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Entrevista a Àlex Romaguera, autor del libro 'Víctimes en so de pau' (Pagés editors).

“El reconocimiento del Estado es importante para que el dolor de las víctimas de violencias políticas no se cronifique”

Fuentes: El Salto [Foto: Victor Serri]

Àlex Romaguera es un periodista que ha recopilado en el libro Víctimes en so de pau (Pagés editors) el testimonio de 15 víctimas de diferentes violencias políticas, con ópticas comunes: la forma de superar el trauma y cómo construir una sociedad mejor. Rosa Lluch, Sara Buesa, Pilar Manjón, Pili Zabala, Merçona Puig Antich son algunas de las personas entrevistadas. Escrito de forma amena —como un buen reportaje—, Romaguera pone el horizonte en la construcción de paz.

¿Por qué has escrito un libro sobre y con víctimas de violencias políticas?

La idea parece lejana, pero hace once años se puso en contacto Robert Manrique, víctima del atentado de Hipercor en 1987, con el semanario El Triangle para informarnos de que había recibido una carta de Rafa Carides Simón, el autor material del atentado. Quería manifestarle pedimento por el daño causado quedando con él en prisión. Me encargaron el tema y a partir de ahí me interesé por ese tipo de acercamientos. 

Hace poco poca gente sabía en qué consistían.

Los encuentros restaurativos han motivado recientemente la película Maixabel. Hay un colectivo del que prácticamente no se habla y, si se habla, se hace por desde organizaciones de víctimas connotadas y coptadas por la derecha o extrema derecha, con discursos de venganza y rencor. En cambio, hay víctimas de resilencias o de superación humana. Identifiqué a quince que, con su ejemplo, podían aportar una mirada diferente de cómo habían superado su dolor y rabia, y cómo se han mostrado en los procesos de paz para que todas las víctimas de todas las violencias políticas sean reconocidas.

¿Con qué te quedas de lo que te explicaron?

Estas quince personas afectadas por violencias diversas en estos últimos 50 años en el Estado español representan una mirada positiva, rechazan cualquier violencia y reclaman que a todas las víctimas para construir una sociedad en paz, justicia e igualdad. Son un ejemplo de generosidad, se quedan lejos del rencor y del odio. 

Citas al psicólogo J. Wiliam Worden cuando dice que la desvictimización se da en el momento en que las personas hacen los deberes de asumir la falta de su familiar y vincularse a través del recuerdo y la memoria. 

Es un proceso personal que tiene mucho que ver con el entorno, incorpora el dolor y el drama que ha padecido, pero que no le impide hacer su vida autónoma. Ese dolor incorporado le sirve justamente para tomar la iniciativa y no cronificarse. Lo utilizan como un aprendizaje para realzar el valor de la vida humana. Muchas se han apoyado en actividades psicológicas y entornos favorables, por eso el reconocimiento del Estado es muy importante para allanar ese camino. Por eso muchas, por no decir todas, no piden el perdón del victimario, sino que esperan que esas personas entiendan que se equivocaron y que aquello sirva para que no vuelva a ocurrir, porque si vuelve a ocurrir lo reciben de forma muy directa.

Reviven su pérdida…

Al año siguiente de Atocha hubo el atentado de Londres, y Pilar Manjón explica que lo vivió como reexperimentar el atentado en el que murió su hijo.

Qué difícil me parece dar ese paso y sellar el duelo para ayudar a recomponer la sociedad.

Ese tránsito entre la rabia y el dolor les lleva a ser personas comprometidas que se acercan a los demás con actitud proactiva.

En el libro recoges testimonios de familiares de asesinado por ETA y por el GAL que nos invitan a pensar que su dolor es el mismo y que el respeto, así como el proceso de reparación, debiera ser igual también. ¿Qué has encontrado tú en un panorama tan heterogéneo de violencias políticas?

Quiero poner en relieve que, estas víctimas, con independencia del perpetrador y contexto histórico, la generación a la que pertenecen, el parentesco y su posición política, tienen todas en común la equiparación: les une el dolor que han padecido y el hecho de que, más allá del contexto y de quién generó el daño directo sobre su familiar, muestran una empatía y compromiso por la construcción de la paz. 

¿Qué tienen en común?

Les equipara el dolor: todos han sufrido una doble victimización de sus familiares y, luego, una falta de atención por parte de las instituciones. Un menosprecio, un olvido. Además, ninguna se ha quedado en la venganza y no establecen víctimas de primera y de segunda categoría. Consideran que todas merecen verdad, justicia y reparación, y que se las reconozca por parte de las instituciones todas las vulneraciones que se han cometido. Consideran que víctimas de ETA, Grapo y grupos de contrapoder sí han sido reconocidas y reparadas. Pero eso no ha ocurrido siempre con los crímenes de Estado, y estamos hablando de casi 500 asesinatos en la transición. Lasa y Zabala, los Sanfermines del 78, el 3 de marzo en Vitoria y un largo etcétera. Los psicólogos dicen que no ser reconocidos puede agravar el dolor. Muchos no quieren indemnizaciones, solo que las instituciones reconozcan que el daño causado no tuvo que causarse, pero la ley excluye a las víctimas de los poderes policiales. 

Con el terrorismo de Estado y la Policía nos hemos topado.

Para el Estado estas víctimas no son víctimas del terrorismo. Y las víctimas nos recuerdan que esto debe resolverse y el Estado debe adoptar medidas necesarias para que aquellos crímenes no se vuelvan a producir. 

El 3 de julio de 2021, varios jóvenes asesinaron a Samuel al grito de “puto maricón”. Cada año, decenas de mujeres son asesinadas por sus parejas o exparejas debido a la violencia machista, que también es política. Me cuesta encontrar esperanza en este mundo. 

Hablamos de las tres violencias: directa, estructural y simbólica o cultural y las tres se retroaliementan. Detrás de un acto de violencia por su orientación sexual hay un discurso que alimenta y atiza el odio, y también unas políticas o leyes, así como racismo institucional. Y lo mismo en el caso de las mujeres, como la brecha salarial, por ejemplo, y discursos culturales que estigmatizan y cosifican a las mujeres. Todo ello no puede desligarse de la violencia física. Hay que trabajar los tres ángulos. 

Parece importante.

Si no resolvemos las causas que provocaron la violencia política en el Estado español, tarde o temprano pueden surgir otras situaciones. Si se comete un atraco, tenemos que ver si hay una situación de pobreza y gente que señala la aporofobia. Todas las violencias tienen esa triple dimensión y la extrema derecha utiliza el discurso maniqueo y demonizador contra esos colectivos, dando a entender que esas personas son malas e indeseables para deshumanizarlas.

Las personas que has escuchado tú parece que hacen lo contrario. 

Las víctimas son el antídoto de las violencias al poner en valor la vida humana. Tenemos  una única forma combatir las violencias y es poner en valor la dimensión humana y recordar que luchas sociales han pasado por periodos traumáticos. Las mujeres lo han demostrado con sus movilizaciones. Todas las víctimas han de tener reconocidos todos sus derechos y deben ser reconocidas todas por el Estado. Y abordar los litigios de forma pacífica y dialogada, estos familiares son ejemplo de ello. Es un proceso de resilencia comunitaria.

Recientemente tuvo lugar la Declaración del 18 de octubre de Arnaldo Otegi y Arkaitz Rodríguez, en la que reconocieron el daño causado por ETA, y hace unas semanas el colectivo de presos anunciaba que renunciaba los ongi etorri. Vemos pasos en un sentido. ¿Veremos a Felipe González pidiendo disculpas?

Soy muy escéptico. No creo que ocurra si no surge a raíz de una instancia internacional que interpele al Estado español a reconocer el daño causado. Pili Zabala, a quien el GAL torturó y asesinó a su hermano, ha instado a las instituciones judiciales a que se investigue el papel de Felipe González y no hay ningún interés en esclarecer el papel del Estado en la guerra sucia y su convivencia con grupos parapoliciales para perseguir a la disidencia. 

Otra vez la ausencia de esperanza…

A no ser que sociedad civil o los partidos políticos tengan suficiente fuerza para que dé el paso, el Estado español es el único que no ha colaborado para desaparezca la violencia de ETA, ETA lo hizo de forma unilateral, siendo siempre una arma arrojadiza para desgastar al adversario entre dos partidos. Ello supone un cambio de paradigma de Estado muy complicado, porque régimen 78 es un modelo que pasa por la defensa de los pilares del Estado unitario por delante de cualquier consideración, incluso Rubalcaba dijo “garantizaremos la legalidad cueste lo que cueste”. Reconocer ese déficit es complicado.

¿Qué podría ayudar?

Ir deconstruyendo esos pilares: derogar la ley del 77 para crímenes franquismo, hacer memoria, revisar o renovar la Ley de Secretos Oficiales, que faculta a un Estado no abrir carpetas durante 50 años, modificar el Código Penal para no perseguir, suprimir la Audiencia Nacional, que es un tribunal político único para perseguir disidencia, derogar la ley mordaza, etc. Hay que hacer una ruptura legal y una reforma para deconstruir esos elementos que suponen un gran déficit en la etapa democrática, que heredó todas las estructuras judiciales y policiales del franquismo, por lo que no se hizo una auténtica ruptura como sí ocurrió en otros países de Europa.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/historia/alex-romaguera-reconocimiento-estado-imporante-dolor-victimas-violencias-policiales-no-cronifique