Arabia Saudita, como principal potencia de las monarquías sunitas del golfo, ha arrastrado a sus vecinos Qatar, Emiratos Árabes y Kuwait fundamentalmente, a acompañar y financiar el terrorismo wahabita encarnado en organizaciones como al-Qaeda, Daesh y el Talibán afgano y pakistaní, aunque en otros tiempos a pedido del Pentágono no se ha privado de financiar […]
Arabia Saudita, como principal potencia de las monarquías sunitas del golfo, ha arrastrado a sus vecinos Qatar, Emiratos Árabes y Kuwait fundamentalmente, a acompañar y financiar el terrorismo wahabita encarnado en organizaciones como al-Qaeda, Daesh y el Talibán afgano y pakistaní, aunque en otros tiempos a pedido del Pentágono no se ha privado de financiar grupos que nada tienen que ver con el integrismo musulmán como los Contras nicaragüenses o la organizaciones neo fascista italiana Ordine Nuovo, responsable del atentado contra la Estación de Bologna en 1985 que dejó 85 muertos.
Desde la guerra contra los soviéticos en Afganistán, la tiranía de los Saud ha ido incrementando sus «donaciones» a cuanta organización terrorista que se denomine wahabita, desde Filipinas a Nigeria, pasando por el Cáucaso, Siria, Irak, Afganistán, Somalia, Libia y Mali.
Riad, fundamentalmente, ha regado de mezquita y madrassas (escuelas coránicas) donde se captan y radicalizan a los jóvenes asistentes a lo largo de toda Europa, África, obviamente el mundo árabe y el sudeste asiático, donde se les inoculan las atrabiliarias lecturas del Corán, de Muhammad Ibn Abd al-Wahab (1703-1792), quien llamaba a la instauración de un islam de los Salaf (predecesores) de allí el termino salafismo. Más tarde sus teorías fueron «actualizadas» en 1928 por el fundador de los Hermanos Musulmanes, Hasan al-Banna, hombre del Foreign Office y le continuó Sayyid Qutb, ahorcado en 1964 por el fallido atentando contra el líder egipcio Gamal Abdel Nasser.
La financiación del terrorismo por parte de las monarquías del golfo son y fueron toleradas por Washington, para quienes estos grupos no dejan de operar como mano de obra, evitando así utilizar tropa norteamericana como ya ha sucedido en Libia y Siria y en los últimos tiempos en Irak, también.
La alianza entre el Departamento de Estado y estas tiranías wahabitas han dado como principal resultado la subsistencia del Estado de Israel, ¿alguien conoce alguna acción de al-Qaeda o el Daesh contra intereses judíos en algún lugar del mundo?
La existencia de estas monarquías absolutistas, que someten a sus pueblos a sistemas medievales de vida, donde una policía religiosa o Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, llamada mutawa, controla el orden moral en las calles, pudiendo detener y castigar a quien falte las estrictas normas impuestas, y donde todavía siguen siendo públicos los ahorcamientos y decapitaciones, no parece ofender los principios de las potencias occidentales como lo han hecho el presidente sirio Bashar al-Assad, el líder libio Muhammad Gadaffi, o el «régimen» de los ayatolás iraníes que han llevado a sus pueblos a niveles de vida similares a países europeos.
El libre tránsito de estas monarquías por el siglo XII, lo toleran Europa y Estados Unidos, por su petróleo barato y porque se han convertido en los mejores clientes globales de la producción armamentística.
Las monarquías del Golfo incrementaron en un 154% la compra de armamento en estos últimos cinco años, según el Instituto de Investigación para la Paz Internacional de Estocolmo (SIPRI). Arabia Saudí, Qatar y Kuwait triplicaron sus compras de material militar, al tiempo que el pequeño Omán lo elevó su gasto ocho veces.
Según la misma fuente, el Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), Bahréin Kuwait Omán, Qatar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes, realizan el 16,5% de las compras de armamento a nivel global, a pesar de que representan en total menos del 0,7% mundial.
El complejo militar industrial norteamericano se ha beneficiado con el 57% de esas compras.
El incremento de esas compras se produjo fundamentalmente tras las crecientes olas de protestas en 2011 conocidas como la Primavera Árabe, que precipitó las crisis en Libia, en Siria, profundizó la guerra civil en Irak, y la guerra en Yemen, donde los combatientes huthis (chiíes) y los grandes sectores de suníes pobres, han derrotado el gobierno títere de Mansur Hadi.
Entre 2007 y 2011, Arabia Saudita ocupaba el undécimo lugar entre los importadores mundiales de armas para llegar en los últimos cinco años al segundo lugar con un incremento de 212%.
El Reino Saudita, carcomido por el temor a la República Islámica de Irán, la contracara no solo religiosa, política y moral del islam, ha obligado a Riad a iniciar desde hace una década la renovación de todo su equipamiento militar lo que ha disparado contratos millonarios con los grandes centros industriales, casualmente occidentales y casualmente miembros del más exclusivo de los clubes del mundo, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con asiento permanente y poder de veto: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China. Los tres primeros junto a Ucrania, Alemania, España, India e Israel, son los grandes proveedores de armas no solo de Arabia Saudita, sino del resto de las monarquías wahabitas.
Emiratos Árabes Unidos (EAU), que fue el tercer importador mundial, es un factor primordial a la hora de disciplinar a enemigos y amigos, colaborador fundamental de Riad en la guerra contra Yemen, ha realizado incursiones aéreas en Libia, en agosto de 2014, contra posiciones fundamentalistas, que se negaban a aceptar las imposiciones de Occidente. Por su parte Kuwait, incrementó la compra de armamento en un 175%.
Tanto la familia Saud, como el emir Jalifa bin Zayed Al Nahayan, cabeza de EAU, anunciaron su disposición a continuar con el ritmo de sus importaciones de armamento.
El emirato de Qatar, dueño de la tercera reserva mundial de gas natural, quizás el país del golfo más involucrado financieramente en la guerra de Siria, sufrió una crisis económica, debido a sus aportes a los terroristas, que obligó a un enroque entre el emir Jalifa al-Thani, con su hijo el jeque Tamim, en julio de 2013.
El sultanato de Omán, según el SIPRI, junto a Corea del Norte y Eritrea, son las naciones que no informa el porcentaje de su PIB, que invierte en defensa.
A excepción de Bahréin, el país más pequeño de CCG, que por otra parte acoge la base de la V flota Norteamérica, el resto de sus socios se ubican entre los 30 países compradores de armas desde 2011 a 2016.
Las compras de las monarquías wahabitas se focalizaron en aviones de combate, helicópteros, sistema de defensas y comunicaciones, además de armamento para la seguridad interna.
En al-Udeid, al suroeste de Doha (Qatar), se ubica la central norteamericana de monitoreo para las operaciones contra el Daesh, en Irak y Siria, con una dotación de cerca de 10 mil efectivos norteamericanos.
Guerra en el sur
Los ataques de Arabia Saudita, con aviones F 19 y los Commons Marcus Thunderbolt israelíes, y según algunas fuentes piloteados también por oficiales judíos, contra Yemen, iniciadas en marzo de 2015 para reinstaurar al presidente yemení Mansur Hadi, han disparado una crisis humanitaria de consecuencias desconocidas.
Los ataques de Riad han producido más de 12 mil bajas en la población civil, casi 4 millones de refugiados, y habiendo destruido todo tipo de infraestructura deja como resultado que el 82% de los 26.5 millones de yemeníes necesite ayuda humanitaria; 14.4 millones no alcanzan a cubrir sus necesidades alimenticias básicas y cerca de 20 millones sin agua potable y 14.1 millones no disponen de asistencia sanitaria, cerca de 600 centros de salud han sido clausurados por los daños, además de la falta de insumos médicos y falta de personal.
A pesar de tanto esfuerzo, la embestida del Rey Salman ha podido detener apenas la resistencia huthi, pero si posibilitó el avance de escuadrones de al-Qaeda y el Estado Islámico, en los sectores aparentemente «liberados» de la insurgencia chií.
La casa Saud, empantanada en Yemen, pretende escapar de la situación antes que la guerra comience a incendiar sus propios territorios ya que la minoría chií, cerca de 2 del total de 28 millones de habitantes del reino, se ubican en las regiones de sur, donde también se encuentran los grandes yacimientos petroleros, comienzan a movilizarse a favor de sus hermanos yemeníes.
Sin duda el rojo petróleo de golfo, no solo puede ahogar a sus pueblos sino a las corruptas monarquías que los dominan.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.