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A propósito del gobierno de la Generalitat y los enseñantes

El derecho de autodeterminación y otros derechos ciudadanos

Fuentes: Rebelión

A manera de obertura. Informaciones y reflexiones, tres en total, sobre diversos momentos de la historia de Catalunya. La primera es un paso altamente significativo de Salvador Pániker, de su Segunda Memoria. Muestra bien a las claras el sentimiento de victoria -sin atisbo de arrepentimiento desde luego- de sectores de la burguesía catalana realmente existente: […]

A manera de obertura. Informaciones y reflexiones, tres en total, sobre diversos momentos de la historia de Catalunya.

La primera es un paso altamente significativo de Salvador Pániker, de su Segunda Memoria. Muestra bien a las claras el sentimiento de victoria -sin atisbo de arrepentimiento desde luego- de sectores de la burguesía catalana realmente existente: «Le dije a [Laureano] López Rodó. «Cataluña tiene el complejo de haber perdido la guerra civil». Replicó él sin ninguna vacilación. «Pues yo soy catalán y tengo la impresión clarísima de haberla ganado».

Destacado ministro de Franco, López Rodó fue también uno de los fundadores de Alianza Popular, el partido de los sietes magníficos-fascistoides. Manuel Fraga, ni que decir tiene, fue su Führer destacado.

La segunda es una nota aparecida en Diario de Barcelona, en el año 1820 [1]: «El Excelentísimo Señor Gobernador y Corregidor de esta ciudad, para dar cumplimiento a una orden superior, previene a los dueños de esclavos que residen en ella y pueblos de su corregimiento, que por todo el martes próximo, día 8 del actual, pasen a su Secretaría una nota firmada de su mano, en que se exprese el esclavo o esclava que tengan, su nombre, edad, origen de la esclavitud y pertenencia, con el precio que haya pagado por su adquisición…».

La ciudad de los prodigios, a veces se olvida, fue un nudo destacado en la trata de esclavos. Algunas de las fortunas de las «grandes» familias catalanas tienen en ese turbio nudo su origen. Hablan ahora de la millor botiga del món. ¡Los tiempos han cambiado!

La tercera es mucho más reciente y está vinculada directamente con una de las familias dirigentes, políticamente decisivas, de la Catalunya actual. Es Gregorio Morán quien escribe: «[…] nuestro president ha dicho que al inmarcesible Gaudí, que ya va camino de los cielos, le define haber sido «un gran catalanista y un cristiano muy profundo». No voy a dudar ahora de que fuera ambas cosas, pero eso no lo define y citaré un ejemplo que rebate su tesis. Su hijo Josep, directivo de Europraxis, y su otro hijo, Oriol, secretario general del Departament d’Indústria, ambos implicados en el caso Lear como asesores e informadores, son sin duda grandes catalanistas y cristianos profundos y, sin embargo, no es eso lo fundamental para definirlos».

Por supuesto: no es eso lo fundamental. Si pensamos en las últimas informaciones, un pálido reflejo de la realidad, sobre la financiación de Convergència, está claro que el autor de El maestro en el erial acertó de pleno.

Tres notas pues, no más.

Viene esto al cuento del derecho de autodeterminación vindicado con la boca pequeña, y con alguna insistencia en los últimos años, por las clases dominantes catalanas, las representadas por Convergència Democrática de Catalunya y no tanto por Unió Democrática, por algunos sectores de la pequeña burguesía catalana, más o menos radicalizada (incluyendo en su seno fuerzas populares no siempre catalanistas), representadas por ese partido en proceso de extinción y absorción llamado ERC, por esa organización de políticos institucionales verde-rojo-pálido, muy pálido, llamada ICV, y por la CUPS, cuya acentuada sensibilidad nacionalista orilla o margina hasta la injusticia multitud de otros grandes problemas sociales.

Intento enfocar mi nota en el primer nudo nacionalista.

Esos sectores dirigentes que hablan ahora de derecho a decidir, del imposible encaje de Catalunya en España, de desafecciones, de una Catalunya con poder propio, del imposible encaje Catalunya-España, no hablaron de la misma forma durante los años de hierro, represión y torturas. O hablaron con menos energía, en su intimidad, y no en todas las fiestas de guardar ni incluso en los días laborables (muy tranquilos en su caso).

Otros sí lo hicieron. Entre ellos los comunistas, de diferente orientación, el añorado PSUC entre ellos. Puede parecer sorprendente pero así se expresaba un gran filósofo ibérico (les ahorro el nombre, ya se lo imaginan), no catalán, no catalanista, no nacionalista, no independentista, en un pleno del comité central del Partido Comunista de España de 1970 [3]: «Ser radical, decía Marx, es coger las cosas por la raíz, y la raíz de las cosas es el hombre. La raíz de nuestra concepción del problema de las nacionalidades no son conceptos más o menos mitológicos, de patriotismo antiguo, de fidelidades feudales, ni de mitos burgueses, sino la presencia real de los individuos con sus características nacionales en las diversas localizaciones geográficas»[4].

Sea como fuere, ¿existe, tiene sentido la vindicación del derecho a la autodeterminación? Algunos, con juegos de palabras más o menos afortunados, lo niegan. No existen derechos colectivos, es una contradictio, sólo derechos individuales. La libertad de expresión o de sindicación, por ejemplo. No encaja en esa aproximación, desde luego, el derecho de huelga que parece más bien un derecho colectivo.

Puede señalarse -y se señala- también que el derecho de autodeterminación tienen su origen y sentido en situaciones coloniales pero no vale o no puede aplicarse en otras circunstancias. No está claro que la génesis de un derecho, implique su estructura ni su ámbito de aplicación para siempre. En la ex Checoslovaquia se ejerció y también en Canadá, por ejemplo.

La cuestión, sin embargo, es otra en mi opinión: ¿puede confiarse, puede uno creer en la limpieza política de esa vindicación por parte de la clase social catalana dominante (no ya hegemónica o en vías de no serlo)? ¿Es un derecho lo que se reivindica o es más bien ampliación de poderes para tener más libertad en su ámbito de intervención y campar mejor a sus anchas y como les venga en gana?

Un artículo reciente, valiente y oportunísimo del profesor Enric Gonzálvez, «La Generalitat de Catalunya expolia a los docentes», nos da una magnífica pista para responder a ello. Dirán que es asunto alejado, muy alejado, pero bien mirado no lo es. Veamos por qué.

Cuenta EG que en la Mesa Sectorial del 17 de noviembre de 2005 se acordó que el personal docente substituto del Departament d’Ensenyament de la Generalidad catalana «obtendría un nombramiento especial para el mes de julio, siempre que hubiera trabajado un mínimo de seis meses en aquel curso (y al menos uno de ellos fuera en el último trimestre) y que acreditasen un curso de formación en julio, o bien la presentación a las oposiciones si las hubiera». El curso 2011-2012, así, por la brava, con la estafa de los recortes, el Departament aumentó hasta nueve los meses que se tenía que trabajarse para poder cobrar el mes de julio. Consecuencia: ahorro o expolio de unos cuantos miles de nóminas, «ya que es poco probable que los compañeros y compañeras que trabajan con este tipo de contrato consigan una cifra tal de meses trabajados».

Pero hubo más, mucho más. El Departament d’Ensenyament decidió unilateralmente, a finales de junio de 2012, «anular este acuerdo con el que se inició el curso y decidió por su cuenta que no pagaría ninguna nómina de julio a nadie».

Desde un colectivo de enseñantes -la Assemblea Groga, la «Asamblea amarilla», por el color de las camisetas de protesta- se preparó «un modelo de queja al Síndic de Greuges de Catalunya que, al recibir estos escritos y después de estudiar el caso, se puso en contacto con varios departamentos de la Generalidad. El informe deja bien clara, señala EG, la deriva antidemocrática en la que estamos inmersos. «aparte de los centenares (o ¿miles?) de casos de corrupción en los que no se actúa para perseguir y castigar el fraude y el delito económico, el gobierno se dedica a expoliar (palabra que tanto gusta usar dirigida al gobierno central) a sus trabajadores y trabajadoras, y les expolia un sueldo aplicando de manera retroactiva un acuerdo tomado a toda prisa, todo por arañar unos cuantos miles de euros de sus bolsillos».

La supresión de un derecho reconocido al personal docente, prosigue el profesor EG, recogiendo el informe del Síndic de Greuges, «implica a la vez una vulneración del derecho a la negociación colectiva de los empleados públicos […] es contrario al principio de irretroactividad de las disposiciones restrictivas de los derechos individuales, recogida en el artículo 9.3 de la Constitución Española […] esta decisión sería nula de pleno derecho».

El corolario de todo ello:

De una fuerza política que trata así, con ese desprecio, con esa chulería, con esa infamia, los derechos laborales de las trabajadores y trabajadores de la enseñanza, ¿puede esperar alguna honestidad, alguien que no sea «uno de los suyos», alguna pulsión política honesta en la vindicación del derecho de autodeterminación o de cualquier otro derecho? ¿Hablan de derechos cuando hablan de derechos?

Es obvia la respuesta: no. Sólo aspiran a que el pastel esté en sus manos, sin compartirlo con nadie. Su «Catalunya über alles» es una Catalunya para ellos, sólo para ellos. En exclusiva. Los derechos son cosas de almas bellas, de ingenuos, de tontos o de gente que no ha caído aún en la cuenta que su lema central es éste: «el dinero non olet: tómalo y corre, rápido, mucho más rápido, sin mirar atrás, y sin compartir».

En definitiva: «Grito de la ciudadanía: Mas, Mas-Colell, Mascarell, Duran i Lleida, Pujol: ¡una de derechos!» «¿Cómo habéis dicho? ¿Una de derechas-derechas? Tenemos mil a vuestra disposición. ¿Con cuál queréis que os golpeemos primero?».

Notas:

[1] Diario de Barcelona, 5 de febrero de 1820

[2] Gregorio Morán, «La autoridad no tiene principios», La Vanguardia, 23 de marzo de 2002, p. 18 («Sabatina intempestiva»)

[3] Anexo tesis doctoral de Miguel Manzanera sobre la obra político-filosófica de Manuel Sacristán -publicada en rebelión, libros-librres-: MPMS, pp. 828-831.

[4] Sacristán proseguía su intervención Después de argumentar contra el lysenkismo que descalifica una cuestión o problema simplemente por su posible origen social -en este caso, por el origen burgués de la cuestión tratada-, Sacristán matizó que sin negar, desde un punto de vista histórico, la fecundidad de la burguesía, ya reconocida en el propio Manifiesto, «lo que no es ni mucho menos verdad, es que el fenómeno de la constitución de las nacionalidades haya sido un fruto tan recto de la evolución burguesa como parece en las historias. Por ejemplo, no se ve por qué, no hay ninguna ley interna a los rasgos nacionales, para que lo que se llama la nación francesa tuviera que ser más nación que lo que habría podido ser una nación occitana con trozos de lo que hoy es Francia y trozos de lo que hoy es España; o en el caso de Euskadi exactamente igual».

Lo que es fruto de la burguesía, prosigue el autor de Panfletos y materiales, es el Estado nacional. «Un estado que no coincide necesariamente -como manifiestamente lo prueba el caso español, pero también cualquier otro como el francés- con una nacionalidad. Es nacional en el sentido que representa el dominio y también la hegemonía de la función dirigente de una determinada burguesía nacional. En el caso de Francia la del centro, la del núcleo parisiense, y en el caso español no me atrevo a decirlo porque es demasiado complicado históricamente; en el caso italiano, la Toscana, etc.»

La predominancia del aspecto cultural en algunos acontecimientos nacionalitarios era explicada por Sacristán en los siguientes términos. «Precisamente esto, la no coincidencia estricta entre cosas a las que se pueden llamar nación, por ejemplo Euskadi, por ejemplo Occitania y aquello a lo que se llama «nación» en las historias burguesas y que es el estado nacional, a saber, que en el fenómeno nacional tal como lo conocemos ahora, sin resolver por la burguesía, hay un visible predominio del elemento sobreestructural.¿Por qué? Porque los elementos básicos, es decir, los económicos, fueron más o menos cristalizados con la constitución del mercado que en cada caso dio pie al Estado nacional. Pero como el Estado nacional no es exactamente una nación, han quedado elementos no fundamentados ni en la delimitación del mercado, ni por tanto recogidos por el poder, que quedan no sólo como sobreestructuras, sino como sobreestructuras sin política, casi sólo como cultura. De aquí el aspecto muy cultural que tienen algunos fenómenos nacionales…»

Prosigue Sacristán señalando que no hay que olvidar que algunos de estos rasgos nacionales tienen un carácter radical, «son rasgos que están en el hombre: su lengua, su constitución psicológica, muchísimos otros elementos que no se trata de enumerar y que precisamente porque no se quedaron calcados en la realidad económica la burguesía no resolvió, pues ella ha sido un agente muy fecundo, pero dentro del reino de la necesidad». Finalizaba su intervención señalando que este asunto de las nacionalidades, en lo que tiene de problema irresuelto apunta, como otros tantos problemas de génesis burguesa, como los de las libertades o los de la democracia, por ejemplo, «precisamente más allá del reino de la burguesía, hacia más allá del reino de la necesidad…»

[5] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=153868

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