Traducido para Rebelión por J. M.
Dentro de dos días será su nonagésimo cumpleaños. Su marcha es ligera como la de la gacela (pero menos que antes) y su mente brillante, aguda y clara (de ninguna manera inferior). Barbara Streisand no le cantará, Bill Clinton no llegó, ni siquera recibirá el Premio Israel de Periodismo, aquí prefieren coronar a presentadores de televisión y chimenteros políticos, pero Uri Avnery no necesita todo esto: ya dejó su marca y el resto, la historia se encargará de darle lo que no recibió en su momento.
Escribió en su columna de la semana pasada: «¿Qué tiene (el gas venenoso) que es tan especial, para ser la línea roja? … El gas tóxico no es un arma de destrucción masiva … Por otra parte, no es un arma decisiva … Pobre Obama». «El regalo más preciado para alguien de su edad ya le fue concedido. Avnery es relevante por quien es. Israel consume el periodismo que en parte él mismo diseñó; habla un hebreo con términos que él se ocupó, en parte, de insertar; se ocupa de cuestiones que él fue el pionero en traerlas a la opinión pública, y su personal visión de la política es aún dominante.
Avnery rompió la prensa partidista. Hubo aquí dos escuelas para periodistas jóvenes, antes de la era de la moda de los cursos de comunicación y las relaciones públicas. Ha Olam Hazé (Este mundo, el periódico que fundó Avnery, N. de T.) y la Radio del Ejército. El periódico de Avnery enseñaba y el segundo extorsionaba. Avnery fue decano de la enseñanza. Basta recordarle como vendedor del periódico en el café Casit cada martes, y al día siguiente estaba en la biblioteca del Parlamento, para comprender el alcance de su impacto. Suficiente recordar la guerra que le hizo el servicio de seguridad interior a cuya cabeza esta Isser Harel. Recordemos el periodismo que teníamos aquí con el alegre «comité editorial» con sus mentiras sobre lo ocurrido a las poblaciones de Qybia y Kfar Qasem. Hay que entender que sin Ha Olam Hazé no tendríamos periodismo aquí. Incluso en el diseño del periódico Haaretz -el único periódico verdadero que aún queda aquí-, diseñado por el legendario editor Gershom Schocken, Ha’olam jugó un papel. Algunos de sus principales periodistas vinieron de la revista de Uri Avnery.
Pero Avnery no será recordado por la historia sólo como periodista y editor. La historia recordará antes al estadista y profeta. Luchador con los «Zorros de Sansón», escribió «en los campos de los filisteos» y luego «la otra cara de la moneda», Avnery fue y sigue siendo un auténtico sionista. Su autobiografía, que está terminando de escribir ahora en dos volúmenes, será con seguridad la verdadera biografía del país. Las palabras que ahora murmura todo el mundo, dos estados para dos pueblos, Avnery fue uno de los primeros en concebir. Junto con Yeshayahu Leibowitz y el partido Matzpen, era como una columna de fuego que marcha delante de la tropa, el pionero despreciado, calumniado y marginado, al que también intentaron dos veces asesinar. Israel nunca ha caído de rodillas y le pidió perdón, o al menos le dijo: Gracias.
Apoyó la revuelta de los marineros, cuando nadie había hablado de la «justicia social», apoyó a las Panteras Negras, cuando nadie hablaba de «demonio étnico». Luchó contra la corrupción del Mapai cuando nadie hablaba de la «fortuna del poder». Escribió sobre la vida nocturna y las «celebridades», palabra que inventó, mucho antes de cultura de la celebridad, y se reunió con Yasser Arafat en Beirut, cuando Arafat era un enemigo del pueblo. Cuán fácil es imaginar si el Estado de Israel hubiera caminado a la luz de este profeta, y cuán frustrante es la realidad actual para él. ¿Profeta? Avnery torcería la boca con disgusto. Nunca fue un hombre de palabras altisonantes, tampoco de patetismos o emociones, sino de palabras simples, agudas y refrescantes. Lean los análisis que ha hecho desde hace décadas y en la actualidad y respondan con honestidad, ¿en qué se equivocó?
Todavía luchando escribe y se muestra aún imbuido de optimismo y entusiasmo. Estados que a alguien como yo les son extraños e ininteligibles. «Si seguimos mirando hacia abajo, a las piernas, moriremos de dolor. Por eso siempre miro hacia arriba», dijo una vez en una entrevista al diario Haaretz.
En realidad, siento grandes celos de Avnery. De su rica biografía, de su ferviente creencia que no tiene herederos, del hombre a quien nunca escuchamos a tiempo. Un profeta en su tierra. ¡Feliz cumpleaños!
Fuente: http://www.haaretz.co.il/opinions/.premium-1.2114604
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