Recomiendo:
0

Defender a Palestina frente al poder

El camino de la resistencia

Fuentes: Counterpunch

Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.

Hoy en día, no hay excusa para no conocer la verdad sobre Palestina. Incluso tomando la desinformación difundida en los medios de comunicación, hay suficientes evidencias de un pueblo oprimido en Gaza, en la Cisjordania y en Jerusalén Este, que nos obligan a hacer preguntas. Ha sido considerable la ayuda de Internet. Donde una vez Israel podía manipular la narrativa en los medios de comunicación, ahora millones de personas pueden ver videos y leer los relatos de testigos de la ocupación de Israel en toda su aterradora fealdad. Las iniciativas mundiales, como las valientes flotillas de Free Gaza, obligan a los medios de comunicación a informar de esta noticia, aunque sea fugazmente. En consecuencia, la gente quiere ver por sí misma lo que está sucediendo en Palestina y regresa con historias que han sacudido la esencia misma de su ser.

Historias de las colas interminables de gente en los puestos de control esperando el permiso de soldados armados que deciden si se debe pasar; familias devastadas buscando el sentido en los escombros que alguna vez fue su hogar mientras los bulldozers israelíes pasan a la próxima demolición; los agricultores desconsolados doliéndose por sus centenarios olivos y sus huertas convertidas en tierra arrasada; los niños traumatizados se preguntan si el próximo misil o bomba caerán sobre sus hogares, sobre los de sus familias o amigos; ciudadanos aterrorizados esperando el sonido de los escuadrones del ejército que vienen a arrestar a quien sabe quién en las primeras horas de de la mañana, y la sombra de ese muro rapaz que los separa del mundo y los aprisiona.

Y estos son sólo los signos evidentes de los planes del apartheid de Israel a medida que avanza para consolidar un Estado exclusivamente judío en una tierra que es el hogar de casi el mismo número de palestinos más los millones en el exilio a la espera de regresar a casa.

Las campanas de alarma deben sonar cuando esta información aún se filtra a través del muro de silencio, mientras que nuestros líderes políticos declaran eterna lealtad a Israel o arrogantemente lo llevan como una medalla de honor o disfrutan de viajes pagados a Israel. Y las campanas deben ser aún más alarmantes cuando los informes documentados de crímenes de guerra de Israel esgrimidos por los grupos de derechos humanos y las investigaciones oficiales son virulentamente atacados y luego ignorados.

Pero el mundo carece de coraje. Las personas tienen miedo de que las califiquen de antisemitas. Incluso los palestinos, que también son semitas, a menudo tienen miedo de ser rechazados y más desfavorecidos en los países que les dan refugio. No sólo la gente teme repercusiones, también decir la verdad o sólo escucharla es una manera de sacarlos de su vida de confort. Temen que sus conciencias perturbadas les pidan actuar por lo que entierran sus cabezas en la arena profunda, donde esperan incluso que los sonidos del silencio puedan apagarse.

Este es entonces el desafío de los defensores de todo el mundo. ¿Cómo se puede hablar de empoderar a Palestina si ni siquiera se puede hablar de Palestina con las personas que temen a los poderosos?

A la vista de la saturación de los medios de comunicación sionistas y las nuevas campañas «marca Israel», muchas personas que quieren abogar por Palestina podrían sentirse derrotadas, pero una y otra vez vemos que la libertad individual de hablar con el poder puede ser enormemente eficaz. El fallecido académico e intelectual público Edward Said, mostró más que nadie que los individuos pueden hacer una diferencia en la defensa pública de Palestina. Él, particularmente, vio la «resonancia de la voz del intelectual». De hecho es tan poderosa que los intelectuales han sido sometidos a todo tipo de campañas feroces contra su persona y sus posiciones por hablar a favor de Palestina como lo había Said.

Por supuesto, uno no necesita ser un intelectual. Las palabras de Said también son aplicables a cada uno de nosotros. Dijo que evadirse era «reprobable» y lo describió de esta manera:

«Esa característica de alejarse de una situación difícil y de los principios que sabemos que son los correctos, pero que usted decide no afrontarlos. Usted no quiere parecer como demasiado político, tiene miedo de parecer demasiado controvertido, usted necesita la aprobación de un jefe o de una figura de autoridad, desea mantener una reputación de parecer equilibrado, objetivo, moderado, su esperanza está en… permanecer dentro de la corriente principal confiable…», Representaciones del Intelectual [1].

Como intelectual, Said tenía su registro académico, su prestigio profesional, su investigación y sus publicaciones para dar peso a sus declaraciones, pero no requería menor valor que cualquier otra persona para desafiar el paradigma aceptado. El reto surge del conocimiento de la verdad, el valor surge de un compromiso con los principios aún frente a la condena colectiva. Esto es tan cierto como en contra de la andanada de mentiras sionistas, como para las explicaciones convenientemente montadas por los que se acomodan a los poderes establecidos para sus propios fines.

En 1993, cuando casi todo el mundo pensaba que los apretones de manos en la Casa Blanca servirían para sellar los acuerdos negociados en Oslo y para darles a largo plazo la libertad a los palestinos y la paz en la región, Edward vio que esos acuerdos no harían más que garantizar la cobertura a Israel para que continuara su expansionismo colonial y consolidara su ocupación de Palestina. Sin embargo sabía que criticar Oslo significaba de hecho una toma de posición contra la «esperanza» y la «paz». Su decisión de hacerlo también dio en la cara de la dirección palestina revolucionaria que había optado por la estadidad.

Aunque Said fue denunciado por sus puntos de vista, no estaba dispuesto a comprar el engaño que sabía que iba a dejar a los palestinos sin la esperanza y sin la paz. Y como lo predijo, cada año perdido para la construcción de la paz finalmente expuso la horrible realidad de Oslo, cuando los palestinos se encontraron víctimas de la matriz de control israelí, un término usado por el activista israelí Jeff Halper en 1999 para describir la situación [2]. Y esta dominación de un pueblo sobre otro, sin ninguna intención de hacer frente a las injusticias de la limpieza étnica de los palestinos en su patria, sin lugar a dudas ha reducido a Israel a un Estado de apartheid.

Los palestinos han quedado sin nada por querer obtener algo parecido a un Estado y se enfrentan a una amenaza existencial en todos los frentes. Sin embargo, los intelectuales todavía hablan de una solución de dos estados al unísono con los políticos, un mantra que se repite sin sentido crítico, de manera engañosa, en los principales medios de comunicación. Expertos de los medios sostienen que es Israel quien enfrenta una amenaza existencial, pero se hace evidente cada día que los palestinos no tienen ninguna oportunidad frente a Israel, armado hasta los dientes con armamento nuclear y convencional. Los palestinos nunca han tenido un ejército y no tienen medios aceptables para combatir fuera de su propia desposesión en curso y la ocupación de su patria. No es de extrañar que la solución de dos estados se convirtiera en la panacea para la lucha palestina por la autodeterminación.

Esta complacencia en una idea que ya lleva veinte largos años se ha visto socavada por los sonidos furiosos de taladros y martillos retumbando en los asentamientos ilegales en toda la Ribera Occidental y Jerusalén Oriental y por las rupturas catastróficas de la sociedad planificadas como una ingeniería en Gaza. Ahora, esos sonidos son amortiguados por la retórica de la «paz económica», la «consolidación institucional», la «democracia», «seguridad interna» y la «estadidad». Estas palabras deben ser impugnadas en cada oportunidad, porque no son solamente las palabras, sino que además son conceptos peligrosos cuando están aislados de la verdad sobre el terreno.

Es inútil hablar de «paz económica», si usted no puede entender que los polígonos industriales construidos para los trabajadores palestinos están destinados a proporcionar a Israel mano de obra esclava y bienes económicos. Es inútil apoyar la «consolidación institucional» cuando Israel sigue socavando y obstruyendo los programas que ya están luchando para dar servicio a la sociedad palestina. Es una mentira hablar de «democracia» cuando las elecciones justas en 2006 dieron a Israel y al mundo la posibilidad de negar a Hamás el derecho a gobernar. Es una farsa aceptar la «seguridad interna» armando y entrenando a los palestinos para asegurar cobertura para que Israel y los Estados Unidos continúen con el mismo esquema. Es hueco hablar de la «estadidad», cuando Israel sigue robando la tierra y construyendo asentamientos ilegales que privan a los palestinos de sus hogares y sus medios de subsistencia, mientras los aglutinan en guetos aislados y amurallados.

Lamentablemente, Edward Said tenía razón.

Ahora es nuestro turno de hablar con la verdad y actuar sin miedo, a pesar de la censura que probablemente encontremos. Se cree que el filósofo alemán Arthur Schopenhauer dijo que la verdad pasa por tres etapas: «En primer lugar, es ridiculizada, en segundo lugar, se opone a ella violentamente y en tercer lugar se acepta como evidencia por sí misma».

Hoy en día, estamos en la tercera etapa: los 11 millones de palestinos, ya sea que vivan bajo la ocupación, como ciudadanos de segunda clase en Israel, como refugiados apátridas o de otra manera en la diáspora, son la verdad viviente. Ese es el talón de Aquiles de Israel e Israel lo sabe.

Los palestinos ya no son los humildes pastores y agricultores que las fuerzas sionistas aterrorizaron para que huyeran para dar paso al Estado judío de Israel. Una nueva generación quiere justicia y lo está exigiendo con elocuencia, de forma no violenta y estratégicamente. Su mensaje es que no hay relaciones normales con Israel, mientras oprime a los palestinos, niega sus derechos y viola el derecho internacional. Y los boicots, desinversiones y sanciones son las herramientas legítimas para cuestionar un Estado que reclama la excepcionalidad y comete acciones extremas y criminales para asegurarse esa posición.

La gente, por supuesto, siempre está tentada de optar por el camino de menor resistencia, especialmente cuando simplemente no puede sentir empatía por aquéllos que han sido tan exitosamente distorsionados y satanizados por los medios de comunicación occidentales. Sin embargo, el mundo está cambiando, y poco a poco la gente se está dando cuenta que ellos también son vulnerables, que las sociedades occidentales empiezan a desmoronarse bajo el peso del poder del gobierno, que está creciendo rápidamente fuera de control sin ningún tipo de controles o contrapesos. Los derechos humanos universales y los principios del derecho internacional humanitario que una vez fueron el pilar de nuestras democracias se han dejado de lado en la estampida para librar la «guerra contra el terror» y pocos han sido lo suficientemente valientes como para desafiar el sistema actual.

De hecho, es posible para todos nosotros «deshacernos de las virtudes» [3], las cosas que el profesor de la Universidad de Melbourne Ghassan Hage dice que se encuentra en esos momentos utópicos que surgen cuando desafiamos a nuestros propios pensamientos, temores y prejuicios. En ese espacio se encuentra el poder sin explotar cuando tratamos de decir la verdad sin temor ni engaños. En ese espacio se encuentra el potencial para el cambio político. En ese espacio siempre estarán aquéllos que se resisten y defienden a Palestina frente al poder.

 

Notas:

[1] Edward Said, Representations of the intellectual . Londres: Vintage, 1994, p74.

[2] Jeff Halper, «The 94 Percent Solution: The Matrix of Control «, otoño de 2000, Middle East Report 216.

[3] Ghassan Hage, » The Real, the Potential and the Political , ensayo presentado en la Conferencia de 2004 de Res Artis, Sydney, 10 a 16 de agosto, 2004.

 

Sonja Karkar es la fundadora de Women for Palestineer (WFP), un grupo con sede en Melbourne que lucha por los derechos humanos y cofundador de Australians for Palestine (AFP) , un grupo de apoyo que trae la voz de Palestina a todos los niveles de la sociedad australiana. Es la editora de la página web http://www.australiansforpalestine.com. Su dirección de correo electrónico es: [email protected]

Fuente original: http://www.counterpunch.org/2012/07/19/talking-palestine-to-power/