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El hijo de mis ojos

Fuentes: Gush shalom

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

El presidente de Israel estaba horrorizado. Ruvi Rivlin, elegido recientemente para el alto puesto, que es en gran parte ceremonial, está lejos de ser un izquierdista. Al contrario, este descendiente de una familia que ha estado viviendo en Jerusalén durante siete generaciones, cree en un Estado judío en toda la región, desde el mar Mediterráneo hasta el río Jordán.

Pero Rivlin es un verdadero liberal. Cuando leyó el poema, se sorprendió hasta las profundidades de su alma. Entonces recordó que el autor de esta obra maestra había sido invitado a la residencia del presidente para leer sus obras. Se le retiró la invitación de inmediato.

Por esto, el presidente fue atacado desde muchos sectores. ¿Cómo se atreve? ¿Qué pasa con la libertad artística?

EL «poeta» en cuestión es un tal Amir Benayoun, un cantante de música popular «oriental». Música «oriental», en este contexto, significa las melodías preferidas de los judíos orientales, basadas en la música árabe de sus antiguas tierras natales con letras primitivas sobre el amor, etc.

El crédito profesional de Benayoun fue disminuyendo, pero el poema se la restituyó, ¡y de qué manera! Se convirtió en el centro de un debate nacional tormentoso, todos los medios de comunicación lo discutieron largamente, incluso Haaretz lo publicó textualmente. Todo político, comentarista y todos los que se respetan a sí mismos lo alabaron o lo condenaron.

El narrador imaginario del poema es un árabe llamado Ahmed, que sueña con matar judíos, especialmente bebés judíos.

Mi propia traducción:

Salaam Aleikum, me llamo Ahmed / Y vivo en Jerusalén / Estudio en la universidad una o dos cosas / ¿quién goza de todos los mundos como yo? / Hoy estoy moderado y sonriendo / Mañana voy a ascender al cielo / enviaré al infierno a un judío o dos / Es verdad que soy solo una escoria ingrata / Eso es verdad, pero yo no tengo la culpa, crecí sin amor / El momento llegará cuando me des la espalda / Y entonces introduciré en ti mi afilada hacha.

Soy Ahmed, el que vive en la región central / Trabajo cerca de un jardín de infantes y soy responsable de los contenedores de gas /¿ quién como yo disfruta de dos mundos? / Hoy estoy aquí y mañana no estaré / Muchos de ellos tampoco estarán / Es cierto que no soy más que escoria ingrata / Eso es verdad, pero no tengo la culpa, crecí sin amor / Es cierto que el momento llegará cuando me des la espalda / Y entonces introduciré en ti el hacha afilada / Es cierto que no soy más que escoria ingrata / Eso es verdad, pero yo no tengo la culpa, crecí sin amor

Es cierto que el momento llegará cuando me des la espalda / Y entonces te dispararé directamente por detrás.

Sustituyan David donde dice Ahmed y Berlín o París por Jerusalén y tendrán un poema antisemita perfecto. Es totalmente cierto que el presidente de la Alemania Federal no invitaría al autor al té en su residencia.

Pero el presidente de Israel recibió ataques de todos los lados para que cancelase la invitación. Los derechistas lo atacaron por negarse a ser un auténtico patriota, muchos bienhechores de izquierda lo desaprobaron en nombre de la libertad de creación y de la tolerancia universal.

Cuando yo era un niño de nueve años en Alemania oí la canción pegadiza «Cuando chorros de sangre judía emanen del cuchillo / Todo será el doble de bueno». Si el autor aún estaba todavía vivo, ¿exigirían los liberales alemanes que se le conceda la libertad artística?

Benayoun (39) lleva un nombre árabe. Este nombre deriva del cariñoso término árabe «Hijo de (mis) ojos». Su primer nombre suena como el título en árabe Amir (príncipe), aunque escrito de manera diferente. Nació en un barrio pobre de Beersheba, sus padres son inmigrantes procedentes de Marruecos. También se les podría denominar judíos árabes, como llamaron a mis padres judíos alemanes.

Para empezar, Benayoun no era un fanático. Pero cuando su hermano adoptó una forma más extrema de la religión judía él hizo lo mismo. Este proceso, llamado «retorno a la fe», casi siempre se acompaña de un racismo rabioso.

El poeta afirma que su maestro espiritual es el Mesías. No lleva amuletos, sólo un billete de un dólar que le dio el desaparecido rabino de Lubavitch el cual, según afirman sus seguidores estadounidenses, es el Mesías y no murió.

La obra maestra poética de Benayoun es odio puro sin diluir que refleja el estado de ánimo de una gran parte de los judíos de Israel aquí y ahora. Los últimos acontecimientos en Jerusalén han creado un clima en el que el odio racista puede levantar su fea cabeza sin vergüenza.

El centro del racismo es el propio Gobierno. Está completamente dominado por la derecha más extrema, de hecho, no hay nada más a la derecha.

Desde su inicio, parece que este Gobierno no ha hecho nada más que la promulgación de leyes racistas (aparte de la guerra de Gaza, por supuesto). Casi todas las semanas nos enteramos de una iniciativa para hacer otra nueva ley peor que la anterior, si eso es posible.

Hace apenas tres días, el ministro de Seguridad Interior, un siervo de Avigdor Lieberman, propuso una ley que defina a la guardia del templo árabe como «organización ilegal» -equivalente a un grupo terrorista-. Esta guardia es empleada por el Waqf (asociación caritativa musulmana), que está a cargo del Monte del Templo por acuerdo internacional (con Jordania).

La guardia no puede defender los Santuarios Sagrados contra la policía israelí, pero si puede advertir a los musulmanes de los judíos que vienen a orar, lo que está prohibido. Remover la guardia reforzaría aún más el afán de judíos fanáticos y políticos cínicos en el Monte.

Esta medida, en este preciso momento, es una provocación directa. Confirma los más oscuros temores musulmanes de que Israel está a punto de cambiar el statu quo del Monte para convertirlo en un sitio de oración judía.

¿Por qué un ministro haría esto justo ahora, cuando Jerusalén está en llamas y todo el mundo musulmán se une en torno a la defensa de los Santuarios Sagrados? ¿Está fuera de sus cabales?

De ningún modo. Es sólo que tiene que competir con otros políticos en el acaparamiento de los titulares. Y como está mistrando Benayoun, el odio a «los árabes» es el artículo más caliente del mercado.

Luego está el proyecto de ley que permitiría a la mayoría de la Knesset anular la membresía en el Parlamento de cualquier diputado que «favorezca la lucha armada contra Israel». ¿Quién decide? La mayoría de la Knesset, por supuesto. Actuaría como fiscal, juez y verdugo al mismo tiempo.

Este proyecto de ley está claramente dirigido contra Haneen Zuabi, una diputada árabe provocadora, que ya ha sido prohibida en la Knesset durante medio año (salvo para ir a votar).

Otra medida es la anulación de residencia en Jerusalén a los terroristas y sus familias (a los árabes en la Jerusalén Oriental anexada no se les concedió la ciudadanía, sólo «residencia permanente». Esto puede revocarse en cualquier momento).

Esta semana, el estado de residencia de un árabe local fue efectivamente revocado. Fue acusado de haber conducido a otro árabe a Tel Aviv, donde el pasajero llevó a cabo un ataque suicida en un pub. Esto sucedió hace 13 años. El conductor protestó de que no tenía ni idea de las intenciones de su pasajero, pero a pesar de todo lo enviaron a la cárcel. Ahora el ministerio se acordó de expulsarlo de la ciudad.

Estos proyectos de ley, leyes y acciones ejecutivas llenan las noticias todos los días.

Desde su inauguración, el actual Knesset ha incluido a un grupo de una veintena de miembros que en otros países podrían ser llamados neofascistas. La mayoría son miembros dirigentes de partido Likud, los demás pertenecen a facciones rivales de la coalición. Compiten ferozmente entre sí. Son como 20 gatos en una bolsa.

Parece que estos miembros pasan sus días en busca de ideas para proponer medidas antiárabes aún más atroces. Esto pone plazos y capta la atención del público. Cuanto mayor es la atrocidad, más grande es el titular y más largas las entrevistas de televisión. Se traduce en popularidad dentro de sus partidos y garantía de la reelección.

Si no tienes otras cualidades, sólo esto te garantizará una carrera política exitosa.

Ahora, desde hace varias semanas, el centro de la actividad ha sido un proyecto de ley denominado «Ley Básica: Israel la Nación-Estado del pueblo judío».

Israel no tiene constitución. Desde el principio, la controversia entre religiosos y laicos lo ha impedido.

Sin embargo, la declaración de independencia aprobada en mayo de 1948, que no tiene estatus legal, definió a Israel como un «Estado judío» y prometió la plena igualdad a los ciudadanos no judíos. Más tarde, varias leyes básicas definieron a Israel como un «Estado judío y democrático», un estatuto uniforme para las dos partes, que a menudo parecen contradictorias.

Las diversas versiones de los nuevos proyectos de ley definen a Israel como un «Estado judío» solamente, degradan el aspecto «democrático» a un estatus de segunda clase. Se suprimen la palabra «igualdad» en conjunto. El idioma árabe, que ahora es la segunda lengua oficial, perderá esa condición. La discriminación, que ahora se practica clandestinamente, se convertirá en legal y manifiesta.

Estas versiones fueron adoptadas oficialmente por el Gobierno el domingo pasado. Sin embargo, Benjamín Netanyahu prometió presentar una versión más moderada antes de que la medida llegue a la votación final en la Knesset.

Netanyahu teme con razón que las versiones actuales podrían desencadenar una reacción en todo el mundo. La «única democracia de Oriente Medio» se convertiría en mucho menos democrática. Túnez podría asumir este título.

Por lo que se conoce hasta el momento, la versión de Netanyahu -que probablemente se adoptará al final- restaurará la denominación «judío y democrático», pero omite el término «igualdad». Los derechos individuales de los ciudadanos no judíos se respetan, pero no los derechos colectivos de las comunidades no judías, como por ejemplo el idioma, la religión y la educación.

El presidente Rivlin ha denunciado los proyectos de ley en su totalidad, un crédito aceptable. Importantes juristas las han llamado «superfluas», dudando de que fueran a efectuar algún cambio real. Los comentaristas liberales se han pronunciado en contra. Miembros «moderados» de la coalición han amenazado con votar en contra o al menos abstenerse. Quizá al final salga muy poco de toda esta disputa.

Pero el hecho de que se pueda construir una carrera atacando a la democracia, en el odio a 1.700.000 ciudadanos árabes de Israel -más del 20% de la población- es escalofriante.

Por cierto, nadie ha preguntado a los siete millones de judíos que viven fuera de Israel acerca de su posición sobre el asunto.

¿Qué piensan de que Israel sea el «Estado-nación del pueblo judío»? ¿Creen que existe un «pueblo judío»? ¿Quieren deber lealtad a Israel? ¿Tienen miedo de ser acusados ​​de doble lealtad? ¿Quieren, al menos, que les consulten?

Pero, ¡qué demonios! de todos modos, ¿quién les consulta?

 Fuente: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1417210312/