Recomiendo:
0

El país Rabin

Fuentes: El Corresponsal de Medio Oriente y Africa

No hay duda de que un primer ministro que fue asesinado mientras firmaba un acuerdo con los palestinos y que fue un jefe militar cargado de gloria merece ser recordado para siempre. Pero después de una década de continua conmemoración, uno, ciertamente, puede preguntarse si no estamos exagerando. ¿Acaso estas conmemoraciones al por mayor no […]

No hay duda de que un primer ministro que fue asesinado mientras firmaba un acuerdo con los palestinos y que fue un jefe militar cargado de gloria merece ser recordado para siempre. Pero después de una década de continua conmemoración, uno, ciertamente, puede preguntarse si no estamos exagerando. ¿Acaso estas conmemoraciones al por mayor no lo han abaratado? ¿Acaso el Rabin de la vida real es similar a la figura mitológica que se ha construido alrededor de su memoria?

Yitzhak Rabin también es ahora un barrio. Hace tres semanas, fue puesta la piedra basal en Tsur Yitzhak, un nueva comunidad que llevará el nombre del ex primer ministro. Otra más, Givat Rabin, en la Baja Galilea, ha estado en etapa de planificación desde 2001. Después de todas las escuelas, calles y caminos, un hospital y una plaza, un espectáculo musical y una central eléctrica, una sala de primeros auxilios y monumentos, también se construirá un barrio, y quizá también una ciudad dentro de no mucho.

En este décimo aniversario del asesinato de Rabin, el país se inundará de nuevo con actos conmemorativos y el Centro de Estudios Israelíes Yitzhak Rabin, con su estructura megalómana, será inaugurado en medio de gran fanfarria y con la presencia de personajes notables de todo el mundo. La construcción de este nuevo centro costó 30 millones de dólares; y pese a que la asignación gubernamental fue recientemente reducida, todavía se mantien en los 7 millones de shekels anuales. Inclusive el niño jordano Yitzhak Rabin recibió permiso de residencia temporaria en el país sólo por llevar su nombre.

Y si esto no fuera suficiente, hace casi un año, la organización sin fines de lucro para la perpetuación de la memoria de Rabin solicitaba a la Corte Suprema de Justicia que instruyera al gobierno y a la compañía Trans-Israel Highway para que designe con su nombre la autopista que construye. De manera que quizá tengamos una ruta Rabin que comunique comunidades Rabin en las que hay decenas de escuelas y calles Rabin.

No hay ninguna duda de que un primer ministro que fue asesinado mientras firmaba un acuerdo con los palestinos y que fue un jefe militar cargado de gloria merece ser recordado para siempre. Pero después de una década de continua conmemoración, uno, ciertamente, puede preguntarse si no estamos exagerando. ¿Acaso estas conmemoraciones al por mayor no lo han abaratado? ¿Acaso el Rabin de la vida real es similar a la figura mitológica que se ha construido alrededor de su memoria?

No es casualidad ese amor de Israel por recordar a Rabin. Para Israel, el Rabin viviente fue el mejor exponente de sus anhelos más secretos. Él era el hombre que h demostrado que uno puede preparar su pastel y comerlo también, emprendiendo la guerra y haciendo paz; ordenando a sus comAndantes que les rompan los huesos a los palestinos y sentándose con ellos a la mesa de negociaciones; construyendo asentamientos y condenando a los colonos a vivir en condiciones extremas; firmando un acuerdo con la Organización para la Liberación de Palestina y absteniéndose de evacuar un solo asentamiento; reflexionando con Yasser Arafat y haciendo pública su repugnancia física por él; preparándose para viajar a Gush Etzion con una visa pero no haciendo nada para avanzar en ese tema; indignándose por la matanza llevada a cabo por Baruch Goldstein y temiendo evacuar a los colonos de Hebron.

Quizás de verdad en esa noche, cuando él se abstuvo de evacuar a los colonos de Hebron, una importante característica de su personalidad quedó de manifiesto, una característica que no se menciona al hablar sobre «el legado de Rabin» (un término vago, que nadie sabe definir): En esa noche, Rabin fue revelado como un estadista pusilánime. Si hubiera evacuado a los colonos de Hebron entonces, cuando tenía una oportunidad excelente para hacerlo, habría prevenido el desarrollo del monstruo que creció en la ciudad y que ha tenido éxito en el control de decenas de miles de residentes aterrorizados en sus casas.

En los Acuerdos de Oslo -el coronoamiento de la gloria para Rabin, el hombre de paz- él tampoco se atrevió hacer lo que un «hombre de paz» mucho más pequeño, Ariel Sharon, hizo 10 años después. Rabin no se atrevió a incluir la evacuación de asentamientos en la agenda, ni siquiera los de la Franja de Gaza, a pesar de su convicción de que por lo menos algunos de ellos debían evacuarse. El fracaso de Olso debe atribuirse, por consiguiente, entre otras cosas, a la falta de valor de Rabin. Aun cuando los palestinos mismos, por alguna razón incierta, fueron demasiado prudentes al exigir la inexorable evacuación de los asentamientos, podría esperarse que un estadista como Rabin reconociera el interés israelí en hacerlo. Él debió haber comenzado a evacuación para fortalecer el acuerdo.

La decisión de reconocer a la OLP y firmar un acuerdo con ella fue, de hecho, un acto valeroso, pero mientras apreciamos esto, no debemos olvidar los años largos de negativas a hacerlo que le precedieron. Durante esos años, Rabin se negó a reconocer a la organización que representaba a los palestinos e Israel perdió un tiempo valioso. Si Rabin y sus colegas hubieran reconocido a la OLP a tiempo, quizás esto habría prevenido el derramamiento de sangre de la primera Intifada y el curso entero de la historia que siguió podría haber sido diferente.

Pero la primera Intifada irrumpió, y la manera violenta y brutal con la que decidió enfrentarla Yitzhak Rabin no puede borrarse de su «legado» ni de la manera en que se pinta su retrato. Es imposible de recordar simplemente al estadista que firmó un tratado de paz con el rey Hussein, un acuerdo que no le significó ningún costo a Israel y le dio la oportunidad de aparecer en cautivadoras fotografías con un rey que tenía modales europeos y gran encanto personal.

Rabin creyó en los acuerdos interinos. Él pensó que el abismo que nos separa de los palestinos podía cruzarse en etapas. Él quiso la paz, pero, como la mayoría de los israelíes, no estuvo dispuesto a pagar el precio. Para un líder que es retratado hoy como un intrépido buscador de la paz, él no tuvo el valor necesario para meter sus manos en las llamas e intentar extraer una solución. Antes de la primera Intifada, la posibilidad de alcanzar una solución era mayor que hoy, con más de 200.000 colonos en Cisjordania.

Todos esto debe enseñarse a los alumnos en los muchos actos conmemorativos que nos esperan. Nosotros debemos decirles la absoluta verdad sobre el primer ministro que fue amado y venerado después de su muerte. Él fue asesinado en el «altar de la paz», pero lo que él hizo por la paz fue demasiado poco y demasiado tarde.

La fuente: Haaretz. 80.000 ejemplares, Tel-Aviv, Israel