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La "Mostra Viva del Mediterrani de Valencia" rinde homenaje al escritor Rafael Chirbes

El narrador de la cruda realidad…

Fuentes: Rebelión

Fallecido el pasado 15 de agosto a los 66 años, el novelista y ensayista Rafael Chirbes deja como legado una escritura independiente y manchada de barro, cruda y verista, apegada a los hechos, austera y poco dada a ornamentos. Una narrativa en la que la política, en sentido lato, se revela en numerosos pasajes y […]

Fallecido el pasado 15 de agosto a los 66 años, el novelista y ensayista Rafael Chirbes deja como legado una escritura independiente y manchada de barro, cruda y verista, apegada a los hechos, austera y poco dada a ornamentos. Una narrativa en la que la política, en sentido lato, se revela en numerosos pasajes y ocupa un lugar central en la obra. En la novela «En la orilla» (2013), publicada por Anagrama y por la que recibió el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica de Narrativa Castellana, escribe Chirbes: «Es visible el nuevo orden, arriba y abajo bien claros: unos cargan orgullosos con las repletas bolsas de la compra y saludan sonrientes y se paran a charlar con la vecina a las puertas del centro comercial, otros registran los contenedores en los que los empleados del supermercado han tirado las bandejas de carne pasadas de fecha, las frutas y verduras maceradas, la bollería industrial caducada».

El autor de novelas como «La caída de Madrid», «Los viejos amigos», «Minoun», «Crematorio» y «La larga marcha», o ensayos como «Mediterráneos» y «El Novelista perplejo» publicó el 27 de mayo de 2010 un artículo en el periódico alemán «Frankfurter Allgemeine Zeitung», titulado «Zapatero, a la mesa con los caníbales», cuya versión en castellano difundió la revista «Sin Permiso». Chirbes vertía opiniones como que «Zapatero y su ministra de Economía han podido presumir ante la oposición de paz social en esa línea postmarxista de que la socialdemocracia es la mejor gestora del capitalismo (…)»; o que el expresidente del gobierno ha estado trabajando en sordina a favor de la gran banca y de los especuladores a los que de cara a la galería ataca con demagogia populista (…)». En una entrevista de Antonio José Domínguez publicada en junio de 2013 por «Mundo Obrero», explicaba el escritor que tras la Caída del Muro de Berlín, «sólo el neoliberalismo tiene eso que ahora llaman relato, y sólo sus profetas se declaran como sujeto histórico». Además, «la derrota en esto que el Comandante Marcós definió como la Tercera Guerra Mundial ha sido tan profunda que hasta las palabras de los vencidos han sido sembradas de sal para que no crezca en ellas ningún sentido».

La Mostra Viva del Mediterrani, que se celebra en la capital valenciana entre el 14 y el 18 de octubre, ha incluido en la programación una mesa redonda celebrada en la Universitat de València en recuerdo del narrador y ensayista. El productor cinematográfico Fernando Bovaira, quien adaptó la novela «Crematorio» (2007) a una serie de televisión de ocho capítulos con el mismo título, recuerda que Chirbes se hartó de que se calificara esta obra, por la que recibió el Premio Nacional de la Crítica, como la del «boom» inmobiliario. «Esto era una simplificación, también se trataba en el texto de la tensión en el seno de una familia, de la corrupción moral y se mezclaban tramas características del cine negro con la ironía soterrada, y con citas de la alta cultura; era una novela compleja, que se prestaba a diferentes lecturas». El protagonista de la obra es Rubén, un constructor sin escrúpulos, al que acompañan en la trama personajes que viven enormes contradicciones.

A partir de otro texto de Rafael Chirbes, «Los disparos del cazador», la periodista Maria Josep Poquet resalta la complejidad de los personajes, que escapan a la contundencia de un juicio maniqueo. De hecho, el autor «llegaba a sentir más simpatía por el cazador que por quienes se comen la carne, sin cazarla, pero también sin preguntarse por su procedencia». En una entrevista sobre la relación del cine con la literatura, el escritor opinaba que ciertamente el cine bebió de las obras literarias, pero también la literatura dejó de ser la misma tras la irrupción del audiovisual, lo que afectaba por ejemplo a las novelas realistas. Un lector que nunca hubiera visto las calles de San Petersburgo requería descripciones de 20 páginas. Esto ya no era tan necesario tras la invención del cine. Sobre los jóvenes narradores, Rafael Chirbes escribía en el ensayo «El novelista perplejo», del año 2002: «Muchos de los novelistas más jóvenes, los nuevos contadores de historias, han perdido el interés por la tradición literaria, desprecian el pasado de su lengua, y su deseo de contar procede más de la gramática y sintaxis del cine y los videoclips de la televisión que del tronco de los narradores que les ha precedido y cuya obra desprecian en bloque en la misma medida que la desconocen».

El autor valenciano era plenamente consciente de que su obra no se prestaba a una lectura simple y rápida, es más, les exigía un esfuerzo intelectual a los lectores. Tampoco era un narrador al que le interesara el corto plazo, de manera que prefería los textos sólidos y de largo aliento. «Como todas las personas que escriben, lo hacía porque no lo podía evitar», afirma la periodista, escritora y directora general de Cultura y Patrimonio de la Generalitat Valenciana, Carmen Amoraga. Chirbes «cogía el bisturí, diseccionaba la realidad y a continuación te la contaba», añade Maria Josep Poquet. «Era una persona íntegra, a quien no se podía asociar a ninguna capilla de escritores ni le importaba romper con un editor». Otro rasgo del fallecido narrador es que para poder escribir las novelas requería un distanciamiento del barullo social, del ruido que emponzoñaba el ambiente. Tal vez era la garantía de la independencia de criterio. Sin embargo, en Beniarbeig, municipio de apenas 2.000 habitantes de la Marina Alta alicantina, donde el narrador residía, convivía y se mezclaba con la gente del pueblo.

Muchas de las descripciones de Rafael Chirbes denotan un realismo descarnado. En las primeras páginas de la novela «En la orilla» se refiere de este modo a un perro cojo y asustado: «La actitud indica miedo, sumisión, una bestia a la que han golpeado (…); el animal muestra desgarrones en la piel, descarnaduras sanguinolentas, rastros de algo que pueden ser viejas heridas infectadas o síntomas de alguna enfermedad cutánea». El verismo se refuerza con la pintura de situaciones que ofrecen un agudo contraste: «Muy cerca del campamento de chabolas, desarrollan su actividad dos chamarileros que amontonan ferralla (…); todo eso, a unos centenares de metros de las urbanizaciones que se anuncian como lujosas en grandes carteles levantados junto a la carretera». Pero «a la gente le da todo igual; mientras no le tiren la basura del otro lado de la tapia, ni le llegue el olor de podredumbre a la terraza, se puede hundir el mundo en mierda».

Se podría afirmar, incluso, que algunos de los materiales con los que Rafael Chirbes compone las novelas están extraídos directamente de los periódicos. De hecho, según Carmen Amoraga, «la realidad es una fuente inagotable para ficcionar historias, pero después está la mirada del escritor para contarlas». A ello se agrega la componente personal, subjetiva, que en cualquier autor influye sobre la obra de creación. Recuerda Carmen Amoraga que a Rafael Chirbes le enseñó a leer su padre, que murió cuando el futuro escritor tenía sólo cuatro años. «Eso le hace vivir de otra manera, perder la inocencia y además dejar de ser un niño para las demás personas; a ello se debe agregar su experiencia en los colegios de huérfanos». Amoraga señala asimismo un punto huraño en la personalidad del narrador.

El periodista especializado en Cultura y escritor, Carlos Aimeur, autor de la novela «Destroy. El corazón del hombre es un abismo», subraya que en términos generales Chirbes fue un autor muy desconocido, que tampoco se prodigó ni participó en los foros mediáticos. El escritor valenciano era más leído en países como Alemania, donde fue galardonado su libro «La larga marcha» (1996), que en el estado español. Sin embargo, Carmen Amoraga matiza que seguramente no fue un escritor que vendiera muchas novelas, pero era conocido, respetado e incluso un autor «de culto». «Contaba además con un editor que le apreciaba y valoraba, Jorge Herralde, algo que les ocurre a muy pocos escritores». ¿Marxista? Chirbes hurgaba siempre en la realidad para desvelar qué había detrás de una gran fortuna o de unos apartamentos de lujo. Según Maria Josep Poquet, «era un marxista declarado y le interesaba mucho en sus novelas cómo se producía la acumulación primitiva de capital; si se tiraba del hilo, siempre se hallaban actividades delictivas y despreciables». De ese modo se labran los grandes patrimonios.