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El Partido Laborista Israelí está desde hace varios meses a la puerta del gobierno de Sharon, esperando ser invitado a entrar

El estornino se acercó al cuervo

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis

Una vieja y ajada prostituta esperando en vano a un hombre en busca de sus favores es una visión ciertamente lastimosa. El Partido Laborista Israelí está en esta patética situación, pero se hace difícil sentir lástima alguna por él. Desde hace varios meses, el partido ha estado esperando a la puerta del gobierno de Sharon, ser invitado a entrar en cualquier momento. De cuando en cuando Sharon abre la puerta le lanza una mirada de desprecio y le da un portazo en su cara. Esta semana ha pasado de nuevo, por enésima vez.

Habitualmente Simón Peres es culpado de esta situación. Con toda la razón, por supuesto. Peres está anhelante por el cargo de Ministro de Exteriores de la misma manera que un hombre muriendo de sed en el desierto anhela el agua. Como miembro del gobierno se podría reunir con reyes y presidentes, tomar parte en conferencias internacionales, hacer solemnes declaraciones y todas las cosas que le dan sentido a su vida. Para él la vida en la oposición no es vida en absoluto.

Pero la cuestión es: ¿Por qué fue este hombre elegido para su cargo como presidente ejecutivo del partido?. ¿Sabían aquellos que le eligieron donde quería ir?. Después de todo, ya ejerció como ministro de exteriores de Sharon, esparciendo la buena nueva de que Sharon no es más que Sharon, de que el leopardo había cambiado cada una de sus manchas y que ahora sólo es como una oveja en su granja.

Como jefe del mayor partido parlamentario fuera de la coalición gobernante, Peres está facultado por ley a que se le dirijan como » líder de la oposición». Ningún título podría parecerle menos. Mientras Menachem Begin, por ejemplo, floreció en la oposición y pasó 29 felices años allí. Peres se marchita como una flor sin agua. No tiene ni idea de lo que hay que hacer. Si se le ofreciera un plan para actividades en la oposición en una bandeja, no sabría que hacer con él.

Desde el comienzo de su carrera, como instructor en el Movimiento de la Juventud Trabajadora, Peres fue un hombre de gobierno. Como uno de los asistentes de David Ben-Gurion, como Director General del Ministerio de Defensa, como ministro y como Primer Ministro; él siempre se ha identificado con el gobierno, ha trabajado para el gobierno y ha representado al gobierno. Cuando

Ben-Gurion le obligó a dejar el Partido Laborista y participar en la fundación del partido Raffi en la oposición, fue miserable y usó el primer pretexto para volverse a unir al gobierno. Cuando perdió una elección y fue metido en la oposición, buscó la primera oportunidad para unirse a un gobierno de «unidad nacional».

Desde este punto de vista, Peres es un símbolo perfecto de su partido. Desde 1933, cuando este asumió el poder en las instituciones gobernantes de las organizaciones sionistas, hasta el «levantamiento» de 1977, el cual llevó al Likud al poder, los laboristas disfrutaron de 44 años ininterrumpidos en el gobierno. Ciertamente, la victoria del Likud asombró a todo el mundo. Hasta ese momento, nadie podía siquiera imaginar un gobierno sin los laboristas.

En ese tiempo, un Miembro del Parlamento no podía si no, sentir lástima por los miembros laboristas, que iban a la deriva por los pasillos del Knesset como fantasmas. Cuando subían al estrado para hablar sobre algún asunto, asumían automáticamente la pose del portavoz del gobierno y tenían que recordarse a sí mismos a mitad de discurso que su trabajo era, después de todo, criticar.

A través del año pasado uno apenas podría encontrar un solo signo de que el Partido Laborista está en la oposición. Es cierto que regularmente propone mociones de confianza, pero eso es un rito vacío semanal que no es tomado en serio por nadie ni en el Knesset ni fuera.

Ningún asunto hace a los laboristas realmente combatir al gobierno. Se identifican a sí mismos con política económica tacherista del Ministro del Tesoro, Nenjamín Netanyahu, el cual golpea a los pobres (que votan por el Likud de todas maneras) y que sirve a la elite económica (la cual pertenece al Partido Laborista). No pueden luchar contra los asentamientos, puesto que el mismo Peres fundó el primero en el centro de Cisjordania; el de Kedumim. El Muro de Separación que encarcela a los palestinos en guetos fue iniciado por el partido laborista, y cuando Sharon se convirtió en Primer Ministro, sólo cambió el trazado. La letanía «No Tenemos Socio para la Paz» fue acuñada por los líderes laboristas Ehud Barak y Shlomo Ben-Ami. La idea de la anexión de los «bloques de asentamientos» fue concebida por Yossi Beilin, entonces un miembro dirigente de los laboristas.

Las estrechas relaciones entre Simón Peres y Ariel Sharon no son accidentales. Como el profeta Amos dijo (3,3): «Pueden dos caminar juntos, excepto si están de acuerdo» Ambos vienen del mismo sitio: de la corte de David Ben-Gurion. Ambos representan variantes de la misma ideología. Ciertamente, como dice le viejo proverbio hebreo: » No en balde va el estornino hacia el cuervo, si no porque los dos son de la misma clase.»

El mismo nombre «Partido Laborista» es poco apto; ni es un partido de trabajo ni tiene nada que ver con ello. No tiene raices en absoluto en cuatro de los cinco principales componentes de la sociedad israelí: los religiosos, los judíos orientales, los nuevos inmigrantes de Rusia y en los ciudadanos árabes. Está limitado al quinto componente; los judíos Ashkenazi (europeos), especialmente la generación más vieja. Esta es una elite bien estante, privilegiada, y mimada que esta cómoda con la situación actual, sin nada » quemando en sus huesos» y sin ninguna inclinación de clase alguna de verse envuelta en partidos políticos (con rara excepción).

El partido está en el caos. No tiene, de hecho, ninguna rama local, solo pequeños grupos de funcionarios interesados. Lo peor: No hay signos de un nuevo liderazgo, o siquiera de nuevas ideas, tras el colapso de los viejos conceptos. Uno ve solamente un grupo de políticos cansados, cada uno de ellos procurando exclusivamente por si mismo, luchando por tener unos pocos minutos en televisión, donde pueda repetir obsoletas frases del pasado. El público escucha y bosteza Son esos políticos los que eligieron a Peres, porque no podían estar de acuerdo con cualquier otro candidato para presidente. No es una orquesta sinfónica, sino solamente un montón de músicos callejeros, cada uno con su propia melodía en su cabeza.

Todo esto no sería importante, si no tuviera graves implicaciones.

La ausencia de una oposición real crea un vacío en el paisaje político y deja toda la arena a Sharon y sus secuaces. El pequeño partido Meretz, ahora llamado «Yahad» («Juntos») tampoco es una oposición efectiva; no sólo por su tamaño, si no porque sufre de algunas aflicciones del Partido Laborista. No toma parte en las batallas diarias sobre el terreno. No lucha contra el monstruoso muro. El asunto de los sobornos del Primer Ministro, que habría de haber provisto un campo diario para una oposición real, no provocó una reacción de Yahad. Los laboristas, por supuesto, guardaron silencio.

Los pequeños partidos que representan a los ciudadanos árabes son mucho más activos, pero la mayoría de la opinión pública judía los ignora, como mayormente ignora al público árabe en general.

Es una situación desastrosa. Siembra la desesperación entre aquellos que anhelan un cambio pero no ven un sustituto viable que pueda asumir el poder. Ello explica el extraño resultado e las encuestas de opinión pública: la mayoría está dispuesta a hacer sacrificios por la paz, la mayoría vota por Sharon.

Un cambio de gobierno es imposible sin un cambio de oposición.

Y una nueva oposición tiene una oportunidad de estimulante entusiasmo solamente si su agenda se opone realmente a la agenda del gobierno. Para ello valor, fe y espíritu de lucha son necesarios.

Hasta que tal oposición venga a la vida, dentro o fuera del Partido Laborista, no hay una oportunidad de un cambio político real.

26.6.04