La ampliación de la autorización del ejército israelí para bombardear objetivos no militares, la relajación de las restricciones relativas a las víctimas civiles previstas y el uso de un sistema de inteligencia artificial para generar más objetivos potenciales que nunca, parecen haber contribuido a la naturaleza destructiva de las fases iniciales de la actual guerra de Israel contra la Franja de Gaza, según revela una investigación de +972 Magazine y Local Call. Estos factores, descritos por miembros actuales y antiguos de los servicios de inteligencia israelíes, han desempeñado, probablemente, un papel en la producción de lo que ha sido una de las campañas militares más mortíferas contra los palestinos desde la Nakba de 1948.
La investigación de +972 y Local Call se basa en conversaciones con siete miembros actuales y antiguos de la comunidad de inteligencia israelí –incluido personal de inteligencia militar y de las fuerzas aéreas que participaron en las operaciones israelíes en la Franja asediada–, además de testimonios, datos y documentación palestinos procedentes de la Franja de Gaza, y declaraciones oficiales del Portavoz de las FDI [Ejército israelí] y de otras instituciones estatales israelíes.
En comparación con anteriores asaltos israelíes contra Gaza, la guerra actual -que Israel ha bautizado como Operación Espadas de Hierro y que comenzó tras el asalto dirigido por Hamás contra el sur de Israel el 7 de octubre- ha visto cómo el ejército ampliaba significativamente sus bombardeos contra objetivos que no son claramente de naturaleza militar. Entre ellos se incluyen residencias privadas, así como edificios públicos, infraestructuras y bloques de pisos, que según las fuentes el ejército define como «objetivos de poder» («matarot otzem»).
El bombardeo de objetivos de poder, según fuentes de inteligencia que tuvieron experiencia de primera mano con su aplicación en Gaza en el pasado, tiene como principal objetivo perjudicar a la sociedad civil palestina: «crear una conmoción» que, entre otras cosas, repercuta poderosamente y «lleve a los civiles a presionar a Hamás», como dijo una fuente.
Varias de las fuentes, que hablaron con +972 y Local Call bajo condición de anonimato, confirmaron que el ejército israelí dispone de archivos sobre la gran mayoría de objetivos potenciales en Gaza -incluidas viviendas- en los que se estipula el número de civiles que probablemente morirán en un ataque contra un objetivo concreto. Este número está calculado y as unidades de inteligencia del ejército lo conoce de antemano; aproximadamente, también saben cuántos civiles morirán poco antes de llevar a cabo un ataque.
En un caso comentado por las fuentes, el mando militar israelí aprobó a sabiendas la matanza de cientos de civiles palestinos en un intento de asesinar a un único alto mando militar de Hamás.
Las cifras aumentaron de docenas de muertes de civiles [permitidas] como daños colaterales como parte de un ataque contra un alto cargo en operaciones anteriores, a cientos de muertes de civiles como daños colaterales
«Nada ocurre por accidente», dijo otra fuente.
Cuando matan a una niña de 3 años en una casa de Gaza, es porque alguien del ejército decidió que no era un gran problema que la mataran, que era un precio que merecía la pena pagar para alcanzar [otro] objetivo. No somos Hamás. No son cohetes lanzados al azar. Todo es intencionado. Sabemos exactamente cuántos daños colaterales hay en cada casa.
Según la investigación, otra de las razones del gran número de objetivos, y del extenso daño a la vida civil en Gaza, es el uso generalizado de un sistema llamado «Habsora» («El Evangelio»), que se basa en gran medida en la inteligencia artificial (IA) y puede generar objetivos casi automáticamente a un ritmo que supera con creces lo que era posible anteriormente. Este sistema de IA, como lo describió un antiguo oficial de inteligencia, facilita esencialmente una «fábrica de asesinatos en masa».
Según nuestras fuentes, el creciente uso de sistemas basados en IA como Habsora permite al ejército llevar a cabo ataques masivos contra viviendas residenciales en las que vive un solo miembro de Hamás, incluso contra aquellos que son operativos subalternos de Hamás. Sin embargo, testimonios de palestinos en Gaza sugieren que, desde el 7 de octubre, el ejército también ha atacado muchas residencias privadas en las que no residía ningún miembro conocido o aparente de Hamás o de cualquier otro grupo militante. Tales ataques, según confirmaron fuentes a +972 y Local Call, pueden matar a sabiendas a familias enteras.
En la mayoría de los casos, añadieron las fuentes, la actividad militar [Palestina] no se lleva a cabo desde estas viviendas objetivo.
Recuerdo haber pensado que era como si [los militantes palestinos] bombardearan todas las residencias privadas de nuestras familias cuando [los soldados israelíes] vuelven a dormir a casa el fin de semana, recordó una fuente crítica con esta práctica.
Otra fuente afirmó que un alto cargo de los servicios de inteligencia dijo a sus oficiales después del 7 de octubre que el objetivo era «matar al mayor número posible de operativos de Hamás», para lo cual se relajaron considerablemente los criterios en torno a dañar a civiles palestinos. Así, hay
casos en los que bombardeamos basándonos en una amplia localización celular de dónde está el objetivo, matando a civiles. Esto se hace a menudo para ahorrar tiempo, en lugar de hacer un poco más de trabajo para conseguir una localización más precisa, dijo la fuente.
El resultado de estas políticas es la asombrosa pérdida de vidas humanas en Gaza desde el 7 de octubre. Más de 300 familias han perdido a 10 o más familiares en bombardeos israelíes en los últimos dos meses, una cifra que es 15 veces superior a la de la que fue la guerra más mortífera de Israel contra Gaza, en 2014. En el momento de escribir estas líneas, se ha informado de la muerte de unos 15.000 palestinos en la guerra, y se siguen acumulando.
Todo esto está ocurriendo en contra del protocolo utilizado por el ejército en el pasado. Existe la sensación de que los altos mandos del ejército son conscientes de su fracaso el 7 de octubre y están ocupados con la cuestión de cómo ofrecer a la opinión pública israelí una imagen [de victoria] que salve su reputación, explicó una fuente.
Una excusa para causar destrucción
Israel lanzó su asalto a Gaza tras la ofensiva del 7 de octubre dirigida por Hamás contra el sur de Israel. Durante ese ataque, bajo una lluvia de disparos de cohetes, los militantes palestinos masacraron a más de 840 civiles y mataron a 350 soldados y personal de seguridad, secuestraron a unas 240 personas -civiles y soldados- con destino a Gaza y cometieron actos de violencia sexual generalizada, incluidas violaciones, según un informe de la ONG Médicos por los Derechos Humanos de Israel.
Desde el primer momento, tras el ataque del 7 de octubre, los responsables en Israel declararon abiertamente que la respuesta sería de una magnitud completamente diferente a las anteriores operaciones militares en Gaza, con el objetivo declarado de erradicar totalmente a Hamás. «El énfasis está en el daño y no en la precisión», declaró el portavoz de las FDI, Daniel Hagari, el 9 de octubre. El ejército tradujo rápidamente esas declaraciones en acciones.
Según las fuentes que hablaron con +972 y Local Call, los objetivos en Gaza que han sido alcanzados por la aviación israelí pueden dividirse a grandes rasgos en cuatro categorías. La primera son los objetivos tácticos, que incluyen objetivos militares estándar como células de militantes armados, almacenes de armas, lanzacohetes, lanzamisiles antitanque, fosos de lanzamiento, bombas de mortero, cuarteles militares, puestos de observación, etc.
El segundo son los objetivos subterráneos, principalmente túneles que Hamás ha excavado bajo los barrios de Gaza, incluso bajo viviendas civiles. Los ataques aéreos contra estos objetivos podrían provocar el derrumbe de las viviendas situadas encima o cerca de los túneles.
El tercero son los objetivos de poder, que incluyen rascacielos y torres residenciales en el corazón de las ciudades, y edificios públicos como universidades, bancos y oficinas gubernamentales. La idea que subyace tras atacar estos objetivos, según tres fuentes de los servicios de inteligencia que participaron en la planificación o realización de ataques contra objetivos de poder en el pasado, es que un ataque deliberado contra la sociedad palestina ejercerá una presión civil sobre Hamás.
La última categoría consiste en casas familiares o casas de operativos. El propósito declarado de estos ataques es destruir residencias privadas para asesinar a un único residente sospechoso de ser un operativo de Hamás o de la Yihad Islámica. Sin embargo, en la guerra actual, los testimonios palestinos afirman que algunas de las familias asesinadas no incluían a ningún operativo de estas organizaciones.
En las primeras fases de la guerra actual, el ejército israelí parece haber prestado especial atención a las categorías tercera y cuarta de objetivos. Según declaraciones del 11 de octubre del portavoz de las FDI, durante los cinco primeros días de combates, la mitad de los objetivos bombardeados –1.329 de un total de 2.687– fueron considerados objetivos de poder.
Nos piden que busquemos edificios altos con entrepisos que puedan atribuirse a Hamás», dijo una fuente que participó en anteriores ofensivas israelíes en Gaza. «A veces se trata de la oficina del portavoz de un grupo militante, o de un punto donde se reúnen los operativos. Entendí que es una excusa que permite al ejército causar mucha destrucción en Gaza. Eso es lo que nos dijeron.
Si dijeran a todo el mundo que las oficinas [de la Yihad Islámica] de la 10ª planta no son importantes como objetivo, sino que su existencia es una justificación para derribar todo el rascacielos con el objetivo de presionar a las familias civiles que viven en él para presionar a las organizaciones terroristas, esto se consideraría en sí mismo terrorismo. Por eso no lo dicen, añadió la fuente.
Varias fuentes que sirvieron en unidades de inteligencia de las FDI afirmaron que, al menos hasta la guerra actual, los protocolos del ejército permitían atacar objetivos de poder sólo cuando los edificios estuvieran vacíos de residentes en el momento del ataque. Sin embargo, testimonios y vídeos procedentes de Gaza sugieren que, desde el 7 de octubre, algunos de estos objetivos han sido atacados sin previo aviso a sus ocupantes, matando a familias enteras.
El ataque a gran escala contra viviendas residenciales puede deducirse de datos públicos y oficiales. Según la Oficina de Medios de Comunicación del Gobierno en Gaza –que ha estado proporcionando cifras de muertos desde que el Ministerio de Sanidad de Gaza dejó de hacerlo el 11 de noviembre debido al colapso de los servicios sanitarios en la Franja– para cuando se produjo el alto el fuego temporal el 23 de noviembre, Israel había matado a 14.800 palestinos en Gaza; aproximadamente 6.000 de ellos eran niños y 4.000 mujeres, que en conjunto constituyen más del 67 % del total. Las cifras proporcionadas por el Ministerio de Sanidad y la Oficina Gubernamental de Medios de Comunicación –ambos dependientes del gobierno de Hamás– no se desvían significativamente de las estimaciones israelíes.
Además, el Ministerio de Sanidad de Gaza no especifica cuántos de los muertos pertenecían a las alas militares de Hamás o de la Yihad Islámica. El ejército israelí calcula que ha matado entre 1.000 y 3.000 militantes palestinos armados. Según los medios de comunicación israelíes, algunos de los militantes muertos están enterrados bajo los escombros o dentro del sistema de túneles subterráneos de Hamás, por lo que no fueron contabilizados en los recuentos oficiales.
Los datos de la ONU correspondientes al periodo transcurrido hasta el 11 de noviembre, fecha en la que Israel había matado a 11.078 palestinos en Gaza, indican que al menos 312 familias han perdido a 10 o más personas en el actual ataque israelí; a modo de comparación, durante la Operación Borde Protector de 2014, 20 familias de Gaza perdieron a 10 o más personas. Al menos 189 familias han perdido entre seis y nueve personas según los datos de la ONU, mientras que 549 familias han perdido entre dos y cinco personas. Aún no se han proporcionado desgloses actualizados de las cifras de víctimas publicadas desde el 11 de noviembre.
Los ataques masivos contra objetivos de poder y residencias privadas se produjeron al mismo tiempo que el ejército israelí, el 13 de octubre, pedía a los 1,1 millones de residentes del norte de la Franja de Gaza -la mayoría de ellos residentes en la ciudad de Gaza- que abandonaran sus hogares y se trasladaran al sur de la Franja. Para esa fecha, ya se había bombardeado un número récord de objetivos de poder y ya habían muerto más de 1.000 palestinos, entre ellos cientos de niños.
En total, según la ONU, 1,7 millones de palestinos, la gran mayoría de la población de la Franja, han sido desplazados dentro de Gaza desde el 7 de octubre. El ejército alegó que la exigencia de evacuar el norte de la Franja tenía por objeto proteger la vida de los civiles. Los palestinos, sin embargo, ven este desplazamiento masivo como parte de una nueva Nakba, un intento de limpiar étnicamente parte o la totalidad del territorio.
«Derribaron un rascacielos porque sí»
Según el ejército israelí, durante los cinco primeros días de combates lanzó 6.000 bombas sobre la Franja, con un peso total de unas 4.000 toneladas. Los medios de comunicación informaron de que el ejército había arrasado barrios enteros; según el Centro Al Mezan para los Derechos Humanos, con sede en Gaza, estos ataques provocaron «la destrucción total de barrios residenciales, la destrucción de infraestructuras y el asesinato masivo de residentes».
Según lo documentado por Al Mezan y las numerosas imágenes procedentes de Gaza, Israel bombardeó la Universidad Islámica de Gaza, el Colegio de Abogados palestino, un edificio de la ONU destinado a un programa educativo para estudiantes destacados, un edificio perteneciente a la Compañía Palestina de Telecomunicaciones, el Ministerio de Economía Nacional, el Ministerio de Cultura, carreteras y docenas de edificios altos y viviendas, especialmente en los barrios del norte de Gaza.
En el quinto día de combates, el portavoz de las FDI distribuyó a los reporteros militares en Israel imágenes por satélite del «antes y el después» de barrios del norte de la Franja, como Shuja’iyya y Al-Furqan (apodado así por una mezquita de la zona) en la ciudad de Gaza, que mostraban decenas de casas y edificios destruidos. El ejército israelí dijo que había atacado 182 objetivos de poder en Shuja’iyya y 312 objetivos de poder en Al-Furqan.
El Jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea israelí, Omer Tishler, dijo a los periodistas militares que todos estos ataques tenían un objetivo militar legítimo, pero también que barrios enteros fueron atacados «a gran escala y no de forma quirúrgica». Tras señalar que la mitad de los objetivos militares hasta el 11 de octubre eran objetivos de poder, el portavoz de las FDI dijo que se atacaron «barrios que sirven de nidos de terror para Hamás» y que se causaron daños a «cuarteles generales operativos», «activos operativos» y «activos utilizados por organizaciones terroristas dentro de edificios residenciales.» El 12 de octubre, el ejército israelí anunció que había matado a tres «miembros de alto rango de Hamás», dos de los cuales formaban parte del ala política del grupo.
Sin embargo, a pesar del desenfrenado bombardeo israelí, el daño a la infraestructura militar de Hamás en el norte de Gaza durante los primeros días de la guerra parece haber sido muy pequeño. De hecho, fuentes de los servicios de inteligencia dijeron a +972 y a Local Call que los objetivos militares que formaban parte de los objetivos de poder han sido utilizados anteriormente muchas veces como hoja de parra para dañar a la población civil. «Hamás está en todas partes en Gaza; no hay edificio que no tenga algo de Hamás en él, así que si quieren encontrar la forma de convertir un rascacielos en un objetivo, podrán hacerlo», dijo un antiguo oficial de inteligencia.
Nunca atacarán sin más un rascacielos que no tenga algo que podamos definir como objetivo militar», dijo otra fuente de inteligencia, que llevó a cabo ataques anteriores contra objetivos de poder. «Siempre habrá un piso en el rascacielos [asociado con Hamás]. Pero en su mayor parte, cuando se trata de objetivos de poder, está claro que el objetivo no tiene un valor militar que justifique un ataque que derribe todo un edificio vacío en medio de una ciudad, con la ayuda de seis aviones y bombas de varias toneladas.
De hecho, según fuentes que participaron en la recopilación de objetivos de poder en guerras anteriores, aunque el archivo de objetivos suele contener algún tipo de supuesta asociación con Hamás u otros grupos militantes, atacar el objetivo funciona principalmente como un «medio que permite dañar a la sociedad civil». Las fuentes entendieron, algunas de forma explícita y otras implícitamente, que el daño a los civiles es el verdadero propósito de estos ataques.
En mayo de 2021, por ejemplo, Israel fue duramente criticado por bombardear la torre Al-Jalaa, que albergaba destacados medios de comunicación internacionales como Al Jazeera, AP y AFP. El ejército afirmó que el edificio era un objetivo militar de Hamás; fuentes han declarado a +972 y a Local Call que en realidad era un objetivo de poder.
La percepción es que realmente perjudica a Hamás cuando se derriban edificios altos, porque crea una reacción pública en la Franja de Gaza y asusta a la población», dijo una de las fuentes. «Querían dar a los ciudadanos de Gaza la sensación de que Hamás no controla la situación. A veces derribaban viviendas y a veces edificios del servicio postal y del gobierno.
Aunque no tiene precedentes que el ejército israelí ataque más de 1.000 objetivos de poder en cinco días, la idea de causar una devastación masiva en zonas civiles con fines estratégicos se formuló en anteriores operaciones militares en Gaza, perfeccionada por la llamada Doctrina Dahiya de la Segunda Guerra del Líbano de 2006.
Según esta doctrina –desarrollada por el antiguo jefe del Estado Mayor de las FDI, Gadi Eizenkot, que ahora es miembro de la Knesset y forma parte del actual gabinete de guerra– en una guerra contra grupos guerrilleros como Hamás o Hezbolá, Israel debe utilizar una fuerza desproporcionada y abrumadora atacando infraestructuras civiles y gubernamentales con el fin de establecer una disuasión y obligar a la población civil a presionar a los grupos para que pongan fin a sus ataques. El concepto de objetivos de poder parece haber emanado de esta misma lógica.
La primera vez que el ejército israelí definió públicamente los objetivos de poder en Gaza fue al final de la Operación Borde Protector en 2014. El ejército bombardeó cuatro edificios durante los últimos cuatro días de la guerra: tres edificios residenciales de varios pisos en la ciudad de Gaza y un rascacielos en Rafah. Las fuerzas de seguridad explicaron entonces que los ataques pretendían transmitir a los palestinos de Gaza que «ya nada es inmune» y presionar a Hamás para que aceptara un alto el fuego. «Las pruebas que recogimos demuestran que la destrucción masiva [de los edificios] se llevó a cabo deliberadamente y sin ninguna justificación militar», afirmaba un informe de Amnistía a finales de 2014.
En otra violenta escalada que comenzó en noviembre de 2018, el ejército volvió a atacar objetivos de poder. Esa vez, Israel bombardeó rascacielos, centros comerciales y el edificio de la cadena de televisión Al-Aqsa, afiliada a Hamás. «Atacar objetivos de poder produce un efecto muy significativo en el otro bando», declaró entonces un oficial de las Fuerzas Aéreas. «Lo hicimos sin matar a nadie y nos aseguramos de que el edificio y sus alrededores fueran evacuados».
Las operaciones anteriores también han demostrado que golpear estos objetivos no sólo pretende dañar la moral palestina, sino también elevar la moral dentro de Israel. Haaretz reveló que durante la Operación Guardián de los Muros en 2021, la Unidad del Portavoz de las FDI llevó a cabo una operación psicológica contra ciudadanos israelíes para aumentar la concienciación sobre las operaciones de las FDI en Gaza y el daño que causaban a la población palestina. Los soldados, que utilizaron cuentas falsas en las redes sociales para ocultar el origen de la campaña, subieron imágenes y clips de los ataques del ejército en Gaza a Twitter, Facebook, Instagram y TikTok para demostrar la destreza del ejército al público israelí.
Durante el asalto de 2021, Israel atacó nueve objetivos definidos como objetivos de poder, todos ellos edificios de gran altura. «El objetivo era derrumbar los rascacielos para presionar a Hamás y también para que el público [israelí] viera una imagen de victoria», dijo una fuente de seguridad a +972 y Local Call.
Sin embargo, continuó la fuente,
no funcionó. Como alguien que ha seguido a Hamás, he oído de primera mano lo poco que les importaban los civiles y los edificios derribados. A veces el ejército encontraba algo en un edificio alto que estaba relacionado con Hamás, pero también era posible alcanzar ese objetivo específico con armamento más preciso. La conclusión es que derribaron un rascacielos por derribar un rascacielos.
«Todo el mundo busca a sus hijos entre los escombros»
La guerra actual no sólo ha visto a Israel atacar un número sin precedentes de objetivos de poder, sino que también ha visto al ejército abandonar las políticas anteriores que pretendían evitar daños a los civiles. Mientras que anteriormente el procedimiento oficial del ejército era que sólo era posible atacar objetivos de poder después de que todos los civiles hubieran sido evacuados de ellos, los testimonios de los residentes palestinos en Gaza indican que, desde el 7 de octubre, Israel ha atacado rascacielos con sus residentes aún dentro, o sin haber tomado medidas significativas para evacuarlos, lo que ha provocado la muerte de muchos civiles.
Con mucha frecuencia, estos ataques se saldan con la muerte de familias enteras, como ya ocurrió en anteriores ofensivas; según una investigación de Associated Press (AP) realizada tras la guerra de 2014, cerca del 89% de los muertos en los bombardeos aéreos contra viviendas familiares eran residentes desarmados, y la mayoría de ellos eran niños y mujeres.
Tishler, el jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea, confirmó el cambio en la política, diciendo a los periodistas que la política del ejército de «golpear tejados» –por la que disparaba un pequeño ataque inicial sobre el tejado de un edificio para advertir a los residentes de que estaba a punto de ser atacado– ya no está en uso «donde hay un enemigo». Golpear el tejado, dijo Tishler, es «un término relevante para las rondas [de combates] y no para la guerra».
Las fuentes que han trabajado anteriormente en objetivos de poder dijeron que la descarada estrategia de la guerra actual podría ser un desarrollo peligroso, explicando que atacar objetivos de poder tenía originalmente la intención de «conmocionar» a Gaza pero no necesariamente de matar a un gran número de civiles. «Los objetivos se diseñaron partiendo del supuesto de que los rascacielos serían evacuados de personas, así que cuando estábamos trabajando en [la recopilación de los objetivos], no había ningún tipo de preocupación respecto a cuántos civiles resultarían dañados; el supuesto era que el número sería siempre cero», dijo una fuente con profundo conocimiento de la táctica.
Esto significaría que habría una evacuación total [de los edificios objetivo], lo que lleva de dos a tres horas, durante las cuales se llama a los residentes [por teléfono para que evacúen], se disparan misiles de advertencia y también comprobamos con imágenes de drones que la gente abandona efectivamente el rascacielos, añadió la fuente.
Sin embargo, las pruebas procedentes de Gaza sugieren que algunos rascacielos –que suponemos que eran objetivos de poder– fueron derribados sin previo aviso. +972 y Local Call localizaron al menos dos casos durante la guerra actual en los que rascacielos residenciales enteros fueron bombardeados y se derrumbaron sin previo aviso, y un caso en el que, según las pruebas, un rascacielos se derrumbó sobre civiles que estaban dentro.
El 10 de octubre, Israel bombardeó el edificio Babel en Gaza, según el testimonio de Bilal Abu Hatzira, que esa noche rescató cadáveres de entre las ruinas. En el ataque al edificio murieron diez personas, entre ellas tres periodistas.
El 25 de octubre, el edificio residencial de 12 plantas Al-Taj, en la ciudad de Gaza, fue bombardeado hasta los cimientos, matando sin previo aviso a las familias que vivían en su interior. Unas 120 personas quedaron sepultadas bajo las ruinas de sus apartamentos, según los testimonios de los residentes. Yousef Amar Sharaf, residente de Al-Taj, escribió en X que 37 de los miembros de su familia que vivían en el edificio murieron en el ataque: «Mi querido padre y mi querida madre, mi amada esposa, mis hijos y la mayoría de mis hermanos y sus familias». Los residentes declararon que se lanzaron muchas bombas, dañando y destruyendo también apartamentos en edificios cercanos.
Seis días después, el 31 de octubre, el edificio residencial Al-Mohandseen, de ocho plantas, fue bombardeado sin previo aviso. Al parecer, el primer día se recuperaron entre 30 y 45 cadáveres de entre las ruinas. Un bebé fue encontrado vivo, sin sus padres. Los periodistas estimaron que más de 150 personas murieron en el ataque, ya que muchas quedaron sepultadas bajo los escombros.
El edificio se alzaba en el campo de refugiados de Nuseirat, al sur de Wadi Gaza –en la supuesta «zona segura» a la que Israel dirigió a los palestinos que huyeron de sus hogares en el norte y el centro de Gaza– y, por tanto, servía de refugio temporal para los desplazados, según los testimonios.
Según una investigación de Amnistía Internacional, el 9 de octubre Israel bombardeó al menos tres edificios de varios pisos, así como un mercadillo abierto en una calle concurrida del campo de refugiados de Jabaliya, matando al menos a 69 personas. «Los cuerpos estaban quemados… No quería mirar, tenía miedo de mirar la cara de Imad», dijo el padre de un niño que fue asesinado. «Los cuerpos estaban esparcidos por el suelo. Todo el mundo buscaba a sus hijos entre esos montones. Reconocí a mi hijo sólo por sus pantalones. Quería enterrarlo inmediatamente, así que cargué con mi hijo y lo saqué».
Según la investigación de Amnistía, el ejército dijo que el ataque contra la zona del mercado tenía como objetivo una mezquita «donde había operativos de Hamás». Sin embargo, según la misma investigación, las imágenes de satélite no muestran ninguna mezquita en las inmediaciones.
El portavoz de las FDI no respondió a las preguntas de +972 y Local Call sobre ataques concretos, pero declaró de forma más general que
las FDI avisaron antes de los ataques de diversas formas y, cuando las circunstancias lo permitieron, también realizaron avisos individuales a través de llamadas telefónicas a personas que se encontraban en los objetivos o cerca de ellos (hubo más de 25.000 conversaciones en directo durante la guerra, además de millones de conversaciones grabadas, mensajes de texto y octavillas lanzadas desde el aire con el fin de advertir a la población). En general, las FDI trabaja para reducir al máximo el daño a los civiles como parte de los ataques, a pesar del reto que supone luchar contra una organización terrorista que utiliza a los ciudadanos de Gaza como escudos humanos.
«La máquina produjo 100 objetivos en un día»
Según el portavoz de las FDI, hasta el 10 de noviembre, durante los primeros 35 días de combates, Israel atacó un total de 15.000 objetivos en Gaza. Según múltiples fuentes, se trata de una cifra muy elevada en comparación con las cuatro grandes operaciones anteriores en la Franja. Durante Guardián de los Muros en 2021, Israel atacó 1.500 objetivos en 11 días. En Borde Protector en 2014, que duró 51 días, Israel atacó entre 5.266 y 6.231 objetivos. Durante Pilar de Defensa en 2012, se atacaron unos 1.500 objetivos en ocho días. En Plomo Fundido en 2008, Israel atacó 3.400 objetivos en 22 días.
Fuentes de inteligencia que sirvieron en las operaciones anteriores también dijeron a +972 y Local Call que, durante 10 días en 2021 y tres semanas en 2014, un ritmo de ataque de 100 a 200 objetivos al día llevó a una situación en la que a la Fuerza Aérea israelí no le quedaban objetivos de valor militar. ¿Por qué, entonces, después de casi dos meses, el ejército israelí aún no se ha quedado sin objetivos en la guerra actual?
La respuesta puede estar en una declaración del portavoz de las FDI del 2 de noviembre, según la cual está utilizando el sistema de inteligencia artificial Habsora («El Evangelio»), que según el portavoz «permite utilizar herramientas automáticas para producir objetivos a un ritmo rápido, y funciona mejorando el material de inteligencia preciso y de alta calidad según las necesidades [operativas]».
En el comunicado, se cita a un alto funcionario de los servicios de inteligencia diciendo que gracias a Habsora se crean objetivos para ataques de precisión «causando un gran daño al enemigo y un daño mínimo a los no combatientes». Los operativos de Hamás no son inmunes, no importa dónde se escondan.
Según fuentes de inteligencia, Habsora genera, entre otras cosas, recomendaciones automáticas para atacar residencias privadas donde viven personas sospechosas de ser operativos de Hamás o de la Yihad Islámica. A continuación, Israel lleva a cabo operaciones de asesinato a gran escala mediante el bombardeo intensivo de estas residencias.
Habsora, explicó una de las fuentes, procesa enormes cantidades de datos que «decenas de miles de agentes de inteligencia no podrían procesar», y recomienda lugares de bombardeo en tiempo real. Dado que la mayoría de los altos cargos de Hamás se dirigen a los túneles subterráneos al inicio de cualquier operación militar, según las fuentes, el uso de un sistema como Habsora permite localizar y atacar las viviendas de operativos relativamente menores.
Un antiguo oficial de inteligencia explicó que el sistema Habsora permite al ejército dirigir una «fábrica de asesinatos en masa», en la que «se hace hincapié en la cantidad y no en la calidad». Un ojo humano «repasará los objetivos antes de cada ataque, pero no necesita dedicarles mucho tiempo». Dado que Israel calcula que hay aproximadamente 30.000 miembros de Hamás en Gaza, y que todos ellos están marcados para morir, el número de objetivos potenciales es enorme.
En 2019, el ejército israelí creó un nuevo centro destinado a utilizar la IA para acelerar la generación de objetivos. «La División Administrativa de Objetivos es una unidad que incluye a cientos de oficiales y soldados, y se basa en las capacidades de la IA», dijo el ex jefe de Estado Mayor de la FDI Aviv Kochavi en una entrevista en profundidad con Ynet a principios de este año.
Se trata de una máquina que, con la ayuda de la IA, procesa una gran cantidad de datos mejor y más rápido que cualquier humano, y los traduce en objetivos para el ataque», prosiguió Kochavi. «El resultado fue que en la Operación Guardián de los Muros [en 2021], desde el momento en que se activó esta máquina, generó 100 objetivos nuevos cada día. Verá, en el pasado hubo épocas en Gaza en las que creábamos 50 objetivos al año. Y aquí la máquina produjo 100 objetivos en un día».
«Preparamos los objetivos automáticamente y trabajamos según una lista de control», dijo a +972 y Local Call una de las fuentes que trabajaba en la nueva División Administrativa de Objetivos. «Realmente es como una fábrica. Trabajamos con rapidez y no hay tiempo para profundizar en el objetivo. La opinión es que se nos juzga en función de cuántos objetivos conseguimos generar».
Un alto cargo militar encargado del banco de objetivos declaró al Jerusalem Post a principios de este año que, gracias a los sistemas de IA del ejército, por primera vez los militares pueden generar nuevos objetivos a un ritmo más rápido del que atacan. Otra fuente dijo que el impulso para generar automáticamente un gran número de objetivos es una realización de la Doctrina Dahiya.
De este modo, los sistemas automatizados como Habsora han facilitado enormemente el trabajo de los oficiales de inteligencia israelíes a la hora de tomar decisiones durante las operaciones militares, incluido el cálculo de posibles bajas. Cinco fuentes diferentes confirmaron que el número de civiles que pueden morir en ataques contra residencias privadas es conocido de antemano por la inteligencia israelí, y aparece claramente en el archivo de objetivos bajo la categoría de «daños colaterales».
Según estas fuentes, existen grados de daños colaterales, según los cuales el ejército determina si es posible atacar un objetivo dentro de una residencia privada. «Cuando la directiva general se convierte en Daños colaterales 5, eso significa que estamos autorizados a atacar todos los objetivos que maten a cinco civiles o menos; podemos actuar sobre todos los archivos de objetivos que sean cinco o menos», dijo una de las fuentes.
«En el pasado, no marcábamos regularmente las casas de los miembros subalternos de Hamás para bombardearlas», dijo un funcionario de seguridad que participó en el ataque de objetivos durante operaciones anteriores. «En mi época, si la casa en la que estaba trabajando estaba marcada como Daño Colateral 5, no siempre se aprobaba [para el ataque]». Dicha aprobación, dijo, sólo se recibía si se sabía que un alto comandante de Hamás vivía en la casa.
«A mi entender, hoy pueden marcar todas las casas de [cualquier operativo militar de Hamás independientemente de su rango]», continuó la fuente. «Son muchas casas. Los miembros de Hamás que realmente no importan para nada viven en casas por toda Gaza. Así que marcan el hogar y bombardean la casa y matan a todos los que están allí».
Una política concertada para bombardear casas familiares
El 22 de octubre, la fuerza aérea israelí bombardeó la casa del periodista palestino Ahmed Alnaouq en la ciudad de Deir al-Balah. Ahmed es un amigo íntimo y colega mío; hace cuatro años fundamos una página hebrea en Facebook llamada «Al otro lado del muro», con el objetivo de hacer llegar las voces palestinas de Gaza al público israelí.
El ataque del 22 de octubre derrumbó bloques de hormigón sobre toda la familia de Ahmed, matando a su padre, hermanos, hermanas y a todos sus hijos, incluidos los bebés. Sólo su sobrina de 12 años, Malak, sobrevivió y permaneció en estado crítico, con el cuerpo cubierto de quemaduras. Pocos días después, Malak murió.
Veintiún miembros de la familia de Ahmed murieron en total, enterrados bajo su casa. Ninguno de ellos era militante. El más joven tenía 2 años; el mayor, su padre, tenía 75. Ahmed, que actualmente vive en el Reino Unido, está ahora solo, sin familia.
El grupo de WhatsApp de la familia de Ahmed se titula «Juntos mejor». El último mensaje que aparece allí lo envió él mismo, poco después de medianoche de la noche en que perdió a su familia. «Que alguien me avise de que todo va bien», escribió. Nadie respondió. Se durmió, pero se despertó presa del pánico a las 4 de la madrugada. Empapado en sudor, volvió a comprobar su teléfono. Silencio. Entonces recibió un mensaje de un amigo con la terrible noticia.
El caso de Ahmed es común en Gaza estos días. En entrevistas a la prensa, los directores de los hospitales de Gaza se han hecho eco de la misma descripción: las familias entran en los hospitales como una sucesión de cadáveres, un niño seguido de su padre seguido de su abuelo. Todos los cuerpos están cubiertos de suciedad y sangre.
Según antiguos oficiales de inteligencia israelíes, en muchos casos en los que se bombardea una residencia privada, el objetivo es el «asesinato de operativos de Hamás o de la Yihad», y dichos objetivos son atacados cuando el operativo entra en la vivienda. Los investigadores de inteligencia saben si los familiares o vecinos del operativo también pueden morir en un ataque, y saben cómo calcular cuántos de ellos pueden morir. Cada una de las fuentes dijo que se trata de domicilios privados, donde en la mayoría de los casos no se lleva a cabo ninguna actividad militar.
+972 y Local Call no disponen de datos sobre el número de operativos militares que efectivamente murieron o resultaron heridos por ataques aéreos contra residencias privadas en la guerra actual, pero hay sobradas pruebas de que, en muchos casos, no se trataba de operativos militares o políticos pertenecientes a Hamás o a la Yihad Islámica.
El 10 de octubre, la Fuerza Aérea israelí bombardeó un edificio de apartamentos en el barrio Sheikh Radwan de Gaza, matando a 40 personas, la mayoría mujeres y niños. En uno de los impactantes vídeos grabados tras el ataque, se ve a la gente gritando, sujetando lo que parece ser una muñeca sacada de las ruinas de la casa y pasándosela de mano en mano. Cuando la cámara se acerca, se puede ver que no se trata de una muñeca, sino del cuerpo de un bebé.
Uno de los residentes dijo que 19 miembros de su familia murieron en el ataque. Otro superviviente escribió en Facebook que sólo encontró el hombro de su hijo entre los escombros. Amnistía investigó el ataque y descubrió que un miembro de Hamás vivía en uno de los pisos superiores del edificio, pero no estaba presente en el momento del ataque.
Es probable que el bombardeo de viviendas familiares en las que supuestamente viven operativos de Hamás o de la Yihad Islámica se convirtiera en la política más concertada de las FDI durante la Operación Margen Protector de 2014. En aquel entonces, 606 palestinos –aproximadamente una cuarta parte de las muertes de civiles durante los 51 días de combates– eran miembros de familias cuyas casas fueron bombardeadas. Un informe de la ONU lo definió en 2015 tanto como un posible crimen de guerra como «un nuevo patrón» de acción que «llevó a la muerte de familias enteras.»
En 2014, 93 bebés murieron como consecuencia de los bombardeos israelíes contra hogares familiares, de los cuales 13 eran menores de un año. Hace un mes, ya se había identificado a 286 bebés de 1 año o menos muertos en Gaza, según una lista de identificación detallada con las edades de las víctimas publicada por el Ministerio de Sanidad de Gaza el 26 de octubre. Desde entonces, es probable que la cifra se haya duplicado o triplicado.
Sin embargo, en muchos casos, y especialmente durante los actuales ataques contra Gaza, el ejército israelí ha llevado a cabo ataques que alcanzaron residencias privadas incluso cuando no había un objetivo militar conocido o claro. Por ejemplo, según el Comité para la Protección de los Periodistas, hasta el 29 de noviembre, Israel había matado a 50 periodistas palestinos en Gaza, algunos de ellos en sus casas con sus familias.
Roshdi Sarraj, de 31 años, periodista de Gaza nacida en Gran Bretaña, fundó un medio de comunicación en Gaza llamado Ain Media. El 22 de octubre, una bomba israelí alcanzó la casa de sus padres donde dormía, matándole. La periodista Salam Mema murió igualmente bajo las ruinas de su casa tras ser bombardeada; de sus tres hijos pequeños, Hadi, de 7 años, murió, mientras que Sham, de 3 años, aún no ha sido encontrado bajo los escombros. Otras dos periodistas, Duaa Sharaf y Salma Makhaimer, murieron junto con sus hijos en sus casas.
Los analistas israelíes han admitido que la eficacia militar de este tipo de ataques aéreos desproporcionados es limitada. Dos semanas después del inicio de los bombardeos en Gaza (y antes de la invasión terrestre) –después de que se contaran los cadáveres de 1.903 niños, aproximadamente 1.000 mujeres y 187 ancianos en la Franja de Gaza– el comentarista israelí Avi Issacharoff tuiteó: «Por duro que sea oírlo, en el 14º día de combates, no parece que el brazo militar de Hamás haya sufrido daños significativos. El daño más significativo para la cúpula militar es el asesinato de [el comandante de Hamás] Ayman Nofal».
Lucha contra animales humanos
Los militantes de Hamás operan regularmente desde una intrincada red de túneles construidos bajo grandes extensiones de la Franja de Gaza. Estos túneles, como confirmaron los ex oficiales de inteligencia israelíes con los que hablamos, también pasan por debajo de viviendas y carreteras. Por lo tanto, es probable que los intentos israelíes de destruirlos con ataques aéreos provoquen en muchos casos la muerte de civiles. Esta puede ser otra de las razones del elevado número de familias palestinas aniquiladas en la actual ofensiva.
Los oficiales de inteligencia entrevistados para este artículo afirmaron que la forma en que Hamás diseñó la red de túneles en Gaza explota a sabiendas a la población civil y las infraestructuras en la superficie. Estas afirmaciones fueron también la base de la campaña mediática que Israel llevó a cabo en relación con los ataques e incursiones contra el hospital Al-Shifa y los túneles que se descubrieron bajo él.
Israel también ha atacado un gran número de objetivos militares: operativos armados de Hamás, emplazamientos de lanzacohetes, francotiradores, escuadrones antitanque, cuarteles militares, bases, puestos de observación y otros. Desde el comienzo de la invasión terrestre, se han utilizado bombardeos aéreos y fuego de artillería pesada para proporcionar apoyo a las tropas israelíes sobre el terreno. Los expertos en derecho internacional afirman que estos objetivos son legítimos, siempre que los ataques respeten el principio de proporcionalidad.
En respuesta a una pregunta de +972 y Local Call para este artículo, el portavoz de las FDI declaró:
Las FDI están comprometidas con el derecho internacional y actúan de acuerdo con él, y al hacerlo atacan objetivos militares y no atacan a civiles. La organización terrorista Hamás sitúa a sus operativos y activos militares en el corazón de la población civil. Hamás utiliza sistemáticamente a la población civil como escudo humano y dirige los combates desde edificios civiles, incluidos lugares sensibles como hospitales, mezquitas, escuelas e instalaciones de la ONU.
Fuentes de inteligencia que hablaron con +972 y Local Call afirmaron igualmente que en muchos casos Hamás «pone deliberadamente en peligro a la población civil de Gaza e intenta impedir por la fuerza la evacuación de los civiles». Dos fuentes dijeron que los líderes de Hamás «entienden que el daño israelí a los civiles les da legitimidad en la lucha».
Al mismo tiempo, aunque ahora resulte difícil de imaginar, la idea de lanzar una bomba de una tonelada destinada a matar a un operativo de Hamás y acabar matando a toda una familia como «daño colateral» no siempre fue tan fácilmente aceptada por amplios sectores de la sociedad israelí. En 2002, por ejemplo, la Fuerza Aérea israelí bombardeó la casa de Salah Mustafa Muhammad Shehade, entonces jefe de las Brigadas Al-Qassam, el brazo militar de Hamás. La bomba le mató a él, a su esposa Eman, a su hija Laila de 14 años y a otros 14 civiles, entre ellos 11 niños. La matanza provocó una conmoción pública tanto en Israel como en el resto del mundo, e Israel fue acusado de cometer crímenes de guerra.
Esas críticas llevaron al ejército israelí a tomar en 2003 la decisión de lanzar una bomba más pequeña, de un cuarto de tonelada, sobre una reunión de altos cargos de Hamás –incluido el escurridizo líder de las Brigadas Al-Qassam, Mohammed Deif– que tenía lugar en un edificio residencial de Gaza, a pesar de que se temía que no fuera lo suficientemente potente como para matarlos. En su libro «Conocer a Hamás», el veterano periodista israelí Shlomi Eldar escribió que la decisión de utilizar una bomba relativamente pequeña se debió al precedente de Shehade y al temor de que una bomba de una tonelada matara también a los civiles del edificio. El atentado fracasó y los altos mandos del ala militar huyeron del lugar.
En diciembre de 2008, en la primera gran guerra que Israel libró contra Hamás después de que tomara el poder en Gaza, Yoav Gallant, que en aquel momento dirigía el Mando Sur de las FDI, dijo que por primera vez Israel estaba «golpeando las casas familiares» de altos cargos de Hamás con el objetivo de destruirlas, pero no de dañar a sus familias. Gallant subrayó que las viviendas fueron atacadas después de que las familias recibieran un aviso mediante un «golpe en el tejado», así como mediante una llamada telefónica, tras quedar claro que se estaba produciendo actividad militar de Hamás en el interior de la casa.
Tras el Borde Protector de 2014, durante el cual Israel comenzó a atacar sistemáticamente casas familiares desde el aire, grupos de derechos humanos como B’Tselem recogieron testimonios de palestinos que sobrevivieron a estos ataques. Los supervivientes dijeron que las casas se derrumbaban sobre sí mismas, que los fragmentos de cristal cortaban los cuerpos de quienes estaban dentro, que los escombros «olían a sangre» y que la gente quedaba enterrada viva.
Esta política mortal continúa hoy en día, gracias en parte al uso de armamento destructivo y tecnología sofisticada como Habsora, pero también a un estamento político y de seguridad que ha soltado las riendas de la maquinaria militar israelí. Quince años después de insistir en que el ejército se esforzaba por minimizar los daños a los civiles, Gallant, ahora ministro de Defensa, ha cambiado claramente de tono. «Luchamos contra animales humanos y actuamos en consecuencia», dijo después del 7 de octubre.
Traducción: viento sur