Hace unos días, navegando por Internet, me topé con un video que me hizo reflexionar. Se trata de un vídeo grabado en algún lugar de los territorios palestinos ocupados en el que se ve cómo varios palestinos -dos mujeres, un varón adulto y varios niños- intentan cruzar un puesto de control israelí para llegar al […]
Hace unos días, navegando por Internet, me topé con un video que me hizo reflexionar. Se trata de un vídeo grabado en algún lugar de los territorios palestinos ocupados en el que se ve cómo varios palestinos -dos mujeres, un varón adulto y varios niños- intentan cruzar un puesto de control israelí para llegar al hospital más cercano. Una de las mujeres palestinas está a punto de dar a luz -«¡Está sangrando!, le grita su acompañante masculino a los soldados del retén israelí-. Por toda respuesta, los israelíes les cierran el paso con varios vehículos blindados, repitiéndoles una y otra vez por megafonía: «¡Go, go go!». Al cabo de unos minutos se presenta una ambulancia palestina dispuesta a embarcar a la parturienta y llevársela al hospital. Los palestinos parecen abrigar la esperanza de que los soldados israelíes no se atreverán a cerrarle el paso a una ambulancia, pero se equivocan. A partir de ese momento arrecian las órdenes israelíes de despejar el camino y varios vehículos blindados sionistas hacen incluso amagos de embestir a la ambulancia, que finalmente no tiene más remedio que partir en dirección contraria.
El vídeo, con todo y ser breve, es uno de los testimonios más atroces de la brutalidad israelí que yo haya visto jamás. Es cierto que he tenido oportunidad de ver cosas bastante espantosas antes, pero a veces no es la visión de la sangre, ni de miembros despanzurrados, ni de cuerpos acribillados por las balas o incinerados por el fósforo lo que nos produce mayor impacto. Por mor de complicados mecanismos psicológicos cuyos vericuetos y causas ignoro, a veces nos impresiona más ver a un soldado israelí imberbe propinando una bofetada a un anciano palestino, o a un niño rebuscando algún objeto entre las ruinas de su arrasado hogar, o a un campesino llorando junto a un páramo de tocones que la víspera fuera su olivar.
Pues bien, el video que comento es uno de esos que poseen la cualidad de ser más estremecedor que muchas de las imágenes gore que nos llegan de Palestina. La razón de ese poder está, creo yo, en dos factores: su terrorífica banalidad y su infinito racismo. Básicamente, son cuatro minutos de grabación en los que queda encapsulado el meollo último, la quintaesencia misma de la ideología sionista: su radical desprecio por toda vida humana no judía.
Pues bien, siendo como es éste un testimonio gráfico tan absolutamente estremecedor, y al mismo tiempo tan esclarecedor, inmediatamente me vino a la mente la pregunta: ¿cómo es posible que ningún medio de comunicación mayoritario se haya hecho eco de él? Dado que este video aporta claves fundamentales para comprender lo que ocurre en Palestina, que esas claves pueden ser fácilmente descifradas por cualquier persona -culta o iletrada, joven o adulta, sueca, peruana o zaireña- en cualquier parte del mundo y con un mínimo coste neuronal y que, por lo tanto, posee un valor informativo y pedagógico inconmensurable, ¿cómo es posible que permanezca oculto y silenciado? ¿Los medios de comunicación de masas encuentran tiempo y espacio para llevar a sus portadas asuntos tan trascendentales como el cromatismo de los vestidos de las señoras presentes en el desfile militar del 12 de octubre y no tienen sitio para mostrar este video? ¿Qué está pasando aquí?
De la «única democracia de Oriente Medio» tendemos a creer que lo hemos visto todo. Sin embargo, debido al divorcio radical que en todos los asuntos referidos al conflicto israelo-palestino se produce entre la realidad y su representación, lo cierto es que el ciudadano medio que vive fuera de las fronteras del Estado de Israel(1) ha visto y ve relativamente muy poco de lo que significa vivir día a día bajo la bota del régimen sionista. En un entorno saturado de nuevas tecnologías de comunicación la mayoría de la población sigue ignorando las cosas más elementales de ese conflicto; por ejemplo, y por citar solamente una de las principales, lo que significa ser palestino en una despiadada etnocracia talmúdica cuyos gobernantes llevan más de sesenta años empeñados en asegurar por medios violentos la purificación racial del territorio que controlan.
Nuestra ignorancia de los hechos que suceden en Palestina no es fortuita. Los medios de comunicación mayoritarios se encargan de filtrar y poner sordina a los actos cotidianos de barbarie israelí, de censurar las imágenes que dan testimonio de la implacable matriz de control que la potencia colonial sionista ha tejido sobre la sociedad palestina para asfixiarla y forzarla al exilio. Solamente cuando la magnitud o brutalidad de los hechos es tan grande que no cabe ocultarlos (por ejemplo, cuando Israel desata ofensivas genocidas sobre núcleos atestados de población civil como Gaza o asalta barcos en aguas internacionales asesinando impunemente a sus pasajeros), encuentran los medios de comunicación internacionales tiempo y modo de incluir en sus noticiarios informaciones sobre lo que pasa en el territorio controlado por el régimen sionista. Sin embargo, incluso en tales casos los comentarios que acompañan a las imágenes suelen ser tan sesgados que el espectador puede perfectamente acabar convencido, entre otras cosas, de que fueron los violentos pasajeros del Mavi Mármara los que atacaron a los beatíficos comandos de marina sionistas que abordaron su navío empuñando ramilletes de flores (la ulterior mortandad sería debida a la perfidia innata de los asesinados, provocadores natos dispuestos a cualquier cosa con tal de desprestigiar al Estado de Israel).
Y si por ventura sucede que pese a todos los esfuerzos de edulcoración de la barbarie sionista el auténtico rostro de la ocupación israelí se obstina en mostrarse en las imágenes sesgadas y en filtrarse por entre las líneas de los artículos y editoriales sanitizados a favor de Israel, con el consiguiente riesgo de despertar de su sopor hasta al lector/espectador menos avisado, entonces se encienden las luces rojas de los departamentos de agitprop sionista, se activa su aparato de control de daños y se pone en marcha su formidable panoplia de cortafuegos.
Recordemos los más obvios:
– Censura y silenciamiento: las noticias e imágenes que contradicen la versión israelí o bien se omiten o bien se maquillan y distorsionan, de manera que quede borrada la línea de falla esencial del conflicto: la existencia de un pueblo ocupante y otro ocupado, de uno opresor y otro oprimido.
– Acusaciones indiscriminadas de antisemitismo. Esta es la principal Arma de Difamación Masiva (ADM) del arsenal de la propaganda sionista. Puede ser arrojada sobre la cabeza de cualquiera que critique las acciones de Israel, independientemente de su ideología, trayectoria y, sobre todo, de la solidez de los argumentos que esgrima. Gracias a este arma, cualquier persona, organismo o institución que critique a Israel (sea judío o goy) se convierte por arte de birlibirloque en antisemita. La inanidad intelectual de este retruécano hace innecesaria cualquier refutación, pero no por ello deja de ser un arma eficaz a la hora de silenciar toda disidencia, aunque, afortunadamente, su misma utilización sistemática, exagerada y extemporánea está contribuyendo a desprestigiarla.
– Activación de las terminales mediáticas del sionismo operadas por intelectuales, periodistas, think tanks y grupos de presión locales al servicio de la hasbara israelí. En el Estado español los nombres y rostros de estos agentes locales de la propaganda sionista son de todos conocidos, desde una repeinada y fatua cotorra catalana hasta un antiguo activista de ETA transmutado en ácimo converso al judaismo y defensor a ultranza de la etnocracia sionista, pasando por la plana mayor de los editorialistas de los principales medios de comunicación españoles y por organizaciones filosionistas vinculadas a la extrema derecha española (PP).
– Campañas de acoso e intoxicación a través de equipos coordinados que desarrollan todo tipo de actividades de hostigamiento y propaganda sionista en Internet, desde el sabotaje de grupos de discusión y de páginas webs críticas con Israel hasta la manipulación de entradas de Wikipedia. La existencia de esta división informática de la agitprop sionista ha sido reconocida públicamente por funcionarios del gobierno israelí.
– El cortafuegos más groseramente vinculado con el aparato político sionista y el más patético de todos: cartas del embajador israelí a todo medio de comunicación que ose rasgar la cortina y amenace con hacer visible el rostro de la opresión sionista. Esta insólita modalidad de agitprop tiene una curiosa historia. Según cuenta el activista israelí Uri Avnery(2), esta estrategia deriva directamente de las directrices impartidas por el ministro de exteriores israelí Lieberman, quien hace unos meses convocó a todos los representantes diplomáticos de Israel y les ordenó que a partir de ese momento no dejaran sin respuesta ninguna información contraria a los intereses e imagen de Israel. Tras aquel rapapolvo, las embajadas israelíes de todo el mundo se transformaron en ajetreados gabinetes de prensa desde los que sus funcionarios disparan febrilmente misivas y emails a los medios de comunicación para sustentar la narrativa sionista. Esta actividad «informativa» no se circunscribe a círculos diplomáticos: cuando el señor o la señora embajadora no dan abasto les puede suplir cualquier agentecillo de segunda fila o cualquier sionista, en nómina o del común, capaz de redactar una carta o enviar un email de protesta. Un repaso a la hemeroteca celtibérica nos proporcionará un vasto muestrario de este tipo de intervenciones in extremis.
Tomadas una a una estas armas son lo bastante eficaces como para hacer recular al más osado, pero empleadas de forma combinada su efecto es devastador. En Estados Unidos hace años que han conseguido amordazar al Congreso y subyugar a la totalidad del aparato político, hasta el punto de que hoy en día la política estadounidense se reduce a una carrera entre demócratas y republicanos para ver quién profiere la mayor declaración de amor a Israel y al sionismo. En Europa, la acción conjunta de ese pressing mediático y de inconfesables alianzas estratégicas entre las élites gobernantes de los diferentes Estados explica que Israel haya podido acceder al status de socio privilegiado de la Unión Europea, cuando cualquier otro país con sus credenciales llevaría años padeciendo todo tipo de sanciones. En el Estado español pocos medios de comunicación y contadas plumas se atreven a enfrentarse a una maquinaria de intoxicación y acoso tan bien engrasada, financiada y coordinada.
Este panorama puede parecer desolador, pero hay motivos para la esperanza. El edificio de la hasbara israelí es una fortaleza imponente, pero sus muros tienen una grieta cada vez más profunda: Internet y los medios de comunicación alternativos. En el entorno de las modernas tecnologías de la información el control de los hechos noticiables y de su relato resulta cada vez más difícil. Por eso es vital hurgar en esa grieta y tratar de agrandarla fomentando la difusión de relatos alternativos que desbaraten el mendaz y ubicuo discurso sionista. Ya hay mucha gente dedicada a esa tarea: francotiradores de la contrainformación, periodistas críticos (incluso israelíes), páginas web, blogs, grupos de noticias, organizaciones de solidaridad y multitud de otros agentes que tejen a diario una red de información alternativa en cuyo seno un vídeo en el que unos soldados israelíes ahuyentan salvajemente del hospital a una parturienta palestina ocupará siempre un lugar más preeminente que unos zafios chascarrillos sobre los modelos exhibidos por unas cuantas figurantas en un desfile militar.
Quien desee contribuir a combatir el poder de la hasbara israelí, el aparato de propaganda e intoxicación al servicio de la empresa colonial y racista del sionismo, puede empezar a hacerlo desde este mismo instante dando difusión al video que ha suscitado este comentario. La grieta en el muro es irreversible. En nuestras manos está contribuir a agrandarla hasta que todo el edificio se derrumbe en medio de una nube de polvo y vergüenza.
Quedamos a la espera de la carta de protesta del embajador israelí.
NOTAS:
- Ya que menciono las fronteras de Israel, merece la pena observar que a efectos prácticos Israel es al día de hoy, de facto, un único Estado que ocupa el 100% de la Palestina histórica, es decir, todo el territorio comprendido entre el Mediterráneo y el Jordán, y donde se aplican tres sistemas jurídicos: a) plenos derechos para los judíos en toda la extensión de ese territorio; b) derechos reducidos para la población no judía residente en los territorios del 48; c) ausencia total de derechos para los habitantes no judíos de los territorios ocupados en el 67. Como argumenta Gilad Atzmon, el Estado palestino ya existe, pero de momento se llama Israel.
- http://www.rebelion.org/noticia.php?id=99153
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