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Masacre en Gaza y el Líbano

El terrorismo de Estado bajo el pretexto del «antiterrorismo»

Fuentes: Rebelión

Un Estado judío ejerciendo el avasallamiento de las fronteras, la persecución religiosa y racial, el asesinato a sangre fría de los «otros» sin excluir mujeres y niños, es una broma macabra que ya se arrastra por décadas, sin visos de concluir. Vivimos hoy un momento particularmente dramático de esa larga secuencia de atropellos. El apresamiento […]

Un Estado judío ejerciendo el avasallamiento de las fronteras, la persecución religiosa y racial, el asesinato a sangre fría de los «otros» sin excluir mujeres y niños, es una broma macabra que ya se arrastra por décadas, sin visos de concluir.
Vivimos hoy un momento particularmente dramático de esa larga secuencia de atropellos. El apresamiento de un soldado israelí por los palestinos es vengado por medio de destrucciones inauditas, de muertes por decenas, no ya de soldados, sino de civiles y hasta de inválidos y niños pequeños.
Otro apresamiento realizado por Hezbollah, trae casi de inmediato una nueva tempestad de actos violentos por parte de las Fuerzas Armadas israelíes, en una total desproporción, con la única razón de demostrar del modo más sangriento quién es más fuerte. Resulta inevitable experimentar resonancias de las Fosas Ardeatinas y otras brutales represalias de los nazis en los países ocupados. Lo mismo que ante el «muro» frente a los territorios palestinos, y el asesinato selectivo de los dirigentes opositores.
¿Qué pensarían de esto Primo Levy, Bruno Bettelheim, esos prisioneros judíos de los campos de concentración que dedicaron su vida a denunciar el horror, a tratar de comprender la barbarie absoluta? ¿Qué pensarían quienes concibieron la fundación de un hogar nacional judío como un campo para la experimentación de un socialismo igualitario?
El «otro», ahora árabe y musulmán, es el subhumano a destruir sin remisión, para proteger el «espacio vital» de esta suerte de imperialismo de segunda mano que encarna el estado israelí, sempiterno gendarme del poder norteamericano en el Medio Oriente. Se arresta al gobierno palestino, se bombardea la franja de Gaza, se carga contra el sur del Líbano.
Todo se condimenta con la diatriba contra el enemigo terrorista, ese contrincante sin rostro, útil para todo propósito, pretexto hasta ahora no exento de eficacia para cualquier barbarie, y el denuesto al «fundamentalismo» islámico, mientras se ejerce un verdadero «fundamentalismo» del poder militar desatado en terrorismo de Estado. Se busca en las palabras del Corán el factor causal de reacciones violentas que se incuban en la opresión y la miseria cotidianas.
Mientras tanto, la reacción de la comunidad internacional oficial se reduce a lo declarativo, al comunicado más bien inocuo. George W. Bush se encarga de bloquear cualquier reacción más contundente, si es que los demás muestran alguna voluntad de encararla.
Sólo nos cabe la condena general y sin atenuantes a estos hechos. Al crimen organizado disfrazado de operación bélica, a la represalia sin proporción alguna. Y a la ocupación interminable, a la humillación permanente de un pueblo entero sometido a vejaciones físicas y espirituales, condenado a vivir en el terror permanente, sumido en agudas privaciones materiales, reducido a ser un extranjero despreciado en su propia tierra.
Es hora de una masiva movilización internacional frente a un despliegue de brutalidad que amenaza expandirse cazando rebeldes y descontentos en el mundo entero. Nadie puede seguir hablando tranquilamente en nombre de la justicia, la ética, la igualdad y la libertad, si permanece silencioso o se pretende neutral frente a estos hechos. Cada día de impunidad acerca la amenaza de la «injusticia infinita» del Imperio a nuestros países y nuestros hogares.