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El genocidio de Gaza se agrava (aún más): comienza el ajuste de cuentas para los autores

Fuentes: Voces del Mundo

En las primeras semanas del bombardeo masivo y la invasión de Gaza por parte de Israel, el ejército israelí mataba a todo lo que se movía y destruía todo lo que quedaba en pie.  En respuesta a las llamadas telefónicas del presidente Joe Biden y del secretario de Estado estadounidense Antony Blinken instando a Netanyahu a minimizar las víctimas civiles, según se informa, él respondería: “No me sermoneen, miren lo que Vds. hicieron con Hiroshima, Nagasaki y Dresde”.

La cifra oficial combinada de víctimas mortales de estas dos bombas atómicas y del bombardeo incendiario de Dresde fue de unos 239.000 civiles. Tras nueve meses de implacable maquinaria de guerra genocida, día y noche, del gobierno israelí, erizada con el armamento estadounidense más moderno, Israel ha matado a muchos más civiles de Gaza que esa cifra. En un minúsculo enclave de 2,3 millones de habitantes (en comparación con la población total de Japón y Alemania en la Segunda Guerra Mundial, 152 millones), han muerto al menos 300.000 palestinos, en su mayoría mujeres y niños, y cada día mueren más. Las aniquilaciones diarias con F-16, tanques y ejecuciones arbitrarias, combinadas con las prohibiciones israelíes de alimentos, agua, medicinas, electricidad y combustible han generado hambruna, enfermedades, heridas sin tratar y falta de vivienda para casi todos los gazatíes. La destrucción de los hospitales e instalaciones sanitarias de Gaza se suma al número de víctimas de origen militar.

Cuarenta y cinco mil bebés han nacido entre los escombros desde octubre. El agua contaminada, la mala alimentación y la escasez de asistencia sanitaria les afectan gravemente. Sus madres se mueren de hambre. ¿Y qué decir de la situación de un número similar de niños de uno o dos años? ¿Y de cincuenta mil diabéticos graves sin insulina? A un número aún mayor de enfermos de cáncer se les niegan sus medicinas y cuidados. Cientos de trabajadores sanitarios fueron asesinados y los supervivientes hambrientos, exhaustos, enfermos y heridos se tambalean valientemente hacia los hospitales derruidos que no han sido demolidos por completo.

No es que las principales organizaciones mundiales de salud y programas alimentarios no hayan hecho sonar las alarmas de hambruna, epidemias y violencia militar en el marco de la erradicación de los atrapados e indefensos habitantes de Gaza. Organizaciones como UNICEF, el Programa Mundial de Alimentos, Oxfam, la Agencia Humanitaria de la ONU, la Clasificación Integrada de la Fase de Seguridad Alimentaria (CIF), USAID y el propio asesor humanitario de Biden, David Satterfield, conocen las cifras que se avecinan y que significan el omnicidio para las familias de Gaza.

Ya en diciembre Devi Sridhar, catedrático de Salud Global de la Universidad de Edimburgo, estimó que medio millón de gazatíes morirán probablemente en 2024 si continúan las condiciones que causaron decenas de miles de muertes en los últimos tres meses de 2023. Las condiciones han empeorado a medida que las causas de mortalidad han ido creciendo e intensificándose semana tras semana.

En una estimación ciertamente conservadora, tres investigadores publicaron en la prestigiosa revista médica británica «The Lancet» que, a mediados de junio, «no es inverosímil calcular que hasta 186.000 o incluso más muertes podrían ser atribuibles al actual conflicto en Gaza».

¿Por qué entonces los medios de comunicación se aferran al enorme subregistro del Ministerio de Sanidad oficial de Hamás, que ahora se sitúa en torno a las 39.000 muertes? En primer lugar, al principio, el Ministerio tomó sus cifras de los nombres de los fallecidos proporcionados por hospitales y morgues que ahora están devastados e inoperativos. Al régimen de Hamás no le importa esta infravaloración, ya que disminuye las críticas por no poder proteger a su propio pueblo de lo que sabían que se avecinaba después del 7 de octubre por parte del régimen israelí más racista, genocida y expansionista de todos los tiempos.

A Netanyahu -que se ha jactado a lo largo de los años ante su partido, el Likud, de haber respaldado y ayudado a financiar a Hamás debido a su oposición a una solución basada en dos Estados- le gusta que se rebaje tanto su matanza masiva.

Pero hay otras razones para esta adopción de las bajas cifras de Hamás. Para Biden, mantiene baja la intensidad de las protestas internas que exigen una presión decisiva de la Casa Blanca sobre Netanyahu para un alto el fuego permanente, la retirada de las fuerzas israelíes de Gaza y el fin del bloqueo para permitir la entrada de los miles de camiones que transportan ayuda humanitaria pagada por Estados Unidos.

La prohibición impuesta por Netanyahu desde hace tiempo a todos los corresponsales de guerra israelíes y extranjeros de entrar en Gaza como reporteros independientes ha ocultado al mundo gran parte de la matanza en estos campos de exterminio. Por fin, por fin, el 11 de julio de 2024, más de 70 medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil, entre ellos el New York Times, el Washington Post, AP, CNN y la BBC, firmaron una carta abierta exigiendo a Israel que «conceda a los periodistas acceso independiente a Gaza».

Los periodistas palestinos de Gaza están siendo perseguidos por Netanyahu, que permite matar a decenas de reporteros y a sus familias. Los supervivientes intentan valientemente informar sobre la devastación para los extranjeros y las redes sociales.  Sin embargo, la prensa dominante, para hacer su trabajo, tiene que tener reporteros sobre el terreno.

Netanyahu es un maestro a la hora de esperar su momento y dar rodeos para conservar su puesto. Despreciado por tres de cada cuatro israelíes tanto por sus tiranías domésticas como por el colapso de su defensa fronteriza a varios niveles el 7 de octubre, también está acusado de corrupción política por la fiscalía israelí. Las protestas callejeras israelíes aumentan cada semana y la mayoría de los israelíes quieren nuevas elecciones ¡ya!

El ajuste de cuentas por lo que el salvaje Estado del terror de Netanyahu ha hecho a palestinos inocentes, desde bebés en incubadoras a ancianos en sillas de ruedas, está llegando a la sociedad israelí. A medida que los soldados regresen, algunos narrarán los horrores que vieron y que se les ordenó producir. Seis reservistas ya han declarado a una revista israelí que se les animó a disparar y matar a cualquier palestino que vieran en la calle o en sus casas. No hay reglas de enfrentamiento operativas, como exige el derecho internacional. Dieron ejemplos de las prácticas de tiro, mientras decían al reportero que se negarían a servir más en Gaza.

A estos soldados se les llama «refuseniks«, que se convirtieron en un grupo de protesta valientemente elocuente, aunque acosado, hace unos veinte años. (Véase “Los refuseniks israelíes renuncian al ejército a pesar del frenesí nacionalista posterior al 7 de octubre”, The Intercept, 2 de enero de 2024).

A medida que fluya más información a través del debilitado sistema de censura israelí, las numerosas asociaciones israelíes de derechos humanos se verán reforzadas (Véase, del 13 de diciembre de 2023, una carta abierta titulada «Detengan la catástrofe humanitaria» dirigida al presidente Biden por 16 grupos israelíes de derechos humanos que apareció en el New York Times).  La exageración de la amenaza de Hamás a Israel, tras una misión homicida-suicida a través de una frontera misteriosamente abierta hacia Israel el 7 de octubre de 2023 se hará evidente. Hamás contaba con una milicia de unos 20.000 combatientes con armas ligeras y munición menguante, escondidos en túneles, contra una superpotencia militar, armada nuclearmente, con más de 400.000 soldados del ejército, cientos de tanques y 1.500 pilotos de F-16.

Joe Biden acaba de autorizar otro arsenal de bombas de 500 libras para que Netanyahu las utilice contra los restos de la vida civil de Gaza. Pregona su negativa a enviar a Israel más bombas de 2000 libras capaces de destruir barrios enteros.

Mientras tanto, en las profundidades del Pentágono y de las agencias de inteligencia estadounidenses, los analistas están creando escenarios de cómo podrían ser las próximas represalias contra nuestro país. Con drones armados, baratos y avanzados, que cada vez pueden fabricar más fabricantes en cualquier lugar, estos escenarios no son cosa de ciencia ficción.

Al dar largas durante décadas a la solución de los dos Estados, favoreciendo a Israel, con el respaldo supino del Congreso, nuestros presidentes han garantizado que nuestra propia seguridad nacional, por no mencionar nuestra tradición de libertad de expresión en Estados Unidos, sea cada vez más vulnerable.

Ralph Nader (Winsted, 27 de febrero de 1934) es un abogado, activista y político estadounidense de origen libanés que se opone al poder de las grandes corporaciones y ha trabajado durante décadas a favor del medio ambiente, los derechos del consumidor y la democracia.

Artículo original CounterPunch.org, traducido del inglés por Sinfo Fernández.

Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2024/07/15/el-genocidio-de-gaza-se-agrava-aun-mas-comienza-el-ajuste-de-cuentas-para-los-autores/