Al ser testigos de las condiciones apocalípticas en las que se encuentran los palestinos en Gaza, los más bien intencionados de nosotros tendemos a hablar de la situación como una «crisis humanitaria». El problema no es que este lenguaje sea apolítico, por el contrario, el lenguaje del humanitarismo corre el riesgo de facilitar la limpieza étnica de los palestinos.
Israel y Estados Unidos están buscando el apoyo de sus homólogos europeos y de las monarquías del Golfo para ejercer presión sobre el gobierno egipcio para reasentar a los refugiados palestinos desplazados de Gaza en el desierto del Sinaí.[i] El 20 de octubre de 2023 la Casa Blanca envió una solicitud de fondos al Congreso de Estados Unidos con el objetivo de obtener dinero para dicho reasentamiento. La organización Democracy for the Arab World Now (DAWN) describe esta esta “asistencia humanitaria” como un engaño y un pretexto para financiar la expulsión forzosa de palestinos a países vecinos.[ii]
Desde el 7 de octubre Israel apenas ha ocultado que ve el momento actual como una oportunidad para completar la Nakba iniciada en 1948. En un memorando filtrado del 13 de octubre de 2023, el Ministerio de Inteligencia israelí recomienda el traslado forzoso masivo de la población de Gaza al Sinaí egipcio creando las condiciones sobre el terreno que “motivarán” a los palestinos a «aceptar el plan».[iii] El ex jefe del Consejo de Seguridad Nacional de Israel explicaba: «Israel necesita crear una crisis humanitaria en Gaza, obligando a decenas de miles o incluso cientos de miles a buscar refugio en Egipto o en el Golfo».[iv]
Este plan se hace hoy cruelmente evidente en Gaza: un bloqueo total de alimentos, medicinas, agua y combustible para 2,1 millones de personas; el lanzamiento de 12.000 toneladas de bombas desde el 7 de octubre, equivalente a una bomba atómica de Hiroshima, que provocan la muerte de más de 8500 personas, casi la mitad de las cuales son niños; y la destrucción del 42% de todas las unidades residenciales de la Franja; la emisión de órdenes de evacuación masiva para 1,1 millones de habitantes de Gaza, junto con el bombardeo de escuelas, hospitales, «pasajes seguros» y «zonas seguras» para la evacuación. Mientras tanto, en Cisjordania, los colonos israelíes ya han vaciado las aldeas palestinas con el apoyo de su ejército.[v]
Esta política es familiar para los palestinos. La Nakba («catástrofe» en árabe) de 1948 fue a la vez un proceso de su expulsión mediante campañas de terror y matanzas por parte de milicias de colonos judíos y un proceso para establecer las condiciones para que no pudieran retornar. El Estado israelí inauguró una política de «transferencia retroactiva» que tenía como objetivo «garantizar que la huida de [los palestinos] de la zona de guerra fuera un hecho irreversible».[vi] Ésta es la lógica que se evidencia hoy en Gaza: la destrucción de las infraestructuras básicas para la vida, un espejo de las 500 aldeas y ciudades palestinas que fueron arrasadas en la Nakba del ‘48.
Además, según el memorando, el Estado israelí quiere que la comunidad internacional financie el desplazamiento de palestinos. Esto no sólo implicaría fondos para reasentar a los refugiados en el Sinaí, sino que el memorándum sugiere alentar a los gobiernos europeos, en particular Grecia, España y Canadá, a acoger a algunos de los refugiados. El consentimiento de los países occidentales de la OTAN para financiar la política de «transferencia retroactiva» de Israel no es algo nuevo. El coste del alojamiento y la manutención de los refugiados de la Nakba del ‘48, en campos establecidos en el Líbano, Jordania, Siria y los Territorios Ocupados, corrió a cargo de la llamada comunidad internacional, a través de la UNRWA, agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina creada en 1949.
La noción de que los donantes occidentales y sus aliados regionales deberían financiar la colonización de Palestina por parte de Israel se amplió en los Acuerdos de Oslo de 1993. Oslo implicó una continuación, de facto, de la ocupación de Cisjordania y la Franja de Gaza y, por lo tanto, obligó a Israel, según el derecho internacional humanitario, a satisfacer las necesidades básicas de la población ocupada. Pero fueron los donantes occidentales y los países del Golfo quienes asumieron el costo de apuntalar la economía palestina con ayuda para el desarrollo y proyectos humanitarios.
También estuvo implícito en el proceso de Oslo el entendimiento por parte de sus patrocinadores financieros de que la solución a la cuestión de los refugiados palestinos residía en un asentamiento permanente fuera de las fronteras históricas de Palestina. Impulsaron ideológicamente la Nakba al presentar las demandas palestinas de retorno a su tierra como un «problema de refugiados», es decir, humanitario, que debía resolverse mediante lógicas contractualistas liberales de compensación, restitución y reasentamiento.
Hasta el 31 de octubre, Egipto se ha resistido a abrir el cruce fronterizo de Rafah en el sur de la Franja de Gaza a los refugiados palestinos con el argumento de que “cualquier intento de liquidar la cuestión palestina por medios militares o mediante el desplazamiento forzado de palestinos de sus tierras [no] debe venir a expensas de los países de la región”.[vii] Aunque los regímenes egipcio y jordano mantienen estrechos vínculos con Israel (con acuerdos de normalización firmados en 1979 y 1994, respectivamente) y dependen en gran medida del patrocinio estadounidense, deben gestionar el apoyo popular masivo a los palestinos en sus países y en el mundo árabe en general. Para Egipto, albergar a cientos de miles de refugiados en el Sinaí también constituye un riesgo político significativo ya que la futura resistencia palestina desde este territorio podría precipitar una confrontación directa entre Egipto e Israel.
El general Abdel Fateh al-Sisi ha repetido su preocupación por mantener la soberanía territorial egipcia, sugiriendo que los habitantes de Gaza deberían ser expulsados al desierto del Negev (en Palestina-Israel) hasta el final de la guerra. Pero Israel y Estados Unidos están jugando con la profunda crisis económica en la que se encuentra Egipto y con las aspiraciones de al-Sisi en las próximas elecciones. A cambio del reasentamiento palestino, Israel ha propuesto que el Banco Mundial cancele una gran parte de la deuda externa de Egipto que asciende a 165 mil millones de dólares.[viii]
En este contexto, resulta manifiestamente claro que la actual promoción occidental de una “solución humanitaria” al sufrimiento palestino es un medio para promover la limpieza étnica y el genocidio de los palestinos, no para evitarlos. Así es como debemos afrontar el hecho de que los gobiernos occidentales de la OTAN que apoyan efusivamente al gobierno fascista de Israel están boicoteando los llamados a un alto el fuego mientras se envuelven en un lenguaje de preocupación humanitaria que cambia los términos del debate público. Como vemos en el Reino Unido y otros países europeos, este enfoque de la limpieza étnica en curso en Gaza, goza de un fuerte apoyo de todos los partidos, tanto entre los conservadores como entre los llamados progresistas.
En consecuencia, debemos tener claro lo que está en juego hoy en Gaza. Si
bien es vital que se permita que lleguen suministros humanitarios al enclave
devastado, así como productos de primera necesidad como electricidad, agua,
alimentos, combustible y refugio, no se puede permitir que Israel y sus
partidarios occidentales «faciliten, financien y recompensen la forzada transferencia»[ix] de
palestinos, como pretende hacer el Casa Blanca. De hecho, según los términos
del artículo 25 del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, tal apoyo
haría a los funcionarios del gobierno occidentales responsables de complicidad
en crímenes de guerra. Deberíamos abogar y organizarnos para ejercer una
presión política concertada sobre el gobierno israelí y sus patrocinadores. La
exigencia debería ser no sólo un alto el fuego inmediato, sino también, y sobre
todo, el fin del apartheid israelí.
[i]https://www.middleeastmonitor.com/20231025-sinai-as-an-alternative-to-gaza-who-is-funding-this-who-is-passing-the-deal/
[ii] https://dawnmena.org/us-congress-reject-bill-to-support-forced-israeli-displacement-of-palestinians-to-third-countries/
[iii]https://www.972mag.com/intelligence-ministry-gaza-population-transfer/; https://new.thecradle.co/articles/leaked-israeli-plan-to-ethnically-cleanse-gaza
[iv]https://dawnmena.org/us-congress-reject-bill-to-support-forced-israeli-displacement-of-palestinians-to-third-countries/
[v]https://www.aljazeera.com/news/2023/10/20/silent-annexation-settlers-dispossess-west-bank-bedouins-amid-israel-war
[vi]https://newleftreview.org/issues/ii10/articles/gabriel-piterberg-erasing-the-palestinians
[vii]https://www.ft.com/content/75971d8b-e2fd-4275-8747-0bd443673483
[viii]https://www.middleeasteye.net/news/israel-palestine-war-netanyahu-lobbied-eu-push-egypt-accept-gaza-refugees
[ix]https://dawnmena.org/us-congress-reject-bill-to-support-forced-israeli-displacement-of-palestinians-to-third-countries/
Nithya Nagarajan vivió y trabajó en Palestina, como investigadora, profesora visitante y activista en sindicatos independientes.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.