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Los BDS de Madrid y País Valencià denuncian el uso del turismo gay en Tel Aviv para maquillar la ocupación

El Estado de Israel y las estrategias de «Washing«

Fuentes: Rebelión

«Toma el sol en playas gay y pasa la noche en lujosos hoteles-boutique… construidos en las ruinas de pueblos palestinos limpiados étnicamente». «Baila con soldados gay, que un día marchan contigo en uniforme y a la mañana siguiente impiden a niños y niñas palestinos ir al colegio o al hospital». «Vuela en el avión del […]

«Toma el sol en playas gay y pasa la noche en lujosos hoteles-boutique… construidos en las ruinas de pueblos palestinos limpiados étnicamente». «Baila con soldados gay, que un día marchan contigo en uniforme y a la mañana siguiente impiden a niños y niñas palestinos ir al colegio o al hospital». «Vuela en el avión del Orgullo, y sáltate los interrogatorios racistas e invasivos del aeropuerto de Ben Gurión». «¿Quieres celebrar la libertad gay en una zona de guerra y con una ocupación militar al otro lado de la esquina?» Planteadas por Pinkwatching Israel, movimiento global que denuncia el «lavado rosa» de la imagen de este país, las preguntas aparecen en los vídeos que dan soporte a la campaña «Boicot Orgullo de Tel Aviv» de 2016. «Mientras te preparas para ese día, Israel está diseñando su próximo crimen de guerra».

Decenas de miles de personas participaron el pasado tres de junio en la «Gay Parade» de Tel Aviv, que se celebra desde 1993. La marcha de varios kilómetros ha ganado fuerza con los años. «Tel Aviv se tiñe con los colores del arco iris», tituló ese mismo día la Agencia Efe, y a continuación el redactor entraba en pormenores: «Una cabalgata de carrozas, entre vítores, besos, risas, manos entrelazadas, exóticos bailes y mucho amor homosexual». Mikki Stelder, que compagina la investigación en la Universidad de Amsterdam con el activismo por la causa palestina, y Ramzi Kumsieh, activista LGTBQ palestina y del Pinkwatching Israel, sitúan los antecedentes en la campaña ‘marca Israel» promovida en 2005 con la idea de cambiar la imagen del país en el exterior. Desde entonces, «la comunidad LGTB ha sido uno de sus objetivos principales», destacan en un artículo publicado en Mondoweiss. La idea es sencilla: cambiar el perfil de un país en estado de guerra por un destino turístico moderno y liberal.

Las autoras consideran que existe un uso «cínico» de los derechos de los homosexuales como cobertura de las políticas de «ocupación, segregación y violencia» que perpetra el Estado de Israel. Esta campaña de «Pinkwashing» («lavado rosa») presupone que las personas LGTB son «apolíticas» y meramente interesadas en un entorno «gay-friendly» en el que puedan consumir y relajarse, añade Sete Ruiz, activista del BDS-Madrid. Mikki Stelder y Ramzi Kumsieh apuntan que el número de turistas homosexuales ha aumentado en Israel de unos pocos miles en 2006 a cerca de 50.000 en 2015, y que este año el ejecutivo israelí ha patrocinado el «Tel Aviv Gay Pride» con más de cuatro millones de dólares. «Los ingresos económicos del turismo gay alimentan la máquina de guerra», concluyen. Consideran que el objetivo del «lavado rosa» no es sólo económico y cultural, sino principalmente político e ideológico. Los folletos para turistas LGTB no informan de que a una hora de Tel Aviv se halla la franja de Gaza -«el mayor campo de concentración del mundo»-, donde en el verano de 2014 murieron masacrados 550 niños por los bombardeos de Israel. Sete Ruiz recuerda que los «soldados gay» que bailan en la Marcha del Orgullo pueden estar secuestrando y asesinando diariamente a personas palestinas.

Haneen Maikey, de la organización LGTBQ palestina Al Qaws, señala otra arista de la propaganda rosa: «Se utiliza de manera hipócrita a las voces queer palestinas y su lucha por los derechos gay, para tachar a los palestinos de bárbaros y homófobos, a la vez que se proclama a Israel bastión de los derechos humanos». Tampoco las rutas específicas para turistas homosexuales ofrecen información sobre el contexto sociopolítico de la Palestina ocupada. Los operadores turísticos israelís presentan, por ejemplo, imágenes idealizadas de la cultura beduina, cuyas comunidades pueden visitar los extranjeros; y además, degustar el humus israelí y pasar una noche en el desierto. La iniciativa Pinkwatching Israel denuncia que no se haga mención alguna a las amenazas, demolición de viviendas y desplazamientos de la población beduina. A los turistas que se trasladen a Belén o el Mar Muerto, tampoco se les informará de que atraviesan territorios «ocupados» de manera ilegal. Ni se les explicará qué hay tras una copa de vino de los Altos del Golán o de los cosméticos de la multinacional Ahava que proceden del Mar Muerto.

Constituida hace dos meses, la Comisión Pinkwatching del BDS-Madrid ha organizado unas jornadas para denunciar estas prácticas de opacidad y maquillaje. La programación incluye una videoconferencia el 24 de junio por parte de activistas de las organizaciones LGTBQ palestinas Al Qaws y Aswat, que se celebrará en el local de COGAM (colectivo LGTB de Madrid). El 25 de junio se abordará el «Pinkwashing» como instrumentalización de la desigualdad y herramienta de la ocupación. El 28 de junio el BDS-Madrid participará en la manifestación del Orgullo Crítico, y el 2 de julio en la manifestación del Orgullo Gay con una columna denominada «Queers con Palestina». El BDS-País Valencià programó una actividad el 16 de junio en el Centre Social Terra de Benimaclet (Valencia) para denunciar las mismas estrategias de propaganda.

El 24 de junio el BDS-País Valencià señaló a una empresa que se ha hecho eco del «Pinkwashing» israelí, la discoteca de ambiente Deseo 54 de Valencia, que tiene previsto celebrar la fiesta Tutti Frutti-Tel Aviv en la noche del 24 al 25 de junio. En la página de Facebook de la sala figura el siguiente reclamo: «Las chicas más locas de Deseo 54 rinden un homenaje a la ciudad más cosmopolita y tolerante de Israel, Tel Aviv, que en los últimos años se está haciendo hiper-conocida por su Orgullo y por sus festivales abiertos a personas de toda condición sexual». En un comunicado los activistas del BDS valenciano se cuestionan la idea de «tolerancia» atribuida al Estado de Israel. Recuerdan los numerosos casos de discriminación a la población LGTBQ israelí, «un país en el que ni siquiera el matrimonio civil es legal». Y también el trato «criminal» a la población LGTBQ palestina, que denuncian asociaciones como Al Qaws, Aswat o Palestinian Queers for BDS. En agosto de 2015 una joven israelí de 16 años, Shira Banki, murió apuñalada por un judío ultraortodoxo durante la Marcha del Orgullo Gay celebrada en Jerusalén. Otras seis personas resultaron heridas.

«No hay ningún erotismo en ligar en una zona de guerra», insisten los activistas del BDS-Madrid. Subrayan que la clave del «Pinkwashing» reside en la proyección internacional. El pasado abril los usuarios del metro de Madrid pudieron observar este anuncio en las estaciones: «Imagina Madrid sin gays», con la imagen de la Gran Vía desierta; era muy similar a los que se hacían visibles en Londres y Berlín, aunque hubo otro reclamo más global: «Imagine a World without gays. Coming son!» Se trataba de una campaña de promoción del Orgullo Gay de Tel Aviv. A quienes ya se deciden a viajar como turistas, «Israel trata de convertirlos en embajadores de sus políticas», afirma Sete Ruiz. El activista apunta uno de los hitos de las campañas en el estado español. Fue en junio de 2010, y tuvo como protagonista a la cantante israelí Dana Internacional, quien participó en los festivales de Eurovisión de 2008 y 2011. Se cancelaron las actuaciones de Dana Internacional en Turquía y en España, donde fue invitada a la Marcha Europea del Orgullo Gay que en 2010 se celebraba en Madrid. La causa de la cancelación, anunciada por la Federación Estatal de LGTB en España, fue el ataque perpetrado por la marina israelí el 31 de mayo de 2010 a la «flotilla de la libertad», que se dirigía a Gaza para prestar ayuda humanitaria. La embestida acabó con nueve activistas muertos y 60 heridos.

La estrategia del «Washing» no se limita a convertir Tel Aviv en capital mundial del turismo gay. Los bosques y la innovación «verde» se sitúan en el epicentro del llamado «Greenwashing», en el que desempeña un rol central el Jewish National Fund (Fondo Nacional Judío). Con más de un siglo de recorrido, el JNF «vende» que Israel es uno de los países que más apuesta por las plantaciones arbóreas, pese a que el país «no fue bendecido con bosques naturales». Con la plantación de más de 250 millones de árboles, la creación de más de 2.000 parques e infraestructuras para más de mil comunidades, esta organización no gubernamental fundada en 1901 se ha convertido, según sus propias palabras, en un «líder medioambiental global».

El discurso reviste un aura mítica: «Todo empezó como un sueño»; «Los bosques son todos plantados con manos humanas». El historiador y activista del BDS-País Valencià, Jorge Ramos Tolosa, pone el ejemplo del bosque de Birya, el mayor de Galilea, creado sobre seis municipios palestinos «limpiados» en 1948 durante la Nakba. El diario The Jerusalem Post informaba en febrero de 2016 de una plantación de dos días en Birya, en la que participó el JNF y tomaron parte 2.000 personas. Ramos Tolosa destaca que en la Nakba («catástrofe») no sólo se produjeron al menos 35 masacres y se expulsó de sus tierras a cerca de 750.000 palestinos. Los ocupantes israelís también arrancaron especies autóctonas, como olivos, almendros, algarrobos, higueras o chumberas, que se sustituyeron por pinos y otras coníferas europeas. Carteles de la época y la onomástica -Illan (árbol en hebreo), Elon (roble), Oren (pino)- dan cuenta de esta prioridad. «Los nuevos árboles y bosques ocultaban una limpieza étnica», remata el activista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.