Si algo quedó claro en la visitada efectuada por Donald Trump a la Palestina histórica ocupada por Israel a partir del año 1948 y posteriormente su reunión con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina – ANP – en la ciudad de Bayt Lahm en la también ocupada Ribera Occidental es que el Eje de […]
Si algo quedó claro en la visitada efectuada por Donald Trump a la Palestina histórica ocupada por Israel a partir del año 1948 y posteriormente su reunión con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina – ANP – en la ciudad de Bayt Lahm en la también ocupada Ribera Occidental es que el Eje de la resistencia debe redoblar sus esfuerzos en la defensa frente a los ataques de Washington y sus aliados sionistas.
La primera etapa del periplo de Trump, por tierras de Oriente Medio, significó aterrizar en Arabia Saudí, dominada por la Monarquía wahabita. Allí quedó establecido que la República Islámica de Irán le quita el sueño a la alianza tripartita entre el Imperialismo. Sionismo y el wahabismo. Gran parte de las discusiones, entre ellas las que se dieron en el denominado Foro Para la Lucha Contra el Terrorismo y el Extremismo y en la pomposa pero ineficaz Cumbre Islámica-Árabe-Estadounidense se centraron en atacar a la nación Persa.
El temor a Irán
A Irán se le acusa de todos los males de Oriente Medio. Ello, en virtud del papel de liderazgo que lleva a cabo la nación persa desde el año 1979, tras el triunfo de su revolución. Ya sea por la propia defensa de su soberanía, como por el apoyo a la lucha de otros pueblos de la región por su libertad en la contienda llevada a cabo contra las fuerzas terroristas que operan en Siria e Irak. La centralidad puesta en la defensa de los derechos del pueblo palestino y sus anhelos de autodeterminación. La alianza tejida con el gobierno y la sociedad siria, el Movimiento Hezbolá, el sostén otorgado al Movimiento Ansarolá y su destacado papel en el combate directo contra el takfirismo, el sionismo y todas aquellas fuerzas que se han empecinado en violentar a los pueblos musulmanes.
En Riad se vivió un show, una puesta en escena que pretendía hacer aparecer como luchadores de la libertad a aquellos que han sido responsables de la muerte de millones de personas desde Libia, pasando por Yemen, Bahréin, Siria, Palestina e Irak entre otros pueblos sometidos a las ambiciones de Washington, su aliados europeos y sus herramientas políticas y militares regionales. Sus puntas de lanza expresadas por la entidad sionista, Arabia saudí y las Monarquías Ribereñas del Golfo Pérsico.
En Riad la hipocresía no se pudo ocultar cuando los principales financistas y avales del terrorismo takfirí rasgaron vestiduras en defensa de la vida, firmando declaraciones y compromiso de lucha contra los movimientos terroristas, mientras que con la otra mano se firmaban los cheques para la compra de armas, suministros, pago de salarios y financiamiento global de los mismos grupos y bandas que han sembrado de muerte y destrucción en tierras del Magreb, Oriente Medio y Asia Central.
La otra etapa del show de Trump en Oriente Medio se vivió en el momento mismo que el presidente estadounidense aterrizó en el aeropuerto Ben Gurion en Tel Aviv. Y hablo de show pues las expectativas que medios occidentales habían presentado respecto a todo un panorama de esfuerzos diplomáticos destinados a permitir la reanudación de las conversaciones entre palestinos e israelíes simplemente fue un volador de luces, sin resultado alguno.
Se mencionaba la posibilidad, que al fin el tema de los asentamientos tuviera una decisión que implicara el cese de las construcciones ilegales en los territorios ocupados de la Ribera occidental – teniendo claro que nunca se mencionó el retiro de estas construcciones ocupada por colonos extremistas -. Incluso que el paso fronterizo entre Jordania y el West Bank – el denominado Puente del rey Hussein o Puente Allemby – controlado por las fuerzas ocupantes de Israel tuviese mayor flexibilidad. Sobre el supuesto traslado de la Embajada de Washington de Tel Aviv a Al Quds no se haría mención alguna y se forzaría por parte del gobierno estadounidense a que se avanzara en la solución del estatus definitivo de los territorios ocupados.
Nada de ello sucedió, tal como era imaginable, no sólo por el escaso peso político de Trump en materia internacional, sino porque la entidad sionista no está dispuesta a ceder un ápice en su decisión de negar la posibilidad de autodeterminación al pueblo palestino. No hará nada por impedir que se siga construyendo en los territorios ocupados y se intensificarán los esfuerzos para anexionar asentamientos tras la línea verde en Al Quds a los territorios de la Palestina histórica ocupados por la entidad sionista. Trump no tuvo mención alguna a las reivindicaciones palestinas. Primero porque no tiene interés alguno, segundo porque su alianza es con el sionismo y tercero porque está dispuesto a seguir apoyando el crimen, el apartheid y la violación de los derechos humanos de millones de seres humanos en virtud de sus intereses geoestratégicos.
Esta visita de Trump no modificó nada de lo que ha sido la política de ocupación por parte de la entidad sionista de los territorios palestinos desde el año 1967 en el caso del West Bank y un cuarto de siglo que ha mostrado la consolidación de la política del apartheid, la construcción de más y más asentamientos en la Ribera occidental, que hacen imposible, en la práctica, lograr la conformación de un Estado palestino. Y esto es así pues, ¿quién va a obligar a la entidad sionista a sacar a 650 mil colonos considerados los más extremistas dentro de la ideología sionista: estadounidenses, argentinos, franceses, rusos, ingleses, entre otras nacionalidades que han viajado desde sus países para ser parte de una política de saqueo y apropiación ilegal y criminal? Israel ha conseguido con el engaño de Oslo, simplemente, concretar un sistema de apartheid tanto o más criminal que el desaparecido sistema de segregación sudafricano.
En ese marco, ¿cuál es el sentido de reanudar conversaciones cuando los objetivos del sionismo son exterminar a la población palestina? ¿Cuál es el sentido cuando Netanyahu y su gobierno dominado por ultranacionalistas y extremistas aspiran a la anexión total de la Ribera Occidental? Hace bien el pueblo palestino que salió a las calles en Gaza, Nablus, Al Quds, Bayt Lahm, Al Jalil, Tulkarem a expresar su repudio, no sólo a la visita de un mandatario como Donald Trump, que ha prometido todo su apoyo político, diplomático, financiero y militar a Israel, sino también ha expresado que organizaciones legítimas del pueblo palestino como Hamas, representan movimientos que deben ser calificados de terroristas. La dignidad obliga a manifestarse y repudiar visitas cómplices del crimen, como también dar a conocer que a a pesar de la limpieza étnica realizada por el sionismo el pueblo palestino está vivo y dispuesto a seguir luchando.
El Sionismo como ideología del exterminio
La visita de Trump a la Palestina Histórica y aquella que hoy es ocupada por tropas y colonos extremistas tras la línea verde definida el año 1967 ha servido, nuevamente, para mostrar a un Israel soberbio, altanero en su posición de potencia ocupante de un territorio usurpado. Un Israel sordo, ciego y mudo a la necesidad de avanzar en la autodeterminación del pueblo palestino pues, tal como lo afirma el Vicecanciller palestino Tayser Farahat en una entrevista con este cronista, «no aceptar la solución a un conflicto que se extiende ya por 70 años es acrecentar los conflictos. Tener paz en Palestina es un tremendo catalizador para la paz en la región y permite enfrentar al sionismo y su estrategia de expansión en toda la región». Pero ¿cómo tener paz con un vecino tan belicoso y que considera a los palestinos como seres humanos de segunda categoría?«
Efectivamente, ¿cómo tener paz con quien hace de la guerra su elemento vital, su sostén ideológico y político? Una entidad que bajo el marco de la guerra vive del apoyo financiero y militar de los gobiernos estadounidenses, del lobby judío en el país norteamericano, en Francia e Inglaterra, fundamentalmente. Y que, bajo el marco de la industria del holocausto – como lo ha definido el académico judío Norman Finkelstein – ha tejido un desarrollo como entidad del cual sigue usufructuando. Esto, mientras al mismo tiempo somete a otro pueblo como el palestino a conductas que se supone haber vivido: expulsión de sus hogares, demolición de viviendas, segregación por su origen étnico, usurpación de tierras, construcción de guetos, limitación de su cultura, lenguaje, borrar su historia, asesinar sus jóvenes, considerar a todo un pueblo como ganado, despreciarlo, aniquilarlo bajo el mito que son un pueblo elegido y superior.
La dictadura cívico-militar israelí en su política de considerar a la sociedad palestina como una sociedad de seres inferiores sancionó una medida propia del nacionalsocialismo del que tanto hacen memoria las autoridades y la historia israelí. El día 7 de mayo del 2017 el gabinete del gabinete del régimen israelí aprobó, por unanimidad, un proyecto de ley que elimina el árabe como lengua oficial en los territorios palestinos ocupados. Esto bajo el amparo de la ley de nacionalidad israelí que define a la entidad sionista como «Un Estado nacional para los Judíos» borrando el árabe como lengua oficial.
En la estrechísima capacidad política de Trump para entender el problema que aqueja a Oriente Medio, donde el tema palestino ocupa un lugar central – considerada la levadura del conflicto en esa zona del mundo – no hubo mención alguna a la política que su aliado israelí lleva a cabo, no sólo contra el pueblo palestino, sino también para otros pueblos de la región como El Líbano y Siria fundamentalmente. Por ello, no fue extraño que a la luz de este encuentro entre Trump y Netanyahu se fueran definiendo las líneas que muestran al otro enemigo del binomio imperialismo-sionismo: el Movimiento Hezbolá, la otra pesadilla que quita el sueño a los gobernantes sionistas y que aspiran a contar con el apoyo total de Washington para llevar a cabo una lucha contra este Movimiento que le ha infringido sus derrotas más dolorosas. Israel no perdona el que Hezbolá lo haya dejado al descubierto en sus debilidades y como un hijo contumaz en su conducta desea que el padre lo avale en una nueva aventura militar.
Según fuentes libanesas, «Washington y Tel Aviv estarían coordinado acciones destinadas a atacar instalaciones e infraestructura militar de Hezbolá tanto en territorio sirio como en El Líbano. Sumando en ese ataque al propio ejército libanés, ya que el actual presidente Michel Aoun es considerado un aliado del gobierno de Siria, de Hezbolá» y por ende del Eje de la Resistencia, bajo el liderazgo de la República Islámica de Irán. Si de verdad el sionismo, avalado por el supuesto aval de Washington y la búsqueda de apoyo en el wahabismo pretende atacar a Hezbolá, tendrá una dura respuesta a manos del conjunto del Eje de la Resistencia, oportunidad que puede significar el punto de inflexión que Oriente Medio necesita para definitivamente asestar un duro golpe al sionismo y los males que trae aparejado.
La Ribera Occidental, los Altos del Golán, la Franja de Gaza, la anhelada paz en Siria e Irak pueden ser alcanzados con la derrota de una de las ideologías más extremistas de la historia de la humanidad. La propia inteligencia israelí ha señalado su temor frente al Eje de la Resistencia y las posibilidades que la unión entre Hezbolá, milicias palestinas, la Fuerza Qud, la llamada Brigada de Liberación del Golán – Al Nuyaba – fuerzas sirias y que esto signifique la liberación de los territorios que hoy están bajo el dominio sionista. Así lo señaló el pasado mes de marzo el Ministro Israelí de los Servicios de Inteligencia Yisrael Katz, signado con ello una serie de acciones destinadas a retirar población colona israelí de los territorios cercanos a la frontera con El Líbano y los Altos del Golán con Siria.
Donald Trump abandonó Palestina – para continuar su viaje a El Vaticano – sin concretar nada. Mucho ruido y pocas nueces. Con una retórica banal y simplona sostuvo que después de hablar con Mahmud Abbas y con Benjamín Netanyahu «el presidente palestino está listo para la paz y que mi buen amigo Benjamín Netanyahu también puede decir que tiende la mano para la paz. Pero…hacer la paz no será fácil y ambas partes tendrán que afrontar difíciles decisiones».
Indudablemente su discurso no marcará época y menos aún será recordado como la expresión de ideas que brillaran por su lucidez. Palabras que no dan cuenta de lo que sotto voce se discutió y se está definiendo: como hacer frente al Eje de la Resistencia y su cada día mayor influencia en el desarrollo de los acontecimientos en Oriente Medio. Del cual tanto el sionismo, el wahabismo y su padre putativo, el imperialismo estadounidense, saben que se ha convertido en un muro contra el cual se estrellarán tarde o temprano.
Fuente original: http://www.hispantv.com/noticias/opinion/342672/viaje-trump-arabia-saudita-israel-hamas-palestinos
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