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El silencio estridente de Abdullah Öcalan

Fuentes: La tinta

¿En qué piensa Abdullah Öcalan en medio de la soledad de la isla-prisión de Imrali? Tal vez en las montañas Taurus o de Qandil, esas amigas que nunca traicionaron al pueblo kurdo. O, quizá, en los miles de hombres y mujeres que corean su apodo, «Apo», en cada movilización en la cual demandan su libertad. […]

¿En qué piensa Abdullah Öcalan en medio de la soledad de la isla-prisión de Imrali? Tal vez en las montañas Taurus o de Qandil, esas amigas que nunca traicionaron al pueblo kurdo. O, quizá, en los miles de hombres y mujeres que corean su apodo, «Apo», en cada movilización en la cual demandan su libertad.
¿Será el silencio de una isla árida en el mar de Mármara una compañía para ese hombre de 69 años, que en 1978 -junto a un puñado de militantes- fundó el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK)? ¿Öcalan imaginará que sus ideas, un torrente de pólvora seca en contacto con el fuego profundo de la tierra, se expanden por todo Medio Oriente con la fuerza de la libertad? ¿En la pequeña habitación en la que está recluido desde 1999, con la compañía de unos pocos libros y el cielo fragmentado por los paredones que lo rodean, Öcalan intuirá que sus ideas, concebidas al calor de la lucha guerrillera y de las frenéticas discusiones con sus compañeros y compañeras, se defienden con fusiles, banderas, discursos apasionados y la construcción de una nueva sociedad en Rojava, el Kurdistán sirio, una tierra que habitó hasta que el gobierno de Damasco lo expulsó el 9 de octubre de 1998?