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Tradición y maquinaria antipolítica

El grupo de hip hop palestino «Dam» seducido por los «crímenes de honor»

Fuentes: Jadaliya

Traducción para Rebelión de Loles Oliván.

Escribimos este artículo como fans (decepcionadas) del grupo palestino de hip-hop DAM, en un momento en que el feroz ataque contra Gaza nos recuerda la desalentadora realidad que representa la existencia cotidiana de vida o muerte para las mujeres y los hombres palestinos.

Con canciones como «¿Quién es el terrorista?», y «Nacido aquí», DAM dio una emocionante voz política a una nueva generación de palestinos y palestinas que habían dejado de guardar silencio sobre el racismo del Estado de Israel. Desafiaron la violencia de Estado que devastaba las vidas y las comunidades palestinas ya fuera en los guetos de las ciudades de Israel o en los territorios ocupados, asfixiados y bombardeados desde 1967. Se trataba de música política; tajante, indignada, nacida de la experiencia.  

Dadas las posiciones políticas de DAM, sofisticadas y sin arrepentimientos, sorprende que cuando se deciden a abogar por los derechos de las mujeres sucumban a una maquinaria anti-política que hace responsable únicamente a la tradición de lo intrincado de (algunos de) los problemas de la gente. ¿Por qué cuando se deciden a hablar sobre la violencia contra las mujeres olvidan de pronto las realidades descarnadas y complejas de la vida sobre el terreno de los lugares que ellos conocen?  

El nuevo vídeo musical de DAM «Si volviera atrás», trata sobre el «crimen de honor» aun cuando en los créditos finales se insiste en que no existe relación posible entre el honor y matar a una mujer. Dirigido por Jackie Salloum, quien diera al mundo la inteligente preciosidad del Hip-hop de tira el zapato, opera en un absoluto vacío político, legal e histórico. No se ofrece marco alguno. Puede que no sea necesario cuando la historia parece tan familiar: la amenaza de un matrimonio forzado; un hermano que pega a su hermana; un coche en algún lugar; unos maderos en alguna parte; una tumba cavada; una mujer disparada en la cabeza por dos hombres, su hermano y su padre… El único indicador acerca de quién es la gente que aparece en el vídeo es la casa familiar donde la madre contesta al teléfono y donde un grupo de hombres recitan juntos al-fatiha para bendecir su decisión. Son hombres musulmanes.  

Con el respaldo de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, el video musical sigue fielmente el guión de una campaña internacional contra el denominado crimen de honor. El «crimen de honor» tiene historia en Naciones Unidas. Surgió como una firme categoría cultural-legal en la década de 1990 para convertirse en una causa popular internacional de feministas y hombres progresistas. Después de todo, ¿quién podría estar «a favor» de la violencia familiar? Pero la violencia contra la mujer nunca es tan sencilla como nos quiere hacer creer la seductora categoría del crimen de honor. La violencia es densa y multifacética. Es económica, política, militar y sexual. Y por encima de todo, la violencia contra las mujeres en nombre del honor tiene una historia. La categoría del crimen de honor acentúa la violencia en determinados contextos mientras que la oculta en otros. Ubica la causa en culturas bárbaras y en tradiciones imperecederas fuera del tiempo pero en lugares particulares. Una vez más, se olvida la historia de las leyes que hacen posible esta categoría y el hecho de que deriven del Código de Napoleón para dar paso a una respuesta fácil: tradiciones y culturas de violencia.  

¿Y qué es lo que quiere la heroína en cuyo nombre rapea DAM? Quiere libertad. ¿Libertad de qué? De la tradición, de la familia y de la comunidad. Libertad, ¿para hacer qué? Para escapar en avión a un destino no especificado donde se comprará ropa nueva para vivir una nueva vida. ¿Dónde será eso?, nos preguntamos. ¿De qué aeropuerto tenía la esperanza de salir? ¿Del de Tel Aviv, donde si es palestina probablemente la interrogarán y la obligarán a desnudarse para registrarle, en donde le requisarán todo lo que lleve para inspeccionarlo, y en donde profanarán su cuerpo?, ¿o era desde Amán? ¿Cómo habría obtenido el permiso de viaje? ¿Lo habría conseguido en los puntos de control y mediante el cuestionario de fronteras en el momento de coger el vuelo? ¿Cómo pudo comprar ese billete de avión a la libertad? ¿Estudió en la Universidad de Haifa o en la de Birzeit? ¿En qué se especializó?

En el nuevo video de DAM desaparece la densidad misma de las vidas palestinas. Nos quedamos con la caricatura de hombres furiosos, de la cultura patriarcal y de mujeres víctimas inocentes. ¿Por qué se victimiza a esas mujeres? Si tuviéramos que fiarnos únicamente de la información que nos aporta el video musical: porque su cultura las devalúa. Según lo que canta DAM, aquí hay un lugar donde las familias reaccionan a la noticia del nacimiento de una hija «como si hubiera sido un crimen». El verdadero crimen aquí -quieren que sepamos nosotros (¿y quién es ese «nosotros»?)- es que se ha matado a una mujer por buscar la libertad. No la libertad frente al Estado o frente a la violencia del colonialismo que moldea su comunidad sino la libertad frente a las decisiones de su familia acerca de su matrimonio.

¿Dónde quedan en la letra [de la canción] de DAM sus hermanas palestinas que van a la escuela, que luchan con la familia, que se afilian a sindicatos políticos, que se encaran con la policía, que sortean el acoso, que se aterran ante las exigencias de los soldados, que recurren a abogados, que se quedan atrapadas en los sistemas de una justicia penal que les humilla, que compiten por puestos de trabajo, que discuten con sus hermanos sobre las tareas domésticas, que participan de manera desigual en las estrategias de supervivencia familiar, que lamentan las muertes, que persiguen el amor, que sueñan con un futuro…, y que buscan orientación en los textos religiosos o en la música hip hop? Las jóvenes palestinas hacen todo eso a diario en lugares concretos y en condiciones históricas determinadas. Lo hacen todo, como revelaba una investigadora palestina feminista y activista, mientras viven bajo vigilancia constante, incluso en sus habitaciones (como dictan las leyes israelíes de Ciudadanía y de Entrada) y teniendo la «libertad» de apelar como víctimas al único sistema que les ofrece el mismo Estado que las ha convertido en no-personas y que las inmoviliza en espacios sofocantes (Shalhoub-Kevorkian, 2011, 2012).

El fracaso de lidiar con la vida cotidiana o de imaginar futuros sólidos se resume en las imágenes. Al rebobinar la vida de la víctima para que pueda comenzar de nuevo, la canción devuelve a nuestra trágica heroína «de regreso» a un paraíso en tecnicolor donde chicas sonrientes con vestimenta atrevida portan sombrillas y varitas de hadas madrinas bajo árboles mágicos. Y Amal Murqus [cantante palestina residente en Israel], vestida de blanco, canta un estribillo sobre un mundo en que las mujeres son libres para escribir, cantar, enamorarse, y dibujar. ¿Qué solución es esta?

Al depender de un marco internacional promovido por Naciones Unidas que extrae el «crimen de honor» de la esfera de lo político, DAM ignora a las comprometidas activistas feministas palestinas que vienen trabajando desde hace décadas en las diversas formas de violencia que padecen las mujeres palestinas. Estas activistas han llamado la atención sobre problemas muy serios. Sin embargo, no han aislado ni elevado el «crimen de honor», pues su prioridad es desarrollar intervenciones eficaces para el bienestar de las mujeres. Han analizado qué es lo que se combina para producir la violencia familiar: el estrangulamiento económico, la frustración por la ocupación y el desempleo, la militarización de la sociedad, las barreras físicas que alteran el movimiento y vigilan la vida, la falta de legitimidad de las leyes y de las autoridades. Examinan las formas en que los imperativos para defender a la comunidad bajo condiciones muy duras conforman ideologías de género. Sacan a la luz una larga historia de políticas israelíes orientadas a congelar las formas patriarcales de la familia al objeto de facilitar el control. Consideran las muchas fuerzas que minan la [capacidad de] organización de las mujeres o que silencian otras fuentes de poder para ellas. Aunque la intención haya sido demostrar que la violencia contra la mujer debe ser una preocupación para todas las sociedades árabes y palestinas, el video musical decepciona porque despolitiza todavía más esa violencia y la hace descansar en discursos culturalistas que han servido para otorgar a los árabes una identidad racial y étnica como unos de «los otros» del liberalismo.

El video de DAM reproduce la lógica que sitúa a las víctimas palestinas en una cultura de la que los asistentes sociales, el personal jurídico, los trabajadores sociales y otros agentes de control social del Estado de Israel deben salvarlas (Shalhoub-Kevorkian, 2005). Se refuerza, y tal vez se justifica a los ojos de muchos, la convicción de que son el atraso de los palestinos y la falta de civilización los culpables de la violencia contra la mujer en la comunidad. El vídeo de DAM no hace nada para recordarnos la violencia estructural que constituye normalmente el frente y el epicentro de sus canciones. No nos proporciona el contexto que fragmenta el apoyo familiar de las mujeres, que disloca los sistemas comunitarios de protección social, que vacía los presupuestos para la intervención, y que niega la ayuda a aquellas a las que se considera menos que humanas porque son «árabes», lleven jeans o hiyab. No mencionan el modo en que las discusiones sobre los «crímenes de honor» funcionan como una herramienta de odio en las universidades israelíes. En el discurso internacional más extendido de defender a las mujeres musulmanas, el «crimen de honor» juega un papel crucial. Se localiza el problema en la cultura y la tradición. Se aísla esta forma de violencia de cualesquiera otras. Al ubicar este tipo de violencia en comunidades atrasadas, se estigmatiza a sus grupos.

Nos sentimos decepcionados porque DAM ha perdido una oportunidad importante. Podrían habernos ayudado a combatir a brazo partido la dinámica de la violencia de género en la Palestina histórica y más allá. Pero no han conseguido en este trabajo tratar a las mujeres como sujetos políticos. Las mujeres en esta canción son víctimas descontextualizadas de su cultura que hombres jóvenes de ideas ilustradas, la intervención extranjera y la ayuda internacional deben defender. Mientras Israel bombardea una vez más Gaza sitiada, lo que urgimos es que se nos recuerde que las hermanas de DAM viven en ese mismo mundo. Presentar sus problemas como derivados de la tradición las expone al exhibicionismo para voyeurs. No les hace justicia. No ofrece una política para hacer realidad un futuro mejor en este mundo.

Para leer más sobre la complejidad de la violencia contra las mujeres y la cuestión del «crimen de honor» en la Palestina histórica, véase:

-Abdo, Nahla. (2011). Women in Israel: Race, Gender and Citizenship. Zed Books.

-Abu-Lughod, Lila. (2011). Seductions of the «Honor Crime.» Differences 22 (1): 17-63.

-Shalhoub-Kevorkian, Nadera. (2005). Disclosure of Child Abuse in Conflict Areas. Violence Against Women 11 (10): 1263-1291.

-Shalhoub-Kevorkian, Nadera. (2004). Militarization and Policing: Police Reactions to Violence against Palestinian Women in Israel. Social Identities 10 (2): 171-194.

-Shalhoub-Kevorkian, Nadera. (2011). «It Is Up to Her:» Rape and the Re-victimization of Palestinian Women in Multiple Legal Systems. Social Difference-Online 1: 30-45.

Fuente original: http://www.jadaliyya.com/pages/index/8578/tradition-and-the-anti-politics-machine_dam-seduce