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El Estancamiento

Fuentes:

Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis

Quizá la segunda intifada esta llegando a su fin. Quizá el alto el fuego en Gaza desarrolle un alto el fuego mutuo y general .

Para mí, las palabras » alto el fuego» tienen una resonancia añadida. Cuando era soldado en la guerra de 1948, experimenté dos veces lo que significaba esperar un alto el fuego. En cada una de las dos ocasiones estábamos exhaustos tras fuertes combates en los que muchos de nuestros camaradas habían resultado muertos o heridos. Esperábamos de todo corazón que un alto el fuego surtiera efecto, pero nadie de nosotros nos permitíamos creer en ello. En ambos casos, unos pocos minutos antes de la hora señalada, a lo largo de toda la línea del frente una loca cacofonía de disparos entraba en erupción, todo el mundo disparaba y bombardeaba con todo lo que tenía para lograr ventajas de última hora, como aparecía después.

Y entonces, de repente, el tiroteo se detuvo. Una asustadiza calma se estableció. Nos mirábamos unos a otros y nos quedamos sin habla cuando sentimos: ¡Estamos salvados!, ¡ hemos quedado vivos!. Por consiguiente, entiendo los sentimientos de los combatientes en ambos lados que están ahora esperando que el alto el fuego mutuo surta efecto y se mantenga.

Tras cuatro años y cuarto de luchar, todos están exhaustos.

La primera pregunta al final de la lucha es: ¿Quién ha ganado?

Naturalmente, cada bando reclamará para sí la victoria. Las organizaciones palestinas afirmarán que sólo los cohetes Qassam y el fuego de los morteros han obligado a Israel a aceptar un alto el fuego. Los israelíes afirmarán que el ejército israelí ha aplastado el terrorismo y ha obligado a los palestinos a rendirse.

¿Así que quién ha ganado?. De hecho, nadie. La lucha ha acabado en tablas.

El ejército israelí no ha ganado, puesto que no tuvo éxito en poner fin a los ataques, mucho menos en «destruir la infraestructura del terror.» En la víspera del alto el fuego, los cohetes Qassam y granadas de mortero han convertido la vida en el pueblo de Siderot en un infierno. Los habitantes no esconden que están acercándose a los límites del derrumbe.

Es más, las organizaciones alcanzaron un nuevo nivel emprendiendo ataques más complicados, acciones reales de guerrilla . La destrucción del fortín del ejército en el «eje de Filadelfia» que implicó la voladura de un túnel bajo él mismo y atacar el mismo puesto sobre el terreno. Igualmente, el ataque al punto de control militar de Karni combinó la demolición explosiva de una pared con un ataque efectuado por combatientes. Estas acciones rememoraban aquéllas del Irgun y del Grupo Stern en los últimos años del mandato británico.

Nuestro ejército no ha tenido respuesta alguna para los Qassams y las acciones de la guerrilla. ¿No lo han probado todo?: Incursiones brutales. Fuego de tanques, matando a combatientes y de viandantes. Demolición de miles de casas. Asesinatos selectivos.

Nada ayudó. Quedaba sólo el método defendido en televisión por Israel Katz, un ministro del gabinete: bombardear y destruir las ciudades de la Franja de Gaza, abrir la frontera con Egipto en una sola dirección y llevar a cientos de miles de habitantes al desierto del Sinaí. (Esto es lo que Moshe Dayan hizo con las ciudades del canal de Suez durante la Guerra de Desgaste, a finales de los sesenta.) Se ha informado que el propio Ariel Sharon propuso, después del incidente de Karni, el bombardeo de pueblos y ciudades de la Franja de Gaza. Pero hoy día esto no es posible: ni el público israelí, ni la opinión pública mundial lo soportarían.

La pura verdad es que los generales están en quiebra. Pero no tienen ninguna razón para sentirse avergonzados: ningún otro ejército ha ganado semejante contienda en los últimos cien años. El francés en Argelia llegó al mismo punto, a pesar de haber torturado a miles de hombres y mujeres. Lo mismo les pasó a los norteamericanos en Vietnam, a pesar de quemar docenas de pueblos y hacer una matanza entre sus habitantes. Ni siquiera lo Nazis tuvieron éxito en derrotar a la resistencia francesa, aunque ejecutaron a muchos rehenes.

Nuestros generales, como todos los generales, cometieron el incomprensible error de pensar en términos militares. Pero ésta no era ninguna guerra convencional. Una guerra es una confrontación entre ejércitos, y se lucha con métodos que han evolucionado a lo largo de las épocas. La confrontación entre un ejército de ocupación y fuerzas de la resistencia es bastante diferente. No se enseñan los factores que la rigen en los cursos de oficiales.

Ciertamente, el ejército israelí intentó improvisar, con algún éxito. Pero no podía ganar. Porque la victoria significa romper la voluntad del oponente para resistir. Y eso no ha sucedido.

¿Si eso ha sido así, han ganado las organizaciones palestinas combatientes?

Bastante interesadamente, estas cuestiones no se proponen abiertamente, ni incluso por los propios palestinos. ¿En primer lugar, porque se ha aceptado por todo el mundo la idea que la resistencia palestina es «terrorismo», y quién se atrevería a afirmar que ese terrorismo ha ganado?. Tanto más, puesto que los palestinos -al igual que los israelíes – han cometido atrocidades espantosas.

También, la guerra de propaganda entre israelíes y palestinos es una especie de campeonato mundial de victimismo. Cada lado se presenta a si mismo como la última víctima. Cada bando publica las fotografías de niños muertos, madres que lloran y casas demolidas.

Debido a esto, los portavoces palestinos no alardean de los combates de sus compatriotas. Evitan señalar a los miles de sus combatientes que sacrificaron sus vidas, a los niños que se enfrentaron a los tanques, a los centenares de comandantes que fueron «liquidados» y a los que para cada uno de ellos fue hallado un suplente, para los cuales a su vez hubo que hallar suplentes, y así sucesivamente. Sobre esto, se escribirán libros, se cantarán canciones, se contaran cuentos en las generaciones futuras.

Otro hecho: La sociedad palestina no ha sido rota. Los tanques israelíes patrullan sus calles, cientos de bloqueos de carreteras impiden el movimiento de pueblo a pueblo, la economía está hecha añicos, la mayoría de los hombres están desempleados y cientos de miles de niños padecen desnutrición. Y a pesar de esto, milagrosamente, la sociedad Palestina continúa funcionando de algún modo, la vida sigue, la fatiga y el agotamiento no le han obligado a que se rinda.

¿Significa esto que el lado P

palestino ha ganado? Las organizaciones pueden afirmar que Sharon no habría hablado de retirarse de la Franja de Gaza y de evacuar los asentamientos si los ataques no hubieran tenido lugar. Eso es, ciertamente, verdad. Pero Sharon no ha empezado a considerar dejar Cisjordania todavía. Al contrario, la actividad de los asentamientos está alcanzando nuevas cotas allí y la confiscación de tierras está por completo a la orden del día a la sombra de la «cerca de separación.» Uno no puede llamar a esto una victoria palestina.

Todos esto apunta a un bloqueo. El ejército israelí sabe que no puede vencer a los palestinos por medios militares. Los palestinos saben que ellos no pueden echar afuera a la ocupación por medios militares.

Para los palestinos, un empate es un gran logro. La desigualdad entre los dos lados es inmensa. Si uno tiene en cuenta sólo la potencia de las armas y el tamaño de fuerzas, sin considerar los factores morales, la ventaja israelí es astronómica. En semejante situación, un empate es una victoria para el débil.

Nosotros debemos admitir esto sin vacilación. No es sabio presentar el lado palestino como si estuviera vencido y roto. No sólo porque esto es falso, sino también porque es peligroso. Las jactancias de los propagandistas del ejército, como si Abu Mazen se hubiera plegado bajo presión israelí, es, en el mejor de los casos, estúpida y en el peor están tratando de rebajar y provocar a los palestinos a nueva violencia (o a actos de locura). La victoria egipcia puso el escenario al principio de la guerra de 1973 guerra para que Anwar Sadat hiciera la paz con Israel. El orgullo palestino de su constancia puede hacer más aceptable para ellos guardar el alto el fuego.

Ahora, ambos lados están exhaustos. El sufrimiento palestino es manifiesto. El sufrimiento israelí es menos obvio, pero, no obstante, real. Los costes de la ocupación suman decenas de miles de millones, ciento de miles de israelíes se han hundido por debajo los umbrales de la pobreza, los servicios sociales están derrumbándose, la inversión extranjera no se ha recuperado, el nivel del turismo es lastimoso. Y, más importantemente: durante la intifada, 4010 palestinos y 1050 israelíes han perdido sus vidas.

Ése es el fondo de los recientes acaecimientos. Ambos lados necesitan el alto el fuego.

Pero un alto el fuego es sólo un intermedio, no la paz misma. Si la sabiduría prevalece en Israel (puesto que es la parte más fuerte) las negociaciones para un acuerdo final empezarán en seguida, con el objetivo general acordado de antemano: un Estado Palestino en toda Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este.

Si la sabiduría no prevalece (y en política, la victoria de la sabiduría sería algo nuevo), este alto el fuego acabará como otros muchos antes: simplemente un intervalo entre dos rondas de combates.

Nos enfrentamos a un indicador de carreteras que apunta en dos direcciones opuestas: un extremo dirigido hacia la paz, el otro hacia la próxima confrontación violenta.