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El coordinador fraudulento

Fuentes: Insurge

Quien le iba a decir a Francisco Javier Suarez, cuando fue a buscar a Gaspar a Cantabria, para proponerle subsecretario del PCA y emprender el camino tranquilo de la sucesión, que tantos años después aquel humilde militante se iba a aferrar con uñas y dientes al puesto en Madrid. Cualquier otro líder, en aras de […]

Quien le iba a decir a Francisco Javier Suarez, cuando fue a buscar a Gaspar a Cantabria, para proponerle subsecretario del PCA y emprender el camino tranquilo de la sucesión, que tantos años después aquel humilde militante se iba a aferrar con uñas y dientes al puesto en Madrid.

Cualquier otro líder, en aras de la sanidad interna, cuando ha habido tres o cuatro debacles gordas como es el caso, procura facilitar que otras personas se hagan cargo: no es este el caso que nos ocupa. A más errores, más insistencia en virar hacia el mismo lado.

Quien nos iba a decir, en San Martín del Rey Aurelio, cuando apostamos decidida y decisivamente por apoyar a Gaspar en aquella tesitura en que quedó en minoría ante las tesis gerardistas y de la tercera vía, que nuestra decisión sin duda acertada, se iba a conformar en el tiempo en un viraje más allá de la moderación que en aquel entonces proponía Gerardo, y que nuestra «recompensa» por los votos emitidos iba a ser la deslealtad desde nuestro lider y sus acompañantes.

No era de esperar, de ninguna de las maneras, que tras el afianzamiento de Gaspar en Madrid, las formas personalistas llegasen a tales extremos, y que el balance de desastres se tratara de esconder tras el chaqué de los ministros, que no se sabe si son de un partido o si nosotros los compartimos en Madrid.

Seguramente no habrá muchos militantes que hayan pegado tantas y tan numerosas veces los carteles con la cara de Gaspar, en autonómicas, en generales, y hasta en europeas que no venian a cuento: todavía están a la espera de reciclaje en la cuadra de nuestra casa los numerosos paneles de la penultima campaña, Gaspar con su corbata que simboliza novedades. Seguramente que no haya muchos militantes que hayan voceado tantas´veces por megafonía de coche el nombre de Gaspar por las calles públicas buscando militantemente una complicidad popular que se nos ha negado.

Y es desde esa posición de repetidas presentacíones, desde el testimonio gráfico de tantas contiendas electorales con la misma cara, que se hacía necesaria la renovación, en vez de procurar la permanencia, aún a costa de vapulear y poner a la organización al borde de la desaparición social.

No he estado en Madrid en la asamblea del infortunio, pero sé de los numerosos trucos, de la cantidad de energías desplegadas para confundir o convencer de que los mismos sigan con las mismas, en una postura suicida de automovilista en carril contrario: una cosa es que se mate el protagonista, y otra es que se lleve por delante a un colectivo de mayor envergadura.

Más débil, más fragmentada, más sin programa, más atónita sale IU de su asamblea extra, y la responsabilidad es colectiva, pero el 99 por ciento debe asumirla nuestro amigo Gaspar, que podría estar aportando su maestría en otros foros importantes, y dejar paso a gente de mayor optimismo. Gente que se lo crea, como él se lo creía hace 20 años.