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Entrevista a Joaquín Miras Albarrán sobre Praxis política y Estado republicano. Crítica del republicanismo liberal

«El centro del pensamiento ateniense no es el templo sino una plaza vacía»

Fuentes: Rebelión

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. Seguimos en la segunda parte de tu libro: «La República es una cultura común de vida. Crítica del republicanismo liberal». […]

Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.

Seguimos en la segunda parte de tu libro: «La República es una cultura común de vida. Crítica del republicanismo liberal». Estamos en el apartado, «La tradición política grecolatina». Te cito: «Atenas está donde estén los atenienses, no tras los muros». ¿Nos explicas un poco el alcance de esta afirmación? 

Es una frase de un discurso célebre en la que se pone en claro que polis, que civitas o ciudad, no es la denominación de un ámbito espacial ocupado por casas, plazas, calles, etc., pues para eso los griegos tenían una denominación precisa, «asty»; y los romanos, usaban la palabra «urbs». No es eso sino la denominación de una comunidad social humana organizada. Atenas era la denominación de la comunidad humana de los atenienses.

Vale, de acuerdo. Las constituciones, afirmas a continuación, no son de países sino de polites, de ciudadanos, «la constitución no de Atenas sino de los atenienses». Pero, ¿qué importancia tiene ese matiz que introduces? Afirmas a continuación que «es un rechazo explícito de la fetichización esencialista, del mito de la ‘tierra». ¿Por qué? ¿No son, de hecho, los atenienses los ciudadanos de Atenas (aunque no todos los pobladores y pobladoras, por cierto, las exclusiones son muchas)? 

Pero Atenas es, precisamente, el nombre, no de un suelo o un ámbito geográfico, sino de la comunidad social organizada de unos seres humanos. También por eso, las leyes no eran denominadas leyes de Atenas. La constitución que recoge Aristóteles no es la constitución de Atenas. No es una ley inherente a una tierra, tampoco a una sangre, desde luego, sino la de las leyes que se dan y cumplen los atenienses: la Constitución de los Atenienses. No hay fetichización, cosificación, naturalización de la realidad denominada Atenas. Atenas es la comunidad ateniense, sus formas de generar praxis, de deliberar, etc.

Denominar a la ley constitucional «constitución de los atenienses» significa que los ciudadanos que aceptaban aquellas leyes eran conscientes de que éstas no eran un código impuesto por la divinidad, ni inherente a una naturaleza humana, sino creación en común de los propios ciudadanos, que la elaboraban y la cumplían.

Se ha insistido a veces en que cada vez que se ha dado una revolución, al menos en el periodo inmediatamente posterior a la misma en el que gran parte de la sociedad posee en la memoria la experiencia vívida inmediata de haber sido ella la que ha instaurado un orden mediante su movilización, las leyes, las instituciones políticas no se denominan por referencia al suelo, a la «patria», sino a los ciudadanos, a la sociedad. Así, por ejemplo, Napoleón Primero era «emperador de los franceses»

El ejemplo es bueno. ¿Nos explicas el sentido de la frase de Ovidio a la que haces referencia? Es esta: Prolem sine matre creatam. 

Te refieres a una frase recogida en el libro, y a la explicación de la misma que yo debo al gran maestro de la filología Ernst Robert Curtius. Junto con Erick Auerbach, los dos grandes de la filología contemporánea, ambos alemanes.

Los alemanes germanistas son siempre grandes autores. En todo caso, debo admitirlo mostrando mi ignorancia, yo no conocía a ninguno de los dos. Me refería, eso sí, a esa frase. 

La frase, que procede de Ovidio, la usa el poeta clásico para referirse a una familia que carece de estirpe -hijo sin madre creado-; precisamente Curtius nos advierte contra la interpretación que la refiere a la diosa Atenea, nacida de la cabeza de Zeus.

Y es utilizada por Montesquieu como epígrafe en exergo de su célebre obra El espíritu de las leyes. Esa frase, que Montesquieu usa para señalar la originalidad de la obra, muestra a la vez, que toda originalidad es tal, lo es, existe, a partir y dentro de tradiciones de pensamiento.

Lo que antes hemos hablado. 

Montesquieu lo declara así, al recurrir a la tradición y utilizar una frase clásica para referirse a la originalidad de su obra. Y vuelve a recalcar la misma ambivalente noción en el inmediato prólogo de su obra, cuando, declara que precisamente por lo novedoso de su escrito, por su originalidad, la dificultad de su pensamiento era máxima, y muchas veces estuvo a punto de abandonar la empresa, aventando las páginas previamente escritas y dejando caer las «manos paternas» del escrito. Ambas notas, en las que se insiste en la novedad de su pensamiento, recalcan tácitamente también la tradición en la que su pensamiento se enmarca. Son cita del canto sexto de la Eneida, de Virgilio. En concreto, lo de las manos paternas hace referencia a que Dédalo, el padre de Ícaro, según nos cuenta Virgilio, había esculpido en las puertas de bronce del templo de Apolo la muerte de su hijo Ícaro, proceso de trabajo durante el cual, en muchas ocasiones había roto a llorar y había abandonado la continuación de la tarea, bajando los brazos.

Me abruma y deslumbra tu erudición. Es muy hermoso lo que cuentas, lo que nos estás contando… 

No puede haber originalidad sin tradición porque no puede haber pensamiento valioso que no proceda de un acervo, del que parta, sobre el que reflexione, con el que debata, y al que dé continuidad. Me he permitido citar aquí a los dos grandes de la filología. Porque lo mismo pasa con la filología, hay tradición, tenemos autoridades que nos enseñan a los filólogos. Y la naivité, la falta de lectura de los grandes, genera ratones.

Hace muchos años, creo que nunca te lo he comentado, oí a Sacristán decir algo parecido a lo que acabas de indicar. Has hecho y haces referencia en el libro al Espíritu de las Leyes de Montesquieu, una obra que caracterizas como «verdadero monumento de originalidad». ¿Nos justificas tu afirmación? 

Que las leyes estén en relación con el ethos es cosa sabida de antiguo. Por tanto, «cómo las leyes siguen a las costumbres», asunto al que dedica ocho o nueve capítulos, si no más, es asunto que se inspira en el pensamiento griego. Es consciente de que el ethos se relaciona con las religiones. Por tanto, la relación de costumbres y leyes ocupa, además de los capítulos cuyo título es explícito sobre este asunto, otros muchos más. Pero sin embargo, posee un innegable carácter de estudio nuevo, debido al recurso a conocimientos que nosotros podríamos denominar geográficos, sociológicos, historiográficos Que ethos y leyes estén en relación con el clima, la naturaleza, es ya novedad.

Es un intento de sociología e historiografía materialista. Y que la historia de un pueblo es un continuum.

Está muy bien ese toque materialista que señalas. Por cierto, ¿por qué es tan importante caracterizar la tradición del republicanismo como praxeología filosófica o como filosofía de la práctica? ¿No hay acaso también mucha obra teórica en esa tradición?

Desde luego, el republicanismo, o sea el comunitarismo que piensa la comunidad como res o asunto creado y recreado permanentemente mediante la praxis de la comunidad, que, por tanto, debe ser deliberada permanentemente por la comunidad, es un pensamiento teórico. Son «libros».

Pero su origen está en la reflexión sobre una experiencia. La experiencia de la praxis política, las luchas sociales entre pobres y ricos que dan lugar a la polis griega. Este corpus de pensamiento no es sino filosofar, reflexión segunda sobre el saber generado por esa actividad.

El republicanismo, la filosofía política clásica, surge como reflexión sobre la praxis desarrollada y el mundo cultural que ella misma crea. A partir de ahí surge la elaboración. Incluso la de Platón, que pretende pensar una alternativa de mundo político, parte de ese pensamiento generado por la praxis de la polis.

Rasgos de ese pensamiento, que recoge la experiencia de que la comunidad existe como consecuencia del hacer, es la percepción de que la polis existe como consecuencia del continuo hacer y deliberar de la comunidad. La consciencia de creatividad, de capacidad de crear, y de la polis como hecho creado.

Castoriadis insistió en esta noción. Martínez Marzo a la complementa en sus escritos, insistiendo en la consciencia de fragilidad, de contingencia que tenían los griegos respecto de su mundo. Por ejemplo Tucídides. El mundo ateniense se sabe auto creación permanente sobre ninguna base previa, sino sobre el presente hacer y deliberar. Su mundo no se basa en unas creencias consideradas eternas. El centro de su pensamiento no es el templo sino una plaza vacía, un espacio al que acuden los individuos a hacer en común y a deliberar en común.

Me voy a copiar, con tu permiso, estas últimas palabras. Recuerdo unas muy parecidas de Carlos Fernández Lira y Luis Alegre Zahonero. También ellos insisten en esa idea. 

Te pido ahora un comentario de texto sobre una de tus afirmaciones: «El pensamiento que guía la praxis tampoco es filosofía, es sentido común convertido en buen sentido por el ejercicio continuado de su elaboración y por la reflexión sobre sus consecuencias. Es doxa, no episteme o ciencia». Pero entonces, ¿es menos que ciencia, mera opinión, no saber justificado? 

El kairos, la actividad concreta, la ambigüedad de los medios, la generalidad de la buena vida, el silogismo concreto, la irrepetibilidad y la experiencia de irrepetibilidad, el actuar sobre lo que hay y desde lo que se tiene, el poner de acuerdo es la praxis. A esa praxis le acompaña la experiencia y el enriquecer, el saber hacer, el saber de la contingencia, frónesis. La frónesis es reflexión sobre esto, explicitación ex post, de esto y conocimiento del mundo que esto crea, y del mundo en el que se genera este hacer, el ethos, la comunidad, fruto y matriz de eso.

Dejémoslo aquí por el momento. ¿Te parece? 

 Me parece.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.