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La muerte de Arafat

El despertar islámico

Fuentes: Rebelión

La figura del padre de la patria ha sido objeto de veneración en todas las naciones. Sarmiento en Argentina, Martí en Cuba, Juárez en México, entre otros muchos,  han contribuido a otorgar el perfil definitivo a una nación en proceso de establecimiento. Ese es el papel que la historia reservó a Yasser Arafat: otorgar una […]

La figura del padre de la patria ha sido objeto de veneración en todas las naciones. Sarmiento en Argentina, Martí en Cuba, Juárez en México, entre otros muchos,  han contribuido a otorgar el perfil definitivo a una nación en proceso de establecimiento. Ese es el papel que la historia reservó a Yasser Arafat: otorgar una conciencia de sí mismo a un pueblo sin estado, a una nación sin territorio propio. Su fallecimiento otorgará un giro a las luchas palestinas. Quizás sus sucesores emprendan el camino de las concesiones, de la conciliación sin principios; o quizás continúen alentando la lucha revolucionaria de los desposeídos y defraudados. Está por ver.

Arafat ha vivido en una época de despertar islámico, de  avivamiento del letargo árabe. La fecha que señala el instante preciso de la reanimación es el 26 de julio de 1952, cuando los «oficiales libres» deponen al rey Farouk y Gamal Abdel Nasser toma el poder. Los inmensos latifundios del valle del Nilo son deshechos con una reforma agraria radical.  La represa de Asuan permite la irrigación y electrificación de territorios desérticos. La nacionalización del Canal de Suez provocó la intervención armada francobritánica.

En Siria se creó el partido Baas. En 1955 la Conferencia afroasiática de Bandung marcó el final de la era colonial. En 1958 se fundó la República Árabe Unida con la coalición de Egipto y Siria, que durará hasta 1961. En el Magreb se destacan por su afán separatista Ben Bella en Argelia, Bourguiba en Túnez y el rey Mohammed en Marruecos. La revolución independentista argelina,  sangrienta y  prolongada, atraerá las simpatías de todo el mundo. Libia se independiza en 1951 y Kadafi se declara antiimperialista y a favor del panarabismo. La revolución en Irak derrocará a la dinastía hachemita.  Los Oficiales Libres, dirigidos por Karim Kassem, declararon la república y al islamismo, la religión oficial. La liberación de los presos políticos y el retorno de los exiliados y la nueva constitución le conquistó el favor popular al nuevo régimen. Pero Kassem se fue aislando políticamente Sadam Hussein conspiró contra él y en 1963 fue depuesto y ejecutado. Sadam tomó el poder con el  Partido Baas  y  mezcló elementos socialistas y nacionalistas en su ideología. Favoreció una apertura pro soviética. La idea de un socialismo arábigo prosperó mucho en aquellos años pero resultó impracticable dentro del contexto internacional. Sadam Hussein invadió Irán y frustró las posibilidades progresistas de una revolución social en el mundo árabe.

El actual despertar islámico se debe a dos fenómenos: el fin del universo colonial, ocurrido después de la Conferencia de Bandung y el uso del petróleo como principal energético de la dinámica industrial. Muchos años de servidumbre económica y política dejó en los países árabes una sed muy viva de autonomía soberana, de auténtica independencia. Los nacionalismos exacerbados  de los fundamentalistas son el resultado de prolongados años de opresión.

Hay factores de otro tipo como la erupción demográfica.  En los países árabes el índice de natalidad es el más alto del mundo, cerca de 50 por mil. Aunque la tasa de mortalidad es alta la poligamia favorece a cada núcleo familiar con seis o siete niños. Algunos apóstoles de los nuevos tiempos prevén que el Islam lleve a cabo una revolución intelectual y moral comparable a lo que fue la Reforma en  la cultura occidental.

Ataturk, Nasser, Ben Bella, Jomeini,  Mosadegh han sido algunos de los profetas del despertar islámico que reclama la modernización de sus procedimientos económicos mientras profundiza en las raíces religiosas. Los fundamentalistas parecen haber encontrado la manera de ahondar en su identidad por vía de la espiritualidad.  No debemos olvidar que detrás de todo está el petróleo: la necesidad que Estados Unidos tiene del oro negro del mundo árabe, por el cual está dispuesto a ir a cualquier guerra, cometer cualquier crimen, incurrir en el genocidio o las masacres más espantosas.

En este panorama Yasser Arafat ha desempeñado el liderazgo de la resistencia. Las guerras de expansión animadas por el estado de Israel han encontrado en él un opositor sistémico al sionismo. La gran tarea de Arafat ha consistido en mantener la unidad de fuerzas independentistas muy disímiles, en etnias y tendencias políticas contradictorias. La Organización de Liberación de Palestina ha encabezado los esfuerzos de esa nación dispersa y sin sede. La muerte de Arafat, dejando inconclusa su obra, no debe poner fin a la resistencia antisionista. El legado de Arafat  consistirá en el aliento indeclinable a las banderas de la libertad de los pueblos árabes.

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