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El paisaje político palestino: Historia y papel de Hamás

Fuentes: Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

«Ya es hora de naturalizar el flujo de la historia», escribió Ahmet Davutoglu, Ministro turco de Asuntos Exteriores (en el británico The Guardian, 16 de marzo).

El proceso de naturalización está ya en marcha en la región que Davutoglu no quiso describir como Oriente Medio (argumentando que ese término representa un «orientalismo» y prefiriendo llamarla región de «Asia Occidental y Mediterráneo Sur»).

Davutoglu es uno de los más elocuentes y apasionados políticos turcos del Partido por el Desarrollo y la Justicia (PDJ). Junto con Recep Tayyip Erdogan y Abdullah Gül, ha estado trabajando para naturalizar el flujo de la historia en Turquía y superar las incesantes intrusiones del ejército, a la vez que forjaba vínculos entre regiones, culturas y pensamientos políticos en competencia. Aunque tal misión era y sigue siendo ardua, ha llevado con éxito a la aparición de un único pensamiento político turco orgulloso de sus raíces pero receptivo al progreso y la modernidad.

Cuando Hamás salió elegido como partido mayoritario en las elecciones para el Consejo Legislativo Palestino de 2006, el grupo se inspiró en los objetivos que impulsó el PDJ. Ahmed Yusuf, un alto funcionario de Hamás en Gaza, ha estado incluso escribiendo un libro titulado: «Erdogan y una Nueva Visión Estratégica».

«El modelo de Erdogan es liberal. Es un modelo que se atreve a asumir responsabilidades, cambiar cosas y establecer buenas relaciones entre los elementos laicos y religiosos de la sociedad», declaró Yusuf, según el Harriyet de Turquía (10 junio 2010). «Es un modelo que trabaja por la democracia y los derechos humanos y que apoya una sociedad abierta. Eso es lo que queremos».

De hecho, eso es precisamente lo que la mayoría de los palestinos normales y corrientes quieren para ellos mismos. Es también el mismo deseo que ha inspirado las diversas revoluciones árabes. Los mismos objetivos ferozmente defendidos y en gran medida conseguidos en la Plaza Tahrir de El Cairo. Los palestinos también desean ver su sociedad libre de los estrechos intereses de las facciones y de agendas políticas limitadas.

A pesar de todos los esfuerzos de Israel, ya sea a través del asedio, de las guerras o de los prolongados bombardeos, la radicalización no ha conseguido impregnar el pensamiento político palestino. Desde luego que hay mucha rabia y un continuado deseo de justicia, pero la retórica política en Gaza (y la de otros dirigentes de Hamás en la diáspora) parece en gran medida prudente y cada vez más universal en sus valores y alcance.

El alto dirigente exiliado de Hamás Jaled Meshal, al comentar la revolución egipcia, afirmó: «Hoy estamos presenciando cómo El Cairo vuelve a su estado natural, después de que ese estado llevara largo tiempo desaparecido. Los pueblos de Egipto y Túnez nos han devuelto la vida». (Jartum, 6 de marzo)

El empeño revolucionario masivo emprendido por los pueblos árabes está permitiendo que sean los árabes quienes determinen su propio destino, quienes tracen su propio camino para un futuro mejor en los términos que ellos establezcan. Davutoglu ha aclarado que este empeño implica hacer frente a diversos desafíos; si los árabes no consiguen superarlos, «habrán perdido una oportunidad histórica».

Los palestinos no necesitan, per se, un cambio de régimen como lo necesitaban otros sistemas políticos árabes, porque están bajo asedio y ocupación militar y no tienen una verdadera soberanía política sobre el terreno. Necesitan una hoja de ruta, una nueva visión que se inspire en los derechos y aspiraciones del pueblo palestino dondequiera que se halle, pero también tienen que liberarse de las normas convencionales que Oslo reforzó -y que sirvieron para fragmentar la sociedad palestina- o de quienes ofrecían alternativas a partir principalmente de razones ideológicas, religiosas o de base faccional. Este penoso período de la historia palestina, marcado por las facciones, la desunión y el enfrentamiento civil, ha desviado el flujo natural de la historia palestina. Ahora nos ponemos a hablar de Hamás y Fatah, de Cisjordania y Gaza, de iniciativas individuales o personales, de ONG y financiación, de todo, excepto de una Palestina única, de un único pueblo palestino, de un objetivo, una estrategia y un destino.

Lo que está sucediendo en Palestina es la anti-historia. No podrá sostenerse durante mucho tiempo sin cobrar al pueblo palestino, y a sus derechos internacionalmente reconocidos, un precio cada vez más alto. Desde luego, la propia credibilidad de cualquier liderazgo palestino se ha visto enormemente erosionada.

Hamás, desde su comienzo oficial en 1987 -e incluso antes de esa fecha, cuando el movimiento islámico se dedicaba principalmente al trabajo de beneficencia y a la creación de instituciones-, ha demostrado que es capaz de crecer y de cambiar. Su crecimiento no se ha basado en los dictados de Israel o de cualquier otra potencia exterior sino más bien en sus propias motivaciones. Ahora es una entidad política que ha logrado evadir las numerosas bombas israelíes y los intentos de socavarle como grupo legítimo. Cuenta con gran respeto entre muchos segmentos de la sociedad palestina y la opinión pública internacional está ahora cambiando también en una dirección parecida. Por ejemplo: «El 45% de los europeos cree que habría que incluir a Hamás en el Proceso de Paz (y) sólo el 25% opina que se le debería excluir», según un sondeo realizado por ICM en Europa en enero de 2011.

Este momento, en el que los pueblos están luchando por el cambio, la libertad y la democracia en la región, debería proporcionar la oportunidad perfecta para que los palestinos se desprendieran de su exclusividad política y de la localización de su lucha por la libertad. Hamás debería ahora revisar su carta de 1988, que una vez fue casi un llamamiento impulsivo a las armas y que siempre se utilizará en interés de quienes buscan reducir la credibilidad de Hamás. El lenguaje de tales estatutos puede que haya servido a algún propósito en el pasado, pero no consigue estar a la altura de las expectativas de un pueblo que desea la unidad y considerar como agua pasada los confines de Oslo, su «proceso de paz» y sus elites amasadoras de riqueza. Los dirigentes post-Oslo necesitan un lenguaje nuevo, ideas nuevas, enfoques nuevos y, sobre todo, una visión y estrategias nuevas.

Hay que romper con el pasado. Es necesario remover todos los obstáculos para que el flujo natural de la historia vuelva a encontrar su cauce. Este es el momento más oportuno para que Hamás revise y enmiende su carta, y para que reanude el proceso de cambio y autocorrección que empezó hace muchos años. Ciertamente que el paisaje en Palestina experimentará cambios serios en los meses y años venideros. Los verdaderos líderes palestinos deben anticiparse y acomodarse a una nueva era. Es lo que el pueblo quiere y lo que la historia muestra repetidamente.

Ramzy Baroud (www.ramzybaroud.net) es un columnista que publica en varios medios internacionales. Es editor de PalestineChronicle.com. Su último libro es «My father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story» (Pluto Press, Londres), disponible en Amazon.com.

Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=23916

rCR