El líder de la propaganda nazi, mariscal Josef Gebels, al pronunciar su frase: «Miente, miente siempre que seguro algo quedará», la dejó acuñada en la tinta de la pluma de los que erigieron el altar de la tergiversación y la deformación. Algunos clérigos de esas plumas, con un seudo intelecto pretendieron alterar la existencia de un pueblo […]
El líder de la propaganda nazi, mariscal Josef Gebels, al pronunciar su frase: «Miente, miente siempre que seguro algo quedará», la dejó acuñada en la tinta de la pluma de los que erigieron el altar de la tergiversación y la deformación.
Algunos clérigos de esas plumas, con un seudo intelecto pretendieron alterar la existencia de un pueblo milenario. Negaron su antigua tradición, humillando y deshumanizando la esencia palestina. Con falsificación, golpearon la historia. Judaizaron la pre bíblica Palestina y a diferencia de los nombres ‘judíos y hebreos’ traducidos de La Biblia en todos los idiomas, el nombre filisteos (palestinos) no se tradujo, alterando su identidad. Actitud semántica manipulada por los sionistas para negar el ser palestino pre y pos bíblico.
Fueron los Jebuseos, semitas cananeos de la genealogía palestina, los fundadores de Salem (Jerusalén) 3500 años aC. Su rey cananeo Maleq Sadec (Melquisedc), monoteísta, sumo sacerdote del Dios Altísimo, recibió en 1850 aC al iraquí Abraham, llegado desde la Mesopotamia (Irak). Este, lo reconoció como tal y le entregó sus diezmos. Con su primogénito Ismael de 13 años, nacido en Canaán-Fislistin (Palestina) del vientre árabe de Hagar, Abraham, fue receptor del legado de Dios, en la promesa de la ‘tierra prometida’. Su segundo hijo Isaac del vientre hebreo de Sara, aún no había nacido.
Hurgando en el cofre de la historia, es habitual ver evocar argumentos bíblicos sin tomar en cuenta puntos inquietantes de la antigua Palestina. Al salir de Egipto, Josué, quien luego de la muerte forzada de Moisés, comandó las fuerzas hebreas fuertemente armadas y al filo de espada arrasaron la ciudad de Jericó. «Mataron ancianos, mujeres, hombres y niños, y no teniendo más que matar mataron animales» (Josue 6:21). La invasión ocupó una parte de Canaán-Palestina estableciendo el reino de Israel (sin cordón umbilical con el actual, brotado el mismo de la conciencia europea judía). Enfrentados, el reino se fisuró y se creó el de Judá e invadieron a Jerusalén. «Y combatieron los hijos de Judá a Jerusalén y la tomaron y pasaron a sus habitantes (filisteos) a espada y pusieron fuego a la ciudad» (Jueces1:8).
De la antigua narración sobre la violenta ocupación de Canaán-Filistin (Palestina). Con actitud fundamentalista suicida. El fortachón hebreo Sansón al ir a Gaza, invocó el nombre de Dios y derrumbó la casa de los filisteos (palestinos). «Los que mató al morir Sansón, fueron muchos más que los que había matado durante su vida» (Jueces 16;30).
Entre los albores históricos, al huir David de Jerusalén ocupada para salvar su vida de la persecución de su hermano el rey Saúl, se refugió con los cananeos-filisteos en Bethlehem (Belén). Muerto el expansionista rey en la batalla de Guilmoa por los filisteos, David, regresó a Jerusalén, se coronó rey, traicionó y combatió a los filisteos (Samuel 5:18-25).
En esa misma aldea de Belén, nació el palestino Jesús de su madre aramea-filistea María, dando luz a la nueva era. Con similar enlace a la actual tragedia de los niños palestinos. El rey Herodes de la ocupación hebrea a Jerusalén, bajo el paragua del ocupante Imperio Romano, envío a matar al recién nacido. Pretexto, para matar a centenares de niños palestinos desde Belén a Nazaret.
Luego de 33 años fue crucificado por la ocupación romana-hebrea a Palestina. El gobernador romano Pilatos, antes de crucificarlo, le entregó a Jesús para ser juzgado por ello. A gritos, los sacerdotes hebreos le respondieron: «¡Muera, Muera, Crucifícalo!». «¡Nosotros no tenemos más rey que el César!» (San Juan, 19:14). Cómplices. Acompañaron a los romanos en el tortuoso vía crucis de Jesús.
Otras muchas evocaciones pueden echar por tierra los argumentos de las plumas coloniales sionistas, como la de convertir a La Biblia en una escritura inmobiliaria para ligar el presente de Israel con la antigua Palestina.
Diametralmente opuestos. Los palestinos de fe judía compartieron similar habita de igualdad con los de la fe cristiana y musulmana como partes inseparables. La armonía estalló cuando los judíos ashkenazi sionistas de Europa en 1897, asentaron las bases en Basilea, Suiza, de un futuro Estado judío en Palestina. Bosquejando con sus plumas la argucia de un natural bíblico Israel.
El mundo convulsionado a principios del siglo pasado; la caída de los zares; el advenimiento de la Unión Soviética; las guerras mundiales con genocidios y holocaustos; el nuevo orden de Yalta; la decadencia de Europa; la caída del colonialismo británico; el surgimiento estadounidense; la caduca Sociedad de las Naciones y el advenimiento de la ONU, fue la especial incubadora donde germinó las perspectivas sionistas para quedarse con Palestina. La colonizaron con su terrorismo y la dividieron con la probeta de la resolución 181 en 1947.
El científico judío Albert Einstein, al rechazar ser el primer presidente de Israel, consideró, «Sería más razonable alcanzar un acuerdo con los árabes sobre la base de una vida común pacífica, que crear un Estado judío. La conciencia que tengo de la naturaleza del judaísmo tropieza con la idea de un Estado dotado de fronteras, ejército y poder temporal» (Moshe Menuhin, The Decadence of judaism in our time, 1969, p. 324).
Sin equívoco. Israel se instauró como una peligrosa potencia nuclear. El científico israelí Mordachei Vanunu, fugó de su base nuclear de Dimona y los denunció, «Israel, es una potencia nuclear, capaz de volar la región en segundos» (The Sunday Times, Londres, sept.1986).
Oportuno para la actualidad. El terrorista David Ben Gurion, devenido en el primer premier israelí en 1948, enjuagando su remordida conciencia por destruir a una nación y a su pueblo, en 1956, se confesó, «Si fuera un líder árabe, nunca firmaría un acuerdo con Israel. Es normal tomamos su país. Es verdad que Dios nos lo prometió a nosotros, ¿cómo pudo interesarles eso? Nuestro Dios no les pertenece. Existió el antisemitismo, el nazismo, Hitler, Auschwitz, ¿eso fue su culpa? Sólo ven que fuimos y le robamos su país» («La paradoja judía», Nahum Goldman, Losada 1979).
Adulteraron tanto y por tantas generaciones sus fábulas que intentaron hacer creer que sus relatos e historias fueron verdaderas y que el pueblo natural y milenario de Palestina es salvaje, ignorante y con derechos relativos, y que gracias a Israel, lograron tener una visión nacionalista y un despegue hacia la creación de un estado propio, sobre Gaza, Juedea y Samaria, como mal llaman actualmente a la Ribera Occidental. Olvidadizos. Buscan ignorar que Israel, pensado en Europa, se creó sobre la tierra y la raíz de Palestina, y la tragedia de su pueblo.
En el tabernáculo del embrollo, los sionistas consolidaron su Estado sobre bases terrorista y racistas. Según la premier israelí Golda Maier, «No hay cosa alguna llamados palestinos. Ellos no existen» (Sunday Time, 15/6/1969). Sin pudor. El premier israelí Menahem Beguin, discursó en su parlamento, «Los palestinos son bestias que caminan sobre dos patas» («El comienzo y las bestias», Amnon Kapeliouk, 1982). Como parte de la sinfonía xenófoba. El asesor del premier Ariel Sharon, Dov Weissglas, declaró, «Nosotros educamos al mundo para que comprenda que no tenemos ningún interlocutor válido. Y recibimos un certificado de `nadie-con-quien-hablar» (Diario israelí Haaretz, 2004).
Sin límites. Soñaron con el «Israel, tus fronteras del Nilo al Eufrates» (Palestina, Irak, Líbano, Siria, Jordania y parte de Egipto y Arabia Saudita). Abordado por periodistas españoles al salir de la Cumbre de Paz de Madrid el 30/10/1991, le consultaron al premier Shamir, «¿si llegan a un acuerdo con los árabes que sería de la idea de Israel del Nilo al Eufrates?». Contundente, les respondió: «está en mi mente y en mi corazón y en la de cada israelí». Quimérico. El puente esta tendido. Israel se posa en el Nilo y su aliado Estados Unidos ocupa militarmente las orillas del Eufrates.
El abordaje temático de la ocupación de 1948 y 1967, y el ejercicio de la extorsión económica y territorial, se potenció bajo la funda dilatoria de los malogrados procesos de paz. Su pincel colonial dibujó un Bantustan para el Estado Palestino, carcomido por muros de apartheid, asentamientos ilegales, cercos, bloqueos e inserto en una gran cárcel a cielo abierto como padece Gaza. La falta de conciencia, que les pesa por toneladas, avaló la pluma del intelecto sionista de graficar la ética de un Estado que se montó sobre la tragedia judía europea, violó las leyes jurídicas internacionales y la de los derechos humanos, echó al mar a un pueblo e intervino en la vida palestina demonizándola y sometiéndola a un largo holocausto de más de seis décadas.
Gozosos, disfrutan la tierra, sus riquezas y niegan el ser palestino.
(*) Fue el primer Embajador del Estado de Palestina en la Argentina
Analista internacional sobre la situación Palestina
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