales con la UE que conceden exenciones de aranceles sólo a los artículos producidos en Israel, no a los producidos en los TPO. Según las resoluciones de Naciones Unidas y el derecho internacional, el Reino Unido, sus socios de la UE, junto con casi toda la supuesta comunidad internacional, considera ilegales los asentamientos israelíes, incluso un crimen de guerra, según la IV Convención de Ginebra, y por tanto no se puede conceder privilegio arancelario alguno a sus productos.
Sin embargo, la realidad es que, durante décadas, los países de la UE han mirado hacia otro lado cuando Israel exportaba los productos de sus colonias como elaborados en Israel.
Según un artículo aparecido en Haaretz [4] sobre los antecedentes de esta extendida disputa comercial entre Israel y el Reino Unido -y potencialmente toda la UE-, Israel había acordado, en pasados conflictos con la UE, indicar el origen geográfico de los productos que exportaba a los países de la UE. Sin embargo, Gran Bretaña acusa que «las compañías israelíes ubicadas en los asentamientos tratan de saltarse el acuerdo registrando sus oficinas en el interior de la Línea Verde», ofuscando así las líneas divisorias que sirven para distinguir entre los productos de los asentamientos de otros productos israelíes, rompiendo por tanto las cláusulas de sus acuerdos con la UE que específicamente perseguían esa distinción.
Tras intensas presiones de los grupos por los derechos humanos palestinos y británicos así como de una campaña por el boicot velozmente extendida -y muy prometedora- contra Israel en el Reino Unido que llegó hasta la torre de marfil de la academia así como hasta los sindicatos más importantes, parece que el gobierno británico está finalmente tomando nota de las más obvias e inequívocas prácticas ilegales de Israel e intentando trabajar con sus socios para ponerles fin.
Esta encomiable evolución de la política británica, que supone actualmente un reconocimiento tardío de la necesidad de respetar y poner en marcha una política europea aprobada hace ya mucho tiempo, muestra que la posición defendida por la Campaña por la Campaña a favor de las Sanciones, Desinversión y Boicot de Palestina de todos los productos israelíes no sólo es moralmente sino también pragmáticamente sólida. A un nivel más básico, uno hubiera esperado que el techo de las demandas de la campaña fuera más alto que el del gobierno británico.
De hecho, aunque el movimiento por el BDS palestino ha expresado consistentemente su profundo aprecio ante cada esfuerzo por tratar a Israel como se trató al apartheid sudafricano, considera todo el enfoque centrado en prohibir sólo los productos de los asentamientos como objetivo final más que como primer objetivo, como un paso más hacia el boicot general a los productos israelíes como problemática a nivel práctico, a nivel político y a nivel moral.
A nivel práctico, como se apuntaba antes, Israel ha hecho que sea extremadamente difícil diferenciar entre los productos de los asentamientos y otros productos israelíes, sencillamente porque la mayoría de las compañías matrices tienen sus sedes dentro de Israel. Por ejemplo, la mayor parte de los productos orgánicos israelíes se producen en las ilegales colonias en los TPO pero se etiquetan como producto de Israel, ya que las compañías actuales que los venden tienen su sede dentro de Israel y ahí es donde muy a menudo se produce la facturación final (la última fase del proceso de producción). Este tipo de engaño es habitual, sobre todo porque Israel es bien consciente de que está violando el acuerdo comercial Israel-UE y está haciendo cuanto puede para sortear las restricciones en él incluidas. La única razón que Israel ha esgrimido para evitar esa descarada violación durante tanto tiempo no es técnica sino política: la vergonzosa -y, por desgracia, muy típica- complacencia oficial de la UE y el trato dado a Israel como estado por encima del derecho de las naciones.
Algunos simpatizantes auténticos de los derechos palestinos pueden discutir que es mucho más fácil continuar con el objetivo del boicot a los productos de los asentamientos mientras haya un consenso general sobre la ilegalidad de los asentamientos, aunque no se pueda decir lo mismo sobre otras injusticias israelíes que pueden motivar un boicot más amplio, como se instaba en el Llamamiento al BDS [5] palestino y como se pedía en la declaración final de la recientemente lanzada Iniciativa de Bilbao de la Sociedad Civil en Apoyo de la Justicia en Palestina [6]. Incluso si uno llega a aceptar este argumento pragmático, el hecho de que Israel no distinga entre productos de los asentamientos y otros productos israelíes justificaría -a nivel táctico- la defensa de un boicot a todos los productos y servicios israelíes al menos hasta que Israel cumpla debidamente con el requerimiento de la UE de etiquetar clara y exactamente los productos de los asentamientos.
Políticamente hablando, aunque fuera incluso posible distinguir entre los productos de los asentamientos y los productos de Israel, los activistas que en principio -no muy acertadamente- defienden el boicot de sólo los primeros, pueden estar indicando que ellos están meramente objetando la colonización y ocupación militar israelí de 1967 y no les crea problema que Israel sea un estado que practica el apartheid o la discriminación racial institucionalizada contra sus propios ciudadanos «no judíos» y que niega los derechos a los refugiados palestinos sancionados por Naciones Unidas. Incluso aunque ignoremos esas otras graves injusticias cometidas por Israel, independientemente de qué solución a esa opresión global cualquiera de nosotros defienda, uno no puede sino reconocer los errores de ese argumento.
Cuando un estado X ocupa otro «estado» Y y viola persistentemente las resoluciones de Naciones Unidas que piden el fin de esa ocupación, la comunidad internacional castiga a menudo a X ¡pero no algunas manifestaciones de la ocupación de X! Gobiernos aparte, las organizaciones de la sociedad civil internacional han boicoteado repetidamente como un todo a los estados implicados en prolongadas y beligerantes ocupaciones, apartheid u otras violaciones graves a los derechos humanos, y no sólo a algunas partes de esos estados. ¿Hubo alguna vez un movimiento que pidiera sólo el boicot a los bantustanes en Sudáfrica? ¿Hay algún llamamiento al boicot de sólo los funcionarios gubernamentales y ejército sudanés presentes hoy en Darfur? ¿Alguna vez los activistas por la libertad del Tibet pidieron boicotear sólo los productos chinos hechos en el Tibet?
Dejando a un lado, por el momento, el hecho de que nació de la limpieza étnica y de la destrucción de la sociedad originaria palestina, Israel es el estado que construyó y es totalmente responsable del mantenimiento de las ilegales colonias judías. ¿Por qué alguien castigaría los asentamientos y no a Israel? Hablando a nivel político, esto apenas tiene sentido alguno. A pesar de sus nobles intenciones, la gente de conciencia que apoya la paz y justicia en Palestina que acepta esa distinción están eficazmente acomodándose a la excepcionalidad israelí o al estatus de Israel como estado situado por encima de la ley.
Finalmente, y lo que es más importante de todo, hay un problema moral que no puede obviarse en este enfoque. Ignorar la negación de Israel a reconocer los derechos de los refugiados y su propio sistema de discriminación racial contra sus ciudadanos «no judíos», las otras dos injusticias fundamentales recogidas en el llamamiento del BDS, equivale a aceptar esas dos graves -y ciertamente no menos infames- violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional como algo dado e inmutable, o algo con lo que «podemos vivir». Pues bien, nosotros no podemos. ¿Por qué la sociedad civil europea que combatió el apartheid en Sudáfrica acepta el apartheid en Israel como algo normal, tolerable o incuestionable? La culpabilidad por el Holocausto no puede servir para justificar moralmente la complicidad europea en la prolongación del sufrimiento, el derramamiento de sangre y las décadas de injusticia que Israel ha infligido a los palestinos, y a los árabes en general, utilizando el genocidio nazi como pretexto.
Este paradigma total ha de ser desafiado y no aceptado como un saber común.
Por tanto, cuando sea necesario en un contexto particular defender un boicot contra los productos de los asentamientos, eso sería sólo el primer paso, y relativamente más fácil, hacia el boicot completo a todos los productos israelíes. No puede ser el objetivo final de los activistas que combaten el apartheid israelí.
Notas:
[1] http://www.jpost.com/servlet/Satellite?cid=1222017612406&pagename=JPost%2FJPArticle%2FShowFull
[2] http://www.maannews.net/en/index.php?opr=ShowDetails&ID=31646
[4] http://www.haaretz.com/hasen/spages/1033948.html
[5] http://www.bdsmovement.net/?q=node/52
[6] http://www.bdsmovement.net/?q=node/213
Omar Barghouti es miembro fundador de la campaña de Sanciones, Desinversión y Boicot Palestino: www.BDSmovement.net
Enlace con texto original:
ttp://www.counterpunch.org/barghouti11132008.html