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El poema como organismo desalienante

Fuentes: La raza cómica

Cambié el título de este ensayo. Se iba a llamar «Procedimientos para decir lo imborrable pero irrepresentable en Relación Personal«. Pensé que Gonzalo Millán apostaba por la contención en un mínimo de significantes, lo que mueve al desborde del secreto que el poeta nunca es capaz de nombrar (como desarrolla Waldo Rojas en el prólogo […]

Cambié el título de este ensayo. Se iba a llamar «Procedimientos para decir lo imborrable pero irrepresentable en Relación Personal«. Pensé que Gonzalo Millán apostaba por la contención en un mínimo de significantes, lo que mueve al desborde del secreto que el poeta nunca es capaz de nombrar (como desarrolla Waldo Rojas en el prólogo a Trece Lunas). Todo indicaba que a partir de su primer libro, Relación Personal (1968), se podían sacar un par de operaciones formales con las que agrandar el listado de los métodos para hablar de las experiencias irrepresentables. Sigo creyendo que esto sucede. Pero luego de reflexionar y escribir sobre ello, veo que no es más que un procedimiento en miras a un fin mayor: ir hacia el pasado en la escritura de un poema, reproducir la experiencia enraizada en un recuerdo. La forma compleja y prolífica en que se da la percepción sirve para recuperar el tiempo y su uso histórico, uso del cual -siguiendo a Guy Debord- el capitalismo espectacular reniega, porque pone en jaque la mercantilización de este y su insistencia sobre el hecho de que estamos en una época insuperable. La memoria nos revela el pensamiento histórico. Y la poesía logra hacer memoria por su organicidad.

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