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Lilian Wagdy, 29 años, periodista egipcia, colabora en varios medios alternativos, como globalvoices.org.

«El Consejo militar egipcio no trabaja por un cambio real»

Fuentes: www.minotauro.periodismohumano.com

Debido a su clara oposición a Mubarak, el siete de febrero de este año -4 días antes de la caída del dictador- Lilian fue despedida de la televisión en la que trabajaba. «No me importó que me despidieran. Confieso que desde entonces no he buscado otro trabajo. No creo que mi vida vuelva a la […]

Debido a su clara oposición a Mubarak, el siete de febrero de este año -4 días antes de la caída del dictador- Lilian fue despedida de la televisión en la que trabajaba.

«No me importó que me despidieran. Confieso que desde entonces no he buscado otro trabajo. No creo que mi vida vuelva a la normalidad mientras sepa que todavía hay mucho por hacer en la revolución», afirma durante la entrevista, realizada en una cafetería céntrica de El Cairo.

Y añade:»Lo que está pasando es irrepetible. Todos los días hay cambios, novedades, avances, abusos y retrocesos. Un impulso dentro de mí me obliga a seguirlos, a cubrirlos, a participar en ellos.

«No pienso detenidamente en lo que debo hacer o no. Me dejo llevar. Es algo superior a un razonamiento consciente. Es el intento por un cambio verdadero».

P:¿Cuáles son los principales obstáculos en esta etapa de transición en Egipto?

Lilian Wagdy: Son innumerables. Cada vez más gente se está desilusionando con el Ejército y el Consejo militar Supremo que tiene el mando de forma interina. La razón es que no se percibe un cambio real desde la caída de Mubarak. Activistas y blogueros son detenidos y juzgados por manifestarse o por criticar al Ejército.

Por eso la gente se va a manifestar de nuevo este 8 de julio. Miles de civiles han sido juzgado en tribunales militares mientras Mubarak está en Sharm el Sheikh en un resort de cinco estrellas.

Arrestado, sí, pero con todo tipo de facilidades y lujos para él.

Es más, la gente se da cuenta de que los militares son cómplices de la situación actual porque hacen la vista gorda ante los abusos que el Ministerio del Interior comete contra ciudadanos inocentes.

P: También hay voces que alertan del aumento de poder de los fundamentalistas religiosos.

Sí, es algo que a todos nos preocupa. Los salafistas están hablando alto, pero todo el mundo habla alto después de tantos años de censura. Ahora todo es confuso. Cuando todo se tranquilice empezaremos a ver la dimensión real del nuevo Egipto.

P: Este viernes se va a celebrar una manifestación que muchos esperan sea multitudinaria. En ella se pedirá, entre otras cosas, la dimisión del general Tantawi, que preside el Consejo militar Supremo que preside de manera transitoria el país.

La situación es insostenible, los ciudadanos se están hartando. El Consejo Militar tiene que dejar el mando. Que vuelvan a lo suyo. Porque no entienden de política, la conciben de manera equivocada.

Necesitamos expertos políticos, gente que pueda liderar y no creo que los militares puedan hacerlo. Necesitamos un sistema diferente, y los militares no pueden llevarnos a ese sistema.

Los militares no están acostumbrados a ser flexibles, a que el pueblo les diga lo que tienen que hacer, no saben escuchar.

Creen que son la línea roja, pero deberían asumir que si cometen un error, nosotros tenemos derecho a exigir que se vayan. Sin embargo lo que hacen es pedir a los medios de comunicación que los encubran.

No diría que estén orquestando la contrarrevolución. Sin embargo, lo que hacen sirve y contribuye a esa contrarrevolución.

P:Si nada cambia, las elecciones parlamentarias se celebrarán en septiembre. Hay voces que piden el aplazamiento de la convocatoria. ¿Lo crees necesario?

Sí, desde la caída de Mubarak hasta las elecciones solo hay cinco meses. Es poco tiempo para que los partidos políticos nuevos puedan tener músculo.La clave es que la gente esté informada de verdad, para que pueda tomar su propia decisión.

No interesa excluir a nadie del proceso político, ni a los Hermanos Musulmanes ni a nadie, porque eso se volvería en nuestra contra. Lo importante es educar e informar. Pero para ello se necesita tiempo. Y no lo tenemos.

P: Arrestos arbitrarios, ataques a manifestantes, prohibición de huelgas y protestas… Ante estos retrocesos, ¿hay cabida para el optimismo en Egipto?

Yo soy muy optimista. No solo porque activistas y periodistas ciudadanos seguimos luchando para mostrar la verdad, sino porque miles de ciudadanos de a pie siguen luchando por sus derechos y siguen tomando las calles a pesar de todo.

Estamos en una etapa un poco marchita, pero la revolución no ha muerto. Estoy segura de que mejorará cuando más gente se dé cuenta de que el Consejo militar y el gobierno de transición no tienen entre sus objetivos los intereses de la revolución.

P:¿Por qué te defines como periodista ciudadana y no como activista?

Yo en realidad soy periodista, es lo que estudié y es en lo que trabajaba hasta que estalló la revolución. Ahora soy periodista ciudadana. No pienso demasiado en la política o el activismo como vías de cambio.

Creo que el cambio real viene de la comunicación. La comunicación y el arte pueden cambiar realmente las mentes.

De hecho ahora estoy estudiando cine. Esa es mi idea del cambio real, la que está fuera del escenario político y de la agenda activista. Me encantan los directores Tarkovski y Angelopoulus.

P: Sin embargo tienes una clara postura política, has sido opositora al régimen.

Lo que ocurre es que la oposición política, la mayoría de los movimientos políticos en Egipto, no son lo suficientemente fiables y fuertes para mí. No me motivan.

P: Pero tu actitud no es pasiva, has denunciado abusos e incluso has colaborado convocando protestas.

Es cierto. Recuerdo que el primer día de las revueltas, el 25 de enero, tenía una cita con amigos. Pero salí de trabajar a las dos de la tarde, como una sonámbula me dirigí a Tahrir, olvidé mi cita, olvidé todo, saqué mi cámara de fotos y empecé a fotografiar.

Había gas lacrimógeno, me lloraban los ojos, me ahogaba, pero solo pensaba en documentarlo todo y en vivirlo, en no perderme aquello.

Incluso ahora no he tomado aún una decisión consciente, no he dicho: «vale, voy a formar parte de esto». Simplemente me he dejado llevar.

Recuerdo también por ejemplo la toma de las sedes de la policía secreta en marzo.

Yo misma pedí a través de la Red que todo el mundo enviara las direcciones de las oficinas de la policía secreta, y de ese modo logramos elaborar en tiempo récord un mapa de las sedes, con el propósito de tomarlas y evitar así la destrucción de documentos valiosos para futuros juicios a criminales, torturadores y abusadores.

Como yo, cualquier persona puede ser útil, competente, eficaz.

A través de Internet puedes participar en la revolución sin necesidad de militar en un grupo político determinado.

E insisto, eso es periodismo ciudadano. Simplemente escribes sobre lo que ves. No hay mayor denuncia que el relato de la realidad.

Date cuenta de que llevamos décadas de censura y desinformación en mi país.

El periodismo ciudadano puede no ser perfecto, pero rasga la censura en un país en el que aún buena parte de los medios están entregados a las fuerzas cercanas al régimen.

P: Pero el papel de Internet en Egipto es limitado.

Es cierto. Por ejemplo, ante el referendum que se convocó en marzo para cambiar algunos artículos de la Constitución, yo diría que el 90% de los usuarios de Internet éramos partidarios de votar no.

Y sin embargo ganó el sí por abrumadora mayoría.

Tras aquello, los activistas se dieron cuenta de que había que llegar a las áreas remotas, al campo, para informar a la gente, para convencer a través de charlas.

Los Hermanos Musulmanes sí tienen gran influencia fuera de las grandes ciudades, en el campo, donde apenas se usa Internet.

Y no es sólo por una razón relacionada con la religión, las causas principales de su popularidad son otras.

Los Hermanos Musulmanes invierten económicamente en las zonas rurales, tienen sus propios centros médicos y comunitarios, ofrecen servicios, la gente confía en ellos.

Por eso, lamentablemente para nosotros, ganó el sí en el referéndum: porque ellos pidieron el sí.

Hay mucha gente que dice que dejemos de hablar entre nosotros en twitter y facebook, gente que propone que salgamos y seamos parte de la calle, que actuemos en el terreno.

Y de hecho muchos lo hacen, trabajando en proyectos, en comisiones sociales, de economía, artísticas, buscando la participación de todos los ciudadanos, para que todos tomen conciencia política.

P: Antes del inicio de las revueltas había habido ya cientos de convocatorias de manifestaciones que sin embargo no fueron masivas ¿Por qué crees que la del 25 de enero funcionó?

El 25 de enero es algo que no entiendo bien aún. Quizá ningún egipcio lo entienda. Pero lo cierto es que este país está cambiando tras 30 años de opresión.

No queremos solo un cambio cosmético, buscamos un cambio real desde abajo para crear un Egipto nuevo.

Solo pienso en que podremos conseguir nuestros propósitos. Es algo muy confuso, hay cambios, hay retrocesos, de nuevo avances… Creo que habrá muchos egipcios traumatizados mucho tiempo porque no hay tiempo para asimilar y analizar todo.

P: Dices que estás al margen de la política pero hablas en primera persona del plural. ¿Quiénes sois vosotros?

Nosotros, los egipcios. El pueblo. Estoy al margen de la política pero apoyo las actividades de la revolución, de hecho mi madre participa en esas actividades y yo intento estar involucrada en todo lo que ocurre.

Mi madre es cristiana y mi padre musulmán. Ella está retirada profesionalmente ya, así que tiene tiempo para tomar partido.

De todas formas los dos siempre han sido activos políticamente, mi padre especialmente.

P:Se han registrado varios episodios de violencia contra las mujeres. Tú luchas por ser una mujer libre, ¿cómo lo vives, con qué dificultades te encuentras?

Ante todo soy de nacionalidad egipcia, como el resto de mis compatriotas, sin distinción de género. No veo el mundo en términos de género, no quiero que la gente piense «oh, es una mujer, está en la calle sola, cubriendo un enfrentamiento, asume riesgos».

En las revueltas, en las manifestaciones, éramos muchos. Sarah estaba allí, Hossam estaba allí, Mohamed estaba allí, mujeres y hombres, todos egipcios, todos iguales.

Yo creo que lo que hago me define, no mi género. Podría estar diciendo lo mismo si fuera un hombre. Lo que hago me define.

P: Pero hay discriminación contra las mujeres…

Sí, yo lo he denunciado, he participado en las campañas contra el acoso sexual, por ejemplo. Pero ni quiero ni necesito sentirme protegida por nadie, siempre he rechazado esa idea.

No quiero definir mi identidad a través del género. No quiero vivir condicionada por la discriminación. No me gusta la idea de que las mujeres son sumisas.

Es cierto que algunas mujeres que sufren abusos se callan, no denuncian porque no pueden hablar libremente. Pero también es cierto que muchas se levantan contra la desigualdad y los abusos, que no se callan, que no aceptan el papel de víctimas.

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