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El mundo debe decir basta al Terrorismo de Estado Mundial

Fuentes: www.defensahumanidad.cu

El plan para extender la guerra de invasión de Estados Unidos e Israel a todo el Medio Oriente está en marcha y mientras los pueblos del mundo manifiestan a través de sus organizaciones sobre esta nueva acción del Terrorismo de Estado Mundial, que ambos países practican con impunidad absoluta, el silencio de muchos intelectuales será […]

El plan para extender la guerra de invasión de Estados Unidos e Israel a todo el Medio Oriente está en marcha y mientras los pueblos del mundo manifiestan a través de sus organizaciones sobre esta nueva acción del Terrorismo de Estado Mundial, que ambos países practican con impunidad absoluta, el silencio de muchos intelectuales será recordado como otro crimen de lesa humanidad.

Si algo faltaba en esta tragedia es el anuncio del presidente de Estados Unidos y el primer ministro británico Tony Blair el pasado 28 de julio demandando el envío de una fuerza internacional al Medio Oriente y expresaron «el deseo( léase la orden) de que la ONU apruebe la semana próxima una resolución para poner fin a la batalla entre Israel y la milicia Hezbollah, que lleva ya 17 días».

Como si el genocidio pudiera esperar a que ambos criminales de guerra bajen el dedo como los emperadores romanos para indicar cuando, cómo, y en qué marco puede pararse la acción del socio de ambos, el Estado de Israel.

Por supuesto el cinismo no se detiene allí:»Este es un momento de conflicto intenso en el Medio Oriente (…)sin embargo, nuestra intención es transformarlo en un momento de oportunidad para amplios cambios en la región», dijo Bush. Nos imaginamos los cambios que los fascistas quieren en esa y otras regiones, bajo la mira de su nuevo proyecto de colonización del mundo, sobre todo donde hay recursos.

Demandan el desarme de Hezbollah, pero no existe ninguna condición para Israel que nunca cumplió una resolución de la ONU. Demandan que se desarmen los que tienen armas menores para luchar en defensa de su patria, para que los países árabes queden en la indefensión total frente a las armas de destrucción masiva que el imperio entrega a Israel en forma constante.

Pero además ¿qué autoridad moral tendrían Estados Unidos e Inglaterra para exigir a uno de sus principales socios en la guerra ilegal que llevan adelante en Afganistán e Irak, que detenga el crimen colectivo que practica en la región?.

Las matanzas, los crímenes, las inenarrables torturas que practican en forma conjunta los soldados de estos tres países, sus mercenarios, y sus fuerzas de elite, contra los pueblos de Irak Y Afganistán pasarán a la historia como otro holocausto, que hoy se está cometiendo.

La idea central es que mediante estas «guerras» se exterminen todas las resistencias en Medio Oriente, para poder apoderarse «sin costo alguno» de la región. Esto dentro del marco del llamado Proyecto del Nuevo Siglo Estadunidense (PNAC) de acuerdo a cuyos ejes se trata de establecer el control de Medio Oriente bajo tutela de Estados Unidos e Israel.

Las divisiones y las presiones de Estados Unidos, mostraron a una Europa débil y vacilante para enfrentarse al poder mundial de facto, lo que llevó a Israel a concluir que se le estaba dando mano libre para hacer lo que quisiera.

Así 17 días después de comenzados los brutales bombardeos y ataque israelíes, que tienen como respuesta disparos de misiles antiguos, armas menores frente al poder de fuego enemigo, que haya en El Líbano más de 600 muertos, miles de heridos, entre ellos una gran cantidad de niños, que se hayan destruido ciudades enteras y que más de un millón de libaneses estén refugiados en condiciones trágicas, no es problema para asesinos de lesa humanidad. Y tampoco lo son las víctimas de la guerra en Israel.

El mundo debe detener este genocidio y la invasión y ocupación de Irak y Afganistán, donde la actuación de Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel y sus aliados escenifican una guerra de exterminio sólo comparable con lo actuado por el nazismo de Adolf Hitler, después de anular toda legalidad internacional.

Esa realidad no admite dos verdades y ya llegó la hora de decir «basta» al chantaje de los sectores de ultraderecha israelíes quienes imponen el mote de «antisemita», como «antijudío» -lo que además no es correcto como acepción- a todos aquellos que demandan por los actos del gobierno de Israel contra los palestinos y otros pueblos del mundo.

Antisemitas en todo caso son los que traicionan a las víctimas del holocausto nazi, actuando en su nombre contra otros pueblos, como lo haría el nazismo de entonces. Y los que exponen a otras tragedias al propio pueblo israelí, con su carga de antiguos sufrimientos.

Es bueno también demandar a la supuestamente «democrática» Europa su presencia ya y ahora en defensa de la humanidad avasallada por estas acciones terroristas en nombre de la lucha antiterrorista. Esto además evidencia la ilegalidad internacional, que era previsible ante la virtual desaparición de organizaciones como Naciones Unidas, anulada por ese mismo terrorismo de Estado Mundial.

Palestina y Líbano son dos ejes de una misma guerra «preventiva» «infinita», sin «fronteras» y sin ley.

Fue en nombre de esas nuevas doctrinas de seguridad que en el año 2003 Estados Unidos invadió Irak de manera unilateral con la excusa falsa de que Saddam Hussein tenía armas de destrucción y sociedades con Al Qaeda, a pesar de que estaban bien enterados de la enemistad manifiesta de Osama Ben Laden con el presidente y los políticos iraquíes. Y estaban muy bien enterados porque Ben Laden era un héroe para Estados Unidos en Afganistán y su familia era socia de excelencia con las empresas de los Bush y de varios de los hombres que hoy están en el gabinete republicano.

Ahora Estados Unidos «desistió» de buscar a Ben Laden, aunque se lo usa cada vez que el presidente Bush necesita reflotar su imagen caída. Ni Washington ni Tel Aviv quieren la paz .

Estar contra la paz llevó a los fundamentalistas israelíes a asesinar a Itzak Rabín al que los halcones consideraban un «blando». Para sostenerse, el imperio e Israel necesitan la guerra.

Cuando el pasado 28 de junio los soldados israelíes cercaron y bombardearon la Franja de Gaza en forma indiscriminada, como fuerza de ocupación y otros penetraron en Cisjordania para capturar y trasladar detenidos a 64 Ministros y miembros del Consejo Legislativo de Palestina -elegidos por voto popular- había comenzado la instalación de un escenario de guerra largamente preparado, que después seguiría con el Líbano.

Incluso hasta los mismos argumentos: un soldado israelí capturado en Palestina el 25 de junio y otros tres, unos días más tarde, supuestamente por Hezbollah, organización surgida como respuesta a la ocupación israelí del Líbano. Estos fueron los argumentos para llevar adelante una venganza criminal, masiva y destructiva contra ambos países, pero sobre todo para dar el primer paso en una guerra que se extenderá sin límites.

Se habló en el caso de Líbano de una presunta incursión sobre territorio israelí, aunque hay numerosas conclusiones de observadores independientes que establecen lo contrario y sostienen que estos soldados fueron capturados durante el ingreso de un comando israelí a territorio libanés.

Como fuera que se dieran los hechos, el castigo colectivo por una acción de este tipo viola la legislación internacional en forma absoluta. No hay dudas al respecto. No hay dos verdades. Pero más grave aún resulta esta violación si se toma el conjunto de hechos que hay detrás.

PALESTINA

La tragedia Palestina tiene una larga historia desde que en 1920 se puso a ese territorio bajo la administración colonial de Gran Bretaña. Las fronteras de ese Estado árabe habían sido trazadas por la Sociedad de las Naciones cuando repartía «los despojos del imperio Otomano»(cuadernos del Tercer Mundo 1981) y marcaba que el territorio palestino estaba, limitado por Líbano, Siria, el Río Jordán, el Mar Muerto y la frontera egipcia de Sinaí.

Pero mientras otros países árabes lograban su independencia, Gran Bretaña retrasó ese proceso para Palestina por el compromiso asumido en 1917 por el ministro Arthur Balfour, de que en ese territorio podía instalarse un «Hogar Nacional para los Judíos».

La historia que se va armando a partir de ese momento muestra, por una parte, que sobre la tragedia del pueblo israelí -sometido a numerosas persecuciones antes del nazismo de Hitler- se montó un sector ligado a grandes e injustos intereses económicos, que trazó una ideología correspondiente a ese origen, como fue el sionismo, lo que dejaría mucho después en esas manos la dirigencia del Estado israelí, ignorando a los miles y miles de judíos que soñaron y murieron por un mundo más justo e igualitario.

Si uno revisa rápidamente la historia advierte que en 1917 vivían unos 57 mil judíos en Palestina, que compartían la vida con los árabes en paz.

Lo que comienza a cambiar es el planteo de expansión típicamente capitalista del sionismo que recurrirá- motando sobre la desesperación auténtica de las diásporas- a través de la Agencia Judía a organizar migraciones masivas, para ocupar territorios como hechos consumados. En 1936 sumaban unos 300 mil los judíos en Palestina, bajo mandato británico y ya había comenzado una guerra sucia y cruel: la expulsión de palestinos para ganar espacios mediante organizaciones terroristas judías como Irgún, que sería acusada de muchos crímenes entre ellos la matanza de más de 250 personas y destrucción de la Aldea mártir de Deir Yassin (9 en 1948).

El escritor Juan Gelman señala en la contratapa de Página 12 (29-7 -06) algunos de los datos del horror en esos tiempos. Al señalar que «personalidades destacadas de Israel celebraron (recientemente) en Jerusalén el 60 aniversario de… un acto terrorista: la voladura parcial del Hotel King David el 22 de julio de 1946». El atentado fue obra de Irgún la misma organización terrorista, cuyo jefe Menahem Begin, llegaría a ser luego premier del gobierno de Israel en los 80. Como señala Gelman en este entonces Palestina estaba bajo protectorado inglés y «en un ala del hotel residía el alto mando militar británico(…) y en ese atentado -aprobado por Ben Gurion- murieron 28 británicos y 63 civiles, 41 árabes, 17 judíos y 5 de otras nacionalidades. Ningún gobierno de Israel lo ha condenado hasta el presente».

Más adelante Gelman -al comparar como Israel llama «errores» a diversos crímenes de guerra- cita algunos de los hitos terroristas de ese período como «el fusilamiento de 200 civiles palestinos contra los muros del cementerio de Tantura el 15 de mayo de 1948».También la matanza «la demolición de la aldea de Qibya y la muerte de 70 civiles palestinos por efectivos al mando del ex primer ministro Ariel Sharon el 14 de octubre de 1953. O la matanza de 48 árabes -incluidos 6 mujeres y 23 menores de 8 a 17 años- en la aldea árabe-israelí de Kafr Qasim el 29 de octubre de 1956. O la de 140 refugiados palestinos y 135 habitantes locales desarmados de Khan Yunis en Gaza el 3 de noviembre de 1956. Y otro error, el asesinato inconcebible de 1500 a 3500 refugiados palestinos en Sabra y Chatila (…) Y aun otro, el ataque de artillería del 18 de abril de 1996 contra la sede de los Cascos Azules en Qana, al sur de Tiro, donde se habían refugiado unos 800 civiles.

Todo esto -en un raconto rápido donde faltan enumerar cantidad de hechos similares- más la tragedia del holocausto nazi – donde millones de judíos y otros pueblos fueron sometidos a los horrores del nazismo – estuvo detrás de la decisión de Naciones Unidas en 1947 cuando se decidió la partición de Palestina en dos estados independientes (uno árabe con 11 mil Km2 y uno judío con 14 mil) y Jerusalén bajo autoridad internacional. Por supuesto que el holocausto nazi de Hitler llevaría desesperadamente a los sobrevivientes a buscar su espacio en el mundo y consolidaba los argumentos de los fundamentalistas.

En aquellos tiempos algunos analistas se mostraron esperanzados por la presencia de sectores progresistas israelíes que ayudarían a superar las injusticias de algunas monarquías árabes, ligadas estrechamente a los colonialismos reinantes o salientes y a ayudar a la reconstrucción de países que emergían de la colonización.

Fueron, sin embargo, muchos los que advirtieron que la decisión de la ONU iba a crear enfrentamientos. Dividir un territorio ocupado por población real, que vivía, tenía su casas, su tierra, su patria, lo que significaba un desplazamiento forzoso, iba también a provocar una división forzada y enfrentamientos inevitables..

Al retirarse los británicos el 15 de mayo de 1948 el sionismo instaló el Estado de Israel, tomando una mayor cantidad de territorio, violando el derecho de los palestinos y quedó ya con 20 mil 700 Km2. En 1951, Israel ocupa la ciudad Santa de Jerusalén. En 1956 participa con Francia y Gran Bretaña en la agresión de estos dos países contra Egipto por la nacionalización del Canal de Suez. En 1967 Israel reinicia las acciones y en la «guerra de los seis días» y ocupa Sinaí, Cisjordania, la zona este de Jerusalén en Palestina, las alturas del Golán en Siria y Sinaí en Egipto.

En 1970 surge la Organización para la Liberación de Palestina, establecida sobre el derecho a la legítima defensa de un pueblo, que seguía siendo desplazado de su territorio, sin que ninguna organización internacional lograra que Israel volviera a los límites no ya impuesto por la ONU en 1947, sino a los fijados como «hecho consumado» en 1967.

Yasser Arafat el líder de la OLP proponía entonces hacer de Palestina «un estado único donde convivan judíos, cristianos, musulmanes para vivir en justicia e igualdad, fraternidad y progreso».

Es justo recordar que Arafat y la OLP también enfrentaron las posiciones duras de las derechas árabes. Más tarde se aceptaría la idea de un estado palestino al lado del Israelí en los territorios ocupados en 1967.

En 1980, el entonces premier israelí Menahem Begin anunció el traslado a Jerusalén de la sede del gobierno hebreo, lo que dio lugar a la condena de Naciones Unidas, apoyando las demandas palestinas de ser reconocidos como pueblo y no como «refugiados», y de reconocer también su derecho a la autodeterminación y a retornar a sus tierras.

La OLP alcanzó luego reconocimiento internacional y es más conocida la historia de las últimas décadas, la imposibilidad de instalar un Estado Palestino, que fue golpeado día por día, por las acciones israelíes. La cada vez más abierta intervención de Estados Unidos desde 1973, estuvo destinada a dividir a los árabes y aquellos acuerdos de paz de Israel con Egipto (Camp David) de 1978, sólo podían traer más enfrentamientos y más división.

Durante todos estos años el planteo israelí de expansión en nombre de las «fronteras seguras» que utilizó Hitler en su momento para invadir y ocupar tantos países, marcó la política de la derecha de Israel en el poder, que nunca dejó surgir una línea distinta.

Esto se agravó ante la guerra declarada a la humanidad por Estados Unidos (septiembre de 2001), extendiendo sus «fronteras seguras» a todo el mundo. La embestida de Israel sobre los palestinos fue ilimitada y se dejó de lado toda posibilidad de negociación. Extrañamente se fue destruyendo a los sectores palestinos más cercanos a los acuerdos de paz.

Acorralado y desarmado el pueblo palestino, con una dramática diferencia y disparidad ante el armamentismo israelí, respondió con lo que pudo a la injusticia.

La nueva ofensiva de fines de junio ha convertido en clandestino al nuevo gabinete palestino. Y vale recordar el cerco brutal y aislamiento contra Yasser Arafat, y la Autoridad Palestina en 2004. Encerrado, enfermo, aislado como en tiempos medioevales, rodeado en su tierra y en su casa por las fuerzas israelíes, Arafat fue empujado a la muerte, que se produjo por un envenenamiento inexplicable, otro crimen del terrorismo de Estado pendiente de una justicia internaciona,l ausente en esta historia del horror.

La llamada Operación «Lluvia de Verano» que aplicó el ejército israelí en Gaza a fines de junio y que sigue manteniendo un mes después, es definidamente una intervención militar, planeada y ejecutada por el Estado de Israel.

El bloqueo económico contra Palestina, por «el desacuerdo israelí» con el triunfo de Hamas, apoyado por Estados Unidos y la Unión Europea ya era un acto de guerra y una operación de exterminio contra ese pueblo desabastecido de agua, alimentos, medicinas, salud, encerrado en un círculo de horrores.

Más de nueve mil prisioneros palestinos en las cárceles israelíes, donde la tortura es legal, lo dicen todo.

Podemos citar el espejo turbio del nazismo otra vez en aquellas espectaculares incursiones israelíes cuando en la búsqueda de uno u otro «sospechoso» hacían salir a todos lo habitantes de un edificio, y luego lo destruían con absoluta frialdad. Lo hicieron incluso ante cámaras de televisión.

Asi destruyeron la escasa infraestructura, los servicios de transporte, salud, vivienda, provocando desocupación masiva. La vida en los campos de refugiados palestinos es una tragedia humanitaria que se prolonga con el tiempo.¿Qué pueblo fue condenado a esta manera de exterminio lento, día, por día?.

¿Qué legalidad tuvieron las «ejecuciones selectivas», los secuestros, -como el de más de 300 niños y más de 500 mujeres en los últimos tiempos- los asesinatos?. Desde el comienzo de la Segunda Intifada (septiembre de 2000) dos mil 600 niños de entre 10 y 18 años han sido detenidos y torturados en Israel y las muertes en Palestina sumaron más de cinco mil 300,mayoritariamente civiles.

El mundo permitió a los terroristas de Estado de Israel armarse en forma constante y tener en sus poder armas nucleares, mientras alrededor iban obligando a otros pueblos a la indefensión. La Intifada fue el símbolo de esa disparidad. Piedras contra tanques, puños cerrados contra misiles. Las prácticas genocidas generaron respuestas desesperadas. Que el mundo cuente las víctimas y después asuma su responsabilidad de haber sido cómplice en estos crímenes de lesa humanidad.

El silencio tiene el mismo peso de un bombardeo indiscriminado. El silencio ha permitido que la impunidad se extienda, que el criminal sienta sus manos desatadas.

SI como dice el gobierno de Israel- ducho en mentiras, autoatentados, guerras sucias- un comando palestino hubiera atacado una base militar, matado a dos soldados y llevado a uno capturado o «secuestrado» como argumentan, esto debió ser considerado como una de las tantas respuestas al accionar ilegal de Israel.

Aún cuando su versión sea válida el gobierno israelí no tiene derecho alguno a una represalia de tal magnitud, con una ofensiva contra la población civil, mientras mantiene niños y mujeres palestinos secuestrados en sus cárceles.

Es nazi ese valor racial dado a un detenido que se cobra con miles de vida y además los sucesivos gobiernos de Israel han desobedecido todas las resoluciones y mandatos de Naciones Unidas e ignorado la condena de la Corte Internacional de Justicia, ante la construcción del Muro del nuevo «Apartheid» y la anexión mediante apropiación de tierras de palestinos, para construir este.

Los palestinos no son ni fueron responsables del holocausto israelí o gitano, o polaco, o de todos los que fueron sometidos a genocidio por el nazismo.

Hay que recordar que Israel eligió en su momento como presidente a Ariel Sharon, buscado por la justicia europea por crímenes de lesa humanidad en acciones terroristas en el Líbano. Crímenes comprobados. Por supuesto Sharon gobernó.

Isarel puede entrar y secuestrar personas a ojos vista, Israel puede invadir, destruir edificios, matar a miles «preventivamente», aplicar recursos nazis como obligar a trabajadores palestinos a llevar una señal pintada sobre su piel por «razones de seguridad», mandar su ejército y secuestrar a detenidos en una cárcel palestina y llevarlos desnudos y encapuchados como hace muy poco tiempo vimos en informes televisivos.

Puede legalizar la tortura como lo hizo y no hay castigo internacional alguno.

Todos los oficiales estadounidenses acusados por torturas en Irak han señalado a la inteligencia israelí como sus maestros en el «arte» brutal de los interrogatorios a los detenidos iraquíes. El jefe de policía británico, cuando sus hombres volaron la cabeza a quemarropa a un joven brasileño, simplemente por sospechas, confirmó que ese método le fue enseñado por los israelíes. Lacónicamente dijo: «nos enseñaron que hay que disparar a la cabeza directamente porque allí no pueden llevar explosivos «.

Es muy evidente que ni Estados Unidos ni Gran Bretaña podrían pedir a Israel que cambie su política, porque esto debilitaría la guerra infinita, preventiva, que anula soberanías y desconoce todo derecho humanitario e internacional. Ellos no están luchando contra el terrorismo sino sembrándolo para adueñarse de territorios, recursos y personas. A los «sobrantes» hay que exterminarlos. Esa es la política del imperio.