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Chile

«El día triste: las mujeres pueden mentir»

Fuentes: Rebelión

La aprobación de la Despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales, ha levantado polvos de todo tipo en los sectores conservadores del Centro y la Derecha en este país. Unos hablan del «justo equilibrio» en este hacerse cargo de la situación excepcional de las mujeres y resguardar la vida de quien está […]

La aprobación de la Despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales, ha levantado polvos de todo tipo en los sectores conservadores del Centro y la Derecha en este país. Unos hablan del «justo equilibrio» en este hacerse cargo de la situación excepcional de las mujeres y resguardar la vida de quien está por nacer. Otros, derechamente hablan de vulnerar la Constitución dado que esta manda proteger la vida de quien está por nacer.

Como crítica feminista que ha luchado por el aborto libre, seguro y gratuito, pienso que nuevamente el Estado patriarcal se otorga el lugar mentiroso, alevoso, de ser el protector de las mujeres. El énfasis no está puesto en cautelar la salud ni el bienestar de éstas, sino en el modo en que la tercera causal, la de violación, resulta ser un campo minado que abre la posibilidad del aborto libre. Esta palabra: libertad, ha sido puesta en cuestión reiteradamente en los debates y discursos respecto de este ámbito crucial para la biopolítica y las consecuencias que ella tiene para las mujeres. ¿Por qué tanto pavor ante la libertad de nosotras para decidir respecto de nuestro potencial reproductor de la especie? Simple y llanamente porque las mujeres resultamos un peligro libertario al desatar nuestra sexualidad del modo en que lo deseemos y actuemos en consecuencia, es decir, podamos libremente abortar. Entonces la cuestión es anchamente política porque no sólo se trata de violación, de la violencia padecida por una mujer a causa del asalto sexual de un hombre. Esta violencia se expande a este sistema sexo-género sustentado férreamente por poderes hegemónicos laicos y religiosos que nos vigilan/castigan haciéndonos creer que nos protegen. Afortunadamente, creo, las generaciones actuales de jóvenes no se tragan de buenas a primeras el artilugio que ha pesado sobre nuestros hombros desde siempre: mujer es igual a madre.

El final no es ni será nunca feliz. Esta ley contempla mecanismos de control para que las mujeres no mientan y por lo tanto no puedan pasar gato por liebre a los vigilantes de turno, al decir que fueron violadas cuando en realidad tuvieron sexo por gozo, por decisión propia siguiendo su ardiente deseo, pero sin siquiera pensar en procrear. Se deberá, por lo tanto, denunciar la supuesta violación ante la ley y los equipos médicos certificarán este hecho. Este «gran avance» democrático, para algunos y algunas, en mi posición resulta ser nada más y nada menos que la reposición, largamente aplazada, de un «logro» adquirido desde muy antiguo por las mujeres luchadoras en la primera mitad del siglo XX en Chile. Bien sabemos que este fue a dar al traste de la basura con la imposición de la penalización y castigo a todo tipo de aborto con los últimos dulces suspiros de la dictadura militar. Deberíamos, ahora siglo XXI, estar en otra latitud, pero al parecer eso es pedirle peras al olmo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.