La Casa Blanca oscila entre convertir a Siria en otra Libia o continuar su guerra encubierta mediante la ayuda de todo tipo que presta a los rebeldes para terminar con el régimen que preside Bashar al-Assad. La oscilación es perceptible de semana en semana: la anterior, el jefe del Pentágono, Leon Panetta, y otros altos […]
La Casa Blanca oscila entre convertir a Siria en otra Libia o continuar su guerra encubierta mediante la ayuda de todo tipo que presta a los rebeldes para terminar con el régimen que preside Bashar al-Assad. La oscilación es perceptible de semana en semana: la anterior, el jefe del Pentágono, Leon Panetta, y otros altos funcionarios y diplomáticos del gobierno Obama advirtieron que Al-Assad se aprestaba a utilizar armas químicas en lo que es ya una guerra civil, lo cual justificaría la primera opción (//worldnews.nbcnews.com, 5-12-12). Pero el martes pasado, Panetta bajó el tono: sugirió que ese peligro había disminuido, señal, tal vez, de que Washington insistirá solamente en sostener a la oposición. Por ahora.
Siria niega poseer armas químicas. Si así fuere, se estaría recurriendo a la misma argumentación que sirvió para invadir Irak y descubrir, finalmente, que Hussein no tenía armas de destrucción masiva, como cada hora proclamaba W. Bush. De todos modos, EE.UU. y algunos aliados de la OTAN han contratado a especialistas en guerra química para entrenar a combatientes del Ejército Sirio Libre en el aseguramiento y manejo de los arsenales de tales armas. Esta capacitación tiene lugar en Jordania, Turquía y Siria misma (//securityblogs.cnn.com, 9-12-12).
Esto entrañaría otro peligro, si Al-Assad cuenta con esas armas: que caigan en manos de una oposición en la que ganan fuerza los jihadistas y grupos afines a Al Qaida. El The New York Times señaló en octubre un hecho preocupante: «La mayoría de las armas enviadas por cuenta de Arabia Saudita y Qatar para abastecer a los rebeldes sirios que combaten contra el gobierno de Bashar al-Assad van a parar a manos de jihadistas islámicos radicales». A pesar de ello, EE.UU. sigue coordinando los envíos.
Un grupo de miembros de la CIA que opera en el sur de Turquía decide a cuál de las numerosas facciones de los rebeldes deben ir los rifles automáticos, los lanzagranadas y los cañones antitanque que también Ankara financia (www.nytimes.com, 21-6-12). Pero su destino final no obedece a la CIA: «Los grupos opositores que están recibiendo la mayor parte de la ayuda letal (léase ‘armas’) son exactamente aquellos que no queremos que la tengan», informó un funcionario estadounidense experto en el tema (www.nytimes.com, 14-10-12). En esto sobresale Qatar, «que destina sus envíos sobre todo a los islamistas duros».
Es éste otro dilema o, como se dice, «riesgo calculado» para la Casa Blanca: Al-Qaida tiende a lograr un papel preponderante en la lucha rebelde. Circula un video en el que hombres enmascarados se atribuyen la pertenencia al Ejército Libre Sirio. «Estamos formando células suicidas para hacer la jihad en nombre de Dios», dice el locutor en árabe clásico, como solía hacer Bin Laden. Al fondo de la imagen penden dos banderas de Al Qaida (www.nytimes.com, 24-10-12). Se trata de terroristas de una nueva agrupación, Jabhat al-Nusra (El Frente de Apoyo), estrechamente relacionada con Al Qaida o de Al Qaida directamente.
Al parecer, el número de sus miembros no alcanza el millar. Pero, además de los atentados terroristas suicidas que realizaron en Damasco y causaron centenares de muertos, se han convertido en elementos fundamentales para facilitar el avance de los combatientes rebeldes. Funcionarios estadounidenses han revelado que los operativos de esta fracción «los lleva a cabo la misma gente y con las mismas tácticas de Al Qaida en Irak» y que «muchos de sus integrantes son sirios que dicen haber peleado con Al Qaida en Irak» (www.mcclatchydc.com, 2-10-12). Donde, a un año de la retirada de la mayoría de los efectivos estadounidenses, siguen perpetrando atentados terroristas.
Armas y dólares de EE.UU. en manos del enemigo: es una extraña situación que origina otras no menos extrañas. El lunes pasado, EE.UU. informó oficialmente que Jabhat al-Nusa había sido incorporado a la lista de organizaciones terroristas, un intento de la Casa Blanca de «marginar a los extremistas que se han vuelto una fuerza militar cada vez más poderosa dentro de la oposición» (www.washingtonpost.com, 10-12-12). Y hete aquí que 83 batallones y grupos diferentes del campo rebelde, nunca vinculados a Al Qaida que se sepa, firmaron un petitorio en el que se solidarizan con Jabhat al-Nusa y critican la decisión estadounidense (www.microsofttranslator.com, 11-12-12). Se explica: ese grupo tiene experiencia de combate y efectúa las tareas más peligrosas en el frente.
Las alianzas con sectores islamistas que la Casa Blanca construye para seguir aplicando su estrategia de cambio de regímenes en Medio Oriente no parece rendir frutos muy brillantes. Lo confirmarían, si pudieran hacerlo, los cuatro estadounidenses, incluido el embajador Chris Stevens, asesinados en Benghazi sin que los milicianos organizados por EE.UU. movieran un solo dedo para impedírselo a sus compañeros islamistas.
Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-209733-2012-12-13.html