Arabia Saudí, EEUU y el lobby judío están dispuestos a pagar a Palestina decenas de miles de millones de dólares si acepta el Plan de Paz del Siglo propuesto por Donald Trump y sus «asesores». Según ese proyecto del «666»,de la Casa Blanca, se daría luz verde al establecimiento de «un raquítico y descafeinado» Estado Palestino, cuya capital estaría en un barrio marginal de Jerusalén.
El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salman (MBS), gobernante de facto del reino del petróleo, ha ofrecido al presidente palestino, Mahmud Abás, 10.000 millones de dólares para que acepte del plan de paz de Donald Trump, que contempla la creación de «un raquítico y vergonzoso» Estado palestino, con sede en Abu Dis, un pobre suburbio de Jerusalén «sin vistas» al casco antiguo de la ciudad santa.
Mahmud Abás rechazó «esa proposición vejatoria» de MBS, conocido como el carnicero de Riad, alegando que no desea ni «su muerte política», ni la muerte de Palestina, a cambio del dinero «negro y rojo» del petróleo, según informó el diario libanés Al Akbar (Las Noticias).
La fuente agregó que Mahmud Abás considera ese ofrecimiento un chantaje de EEUU y el lobby judío. El presidente de la ANP desea que China y Rusia, como miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, participen activamente -para no dejar todo en manos de Washington- a fin de encontrar una solución justa y realista al contencioso israelo-palestino.
Ante la negativa de Mahmud Abás, el príncipe Bin Salmán (quien se reunió con el presidente de la ANP hace varios meses) redobló su oferta y le dijo «Te daré 10.000 millones durante diez años si aceptas el Acuerdo del Siglo», según revelan los documentos publicados la semana pasada por Al Akbar.
Su Alteza MBS (quien se convirtió «en virtual protagonista de Juego de Tronos» tras el asesinato y descuartizamiento del periodista disidente Jamal Khashoggi el pasado mes de octubre en el consulado de Arabia Saudí en Estambul) dijo asimismo a su interlocutor que si «acepta el plan Trump», su reino abrirá una embajada en la barriada de Abu Dis e invitará a otros países a que sigan su ejemplo.
«Los Acuerdos del Siglo no tienen ninguna posibilidad de prosperar, ya que dejan fuera a Jerusalén (en la parte este de la ciudad, la árabe, los palestinos aspiran a establecer la capital de un futuro Estado independiente), dejan fuera a los refugiados (unos siete millones de palestinos repartidos en varios continentes) y dan por bueno los asentamientos judíos en las zonas ocupadas, lo que es inaceptable», replicó por su parte, el ministro palestino de Exteriores Riad al Malki.
La problemática de la Tierra Santa lleva sin resolverse miles de años. Según la Biblia los judíos y los árabes son primos hermanos «que deberían compartir la misma tierra de forma amistosa (la cursiva es mía). El «Libro Sagrado» dice que ambos pueblos proceden de los vástagos de Abraham, Isaac y Ismael. Del primero y su hijo Jacob (el de las Doce Tribus) nace el reino de Israel y de los Ismaelitas vendrían los árabes.
Aunque los reinos de Israel (al norte de Canaán) y el de Judea (al sur) fueron «relativamente independientes» desde el siglo X al VII a.C. esa región ha estado dominada durante tres mil años por los Imperios Asirio, Babilónico, Persa, Grecia, Roma, Árabe, Otomano, etc.
El emperador Adriano (nacido en la Baetica (1) actual Andalucía, Hispania), harto de las rebeliones judías contra Roma, unificó las provincias de Judea y Galilea y las rebautizó con el nombre de Palestina. Así mismo renombró Jerusalén (en hebreo, «ciudad de paz») que pasó a llamarse «Aelia Capitolina».
En latín Phalistina (Palestina) hacía referencia a los filisteos, unos de los pueblos del mar que se refugiaron en Canaán, Egipto, etc., tras la desastrosa Guerra de Troya que provocó éxodos masivos en toda la cuenca del Mediterráneo.
«Eretz Yisrael» (La Tierra de Israel), estuvo profundamente enraizada, «como patria espiritual», en la mente de los judíos de la diáspora, pero no volvió «a materializarse» en un territorio concreto, hasta el Holocausto y la decisión de la ONU de implantar, a la fuerza, el Estado Judío en 1948.
Durante dos mil años (desde el siglo II al XX d.C.) Palestina fue una región árabe y una provincia del imperio otomano. Sólo durante la época de las cruzadas se vuelve a hablar del Reino de Jerusalén, ciudad sagrada para judíos, árabes y cristianos.
Ya que ambas «naciones» son hermanas ¿Por qué Israel se empeña en destruir Palestina? ¿Acaso no debería terminar, para siempre, la eterna lucha de David contra Goliat? Ni Canaán es un regalo que hizo Dios a los judíos, ni los árabes «son unos intrusos quieren quedarse con lo que no es suyo». Ambos pueblos son hijos de la misma tierra y, sobre esa base, debería hallarse una solución que, sin duda, redundaría en beneficio de la paz mundial.
Nota
-1- La provincia romana de «la Baetica» tomó su nombre del Río Betis, que fue renombrado por los árabes como el Guadalquivir (Al Wadi al-Kabir, El Río Grande).
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