En el año 2013 medios como The New York Times o The Guardian ya informaban de la inquietud que generaba en el Estado de Israel la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) impulsada por activistas a favor del pueblo palestino. La expansión del movimiento y sus logros crecientes encendió las alertas en el «establishment» […]
En el año 2013 medios como The New York Times o The Guardian ya informaban de la inquietud que generaba en el Estado de Israel la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) impulsada por activistas a favor del pueblo palestino. La expansión del movimiento y sus logros crecientes encendió las alertas en el «establishment» israelí. El pasado 3 de junio El País subrayaba que la campaña BDS representa «una de las máximas preocupaciones», por eso un día antes el Parlamento de Israel se reunió «de urgencia», y en un debate extraordinario, para «hacer frente a las crecientes presiones del movimiento BDS». De este modo titulaba la información el rotativo del grupo PRISA: «La estrategia palestina de boicot universal dispara la alarma en Israel».
El goteo de casos apunta la influencia cada vez mayor de este movimiento, nacido hace una década en territorio palestino, y su crecimiento acelerado. El Estado de Israel considera que tiene un frente abierto de dimensiones enormes. Las compañías extranjeras reducen las partidas para investigar en las universidades israelíes por la presión del BDS; se suma a la campaña el Sindicato de Estudiantes Británico, la multinacional Orange (que ha anunciado su retirada del Israel)… E incluso en el reciente congreso de la FIFA celebrado en Zürich, se habló de la propuesta de suspensión de la Federación Israelí de Fútbol (la presión internacional ya logró que la Sudáfrica del apartheid fuera expulsada de la FIFA en 1961, y después del Comité Olímpico Internacional).
Una de las descalificaciones con las que el gobierno de Israel señala a los activistas del BDS es la de «antisemitismo». Otra acusación recurrente es la de querer «denigrar» y «destruir» al Estado de Israel. Pero lo cierto es que la campaña de boicot que se aplicó contra la Sudáfrica segregacionista también fue descalificada, compara el profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de València y miembro del BDS-País Valenciano, Jorge Ramos Tolosa. «Nelson Mandela, que también participó y promovió actos de boicot, incluso figuraba en las listas de terroristas internacionales de Estados Unidos».
Israel y los grupos sionistas (el lobby pro-israelí de Estados Unidos» tachan de «antisemitas» a quienes luchan por el cumplimiento del Derecho Internacional, resume Ramos Tolosa. La iniciativa BDS, añade, es «antirracista» y «antisionista», y eso «nada tiene que ver con la judeofobia y el antijudaísmo».
De hecho, dentro del movimiento BDS se integran personas judías de todo el mundo. Por ejemplo, uno de los activistas más conocidos de la campaña en el estado español es Héctor Grad, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, de origen judío y que incluso vivió en el estado de Israel. Este activista pertenece además a la red IJAN (siglas inglesas de la Red Judía Antisionista Internacional). La filiación de otra activista, Liliana Córdova -de origen argentino judío, y antisionista-, desmiente los señalamientos del Estado de Israel.
El material para desmentir al gobierno de Israel es más que abundante. Después de las masacres perpetradas por Israel en Gaza en 2014 (más de 2.100 muertos, entre ellos más de 500 menores de edad), centenares de supervivientes judíos del holocausto (así como descendientes de estos sobrevivientes) señalaron que Israel estaba cometiendo un «genocidio» en Gaza. Reclamaron asimismo el «boicot total» al estado israelí.
El diario El País también recoge unas declaraciones recientes de la ministra de Justicia, Ayelet Shaked: «La campaña BDS se opone a Israel en tanto que Estado Judío». Según Ramos Tolosa, «nosotros estamos a favor del cumplimiento del Derecho Internacional y de los Derechos Humanos». Israel ha incumplido numerosas resoluciones, tanto de la Asamblea como del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Otras muchas no han sido aprobadas debido al veto de Estados Unidos. Entre las más conocidas, la Resolución 194 de diciembre de 1948 de la Asamblea de la ONU, que en el artículo 11 reconocía el «derecho al retorno» de los palestinos expulsados durante la Nakba (limpieza étnica de Palestina en 1948); o la Resolución 242 de 1967 del Consejo de Seguridad de la ONU, que exigía a Israel la retirada de los territorios ocupados en la «guerra de los seis días» (junio de 1967).
En cuanto al Estado de Israel, sostiene Jorge Ramos Tolosa, «se construyó sobre las ruinas de Palestina, a la que se intentó borrar del mapa; y sobre la limpieza étnica de su población no judía». La Nakba supuso la expulsión de 750.000 personas palestinas, la destrucción de entre 418 y 531 municipios palestinos, y el «vaciamiento» de la población autóctona no judía en 11 barrios urbanos. A lo largo de los años la «limpieza étnica» ha continuado de manera gradual: confiscación de tierras, demolición de casas, impedimento del derecho al retorno y el segregacionismo (en los años 60, el primer ministro sudafricano Hendrik Werwoerd afirmó que Israel y Sudáfrica eran «estados de apartheid»).
«Se intenta deslegitimar al Estado judío y amenazar su supervivencia mediante el antisemitismo», defiende el gobierno de Netanyahu. Pero otra versión del BDS es la de una «intifada» internacional. Muchos activistas de fuera de Palestina consideran que es una vía de practicar la resistencia fuera de los territorios ocupados. Es más, en la actualidad al BDS «se le considera la máxima esperanza en el ámbito internacional para conseguir los derechos del pueblo palestino», asegura el historiador y activista.
Tal vez este punto sea el que mejor explique la preocupación de Israel subrayada por la prensa internacional. Además de referirla, The New York Times informó en su día de que el gobierno de Israel multiplicó los fondos para el Mossad y para otros organismos estatales, con el fin de combatir el BDS. «Algunas leyes también podrían calificarse como anti-BDS», apunta Ramos Tolosa, en Israel, el estado de Nueva York o Canadá. Esta legislación se traduce en multas y prohibiciones a entidades que dan difusión a la campaña BDS. En las últimas semanas, recuerda el profesor de Historia Contemporánea, medios como Al Jazeera se han hecho eco de la publicación de «listas negras» en las que se reproducen nombres, fotografías, puestos de trabajo y perfiles en las redes sociales de al menos 54 activistas.
Pero la solidaridad con Palestina no mengua en los últimos meses a pesar de las amenazas y las represalias. Las campañas de presión y boicot han logrado que finalmente el gobierno brasileño no adjudicara (así lo afirmó la Administración en abril de 2015) un contrato por valor de 2.200 millones de dólares a la empresa israelí International Security and Defense Systems (ISDS), en relación con los Juegos Olímpicos de Río 2016. En el campo del BDS académico, a la campaña se han sumado la School of Oriental and African Studies (SOAS) de Londres, la Universidad de Helsinki y próximamente la Universitat de València dará a conocer una nueva acción de boicot.
En el ámbito cultural, destaca la cancelación de los conciertos de la artista estadounidense Lauryn Hill en Israel, así como otros dos de Marinah (exvocalista de «Ojos de Brujo») en el mismo país, debido a la presión del BDS. Otro de los objetivos de la campaña ha sido el festival de música independiente «Primavera Sound», que se celebra en Barcelona y cuenta con la colaboración de la Embajada de Israel en el estado español. Por otro lado el BDS-País Valenciano declaró persona «non grata» a Joaquín Sabina poco antes del concierto del día 9 de abril en Alicante, y recordó su «complicidad directa» con la ocupación israelí (Sabina ha actuado en los últimos años dos veces en Israel).
En los meses de marzo y abril se desarrollaron, asimismo, diferentes acciones en el ámbito deportivo, por ejemplo, una protesta en el estadio de El Collao (Alcoi) durante un partido entre las selecciones de fútbol sub’17 de Suecia e Israel, donde activistas del BDS y de las Brigadas Internacionales Unadikum exhibieron banderas palestinas y se manifestaron con cánticos, ante una fuerte presencia policial. Otra de las acciones destacadas tuvo lugar con motivo del partido de baloncesto entre el Barcelona y el Maccabi de Tel Aviv, celebrado el 12 de marzo en el Palau Blau Grana. Según los grupos de animación del Fútbol Club Barcelona, los Mossos d’Esquadra amenazaron con practicar detenciones si se mostraban enseñas palestinas o se expresaba mediante cánticos el apoyo al pueblo palestino y el rechazo a la ocupación israelí.
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