Jaldía Abubakra es impulsora del Movimiento Ruta Revolucionaria Alternativa ‘Masar Badil’. En 2016 integró la flotilla ‘Mujeres Rumbo a Gaza’ que desafió el bloqueo naval israelí. Sus padres fueron expulsados de Beersheva en 1948 y se vieron obligados a refugiarse en un campamento de la Franja.
La activista palestina Jaldía Abubakra, nacida en la Franja de Gaza hace 56 años, reside hoy en el Estado español mientras sigue con angustia la lucha por la supervivencia que libran sus familiares en Gaza. El mes pasado bombardearon dos veces la casa de su hermana y murieron dos sobrinos. «Este genocidio terminará pasándole factura a Israel. Ya no cabe la solución de los dos estados», dice.
Tras los sucesos del 7 de octubre, ¿imaginaba la reacción del Estado de Israel?
Lo que no esperaba es que durara tanto y que los Gobiernos que pueden pararlo no solo se han mantenido en silencio, sino que le han ofrecido apoyo desde el primer momento. Su pretensión es clara: aniquilar a toda la población de Gaza, cometer una limpieza étnica como la que cometieron en 1948, aunque ahora estén encontrando una respuesta por parte de la resistencia palestina dentro de la Franja que no se lo está poniendo nada fácil. La gente se mantiene en sus hogares incluso en el norte del territorio devastado. No quieren abandonarlos, porque están convencidos de que les van a matar igualmente estén donde estén. Así que prefieren morir en sus casas.
Pero Hamas tuvo que preverla. ¿Qué buscaba?
Para entenderlo hay que analizar cómo era la situación de miles de palestinos antes del 7 de octubre. Aparte del bloqueo que lleva sufriendo la Franja de Gaza desde hace 17 años, los israelíes habían incrementado las incursiones en las mezquitas, atacaban a los cristianos en la iglesia del Santo Sepulcro, demolían barrios enteros en Cisjordania, asesinaban, entraban en las casas de palestinos a altas horas de la madrugada con perros, mientras obligaban a las mujeres a desnudarse delante de sus familias. Una humillación detrás de otra, pero a nadie le importaba pese a que la resistencia venía advirtiendo de lo que podía suceder. Al contrario. Veíamos a Benjamin Netanyahu mostrar un mapa del nuevo Israel con parte de Jordania anexionada mientras sus ministros Ben Gvir y Smotrich pedían endurecer las condiciones en las cárceles para los prisioneros palestinos, incluso la pena de muerte.
Pero tras el 7 de octubre han matado a más de 22.000 palestinos.
Este genocidio terminará pasándole factura a Israel y marcará el inicio de la caída del régimen sionista. Incluso dentro de su propia sociedad, que ha vivido en una burbuja de seguridad hasta ahora, incapaz de ver lo que hacía el Gobierno en su nombre, se ha producido un despertar ante un sufrimiento similar al que padecen los palestinos desde hace muchísimos años. Creo que hay un antes y un después del 7 de octubre.
Diez países han enviado navíos de guerra al canal de Suez para «garantizar la comunicación naval entre Europa y Asia». ¿El mar Rojo es otro punto crítico del conflicto en Oriente Medio como ocurrió en 1956?
Israel invadió el Sinaí en 1956 con el apoyo de Francia y Reino Unido. Aquello fue una muestra de la complicidad del imperialismo occidental ante la nacionalización del canal por parte de Nasser. El mar Rojo es una zona clave para el tráfico comercial que Occidente quiere tener bajo control, mientras mantiene a los países árabes desestabilizados para impedir su desarrollo. Por eso, me sorprendió que mientras organizaban flotillas para proteger los intereses sionistas en la región, todos esos países menos cinco votaran a favor de exigir a Israel un alto fuego inmediato en la Asamblea General de la ONU. ¿A qué nivel de hipocresía puede llegar la política internacional en el tema palestino? Para mí, al máximo.
¿Hasta qué punto el genocidio de Gaza quiebra la estructura internacional del derecho humanitario?
El derecho internacional y la Carta de Derechos Humanos nunca han servido a los pueblos oprimidos. Jamás hemos conseguido que se respete el articulado básico. Por desgracia, Naciones Unidas, tal y como está configurada, es una organización controlada por el imperialismo occidental para evitar conflictos entre ellos y para controlar a los países del sur global. La propia resolución 181 sobre la partición de Palestina fue ilegítima porque no se consultó a la población nativa ni se tuvo en cuenta sus derechos soberanos. Tampoco se preguntó a las personas judías perseguidas en Europa, a quienes, en lugar de darles derechos en sus países de origen para que vivieran como ciudadanos iguales, se decidió trasladarlas a Palestina para fundar un Estado que nunca ha respetado las resoluciones de la ONU ni sobre sus límites, ni sobre la ocupación del territorio, ni sobre el terror que infunden con sus masacres, el genocidio y la limpieza étnica que viene practicando desde 1948. El genocidio no quiebra el derecho internacional, porque ya estaba quebrado.
El mundo entero habla de la solución de los dos Estados, pero nunca llega.
Esa solución ya se intentó hace 30 años en Madrid y luego en Oslo sin ningún resultado. No solo no trajo la paz, sino que ha permitido a Israel expandirse en toda Cisjordania, confiscar tierras y expulsar a más población palestina de su territorio. Volver a hablar de la solución de los dos Estados es regresar a una farsa.
Entonces, ¿cuál es la solución?
Si hubiese voluntad de trabajar en una solución pacífica habría que empezar por la descolonización de Palestina. Es la base de todos los pueblos que han vivido bajo una ocupación colonial y comenzaron el camino hacia su independencia. El primer paso es acabar con el proyecto sionista sobre el que está asentado. Cuando hablamos de suprimirlo no nos referimos a acabar con los judíos ni con la población que se llama a sí misma israelí. Todos tienen derecho a vivir en paz en Palestina, pero en igualdad de condiciones, sin supremacía de unos sobre otros. El sionismo es un sistema político que actúa de manera criminal y fascista ante los ojos del mundo. E insisto que no solo asesinan árabes y musulmanes. También a cristianos, a drusos, a armenios. En la historia de Palestina jamás se distinguió a las personas por su religión. Todos éramos palestinos. Todos éramos vecinos. Cada uno rezaba lo que quería. O no rezaba. Por lo tanto, no existe ninguna razón religiosa en este conflicto. Es un problema de dominación colonial.
Pero después de lo que está sucediendo la convivencia parece imposible.
Hasta 1948 fue posible. El problema es la dominación. A los palestinos, convivir con un Estado agresivamente colonizador como Israel nos resulta imposible independientemente de si eres cristiano, druso o musulmán. ¿Cómo vamos a convivir con vecinos supremacistas como Netanyahu, Smotrich o el tenebroso ministro de seguridad Ben Gvir? Es imposible.
¿Considera indispensable la unidad entre Hamas y Fatah?
Formo parte de un movimiento que surge en la diáspora, Masar Badil, la Ruta Revolucionaria Alternativa Palestina, que trabajamos para recuperar la voz de la diáspora silenciada en los acuerdos de Oslo y tender puentes con los palestinos del interior, que incluye a los que viven en Gaza y Cisjordania, a los que están en Jerusalén, en la Palestina ocupada en el 48 y a la población encarcelada, que son quienes han estado en primera línea de la confrontación. Queremos una coalición de unidad de resistencia y, por eso, hablamos con todas las facciones que luchan contra la ocupación. Fatah no es un partido unificado hoy en día. Tienen cuatro grupos, alguno de los cuales rechaza los acuerdos de Oslo y está en contra de la autoridad de Mahmoud Abbas. Están las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, el brazo armado de Fatah, que lucha en Gaza y en Cisjordania con la resistencia. Si se trabaja por la unidad, debería ser un frente amplio para resistir y luchar por la liberación de Palestina. Desde el río Jordán al Mediterráneo.
Dentro de la propaganda israelí está denunciar la opresión que el islam ejerce sobre las mujeres. ¿Qué opina?
Creo fielmente en la lucha feminista internacional y quiero recordarle que las mujeres palestinas ya estaban organizadas en los años 20. Por tanto, se vuelve a instrumentalizar una lucha de emancipación global como la feminista y lo hacen desde un punto de vista patriarcal, como si nosotras no fuéramos capaces de luchar por nuestros derechos. Lo que tenemos muy claro es que para liberarnos de ese yugo no es necesario masacrar a toda una población, entre ellas a miles de mujeres, ni violarlas en los interrogatorios.
¿Quién es Jaldía Abubakra?
Pues una mujer palestina, una refugiada que intenta aportar a la lucha de su pueblo lo que puede. Con la palabra, con la voz, con el cuerpo. Creo que la vida me ha dado la oportunidad de vivir aquí y de llegar a otro público, porque el árabe ya está con nosotros. En mi caso, formo parte del movimiento de mujeres palestinas en la diáspora Al-Karama, donde aunamos fuerzas para trabajar por la liberación de mi pueblo.