La Francia de Sarkozy sostiene que la guerra estadounidense contra Irán es inevitable. Israel declara a la Franja de Gaza una entidad enemiga y le corta luz y gas a un millón y medio de personas. Irak y Afganistán van de mal en peor, y en Líbano siguen volando diputados cristianos. ¿Será éste el «nuevo […]
La Francia de Sarkozy sostiene que la guerra estadounidense contra Irán es inevitable. Israel declara a la Franja de Gaza una entidad enemiga y le corta luz y gas a un millón y medio de personas. Irak y Afganistán van de mal en peor, y en Líbano siguen volando diputados cristianos. ¿Será éste el «nuevo Oriente Próximo» de George Bush?
«Estamos preparados para lo peor: la guerra contra Irán. La guerra contra este país es inevitable.» Con estas palabras el gobierno francés se candidateó para tomar el lugar de Gran Bretaña en la próxima guerra. Quien las pronunció fue Bernard Kouchner. Es (o era) un hombre de izquierda. Viene del mundo de la solidaridad internacional, fundó nada menos que Médicos sin Fronteras y luego fue ministro, militando en el Partido Socialista, de varios gobiernos de la era del ex mandatario François Mitterrand. Antecedentes suficientes como para que causara sensación en mayo cuando aceptó ser canciller del gabinete del centroderechista Nicolás Sarkozy. Las palabras de Kouchner fueron revisadas, desmentidas, confirmadas, criticadas durante días tanto dentro como fuera de la Unión Europea. Aunque se interpreten de manera minimalista marcan un hito, el pasaje a una fase nueva de los equilibrios europeos y de la situación en Oriente Próximo. Si la guerra de 2003 contra Irak fue apoyada en la antigua Europa occidental por España, Gran Bretaña e Italia, y hostigada por Francia y Alemania, la próxima guerra podría ver el distanciamiento de España e Italia, la convencida adhesión de Francia y Gran Bretaña y, posiblemente, de Alemania. En este último caso, cabe señalar que aunque el estar en la fase final del mandato de la jefa de gobierno Angela Merkel no favorece las posiciones belicistas, debe recordarse qué tan radicalmente se ha modificado la postura alemana en política exterior, acercándose a Estados Unidos.
IRÁN ESTÁ TRIUNFANDO. A las palabras incendiarias de Kouchner, desde Irán han contestado con palabras igualmente duras, y recordando que el tratado de no proliferación nuclear permite a Teherán desarrollar energía nuclear pacífica. La propaganda iraní no ayuda. Sin embargo este país hasta ahora es el gran triunfador de la administración Bush. Informaciones cada vez más detalladas sostienen que los iraníes estarían alcanzando una alianza orgánica con los talibán en el escenario afgano. En Líbano el partido de Hizbolá puso en jaque a Israel en la guerra del año pasado y, por repelente y nefasta que sea la influencia de Siria, el factor sirio no ha dejado de tener protagonismo en la vida interna libanesa. En la Franja de Gaza, a pesar de que la alianza entre Irán y Hamas es menos orgánica que la que los iraníes mantienen con Hizbolá, sigue siendo uno de los puntos más calientes del mapa. La decisión israelí de declarar este territorio una «entidad enemiga» y cortarle el suministro de luz y gas a un millón y medio de civiles, aumenta extremadamente la tensión.
A esto se suma el más importante y catastrófico de los escenarios: Irak. Allá Nuri al Maliki, musulmán chiita como los iraníes, el gobernante elegido por Estados Unidos para normalizar el país, hace cada vez más su juego. Aunque la inestabilidad iraquí no es deseable para Irán, el juego de Al Maliki se parece demasiado al juego de Teherán. Los observadores e intelectuales pacifistas le habían avisado al gobierno estadounidense, en miles de libros, artículos, charlas, que una de las consecuencias más graves de la guerra empezada en el año 2003 era la posible transformación de Irak en una suerte de satélite de Irán. Tenían razón.
Irán parece, en este escenario, erigirse en triunfador. Es por esto que según insistentes voces estadounidenses, dentro de la Casa Blanca está volviendo a prevalecer la voz del vicepresidente Dick Cheney, que insiste en un ataque simultáneo contra Siria e Irán con masivos bombardeos que deberían durar algunas semanas, sin prever una invasión terrestre contra estos dos «estados canallas», según los define la ideología neoconservadora. Más allá de la guerra, lo que los euroccidentales muestran en conjunto es que no están dispuestos a permitir que Irán, una potencia regional con 80 millones de habitantes y rodeada por países con armas atómicas (India, Pakistán, Rusia, Israel) se convierta, a su vez, en poseedor del arma nuclear. El debate continúa.
LAS PALOMAS. A las palabras de Kouchner, que se afilia al partido de los halcones, les han seguido las palabras de las palomas. Entre ellos los chinos, que como el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, se dicen preocupados. También el canciller italiano Massimo D’Alema buscó poner paños fríos, e incluso los alemanes tuvieron palabras más prudentes que las de su socio francés. Por su parte la oposición francesa, en especial el Partido Socialista, del cual Kouchner proviene, acusó al ministro de haber utilizado palabras de las cuales debe rendir cuenta al pueblo francés con un debate en la Asamblea Nacional. Según fuentes recogidas por el diario económico italiano Il Sole 24 Ore, rusos, chinos y grandes inversores en Irán, como Alemania e Italia, tienen como mayor interés no llegar a la guerra pero, en cambio, serían proclives a continuar esta situación de «guerra fría» que mantiene las inversiones estadounidenses fuera de Irán, como pasa desde 1979, cuando cayó el régimen filoestadounidense del sha Reza Pahlevi.
Sin embargo el partido pacifista está encabezado por la mayor autoridad en el campo: la Agencia Internacional para la Energía Atómica (Aiea). Esta semana esta agencia de las Naciones Unidas se reunió en Viena. Su director general, el diplomático egipcio Mohammed el Baradei, declaró en su discurso que «Teherán no representa un peligro claro ni inmediato» y condenó explícitamente, aunque sin dar nombres, a quien habla de «uso de la fuerza» contra Irán. También en el otro frente, el de Gaza, se registran pasos adelante de las palomas. El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, instó con fuerza a Israel a reconsiderar la decisión de bloqueo. Es posible que la decisión de Israel de declarar a Gaza «entidad enemiga» aborte la esperanza de Washington de llegar a noviembre con un acuerdo de conveniencia en el tema palestino. Desde Líbano a Pakistán, desde Irak a Afganistán, pasando por Irán, todo parece inestable en las manos de los aprendices de brujo neoconservadores. Por eso, cíclicamente, es necesario volver a la pregunta del comienzo. ¿Será éste el «nuevo Oriente Próximo» preconizado por George Bush?
Mercenarios
Lo del domingo 16 en Irak fue de terror. Al mínimo gesto de tensión, la patota de mercenarios que escoltaba a una comitiva estadounidense abrió fuego. Cuando terminó el aluvión de balas habían quedado diez civiles muertos, junto a un policía iraquí y 13 heridos. Es que, como en las películas, ellos antes matan y luego hablan.
Después de la masacre, Nuri al Maliki, el primer ministro iraquí que tiene una relación cada vez más tensa con su mentor George Bush, decidió actuar. Al Maliki retiró la licencia para operar en Irak a la empresa privada de seguridad Blackwater, probablemente la más importante en el país. De inmediato la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, pidió disculpas y aseguró que su gobierno se hará cargo de perseguir a los culpables de la matanza.
El dueño de la Blackwater es Erik Prince, un fundamentalista protestante miembro de la ultraderecha neoconservadora del Partido Republicano estadounidense. En cuatro años de ocupación ya habría recibido pagos de Washington por unos 800 millones de dólares.
Los mercenarios en Irak, calculados en 129 mil personas (dato oficial de abril de 2007), conforman un ejército impune que trabaja en total sinergia con el ejército estadounidense. Según varias acusaciones los mercenarios han sido protagonistas de cientos de asesinatos de civiles en los cuatro años de invasión de Irak.