Traducido para Rebelión por LB
Al-Beltaji, la calle principal de Shuhaiya, es un escenario de completa devastación donde ha tenido lugar el asalto más sangriento realizado por Israel en casi dos semanas de enfrentamientos en la franja costera.
Una ambulancia aparecía colapsada sobre sus neumáticos reventados, su carrocería perforada por la metralla. Un coche carbonizado yacía aplastado como por la descarga de un puño colosal. El humo se elevaba desde un extremo de la calle formando una oscura cortina ondulante.
Árboles caídos, amasijos de cables eléctricos y montones de escombros cubrían la carretera, todo destrozado, troceado y desgarrado por los proyectiles y bombas israelíes que durante toda la noche del sábado y la madrugada del domingo azotaron este distrito la ciudad de Gaza a razón de un bombazo cada cinco segundos.
Estaban transportando un cuerpo desde una casa en ruinas, luego otro, y luego otro -siete cuerpos en total extraídos del interior de edificios situados en un radio de cien metros durante una breve tregua en los combates acordada para evacuar a muertos y heridos. Un poco más adelante los cadáveres yacían en la calle en el mismo lugar donde habían caído; en su mayoría eran cuerpos quemados -uno todavía llevaba una bata amarilla-, a otros les faltaban las extremidades.
«¡Salid fuera, ahora no hay peligro!», gritaban los equipos de rescate mientras se abrían paso a lo largo de la calle.
Al menos 67 personas -algunas combatientes pero muchas de ellas civiles- murieron en una noche de intensa violencia en Shuhaiya que el presidente palestino Mahmoud Abbas ha descrito como una masacre. Centenares más resultaron heridos.
Al otro extremo de la calle una familia salió corriendo guiada por un hombre que sostenía a un niño. Ralentizados a ratos por los escombros, sus rostros, aturdidos por el miedo, estaban concentrados exclusivamente en la tarea de llegar a la carretera que conduce hasta la relativa seguridad del centro de la ciudad de Gaza.
Raed Zaqtout huyó a las 10 de la mañana del domingo pero regresó con su hermano durante un alto el fuego humanitario de dos horas organizado por la Cruz Roja para recuperar a los muertos y heridos. El alto el fuego sólo duró una hora.
«Permanecimos en casa mientras nos bombardeaban. Otras dos familias vinieron a refugiarse con nosotros. Por la mañana decidimos escapar por esa calle», dijo, señalando a una abertura situada delante. «Incluso entonces algunos resultamos heridos por la metralla, aunque por suerte sólo ligeramente».
Ambas partes se han acusado mutuamente de romper el alto el fuego. Un portavoz militar israelí admitió que durante la breve pausa inicial las fuerzas israelíes continuaron disparando en un barrio adyacente, una zona que según él no cubría la tregua. No obstante, parece que fue ese fuego israelí lo que aceleró la ruptura de hostilidades por parte de los combatientes de Hamas.
Cuando volvió a iniciarse el estrépito regular de las explosiones tres combatientes palestinos trotaron por la calle portando fusiles AK-47 y con el rostro envuelto en bufandas. Otros militantes se refugiaron en los edificios. Los habitantes de Shuhaiya dijeron que el intenso bombardeo comenzó alrededor de la medianoche, cuando los tanques y soldados israelíes llegaron a las afueras del barrio, tras lo cual se desató un feroz tiroteo.
En las primeras horas del bombardeo resultaba demasiado peligroso para las ambulancias acercarse al lugar y los vecinos se enfrentaron a un dilema: permanecer en sus casas y arriesgarse a ser asesinados en ellas, o echar a correr para salvarse y exponerse a quedar atrapados en el fuego cruzado.
Los que decidieron huir comenzaron a moverse al amanecer, cuando todavía Shuhaiya estaba siendo duramente bombardeada por los tanques y morteros israelíes. Echaron a correr por entre los cadáveres de la calle, algunos llevando consigo a sus asustados niños, la mayoría vestidos solamente con la ropa con la que habían huido, y varios de ellos descalzos.
Entre los 30.000 vecinos que escaparon estaban Sabreen Hattad, de 34 años, y sus tres hijos.
«Los proyectiles israelíes caían sobre nuestra casa. Pasamos en ella toda la noche porque estábamos muy asustados, pero a eso de las 6 de la madrugada decidimos escapar.
«Pero, ¿a dónde íbamos a ir? Las ambulancias no podían entrar, así que nos lanzamos a la carrera bajo el fuego de la artillería».
Tres hombres pasaron corriendo llevando en las manos ropa de cama. Cuando les preguntamos qué habían visto se limitaron a responder: «Muerte y horror». El estallido de disparos de armas pequeñas resonó en la dirección por donde habían venido.
Muchos de los que huyeron de Shuhaiya se dirigieron al hospital Shifa de la ciudad de Gaza, que quedó sumido en el caos. Las ambulancias a las que finalmente se autorizó brevemente acceder al lugar de la matanza se precipitaron a toda velocidad para transportar sin pausa a los muertos, entre los que se encontraba un camarógrafo de la televisión local, Khaled Hamad, a quien los israelíes mataron durante su ofensiva nocturna junto con un paramédico.
En la morgue decenas de personas colapsaban la entrada exigiendo que les permitieran buscar a sus familiares desaparecidos, a quienes con demasiada frecuencia encontraban.
En el interior de hospital el personal extendió colchones en el suelo para acomodar a los heridos mientras que otros pacientes eran evacuados. Las enfermeras instalaron cuidadosamente a Aish Ijla, de 38 años, sobre un colchón colocado en un pasillo. La metralla le había roto la pierna.
«Cuando empezó el bombardeo no pudimos salir de casa. Éramos 30 personas. Las bombas caían en la planta superior, así que todos descendimos a la planta baja. Entonces la metralla comenzó a impactar en la puerta.
«Se hizo el silencio durante un instante y decidimos que debíamos salir corriendo. Pero cuando ya estábamos en camino un proyectil cayó cerca de mí y me rompió la pierna. Le dije a mi familia que continuaran sin mí. Seguí caminando, primero a trompicones, luego cojeando. Dos horas después una ambulancia me recogió».
Arye Shalicar, portavoz del ejército israelí, dijo a The Guardian que Shuhaiya era una «base de primera línea» para los combatientes de Hamas: «140 cohetes han sido lanzados desde allí solo en la última semana y media. Y no [hay] sólo cohetes, sino también túneles».
«Le pedimos a la población que buscara refugio en otros barrios. Si no nos hubieran preocupado los civiles simplemente habríamos bombardeado desde el aire en lugar de enviar a los tanques y a los soldados, decenas de los cuales han resultado heridos».
Es posible que los combatientes de Hamas tengan una base en Shuhaiya y que disparen cohetes desde sus calles, pero lo cierto es que Shuhaiya es el barrio residencial más densamente poblado de la ciudad de Gaza. Muchos edificios han sido alcanzados.
Al anochecer del domingo los heridos aún estaban siendo transportados al hospital de Shifael. Llegaron dos niñas cubiertas de polvo, una con una herida sangrante en la cabeza y otra con los dientes destrozados. Otro hombre había perdido la mayor parte de su rostro.
Naser Tattar, el director del hospital, dijo que al menos 17 niños, 14 mujeres y cuatro ancianos se encontraban entre las 67 personas muertas por el asalto israelí. Cerca de 400 más resultaron heridas. El director médico, el doctor Mohammad El Ron, permanecía exhausto en el servicio de urgencias: «La mayoría de las víctimas que nos han traído hasta el momento han sido cadáveres.»