Traducido para Rebelión por LB
Marwan Barghouti ha hablado. Tras un largo silencio ha enviado un mensaje desde la cárcel.
Para los oídos israelíes su mensaje no suena agradable, pero para los palestinos y los árabes en general tiene sentido.
Su mensaje puede convertirse perfectamente en el nuevo programa del movimiento de liberación palestino.
Conocí a Marwan en el período de apogeo del optimismo post-Oslo. Por aquel entonces se estaba convirtiendo en un líder de la nueva generación Palestina, constituida por jóvenes activistas formados dentro de la propia Palestina, hombres y mujeres que habían madurado en la primera Intifada.
Barghouti es un hombre de pequeña estatura y de inmensa personalidad. Cuando lo conocí ya era el líder de Tanzim («organización»), el grupo juvenil del movimiento Fatah.
El tema de nuestras conversaciones solía ser la organización de manifestaciones y otras acciones no violentas basadas en la estrecha cooperación entre palestinos y grupos israelíes partidarios de la paz. El objetivo era conseguir la paz entre Israel y el nuevo Estado palestino.
Cuando el proceso de Oslo murió a raíz de los asesinatos de Yitzhak Rabin y Yasser Arafat, Marwan y su organización pasaron a estar en el punto de mira. Los sucesivos líderes israelíes – Benjamin Netanyahu, Ehud Barak y Ariel Sharon – decidieron poner fin a la agenda de los dos Estados. En la brutal «Operación Escudo Defensivo» (lanzada por el ministro de Defensa Shaul Mofaz, el nuevo líder del partido Kadima) los israelíes atacaron a la Autoridad Palestina, destruyeron sus servicios y arrestaron a muchos de sus activistas.
Marwan Barghouti fue llevado a juicio. Se alegó que, como líder de Tanzim, era responsable de varios ataques «terroristas» realizados en Israel. Su juicio fue una farsa, más parecida a un espectáculo circense de gladiadores que a un proceso judicial. La sala estaba repleta de derechistas vociferantes que se presentaban a sí mismos como «víctimas del terrorismo». Miembros de Gush Shalom protestaron contra el juicio en el interior del edificio del tribunal, pero no se les permitió acercarse al acusado.
Marwan fue condenado a cinco cadenas perpetuas. La foto en la que se lo ve alzando sus manos esposadas se ha convertido en un icono nacional palestino. Cuando visité a su familia en Ramala, la foto colgaba en la sala de estar.
En la cárcel, Marwan Barghouti fue inmediatamente reconocido como el líder de todos los presos de Fatah. Los activistas de Hamas también lo respetan. Los líderes encarcelados de Al Fatah y Hamas publicaron varias declaraciones conjuntas apelando a la unidad palestina y a la reconciliación. Fueron ampliamente distribuidas en el exterior y recibidas con admiración y respeto.
(Por cierto, los miembros de la familia extendida Barghouti desempeñan un destacado papel en los asuntos palestinos en todo el espectro de posiciones desde la moderada hasta la extremista. Uno de ellos es Mustafá Barghouti, un médico que dirige un partido palestino moderado con muchas conexiones en el extranjero y con el que me encuentro regularmente en manifestaciones en Bilin y en otros lugares. En cierta ocasión bromeé diciéndole que cada vez que nos vemos nos echamos a llorar (por los gases lacrimógenos). La familia tiene sus raíces en un grupo de aldeas situadas al norte de Jerusalén).
Actualmente Marwan Barghouti es considerado como el candidato más importante, después de Mahmoud Abbas, para ocupar el puesto de líder de Al Fatah y de presidente de la Autoridad Palestina. Es una de las pocas personalidades capaz de concitar en torno a su persona la unidad de todos los palestinos, tanto los de Fatah como los de Hamas.
Tras la captura del soldado israelí Gilad Shalit, cuando se estaba discutiendo el intercambio de prisioneros, Hamas puso a Marwan Barghouti en cabeza de la lista de prisioneros palestinos cuya liberación exigía. Fue un gesto muy inusual, ya que Marwan pertenece a la vilipendiada facción rival.
El gobierno israelí borró inmediatamente a Marwan de la lista y se mostró intransigente. Cuando Shalit fue finalmente puesto en libertad, Marwan se quedó en la cárcel. Obviamente, se le consideraba más peligroso que cientos de «terroristas» de Hamas con «sangre en sus manos».
¿Por qué?
Los cínicos dirían: porque quiere la paz. Porque se aferra a la solución de los dos Estados. Porque puede unificar al pueblo palestino para tal fin. Todas ellas son buenas razones para que Netanyahu quiera mantenerlo entre rejas.
Así pues, ¿qué es lo que Marwan ha dicho a su pueblo esta semana?
Evidentemente, su actitud se ha endurecido. Por consiguiente, cabe suponer que lo mismo ha ocurrido con la actitud del pueblo palestino en general.
Barghouti llama a una tercera Intifada, a un levantamiento popular no violento en el espíritu de la Primavera Árabe.
Su manifiesto significa un claro rechazo a la política de Mahmoud Abbas, que mantiene una cooperación limitada pero muy importante con las autoridades de ocupación israelíes. Marwan llama a romper por completo todas las formas de cooperación, ya sea económica, militar o de otra índole.
Un aspecto capital de esta cooperación es la colaboración que los servicios de seguridad palestinos formados en Estados Unidos prestan a diario a las fuerzas de ocupación israelíes. Esta colaboración ha impedido de forma efectiva la realización de violentos ataques palestinos en los territorios ocupados y en Israel. En la práctica, garantiza la seguridad de los crecientes asentamientos israelíes de Cisjordania.
Marwan también hace un llamamiento al boicot total de Israel, de las instituciones y productos israelíes en los territorios palestinos y en todo el mundo. Los productos israelíes deben desaparecer de las tiendas de Cisjordania y deben impulsarse los productos palestinos.
Al mismo tiempo, Marwan aboga por poner término de forma oficial a la farsa llamada «negociaciones de paz». Ese término, por cierto, ya no se oye nunca en Israel. Al principio fue sustituido por «proceso de paz», luego por «proceso político», y últimamente por «el asunto político «. La mera palabra «paz» se ha convertido en un tabú para los derechistas y para la mayoría de los «izquierdistas». Es veneno político.
Marwan propone que se oficialice la inexistencia de negociaciones de paz y se ponga fin a la cháchara internacional sobre la necesidad de «revivir el proceso de paz», a las idas y venidas de personajes ridículos como Tony Blair, a las proclamas hueras de Hillary Clinton y Catherine Ashton, a las declaraciones vacías del «Cuarteto». Desde que el gobierno de Israel ha abandonado claramente la solución de los dos Estados – que en realidad jamás aceptó -, mantener la impostura sólo perjudica a la lucha palestina.
En lugar de esta hipocresía, Marwan propone renovar la batalla en la ONU. En primer lugar, solicitar de nuevo ante el Consejo de Seguridad que se acepte a Palestina como Estado miembro, desafiando a EEUU a que use abiertamente su veto solitario contra prácticamente todo el mundo. Tras el previsible rechazo de la solicitud de Palestina por parte del Consejo como resultado del veto estadounidense, solicitar una decisión de la Asamblea General , donde la gran mayoría votaría a favor. Aunque el resultado no sería vinculante, serviría al menos para demostrar que la libertad de Palestina cuenta con el apoyo abrumador de la familia de las naciones, lo que aislaría más aún a Israel (y a EEUU).
Paralelamente a este curso de acción, Marwan insiste en la unidad palestina, recurriendo a su considerable fuerza moral para presionar tanto a Fatah como a Hamas.
Resumiendo: Marwan Barghouti ha abandonado toda esperanza de lograr la libertad palestina a través de la cooperación con Israel, o incluso con las fuerzas de la oposición israelí. El movimiento pacifista israelí ya ni se menciona. «Normalización» se ha convertido en una mala palabra.
Estas ideas no son nuevas, pero viniendo del prisionero palestino nº 1, del candidato más importante para la sucesión de Mahmud Abbas, del héroe de las masas palestinas, significa un regreso a una senda más militante, tanto en el fondo como en el tono.
Marwan sigue estando orientado hacia la paz, como dejó claro cuando, en una rara aparición reciente ante el tribunal, gritó a los periodistas israelíes que sigue apoyando la solución de los dos Estados. También mantiene su compromiso con la acción no violenta tras haber llegado a la conclusión de que los ataques violentos de antaño han perjudicado a la causa palestina en lugar de favorecerla.
Barghouti quiere detener la gradual e indeseada deriva de la Autoridad Palestina hacia una colaboración tipo Vichy que tiene lugar mientras que la expansión de la «empresa de asentamientos» israelí prosigue su curso sin trabas.
No es casualidad que Marwan publicara su manifiesto en la víspera del «Día de la Tierra», el día mundial de protesta contra la ocupación.
El «Día de la Tierra» marca el aniversario de un acontecimiento que tuvo lugar en 1976 para protestar contra la decisión del gobierno israelí de expropiar grandes extensiones de tierras de propiedad árabe en Galilea y en otras partes de Israel. El ejército y la policía israelíes dispararon contra los manifestantes y mataron a seis de ellos. (Al día siguiente, dos amigos míos y yo depositamos ofrendas florales en las tumbas de las víctimas, un acto que me valió una oleada de odio y difamación como pocas veces he experimentado).
El Día de la Tierra marcó un punto de inflexión para los ciudadanos árabes de Israel, y más tarde se convirtió en un símbolo para los árabes en todas partes. Este año el gobierno de Netanyahu amenazó con disparar a cualquiera que se aproxime siquiera a nuestras fronteras. Bien puede ser un presagio de la Tercera Intifada anunciada por Marwan.
Desde hace algún tiempo el mundo ha perdido mucho de su interés por Palestina. Todo parece tranquilo. Netanyahu ha logrado desviar la atención del mundo de Palestina a Irán. Pero en este país nunca nada es estático. Aunque parezca que no pasa nada, los asentamientos están creciendo sin cesar, al igual que crece el profundo resentimiento de los palestinos que los ven crecer ante sus ojos.
El manifiesto de Marwan Barghouti expresa los sentimientos casi unánimes de los palestinos de Cisjordania y de otros lugares. Igual que Nelson Mandela en la Sudáfrica del apartheid, el hombre encerrado en prisión puede acabar siendo más importante que los líderes del exterior.
Fuente: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1333109556