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El infame discurso de Felipe VI

Fuentes: Rebelión

Uno de los mayores reclamos de Nueva York es la sede de las Naciones Unidas, pero Felipe VI no se conformó con el pack turístico, sino que tenía que despacharse con un discurso y hacerse la foto. El clásico japoneseo de las altas autoridades al que solo le faltó un selfi. Esta vez, ni más […]

Uno de los mayores reclamos de Nueva York es la sede de las Naciones Unidas, pero Felipe VI no se conformó con el pack turístico, sino que tenía que despacharse con un discurso y hacerse la foto. El clásico japoneseo de las altas autoridades al que solo le faltó un selfi. Esta vez, ni más ni menos que ante más de cien jefes de Estado y ochenta jefes de Gobierno. Sabido es que la ONU es una organización fallida, como esos estados que dejamos al invadirlos y expoliarlos, como el mundo que habitamos… Pero no había razón para más desprestigio.

Cambiar el mundo en los próximos quince años

Eso sí, Felipe VI ha demostrado que de tartamudear nada, aunque la ocasión merecía tartamudeos, sudores y tembleques. No se amedrentó por nuestra infamia y pidió, como un Zapatero cualquiera, «actuar como un solo mundo» y transformarlo «en los próximos 15 años» para «librarlo de la pobreza extrema y del hambre que todavía hoy afligen a buena parte de la Humanidad». Si no le conociera, hasta lloraría de emoción al creer que El Preparao es un gran humanista. No lo es. Y como no lo es, no puede realizar aseveraciones tan gruesas cuando visitó Arabia Saudí en su primer año de mandato y tuvo que anular otro viaje en el segundo año de reinado por la presión mediática.

Es comúnmente aceptado que El Preparao va más sobrado de conocimientos e inteligencia que El Campechano, por lo que se supone que no es necesario recordarle lo complejo que resultaría cambiar el mundo de la mano de los sauditas. Este país lleva años cometiendo obscenos crímenes de guerra en Yemen y nosotros, sus amiguitos, les estamos vendiendo todo lo necesario para ello. Si a ello le añadimos que en la fanática dictadura se decapitaron a más de doscientas personas en los últimos dos años por delitos tales como homosexualidad, adulterio o ateísmo y que se han encontrado armas españolas en casi todos los últimos conflictos internacionales (Libia, Yemen o Siria), las palabras se convierten en un grotesco insulto.
 

 

Ciertamente, es una broma de muy mal gusto presentarse como promotor del desarrollo a la vez que se apoya a un régimen con estrechos vínculos con el Estado Islámico, más de 5.000 cadáveres en Yemen, muchos de ellos civiles, y varios miles de decapitados y encarcelados en su propio país.

Refugiados

Y siguió, total, las palabras se las escriben: «Estamos aquí para comprometernos, en nombre de nuestros pueblos, a transformar el mundo». Si semejantes palabras las hubiera pronunciado el monarca sueco habrían supuesto un momento de reflexión en mitad de la sangrienta vorágine que supone la silenciosa guerra mundial que ya cuenta con más de 65 millones de desplazados. Pero no las hizo él.

Suecia ha acogido a 163.000 refugiados desde 2015, dedica un 1% del PIB a los mismos y el 16% de los habitantes de dicho país nacieron en el extranjero. Llegaron al límite de sus posibilidades e hicieron todo lo que pudieron, y si se vieron forzados a reducir el flujo migratorio se debió al repugnante comportamiento de la mayoría de Europa, España incluida. Un sueco no tiene nada que reprochar a su estado y puede sentirse orgulloso, pero Suecia no es España ni Carlos Gustavo es Felipe VI ni su monarquía es machista como la nuestra (la heredera es Victoria de Suecia) ni fue restaurada por un sanguinario dictador fascista.

España solo ha acogido a 480 refugiados de los más de 17.000 a los que se comprometió, por lo que si el compromiso al que se refiere Felipe VI es semejante, el mundo no se cambia ni en quinientos años. Si a ello le añadimos que Suecia tiene 9,5 millones de habitantes y España 46,7 millones, el esfuerzo sueco sería comparable a que España hubiera acogido a 800.000 refugiados… Así pues, el discurso de Felipe VI no es más que un chiste borbónico, uno más de los muchos que acumula la historia, ante un auditorio responsable de lo que acontece. Al mundo le iría mucho mejor si la alocución se hubiera pronunciado en una prisión, al menos existirían más posibilidades de cumplirse los vaticinios realizados.

Papá Juan Carlos I y la ‘princesa’ Corinna cambiarán el mundo

Felipe, ya crecido, como el amigo que se toma tres cervezas de más y se convierte en el amo de la fiesta, se lanzó: «Lo vamos a cambiar entre todos y para todos. La agenda para el cambio que hoy adoptamos es fruto de una negociación entre iguales y recoge la voz de millones de ciudadanos. Son ellos quienes nos han dicho lo que esperan de nosotros. Lo hacen en nombre de la generación que está ahora viendo la luz y que cumplirá 15 años en el año 2030». Entre todos no sé, pero seguro que el mundo no lo cambian entre papá Juan Carlos I y su amiga entrañable Corinna ejerciendo de intermediarios en las ventas de más de 250 carros de combate a Arabia Saudí (ambos). Papá Juan Carlos I debió pensar que sería una buena forma de cambiar el mundo que los sauditas contaran con más de doscientos cincuenta carros de combate Leopard y el ministro Morenés que contarán con todo el arsenal de su bazar. Por desgracia, parece que papá Juan Carlos I no podrá cambiar el mundo porque se encuentra perdido en el glamour de los hoteles y restaurantes más exclusivos (a costa de todos nosotros).

Las debilidades reales

«Nadie es inmune a las debilidades de un modelo de crecimiento que ahora hemos de corregir y perfeccionar preservando sus fortalezas y eliminando sus excesos», fue la guinda del pastel. Otro insulto más a la decencia si tenemos en cuenta el tugurio corrupto en el que vivimos, la lamentable situación de las Fuerzas Armadas, la mera existencia de la justicia militar, la ley mordaza, los recortes en derechos y libertades o gastos sociales, los medios de comunicación menos fiables de Europa, el segundo país del mundo con más desaparecidos… ¿No existen suficientes excesos en España?

Aunque la ONU sea una organización fallida y desprestigiada, no merecen una patochada tan lamentable como la acontecida, para eso están los circos y, si fallan estos, los medios de comunicación españoles.

Luis Gonzalo Segura, es exteniente del Ejército de Tierra, miembro del Colectivo Anemoi.

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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.