La democracia española transitada en el 78, neoliberal en el 92, austericidada en la segunda década del siglo XXI y supremocasticista en el 2019 ha convertido a los supervivientes y acomodados de la pauperizada clase media española en la clase más pequeña de Europa, sólo poco más grande que la de Lituania y Bulgaria, según […]
La democracia española transitada en el 78, neoliberal en el 92, austericidada en la segunda década del siglo XXI y supremocasticista en el 2019 ha convertido a los supervivientes y acomodados de la pauperizada clase media española en la clase más pequeña de Europa, sólo poco más grande que la de Lituania y Bulgaria, según el estudio recientemente publicado por Eurofound «Recent developments in the state of the middle classes«.
Embriagada por el mal de la banalidad de sus hábitos y quehaceres la clase media española vive en un presentismo rigurosamente aferrado a los signos del pasado hasta el punto de soñar con una república utópica, los unos, mientras que los otros piden el retorno de la Grande y Libre, con el dictador volador, la reencarnación de un Millán Astray con apellido inglés y un reconquistador a caballo exigiendo la expulsión de los menas.
Todo el mundo se disfraza de experto porque la ignorancia es un juego divertido al acierto de la quiniela de la encuesta de turno. Lo que interesa es el resultado porque nadie cree que el futuro puede ser diferente. ¡No hay alternativa!
El fútbol es el paradigma. Da igual quién gane la liga, lo importante es el entretenimiento de la banalidad del juego emocional entre los buenos y los malos. La vehemencia sin escrúpulos junto con la majestad del desprecio, convierten la ignorancia en fuente de la sabiduría efectiva. El mundo es simple y abarcable.
Todo se reduce al espectro político de las filias y las fobias; la complejidad se penaliza en las urnas. Así, mientras que la derecha reproduce el lenguaje del orden históricamente establecido en la lógica de lo que hay (conservadores), la izquierda carece de simpleza en sus planteamientos de cambio y usa un lenguaje tecnocrático, poco intuitivo, del cambio si, pero mientras tanto… Un «si; pero…», que genera gran frustración entre sus filas.
Luego una vez en el gobierno nadie espera cambios trascendentes más allá de las reubicaciones clientelistas propias del equipo ganador. Tras las elecciones, prensa y expertos se acomodarán rápidamente al nuevo flujo de conveniencias y oportunidades toda vez que la banalidad de la democracia española se entiende plenamente como el libre mercado de las marcas políticas.
Las marcas
Así, las marcas de la izquierda hablan en los términos de las utopías de la ciudadanía del siglo XIX y XX en línea con los viejos lemas de la Revolución Francesa de libertad, igualdad y fraternidad actualizados por el tamiz del individualismo neoliberal. Una operación compleja que dificulta su comprensión por gran parte de la ciudadanía.
Por el lineal de las derechas españolas, la propiedad es el tótem de culto por lo que la libertad siempre se traduce en términos de capital y el Estado no es más que un instrumento dinamizador del capital siempre dirigido por las élites capacitadas. Su oferta es clásica, y apenas requiere esfuerzo intelectual para entender de qué se trata. Los más antiguos hablan del liberalismo y los más modernos lo llaman neoliberalismo, pero el núcleo central es el orden de la desigualdad.
Las secciones del supermercado
Por la izquierda tenemos la socialdemocracia del cambio si…, pero mientras tanto, hacemos lo que podemos; primero adaptación y luego acomodación. ¡Las sentencias hay que cumplirlas! A la izquierda de la primera izquierda nos encontramos la sección del yo puedo, sin mi no puedes y conmigo yo hago de la necesidad; poder.
Por la derecha nos encontramos a los libertarios del tránsito que mantienen al orden de la dictadura en el sagrario de lo intocable. Todo futuro ha de construirse sobre el orden de la dictadura. El presente es la estabilidad constitucional como realidad eterna. ¡No hay alternativa!
Tras ellos nos encontramos los ultraliberales del centro extremo obsesionados en abandonar el palio de la transición vendiendo el santo grial de la libertad para acumular capital bajando impuestos y liderando la gobernanza institucional del Estado jibarizado. ¡Sea usted libre, pague usted mismo sus servicios públicos!
Finalmente, en el lineal del sótano nos encontramos con la oferta de los fanáticos religiosos que salen del corazón mismo del Valle de los Caidos y que pretenden usar sus ascendencias divinas para determinar el significado de las prácticas políticas en clave de reconquista del pasado. Su túnel del tiempo solo transporta en una única dirección, del presente hacia el pasado imperial. El futuro de España consiste en retroceder en la historia.
Las ofertas del mes, la liturgia del santo debate y la comunión demoscópica
En estas elecciones el mercado español se encuentra de oferta frente a una demanda saturada y desorientada ante una agresividad de formas carente de fondo. La vacuidad semántica de la oferta política se enmascara tras el velo del lenguaje emotivo subido de tono.
Mentir ya no es la excepción, sino que es la parte fundamental de la liturgia evangélica basada en la estupidez funcional que fomentan los medios de comunicación aboliendo la reflexión y el rechazo de toda capacidad intelectual distinta a la miopía de la realidad desplazada y focalizada sobre significados extirpados de la realidad subyacentes.
Ferreras en el templo bipolar de Atresmedia se ha convertido en el gran administrador de esta estupidez funcional transformado en sumo pontífice de la verdad mediática. Corbatas, atriles, colores y estaturas, etc. dan forma trascendente a un debate de formas intrascendentes por su esencia evanescente. Y la volatilidad de esta fórmula mediática radica en la incomprensibilidad de un flujo de ideas no estructuradas, ni subordinadas más allá de las voluntades narcisistas de los debatientes.
El debate se reduce a una fuente de perplejidades generadas por un duelo de palabras que chocan unas con otras en un nuevo tipo de esgrima de atriles, o púlpitos, sin más brillo que el espectáculo de la generación de emociones en el espectador pasivo acomodado en el sofá. Pasividad que llega al extremo del fin de fiesta del experto encargado de revelar al espectador la papilla del espectáculo en forma de las claves relevantes servidas en el cáliz de las apariencias de la imparcialidad de expertos bien parciales.
El sinsentido irracional de estos debates se complementa con la estupidez de las encuestas convertidas en oráculos modernos de una sabiduría de obsolescencia programada al día de la convocatoria electoral. Carece de sentido avanzar encuestas sobre el resultado del partido de fútbol Barcelona Real Madrid. Incluso si la encuesta acertara el resultado no hay vínculo causal alguno que lo justifique más allá de la mera utilidad para el juego de la quiniela.
¿Quién juega a la quiniela política? ¿A quién le interesa la utilidad de anticipar el resultado electoral? Son preguntas relevantes por cuanto su respuesta no da la clave del presentismo y su angustia frente a un futuro incierto. Más allá de las propias redes clientelares de cada partido político la utilidad de estas encuestas se oscurece drásticamente para transformarse en una suerte de comunión demoscópica en romería de fe estocástica al santuario de las mayorías del mientrastanto.
La paradoja de las derechas casposas y las izquierdas pragmáticas
Una de las grandes paradojas de la transición del 78 es la eliminación jurídica del tiempo mediante la legalización del régimen franquista primero con la Ley de Amnistía y luego con la subsiguiente Constitución del 78. Europa sigue siendo un concepto lejano donde no comprenden nuestras euroórdenes, ni en Madrid, ni en ninguna parte del Estado Español, se entiende el signo de los tiempos lo que nos lleva a un sinfín de situaciones paradójicas de difícil comprensión.
No es comprensible que la derecha española acuda ahora a las elecciones enarbolando la casposa idea de la bajada de impuestos en medio del derrumbe de la doctrina económica monetarista ante el general fracaso de la política neoliberal de la expansión cuantitativa de los Bancos Centrales, la FED incluida.
Justo después del discurso de la nueva Directora General del Fondo Monetario Internacional (FMI) Kristalina Georgieva abogando por el impulso del gasto fiscal -el llamado «cortafuegos fiscal«- para activar urgentemente la demanda y cortar la desaceleración de la economía mundial; la derecha española se monta en el tren equivocado y en dirección contraria al signo de la evolución económica. Es decir; al continuo retorno al pasado de la reducción alegre de los impuestos.
El aislamiento secular de la derecha española ni siquiera percibe los cantos de sirena que en el mismo seno de la Comisión Europea sugieren ya que la política monetaria acomodaticia no es suficiente para revivir el decadente crecimiento del PIB europeo. Cada vez son más los gurús económicos europeos que abogan por el incremento de la inversión pública. Incluso los documentos publicados por la Comisión Europea (Jan in ‘t Veld 2019) defienden abiertamente la idea de que el estímulo fiscal tiene un mayor impacto en el crecimiento a corto plazo y un efecto más benigno en la ratio de endeudamiento a largo plazo. En este sentido son muchas ya las voces que claman por la reforma del límite deficitario.
La irracionalidad de la derecha española estancada en la ignorancia secular es un grave defecto de la democracia española. Ignorancia que asimismo se extiende al proletariado con dinero mediante una izquierda soft de baja energía transformadora y menos sentido del signo de los tiempos. Izquierda que peca de exceso de adaptación a «lo que hay» bajo un pragmatismo que naufraga en la catarsis trágica del neoliberalismo globalizado.
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