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El corazón de hierro de Israel

Fuentes: Haaretz

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

¿Cómo se puede mirar a decenas de miles de personas encerradas en una jaula sin verlas? ¿Cómo es posible no ver el desastre que ha creado Israel?

Qué delicia volver a ver el viernes pasado a periodistas y expertos compitiendo por el comentario más ingenioso. Uno tuiteó que los palestinos estaban quemando neumáticos Goodyear, otro que los cabecillas de Hamás no se acercaban debido a su asma. Un tercero hizo mención al avión contra incendios que Israel movilizó para combatir los fuegos que asolaron la nación en 2016. Alguien colgó una foto de un manifestante con una esvástica y escribió: «Gente encantadora con quienes firmar la paz». Un comentarista «moderado», famoso por su mente lúcida, dijo en televisión que se trataba de una «protesta insensata». Todos ellos, como es costumbre, felicitaron al ejército por su magnífico logro: nadie atravesó la frontera. El Estado se había salvado de la aniquilación. ¡Buen trabajo, Fuerzas de Defensa de Israel!

Mientras los chistes y felicitaciones circulaban por las redes sociales, 20.000 desesperados gazatíes corrían sobre la arena a lo largo de la verja que les aprisiona pidiendo ayuda. La mayoría eran hombres jóvenes y harapientos (el 65% de ellos desempleados), respirando el humo negro de neumáticos quemados, sabedores de que su pasado, su presente y su futuro son todavía más negros. Algunos blandían el último producto fabricado por la industria armamentística de Gaza: espejos. Espejos de alcoba o de baño para deslumbrar a los francotiradores. Hacía mucho que no se contemplaba un espectáculo tan divertido: hubo 1.350 heridos*, 293 de bala; 20 de ellos se encuentran en situación crítica. Nueve habían muerto el domingo por la mañana.

La mayoría pusieron buen cuidado de no atravesar la línea mortal, como la que dividía las dos Alemanias durante la Guerra Fría. Los soldados de la República Democrática Alemana disparaban a cualquiera que quisiera escapar del país, lo que conmociono al mundo; los israelíes disparan a cualquiera que se acerque a la verja, y es divertido. Pronto estará electrificada, lo que hará innecesaria la existencia de francotiradores.

Uno de los muertos era Hussein Mohammed Madi, un muchacho de 16 años. Otro era un fotógrafo de prensa de 30 años que llevaba un chaleco antibalas con la palabra «PRESS» bien marcada, lo que no le protegió del francotirador que apuntó a su pecho. Quizás no sabía leer inglés. Yser Murtaja tenía 30 años y nunca había salido de la Franja de Gaza. Hace poco había colgado una foto que mostraba la Franja a vista de pájaro. Murtaja escribió que su sueño era poder hacer esa fotografía. Tal vez ahora lo haga realidad desde el cielo. En el funeral, celebrado el sábado, cubrieron su cuerpo con el chaleco azul de periodista. No fue el único reportero alcanzado por los disparos el viernes. Otros seis más fueron heridos. Su sangre no es más roja que la de cualquier otro, pero el hecho de que les alcanzaran las balas demuestra que los francotiradores del ejército disparan indiscriminadamente y no son escrupulosos a la hora de elegir a sus víctimas.

Todo esto provocó comentarios ingeniosos en las redes sociales y felicitaciones al ejército en la prensa. Es difícil de entender que alguien pueda mirar a decenas de miles de personas atrapados en una jaula y no verlos realmente. ¿Cómo es posible mirar a estos manifestantes sin ver el desastre creado por Israel? ¿Cómo podemos descargar nuestra conciencia, echar toda la culpa a Hamás y no conmovernos ni un momento ante la sangre inocente derramada por los soldados de nuestras fuerzas armadas? ¿Cómo puede un antiguo jefe del servicio de seguridad instigar las protestas por el discurso vacío del primer ministro en una ceremonia igualmente vacía, mientras que esta masacre apenas tiene repercusiones?

Esta vez no ha habido lanzamiento de cohetes Qassam, ni cuchillos, ni siquiera tijeras. No hay ningún terrorismo, como no sea el «terror» de los neumáticos o el «terror de la marcha» convocada para reivindicar el regreso de los refugiados, como escribía absurdamente el diario israelí Hayoum. Esta vez la protesta es no violenta.

Pero Israel tampoco ve esto. No ve el blanco de los ojos de los manifestantes, no les ve como seres humanos, no ve su desesperación; no ve la amargura de su suerte. Cuando se produzca el siguiente desastre natural en algún lugar, Israel enviará un equipo de socorro y todo el mundo elogiará la compasión de los judíos de Israel y su humanidad. Pero nadie puede negar la dureza que se ha apoderado de su corazón, la inhumanidad que bloquea su compasión impidiendo que alcance su corazón, ya cicatrizado y bloqueado para siempre.

Nota del traductor:

*Este artículo fue escrito el domingo pasado (8 de abril), tras el 2º viernes de protestas en la llamada «Marcha del Retorno», por la que se reivindica el derecho de los refugiados de volver a las tierras de las que fueron expulsados por los israelíes, tanto durante la Nakba (1948) como en la Guerra de los 6 días (1967) y conflictos posteriores.

Fuente: https://www.haaretz.com/opinion/.premium-the-blockade-on-israel-s-heart-1.5978173

Esta traducción puede reproducirse libremente siempre que se cite a su autor, su traductor y a Rebelión como fuente de la traducción