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El ilusorio plan de paz de Netanyahu

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Los asesores de Benyamin Netanyahu reconocieron la pasada semana que el primer ministro israelí está más abatido que nunca. La razón de su melancolía parece encontrarse en la posición estratégica y diplomática de Israel, que algunos analistas sugieren que está al nivel más bajo que se recuerda.

La preocupación de Netanyahu resultó evidente en una reciente reunión del gabinete en la que se informó que había golpeado con ira la mesa. «Estamos en un escenario internacional muy difícil», citaba el periódico Haaretz que había dicho a los ministros que querían acelerar la construcción de asentamientos. «Sugiero que todos seamos cautelosos».

Una encuesta global que la BBC británica publicaba el lunes sirvió para reforzar esa valoración: Israel se clasificó entre los países con menos popularidad, con sólo un 21% de apreciación positiva.

La tardía comprensión de Natanyahu de que ya ha agotado la buena voluntad internacional casi explica con seguridad -si es que podemos creer en los crecientes rumores que salen de su oficina- su misterioso cambio de rumbo en el proceso de paz.

Tras negarse el año pasado a continuar la congelación parcial de la construcción de asentamientos, un requisito previo palestino para las negociaciones, se está preparando al parecer para diseñar una iniciativa que cree gradualmente un estado palestino.

Tal movimiento reflejaría el reconocimiento tardío por parte del primer ministro israelí de que Israel se enfrenta a todo un amplio surtido de problemas en casi todos los frentes.

El más obvio es un entorno de rápido deterioro político y militar en la región. Mientras van extendiéndose los levantamientos por todo Oriente Medio, Israel rastrea ansiosamente a sus vecinos en búsqueda de potenciales aliados.

De forma imprudente, Israel sacrificó ya su larga amistad con Turquía. Con el derrocamiento de Hosni Mubarak, probablemente Netanyahu ya no pueda confiar en que los dirigentes egipcios vayan a ayudarle a contener a Hamas en Gaza. El enemigo de Israel en el Líbano, la milicia chií de Hizbolah, ha reforzado su control del poder. Y dado el estado de ánimo popular, Jordania no puede permitirse el lujo de aparecer ayudando a Israel.

Las cosas no van mejor en el escenario global. Según los medios israelíes, Washington está culpando directamente a Netanyhau del reciente colapso de las negociaciones de paz con los palestinos.

Está haciéndole también responsable de los acontecimientos subsiguientes, especialmente de una resolución palestina presentada ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el pasado mes condenando los asentamientos israelíes. La Casa Blanca se vio obligada a comerse sus propias palabras sobre la cuestión de los asentamientos vetando la resolución.

El momento en que se produjo el veto de EEUU no podía haber sido más bochornoso para el Presidente Barack Obama. Se vio obligado a colocarse públicamente contra los palestinos en un momento en que EEUU pretendía a la desesperada calmar tensiones en Oriente Medio.

El pasado fin de semana, las informaciones sugerían que las autoridades estadounidenses habían advertido a Netanyahu de que cualquier plan que anuncie tiene que ser «espectacular».

Luego tenemos también los problemas del primer ministro con Europa. Netanyahu se quedó al parecer conmocionado ante la respuesta de la cancillera alemana Angela Merkel cuando le pidió que se le uniera para castigar a Gran Bretaña y Francia por apoyar la resolución palestina ante las Naciones Unidas. En lugar de disculparse, Merkel le reprochó su intransigencia en el proceso de paz.

Alemania ha sido, tradicionalmente, el aliado europeo más acomodaticio de Israel.

La pérdida del apoyo europeo, combinada con la rabia estadounidense, puede indicar que quizá Israel tenga en adelante dificultades con el Cuarteto, el grupo internacional en que también se integran también Rusia y las Naciones Unidas para supervisar el proceso de paz.

Los representantes en el Cuarteto tienen fijada una sesión la próxima semana. Se dice que los funcionarios de Netanyahu están preocupados de que, en ausencia de progresos, el Cuarteto pueda inclinarse hacia un plan de paz parecido a la vieja propuesta de la Liga Árabe basada en la retirada de Israel a las fronteras de 1967.

Además, es probable que las tensas relaciones de Israel con la Autoridad Palestina se deterioren aún más en meses venideros. La AP trata de apuntalar su legitimidad desde que en enero se filtraron los denominados Papeles de Palestina, revelando que sus negociadores estaban más que de acuerdo en hacer grandes concesiones en las conversaciones de paz.

Un primer paso para limitar daños fue la presentación ante las Naciones Unidas de la resolución que denunciaba los asentamientos. Es probable que haya más movimientos de ese tipo. Peor augurio tendría para Israel si la AP decidiera cumplir su amenaza de declarar unilateralmente su estatalidad ante las Naciones Unidas en septiembre. En ese sentido, Mahmud Abbas, el presidente palestino, dijo el sábado [5 de marzo] que esperaba que un estado palestino independiente se convirtiera en miembro permanente de las Naciones Unidas.

La otra perspectiva a la que se enfrenta la AP -su colapso o que se vea arrastrada por las protestas de la calle- sería incluso más desastrosa. Si desaparece la AP; Israel se vería obligado a volver a ocupar Cisjordania a un coste financiero inmenso y dañando su imagen internacional. Se podría esperar que los palestinos lanzaran una campaña por los derechos civiles exigiendo plenos derechos, incluyendo el voto, junto a los israelíes.

Es sin duda este escenario el que llevó a Natanyahu a hacer comentarios inusuales la pasada semana acerca del peligro a que se enfrenta Israel de tener que compartir un «estado binacional» único con los palestinos, diciendo que sería «desastroso para Israel». Tales advertencias son la especialidad no ya de la esfera del Gran Israel, del que Netanyahu es miembro importante, sino de sus oponentes políticos en la izquierda sionista mientras justifican estar buscando variantes de la solución de los dos estados.

Se ha informado que Netanyahu tratará de desvelar su plan de paz durante una visita que hará a Washington y que está fijada para el mes de mayo. Pero el lunes, Ehud Barak, su ministro de defensa, se añadió a las presiones advirtiendo que mayo era ya demasiado tarde. «Es tiempo ya de asumir riesgos para impedir el aislamiento internacional», dijo en Israel Radio.

Pero, asumiendo que Netanyahu vaya a ofrecer un plan de paz, ¿será demasiado poco, será demasiado tarde?

Pocos analistas israelíes parecen creer que Netanyahu haya cambiado sus puntos de vista.

«En este momento, todos los cambios se han diseñado para zafarse de las presiones», escribió Yossi Alpher, antiguo director del Centro Yaffa de Estudios Estratégicos de la Universidad de Tel Aviv, para Bitterlemons, una página web sobre el diálogo palestino-israelí. «El objetivo perseguido es ganar un día, o una semana, o un mes, antes de aparecer con otro giro de algún tipo».

Hay indicios de que Netanyahu se dispone a proponer una fórmula interina miserable para un estado palestino desmilitarizado con fronteras temporales. El Jerusalem Post informó que en las conversaciones con Abbas del pasado año, Netanyahu exigió que Israel retuviera el 40% de Cisjordania en el futuro inmediato.

Sus comentarios del martes de que la «línea de defensa» de Israel era el Valle del Jordán, una gran franja de Cisjordania, al que Israel no podía permitirse el lujo de renunciar, sugiere que no está preparándose para ceder nada en sus duras posiciones.

Su plan está de acuerdo con un esquema provisional parecido auspiciado por Avigdor Lieberman, el ministro de asuntos exteriores de extrema derecha de Netanyahu y su principal rival político en la derecha.

Los palestinos insisten en un acuerdo con fronteras permanentes, alegando que Israel utilizaría cualquier otra situación para apoderarse de más tierras en Cisjordania. El fin de semana, Abbas reiteró su negativa a aceptar un acuerdo temporal.

Herb Keinon, analista del derechista Jerusalem Post, observó que Netanyahu tenía «pocas expectativas» de que los palestinos fueran a aceptar su propuesta. El gobierno confiaba en cambio, dijo, en que eso «adelantara el reconocimiento mundial de un estado palestino» dentro de las fronteras de 1967.

Jonathan Cook es escritor y periodista. Vive en Nazaret, Israel. Sus libros más recientes son: «Israel and the Clash of Civilizations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East» (Pluto Press) y «Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair» (Zed Books). Su página en Internet es: www.jkcook.net.

Fuente:

http://www.counterpunch.org/cook03092011.html