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La apología de la violencia es la argamasa misma de la sociedad política española

El día que Lokarri se durmió

Fuentes: Berria

Traducido para Rebelión por LB

El coordinador de Lokarri Paul Rios ha declarado en una entrevista que corre el riesgo de irse al paro a causa de la decisión que aparentemente ha tomado ETA para dar por terminada su actividad: «Yo y la gente que trabaja en Lokarri somos de las pocas personas que nos alegraríamos si nos fuéramos al paro». Sin embargo, tras esa pincelada de humor dijo otras cosas más tristes: «Hemos perdido la capacidad de movilizar [a la gente] porque los políticos se han apropiado de nuestros planteamientos (…). Si esto termina bien no será [para nosotros] un ocaso, sino la felicidad total. Se acabó la historia».

El monstruo ha muerto. Lokarri ya puede volver a dormirse. Dos veces pronuncia Paul Ríos la palabra «felicidad», pero a mí su análisis me ha dejado en el corazón un sentimiento de desangelada inquietud. Sé que Lokarri surgió para buscar una salida al problema de ETA, a ese fenómeno convencionalmente denominado como «violencia política». Sin embargo, con el paso de los años el grupo se ha ganado un cierto grado de aceptación y una gran legitimidad, Y me da pena que se despida, pues podría haberse convertido en un instrumento para denunciar la violencia de la política. Me da pena porque ha caído de lleno en la estrategia española sin mostrar ninguna resistencia crítica.

Nos quieren hacer creer que aquí el único agente violento era ETA y que una vez desaparecida tendríamos paz. Ha sido un bombardeo mediático de muchos años, una mentira mil veces repetida, hasta que finalmente ha cuajado en nuestro interior como verdad irrefutable. A mí me recuerda aquella frase que se escucha al final de la película Las bicicletas son para el verano, cuando, en referencia a la guerra civil que acaba de concluir, el niño le pregunta a su padre: «¿Ahora vendrá la paz? «. Y el padre le responde con tristeza: «La paz no, hijo. ¡La victoria!».

Están muy equivocados. Fuentes policiales han anunciado recientemente que ETA cuenta todavía con entre 50 y 100 activistas, y lo han hecho justo la misma semana en la que la ministra de Defensa española Carme Chacón ha publicado un texto sobre el ejército español en el que afirma que España tiene 130.000 soldados profesionales. Además, Chacón descubre un dato espeluznante que a mí me ha producido escalofríos: en opinión de dos de cada tres ciudadanos [españoles] las fuerzas armadas son fundamentales e imprescindibles para garantizar el prestigio internacional de España. ¿De dónde proviene la idea de que el prestigio de un país depende de su capacidad de matar gente?

La idea de la guerra, la aceptación de la guerra, la violencia como herramienta para conseguir prestigio internacional. También el Congreso español ha demostrado estar a la altura de los resultados de la encuesta citada por Chacón: solo hubo tres votos contrarios a bombardear Libia. Rápidamente los periódicos se nos han llenado de alabanzas a la guerra y se han explayado describiéndonos con todo lujo de detalles el armamento de qu edispone el arsenal hispano: el submarido «Tramontana», cuyo precio es de 28 millones de euros, aviones F-18 Hornet, capaz de lanzar bombas AIM-7, AIM-9 y MK82, la fragata «Mendez Nuñez», de 600 millones de euros, con dobles lanzaderas de torpedos, lanzamisiles vertical… Me he sentido como cuando de niño me regalaban soldaditos de plástico y jugaba a la guerra con ejércitos de cromos. Ingenuo de mí: en ningún lugar se dice que esas carísimas armas son herramientas para matar gente, monstruos para arrasar países.

La legitimación periodística de la violencia también se ha convertido en algo cotidiano en la mayoría de los medios de comunicación españoles. En los noticiarios españoles se repiten sin tregua reportajes complacientes sobre la Guardia Civil, la Policía Nacional y el ejército, describiendo su benevolencia y los riesgos y fatigas que arrostran. En Antena 3 preguntaron: «¿Está de acuerdo con intervenir militarmente en Libia?». Respuesta: 72% a favor y 26% en contra. En Tele 5 dijeron: «La transición española fue modélica, como lo ha sido la tunecina». Según cifras oficiales, en Túnez han matado a 400 personas. ¿Es modélico asesinar a 400 personas?

Es posible que en su mente resuene la célebre frase de Stalin: «Un muerto es una tragedia; un millón de muertos, pura estadística». Es igual que sean cientos, miles o millones; lo importante es que sean muchos. El número es la primera condición para hacer invisible la violencia. Un muerto solitario salpica con su sangre diarios y pantallas; los muertos que caen de uno en uno son noticia caliente, material de primera para manipular nuestros sentimientos. Los muertos a mansalva se relegan a la casilla de las estadísticas, anónimos e imprecisos.

En el curso de las guerras del siglo XX murieron 200 millones de personas, pero esa cifra no nos parece lo suficientemente contundente como para que surja en la población una corriente masiva de pensamiento en contra de tamaña violencia. Por contra, los pocos muertos que ha sembrado ETA han sido suficientes para despertar una opinión masiva en contra de su violencia y para encarcelar a millares de ciudadanos vascos. En el tiempo en el que ETA ha matado a 900 personas el Estado español ha detenido a más de 30.000 ciudadanos vascos. Un ratio de 35 detenidos por cada muerto, asumido con toda normalidad en España y en Europa, salvo naturalmente en las localidades de los detenidos. Eso sí que es un trabajo bien hecho. Hay en el mundo nueve Estados que poseen entre ellos 22.400 cabezas nucleares, pero las 20 pistolas que posee ETA no han tenido ninguna dificultad para arrebatarle todo el protagonismo mediático a esa monstruosidad.

Y nosotros nos hemos creído que la causa de la violencia es ETA y que sin ETA alcanzaremos la «Paz», así, con mayúsculas. En el aniversario de los atentados del 11M en Madrid un investigador de cuyo nombre no me acuerdo dijo que en las semanas anteriores había 400 policías dedicados a perseguir a ETA y solo cinco haciendo seguimiento de los islamistas. Ése era el porcentaje. ¿Cuántos detenidos provocaron aquéllos 198 cadáveres?

Al creernos que somos los principales generadores de la violencia hemos perdido el espacio mismo para el debate político. En una entrevista concedida recientemente al diario El País, Carlos Garaikoetxea habló 18 veces de ETA y 0 veces de independencia. Tenemos a unos políticos independentistas que ni siquiera mencionan la independencia.

El monstruo no ha muerto. Despertémonos: el agente que nos impide la independencia es el Estado español, un Estado que está vivito y coleando, fuerte como nunca y armado hasta los dientes, Y ha convencido a sus ciudadanos de que la violencia es algo necesario.

¿Era esto la paz? ¿Era esto la felicidad?

Nota:

El título del artículo hace un juego de palabras entre ‘Lokarri’ (‘vínculo’, denominación de la «red ciudadana por el acuerdo y la consulta», un foro civil vasco que se autodefine como «organización social, independiente y plural que lucha por la paz y la normalización de la convivencia en Euskal Herria». Cfr. http://www.lokarri.org/index.php/es/acerca-de-lokarri) y ‘lokartu’ (dormir).

Fuente: http://paperekoa.berria.info/iritzia/2011-04-03/005/001/lokarri_lokartu_zenekoa.htm