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El tiempo de Abdelbasit

Fuentes: Al-Jumhuriya

En el luto por Abdelbasit Sarut confluyen tres formas de duelo, que pueden darse conjunta o separadamente, según la postura de partida. Por un lado, está la tristeza inmediata que se genera por un joven de veintisiete años que ha caído mártir en una batalla contra el avance del régimen en la zona rural septentrional […]

En el luto por Abdelbasit Sarut confluyen tres formas de duelo, que pueden darse conjunta o separadamente, según la postura de partida. Por un lado, está la tristeza inmediata que se genera por un joven de veintisiete años que ha caído mártir en una batalla contra el avance del régimen en la zona rural septentrional de Hama tras ocho años de inmersión total en la revolución: una tristeza que se multiplica entre quienes lo conocieron en persona. Por otro, un público más amplio siente la tristeza derivada de un retorno traumático y triste a los momentos fundacionales de la revolución siria y sus etapas más multitudinarias de los años 2011 y 2012, una etapa impregnada de la voz de Sarut cantando en las manifestaciones de diversos barrios de Homs. Muchos no tenían ni idea de qué había sido de Sarut después de Homs, y otros simplemente no habían sido capaces de seguir las noticias en general, pero el año 2011 fue tan fundacional como doloroso para ellos, además de necesario. Finalmente, se ha generado también un duelo furioso por la guerra que se ha lanzado contra Sarut desde prácticamente el momento mismo del anuncio de su muerte por parte de una narrativa asadista obsesionada con destruir todo significado, memoria o pensamiento que difiera de las acusaciones rabiosas de «terrorismo»: una guerra que se ha reforzado con medios electrónicos perfectamente coordinados y que ha logrado eliminar muchas fotos y publicaciones que lamentaban la pérdida de Sarut en Facebook, además de bloquear muchas cuentas que insistieron en seguir publicando sobre Sarut en las redes sociales. Esta guerra no constituye un debate sobre el simbolismo y significado de Sarut, ni un examen de las posturas problemáticas en relación a él, ni siquiera una condena, sino que se trata de una guerra contra toda narrativa que contradiga la versión del régimen sobre el «terrorismo» y los «crímenes» cometidos por todos, absolutamente todos los que se levantaron contra él.
Ante semejante realidad, hemos considerado que lo mejor que podíamos ofrecerle, en este nuevo capítulo de nuestro continuo luto, es intentar reunir todos los episodios de la historia de Sarut de la forma más completa posible en apenas unos pocos días, sin pretender abarcarlo todo. Al contrario, ojalá nos hayamos dejado puntos sin tratar que sirvan de aliciente para que otros los cuenten y que así se conserven lejos de la fragilidad de las publicaciones temporales de Facebook o las efímeras conversaciones orales. La mejor forma de ser justos con Sarut es intentar contar su historia y analizarla sin excedernos en las alabanzas, evitando imparcialidades subjetivas y garantizando que nosotros, los de la revolución, somos dueños de ella, para recuperarla, examinarla, criticarla, revisarla, protegerla y protegernos a nosotros mismos de la hostilidad exterminadora que se ha vertido sobre ella y nosotros.

Al margen del aspecto personal, directo y específico sobre la vida, elecciones y decisiones de Sarut, y la mala o buena opinión que nos merezcan, en su historia encontramos rasgos de nuestra historia común: esos somos nosotros, esa es nuestra historia, esas son las dimensiones de nuestra preocupación, dudas y dilemas, ese es nuestro asedio y ese es nuestro duelo. Por otra parte, los rabiosos ataques asadistas de los que ha sido blanco Sarut, y que han alcanzado incluso a las publicaciones de Facebook, con el fin de eliminarlas y bloquear a sus autores, son un episodio más de la guerra contra todos nosotros (incluidos quienes tienen opiniones negativas de Sarut o dudas sobre si debe convertirse en un icono no susceptible de crítica), contra nuestro presente, contra nuestra memoria y contra nuestra historia; es decir, contra nuestro futuro.

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Abdelbasit Sarut nació en 1992 en el barrio de Al-Bayada, una de los muchos asentamientos pobres e irregulares de Homs, y que proliferaron también en las ciudades principales de Siria y sus alrededores hasta el punto de que la mitad de la población de Alepo y Damasco vivía en ellos poco antes de 2011: barrios desorganizados o totalmente carentes de planificación, que hacían de la vida diaria de sus habitantes una continua pesadilla.
Homs sufrió en gran medida la mala gestión y el fracaso gubernamental durante los años de gobierno de Asad padre, lo que provocó el aumento de las zonas periféricas empobrecidas desde mediados de los ochenta, cuando los pequeños barrios que construían los recién llegados sin ninguna planificación gubernamental iban creciendo de forma gradual, entre ellos, el barrio de Al-Bayada, al este de la Ciudad Vieja, inaugurado por miembros de los clanes del oeste de Homs. Ante la ausencia de planificación, la negligencia gubernamental y las políticas de empobrecimiento, que aumentaron después de que Asad hijo heredara el poder a principios de este siglo, el barrio se fue ampliando.
El barrio de Al-Bayada fue víctima de mayores negligencias si cabe durante los años inmediatamente anteriores al inicio de la revolución, pues el gobernador de Homs intentó detener el crecimiento del barrio paralizando la concesión de licencias de instalación de contadores de luz y agua. Sobre esto en concreto, Mazen Gharibah, activista de la sociedad civil y natural de Homs, dice lo siguiente: «En Al-Bayada había edificios habitados enteros sin electricidad, cuyos vecinos almacenaban la comida en el balcón para que no se echara a perder».
Estas son las condiciones en que Sarut vivió su infancia y el inicio de sus años jóvenes, cuando no pudo continuar sus estudios y se vio obligado a trabajar en el transporte de ladrillos y hierro. Simultáneamente, se inscribió en el club homsí Al-Karama (Dignidad), en el que destacaría como portero, lo que le valdría ser elegido portero del equipo juvenil de fútbol Al-Karama y portero de la selección juvenil de Siria. No obstante, eso no era suficiente para tener una vida digna y garantías de estabilidad económica en Siria, pues el salario que Sarut recibía del club Al-Karama no superaba las 1.500 libras sirias, unos 30 dólares en aquel momento, como comenta Mazen Gharibah, que recuerda a la perfección que los jóvenes de Al-Bayada, y entre ellos Sarut, fueron un motor fundamental de las manifestaciones que comenzaron a extenderse a finales de marzo de 2011 por diversos barrios de la ciudad, como Al-Khalidiya, Deir Baalba y el propio Al-Bayada.
Quizá el primer vídeo que se hizo viral de Sarut fuera ese en que aparecía en el barrio de Al-Bayada a comienzos de junio de 2011, subido a hombros, cantando a las ciudades de Siria, una por una, anunciando la expansión de la revolución. En ese momento, se decidió difuminar el rostro de Sarut para protegerlo de la brutalidad del mujabaratsirio, pero pronto todo el mundo supo que el de la voz melodiosa y rasgada a partes iguales era Abdelbasit, el portero de la selección juvenil de fútbol de Siria.
Posteriormente, siguieron apareciendo vídeos de Sarut, ya sin difuminar, cantando en las calles de Homs contra el régimen. En un momento en que la mayoría de los manifestantes seguían evitando mostrar su rostro ante las cámaras, para no ser víctimas de las campañas de detención que llevaba a cabo el aparato de seguridad del régimen, el rostro de Sarut se convirtió en el de todos los manifestantes, y su voz, un refuerzo de todas sus voces.
Cuando los manifestantes se enteraban de que Sarut cantaría en alguna de las manifestaciones, iban directamente a esa. «El número de manifestantes se multiplicaba con su mera presencia», cuenta Mazen Gharibah sobre el efecto que producía Abselbasit en las manifestaciones de la ciudad. Resulta imposible desligar la amplia popularidad que alcanzó desde bien temprano del hecho de que era jugador del club Al-Karama, en una ciudad, Homs, en que el fútbol, y en concreto el equipo Al-Karama, gozaban de un amplio apoyo popular. Wael Abd al-Hamid, homsí y forofo del equipo Al-Karama, cuenta lo siguiente: «La forma que tenía Abdelbasit Sarut de jugar al fútbol era clara y era uno de los mejores porteros jóvenes de Siria, que se estaba preparando para ser el portero principal de Al-Karama y, probablemente, también de la selección siria, sobre todo si tenemos en cuenta la historia del equipo, que ha dado al fútbol sirio a muchos de sus mejores porteros. La participación de Abdelbasit en la revolución fue para mí, como seguidor del club, extremadamente importante, porque la pertenencia al club Al-Karama era parte de nuestra identificación personal y la presencia de algunos de sus jugadores en las plazas de la revolución fue un elemento vital para nosotros».
Tampoco puede separarse la popularidad de Abdelbasit de su conmovedora voz y los himnos y proclamas que improvisaba, ni de su valiente aceptación de la misión de ir subido a hombros, convirtiéndose directamente en objetivo del régimen y sus aparatos de seguridad. De hecho, los medios de comunicación del régimen sirio y las páginas leales a él en Facebook no tardaron en difundir el nombre de Sarut y calificarlo de terrorista salafista, lo que le obligó a negar en un vídeo de mediados de julio de 2011 semejantes acusaciones y confirmar su rechazo al sectarismo, insistiendo en que él era uno más de los manifestantes pacíficos del país. Desde ese momento, su nombre se consagró como uno de los líderes de la revolución en la ciudad, y también como uno de los más buscados por el aparato de seguridad del régimen en ella.
En otoño de 2011, Abdelbasit Sarut se encontraba en el corazón de los barios parcialmente asediados en los que comenzaron a proliferar algunos grupos armados bajo el paraguas del Ejército Sirio Libre, cuya misión era proteger los callejones de los que salían las manifestaciones de los cruentos ataques del régimen, que ya había comenzado a fragmentar la ciudad y colocar controles militares en las carreteras y entradas a los barrios. Abdelbasit también se vio en medio de una severa polarización sectaria por la cual la ciudad quedó dividida entre barrios de mayoría alauí partidarios del régimen y otros de mayoría suní opositores a él. Paralelamente a la trayectoria de la revolución que fue poco a poco tomando las armas para defenderse contra la cruenta e inmisericorde maquinaria del régimen y en la que poco a poco también iban apareciendo lemas religiosos con tintes sectarios, se dio una trayectoria de enfrentamiento sectario creciente y asesinatos y secuestros mutuos.
La vida de Sarut adquirió una de las facetas más excepcionales de aquellos días, cuando comenzó a aparecer en noviembre de 2011 junto a la difunta actriz siria Fadua Suleimán, de origen alauí, cantando juntos contra el régimen, enviando un claro mensaje contra la polarización sectaria. Al mismo tiempo, ahí se inició una trayectoria en la que Sarut se vería en el exilio, en todos sus dichos, hechos y cantos.
A finales de 2011, Sarut ya había presenciado el entierro de muchos de sus compañeros e hijos de Al-Bayada, y también había perdido a su hermano mayor, así como a varios familiares y amigos en una de las incursiones violentas de los miembros de la seguridad del régimen en el barrio. Los primeros meses del año 2012 fueron los de la transformación definitiva hacia la militarización y los que presenciaron una combinación de enfrentamientos armados que lograron liberar muchos barrios de Homs de las manos del régimen, y de multitudinarias manifestaciones que parecían más bien celebraciones carnavalescas, en las que solía aparecer Sarut con canciones y cantos que se convirtieron en hitos fundamentales de la revolución, como los famosos «Janna, ya watanna» (Querida patria, eres un paraíso) y «Hanin lil-hurriya hanin» (Añoro la libertad, la añoro), que quedaron ligadas a su nombre.
Homs se convirtió progresivamente, pues, en un escenario de guerra abierta en muchos de cuyos barrios las milicias leales al régimen cometieron matanzas sectarias horribles, en las que utilizaron armas blancas para ejecutar a los civiles. El ejército del régimen también lanzó ataques e incursiones violentas contra los barrios rebeldes utilizando misiles, artillería y tanques, y posteriormente, aviones, logrando así dominar parte de ellos, entre los que se encontraba Al-Bayada, que había sufrido la destrucción de amplias zonas y la mayoría de cuyos habitantes se habían visto obligados a marcharse. En paralelo, se iba imponiendo un asedio gradual sobre el resto del barrio mediante el corte de carreteras y las vías de evacuación naturales, ya fuera de forma directa o por medio de francotiradores.
En la primavera de 2012, quedó claro que el régimen pretendía, por medio de la violencia generalizada, matar y forzar el desplazamiento del mayor número de habitantes posibles de los barrios revolucionarios y aislar y asediar las zonas que no podía controlar militarmente. En algún momento en aquellos cruentos días, mientras continuaba cantando y lanzando proclamas en las manifestaciones, Sarut tomó las armas en las filas de un grupo militar que se denominó «Brigada de los mártires de Al-Bayada», y tomó parte en los intentos de recuperar el barrio de manos del régimen, recibiendo un tiro en el pie.
A mediados de junio de 2012, el régimen había logrado prácticamente rodear todos los barrios de la Ciudad Vieja, que solo permanecían unidos al mundo exterior gracias a unos pocos caminos blanco de los francotiradores y que no servían para garantizar un suministro suficiente de alimentos, medicinas y munición. Así comenzó lo que pasó a llamarse el asedio de la Ciudad Vieja de Homs, ciudad que había perdido a centenares de sus hijos e hijas en la violenta represión y las batallas, y decenas de miles de cuyos habitantes de los barrios centrales se habían desplazado a otras zonas de Homs, Siria y el mundo, bajo el peso de las bombas. Asediados quedaban algunos miles de civiles y varios centenares de combatientes.
Abdelbasit y sus compañeros intentaron romper el asedio en repetidas ocasiones sin éxito, tomando posteriormente la decisión de salir de Homs con algunos de sus compañeros a través de los túneles y redes de alcantarillado, rumbo a la zona rural al norte de la ciudad, esperando conseguir allí la ayuda necesaria para romper un asedio que era cada vez más firme. Khaled Abu Salah, activista político homsí, dice que Sarut «quería lograr la ayuda militar suficiente para romper el asedio en el mejor de los casos o, al menos, conseguir la comida y munición necesarias para enfrentarse a él, pero sus intentos fueron en vano y ni logró la ayuda necesaria, ni parecía que hubiera nada que él pudiera hacer desde el exterior para romperlo».
En otoño de 2012, Sarut decidió, junto a unos compañeros, que era necesario romper el asedio de la forma que fuera o, al menos, regresar al interior de Homs para participar en la resistencia al mismo, en un momento en que el régimen había descubierto todos los túneles y los había cerrado. Abdelbasit libró con algunas decenas de compañeros una batalla suicida en la que no pudieron lograr romper el cerco. Muchos combatientes cayeron y Sarut tuvo que vivir el duelo de su segundo hermano, además de resultar él mismo herido de bala en el pie nuevamente. La película «Regreso a Homs» de Talal Derki da testimonio de esos días. Al final de la misma, Sarut aparece tumbado en una cama, despertándose de la anestesia tras una operación. En ese limbo entre la consciencia y la inconsciencia debido a la anestesia, grita de forma trágica pidiendo a quienes lo rodean que no dejen que la sangre de los mártires se derrame en vano y repitiendo que no quiere nada más en esta vida que romper el asedio: «Matadme en cuanto abráis el paso a la gente».
Terminado el invierno y después de que su pie se curara, Sarut y sus compañeros volvieron a intentarlo, logrando en la primavera de 2013 romper el cerco y regresar al corazón del asedio, pero sin poder abrir camino al traslado de personas, alimentos y munición. Después de eso, el asedio se volvió más firme y duro, hasta el punto de que los asediados se alimentaban de hojas de árboles y carne de gatos.
Sarut no dejó de cantar y combatir en ningún momento y desde el interior de la Homs asediada se difundían múltiples vídeos en los que se le veía cantar durante las veladas junto a sus compañeros de armas. Quizá el más famoso sea el de la canción «Li-ajl oyunek ya Homs» (En honor a tus ojos, Homs»). En ese período también empezaron a aparecer más y más en sus canciones y conversaciones expresiones relacionadas con el universo simbólico del salafismo yihadista y expresiones con dimensiones claramente sectarias, en lo que parecía un acercamiento a los círculos yihadistas que estaban en ascenso en todo el país, especialmente tras la decepción general posterior a la matanza con armas químicas en Al-Ghouta y el colapso del marco nacional de la lucha en Siria.
Desde finales de 2013, comenzó a hablarse de una negociación que sacaría a los combatientes y civiles asediados de Homs por medio de un acuerdo con el régimen, idea a la que Sarut y sus compañeros de la brigada de los Mártires de Al-Bayada se oponían. Sin embargo, su rechazo no fue meramente verbal, sino que se materializó claramente en la conocida como «batalla de los molinos a finales de diciembre de 2014 cuando los combatientes cavaron un túnel en dirección a los molinos» cuyo objetivo era romper el asedio o, al menos, transportar bolsas de harina al corazón de los barrios asediados.
Dicha intentona suicida acabó en gran tragedia: la operación fracasó y cayeron más de sesenta jóvenes combatientes de los Mártires de Al-Bayada, entre ellos, otros dos hermanos de Sarut, que había perdido en total a cuatro de ellos a manos del régimen. Así fracasó el último intento de romper el asedio, sobre el que se hicieron muchos comentarios relativos a traiciones en el interior de los barrios asediados de Homs y entre las facciones de la zona rural septentrional de Homs, a las que se acusaba de no haber hecho lo suficiente para romper el asedio. Sarut apareció posteriormente en un vídeo rechazando acusar a nadie e invitando a superar unos errores que no especificaba, así como llamando a la unidad de filas.
Posteriormente, Abdelbasit apareció en muchos vídeos en los que rechazaba la idea de salir de Homs, considerando que todo ello era resultado de la traición del mundo entero, incluidas las facciones opositoras que estaban negociando las condiciones de la salida. A mediados de febrero de 2014, apareció en un vídeo rodeado de un grupo pequeño de gente gritando contra la idea de la negociación, la salida de Homs o la firma de cualquier pacto con el régimen. Dicho vídeo sirve como síntoma de los grandes cambios que estaba experimentando el joven, en permanente duelo por su ciudad, sus hermanos y sus compañeros. En el vídeo solo aparecen banderas salafistas blancas y negras y todos se encomiendan al cielo exclusivamente para salvar a Homs de la caída y el exilio forzado. Además, se insiste en que Homs no debe seguir el camino de otras zonas que habían firmado treguas con el régimen, como Berzeh y Moaddamiya, cerca de Damasco.
En mayo de 2014, menos de tres meses después de ese vídeo, los autobuses verdes del régimen ejecutaban la primera operación de exilio forzado en Siria y vaciaban Homs de aquellos combatientes y civiles que aún quedaban en ella, enviándolos a la zona rural de Homs más al norte. Sarut no aparece en ninguna imagen ni vídeo de los muchos que se grabaron durante la salida de civiles y combatientes, y parece claro que finalmente había capitulado obligado ante la idea de marcharse, una vez que la mayoría de los asediados lo había hecho, no teniendo otra alternativa que la muerte por inanición, o por impacto de bala o proyectil.
Unas horas antes de la salida, Sarut había hablado en un vídeo publicado posteriormente, con una tristeza y devastación que no se habían visto antes, diciendo que tenía un reproche que hacer al Frente de Al-Nusra y Daesh. Aun considerando que tenían los mismos objetivos que los asediados, les afeaba que algunos sectores de ambas organizaciones tachasen a los revolucionarios de Homs asediados de «drogadictos e infieles», utilizando expresiones como que Homs no debía abandonarse para que la habitaran «los alauíes, los cristianos, los chiíes, los libaneses y los iraquíes».
Este vídeo dice muchas cosas sobre las que conviene detenerse. La primera es que, si Al-Nusra y Daesh acusaban a Sarut y sus compañeros de infieles, eso significa que no se habían unido a dichas organizaciones, y que Sarut tenía un objetivo central, que era derrocar al régimen por la fuerza, algo que expresó en ese y otros vídeos, diciendo que rechazaba «la politización», refiriéndose con ello a su rechazo a unirse a cualquier facción que tuviera un proyecto distinto de luchar contra el régimen. Sin embargo, en contrapartida, parece claro que Sarut estaba inmerso en el discurso de las fuerzas islamistas y salafistas, incluidos los esfuerzos por hacer prevalecer la legislación de Dios sobre la tierra, según dijo en el mismo vídeo. Del mismo modo, quedó claro que había comenzado a percibir el conflicto con el régimen como uno religioso y sectario, en el que todos «los musulmanes» debían aliarse y apoyarse, incluidos Al-Nusra y Daesh, como también expresó en dicho vídeo.
Durante su estancia en la zona rural septentrional de Homs, pasó por varias localizaciones: Al-Dar al-Kabira, Rastan, etc. Puesto que la zona rural también estaba asediada, la situación de las facciones en su interior era especialmente complicada. Samer al-Homsi, activista de comunicación en la región de Al-Houla, en esa zona de Homs, comentó a Al-Jumhuriya que: «Los combatientes sufrían una enorme carencia de armas: no tenían suficiente armamento pesado para enfrentarse al del régimen, mucho más numeroso, que nos asediaba por todas partes. La toma del control por parte de Daesh de la zona de Aquirbat, en el desierto al este de la zona rural septentrional de Homs, le permitió introducir dinero y armas a sus pocos miembros allí».
Poco antes de eso, Abdelbasit había participado en la fundación del Batallón de Homs, una facción que portaba la bandera de la revolución y carecía de orientaciones ideológicas, según Khaled Abu Salah, activista político de Homs y amigo de Sarut, que añadió que en aquel momento el objetivo de este último era: «Regresar para liberar Homs, pero las difíciles condiciones y la inefectividad de las facciones de la zona rural en este sentido lo obligaron a él y su grupo a actuar en solitario y lanzar operaciones relámpago contra las fuerzas del régimen en las afueras de la región para apoderarse de armamento y continuar la lucha».
En ese momento, según Khaled Abu Salah, alguien se puso en contacto con Sarut y le prometió armas a cambio de rendir pleitesía al «Estado» (Islámico), algo a lo que Sarout se mostró dispuesto, tal y como él mismo confirmó en más de una ocasión, a condición de que ello fuera exclusivamente para enfrentarse al régimen, algo que se conoció como «pleitesía de la lucha», un concepto que se extendió entre las facciones sirias y que significaba que dicha pleitesía se limitaba exclusivamente a la colaboración en la lucha contra el régimen, sin integrarse en el cuerpo de la organización ni en su proyecto político.
La relación entre ambos bandos no duró más que unas semanas, tras las cuales Sarut rompió su relación totalmente con esa persona y todas las partes que habían anunciado su disposición a rendir pleitesía a la organización del Daesh en la zona rural septentrional. A esto, añade Khaled Abu Salah: «Cuando los juristas de la organización del Estado (Islámico) entraron en dicha zona posteriormente, exigieron a Sarout que rindiera pleitesía a la organización, pero él se negó y adoptó una postura muy dura contra ellos».
Posteriormente, anunció la independencia de la brigada Mártires de Al-Bayada de cualquier organización o facción en un vídeo grabado en agosto de 2015. Más adelante, y mientras estaba en Estambul tras su salida de la zona y de Siria, Khaled Abu Salah grabó un largo encuentro con él en el que esclarecía todos los puntos grises de la historia. En él dijo que se había retractado de la idea de rendir pleitesía cuando hubo comprendido que el proyecto del Daesh era gobernar a los habitantes de la región y no enfrentarse al régimen, y cuando vio cómo se excedían y cometían errores (no especificados) miembros cercanos a la organización o considerados pertenecientes a ella. También comentó en un encuentro con el canal Orient TV a comienzos de 2018 que se había retractado después de saber que la organización venía a «luchar contra los revolucionarios, los musulmanes y las personas que estaban conmigo bajo asedio».
Aunque negó haber rendido pleitesía, Sarut tuvo que enfrentarse al hostigamiento de las facciones de la zona, especialmente el Frente de Al-Nusra, que desembocaron en una campaña contra su brigada en la que murieron nueve de sus compañeros en noviembre de 2015 y culminaó con la salida de Sarut de la zona rural septentrional de Homs, y finalmente de Siria hacia Turquía, a principios de 2016.
En Turquía, Sarut estuvo entre Gaziantep y Estambul donde participó en manifestaciones de apoyo a Alepo, cuyos barrios orientales habían sido cercados por el régimen, que también había iniciado los ataques contra ella y el exilio forzoso de su población a finales de 2016. Khaled Abu salah dice que Abdelbasit no quería quedarse en Turquía, pero que las amenazas de Al-Nusra de detenerlo le impedían volver. «Tras la caída de Alepo en manos del régimen, las manifestaciones volvieron al norte y Abdelbasit y yo regresamos a Siria y participamos en ellas. Aunque muchas personalidades conocidas de Homs me ayudaron a mediar con las facciones, Ahrar al-Sham y el Frente de al-Nusra estaban obcecados en detenerlo». Y de hecho, unos meses después de su retorno a Siria, una ronda de Tahrir al-Sham (anteriormente Al-Nusra) lo detuvo y lo mantuvo en régimen de aislamiento durante 37 días, hasta que lo pusieron en libertad gracias a una mediación, según Abu Salah.
A su salida del centro de detención de Al-Nusra, Abdelbasit decidió viajar con algunos de sus compañeros del primer grupo, la brigada de los Mártires de Al-Bayada, a la zona rural septentrional de Hama, para establecer cuarteles en los frentes, el punto más cercano a Homs al que podía llegar. Abdelbasit y sus compañeros participaron en muchas batallas junto a otras facciones, pero de forma independiente, hasta que en los últimos días de 2017 se unieron al Ejército de Al-Izza (el orgullo, la dignidad), una de las facciones del Ejército Sirio Libre activa en la zona rural septentrional de Hama. Abu Salah explica a Al-Jumhuriya que: «Abdelbasit decía que esta facción no tenía sedes de seguridad ni cárceles (…). Nosotros no gobernamos a los civiles, sino que los defendemos».
Parece que la decisión de Sarut de unirse al Ejército de al-Izza suponía una continuación de su trayectoria marcada fundamentalmente por el objetivo de derrocar al régimen sirio. El Ejército de Al-Izza es conocido por haberse negado a luchar contra las otras facciones contrarias al régimen, incluidos Daesh y el Frente de Al-Nusra, y por no pretenderdominar a la población o gobernarla en las zonas en que está o ha estado desplegado. Si bien tiene una tendencia y un discurso islamista claro, se ha mantenido comprometido con la bandera y la denominación de Ejército Libre hasta el momento. Además, se trata de una facción que ha insistido en múltiples ocasiones en su rechazo a los acuerdos de Astaná y Sochi entre Rusia y Turquía, aunque en la práctica los haya acatado.
Los cantos y las proclamas no abandonaron nunca la vida de Sarut, pues unas veces aparecía recitando poesía para animar a sus compañeros de armas en los frentes, y otras, cantando o lanzando proclamas entre los manifestantes de Ma’arrat al-Nu’man y otros lugares. Hasta los últimos instantes de su vida, no dejó de hacer todo lo posible para enfrentarse al régimen.
Durante las últimas batallas que se libraron en las zonas rurales septentrionales y occidentales de Hama, Sarout estuvo en el frente junto al Ejército de al-Izza y apareció en un vídeo hablando de los avances de las facciones opositoras en Tell Malah. Khaled Abu Salah cuenta que: «Tras la liberación de la región entre Tell Malah y Al-Jabbin, Sarut recibió, mientras estaba en el frente, la noticia de que un grupo había sufrido los bombardeos contra la retaguardia, por lo que decidió coger el coche para auxiliarlos. Cuando puso el motor en marcha, un proyectil impactó contra el lugar, aunque nadie resultó herido. Al ponerlo de nuevo en marcha, llegó otro proyectil, que hirió a Sarout en el vientre, la pierna y el brazo, por lo que fue atendido en el punto médico de Khan Sheijun».
Quienes lo auxiliaron quisieron trasladarlo al hospital de Al-Dana, en la zona rural al norte de Idleb, pero sufrió una grave hemorragia que les obligó a detenerse en Ma’arra, insistiendo en transfundirle sangre y después llevarlo a Al-Dana. Abu Salah dice que se pudo controlar la hemorragia en el hospital y se le pudo estabilizar, por lo que lo trasladaron el jueves 6 de junio, a través del paso fronterizo de Bab al-Hawa al hospital de Rihaniya, y después a Antakia, en Turquía. Sin embargo, su situación empeoró, algo que Abu Salah atribuye a sus continuos traslados y su fuerte hemorragia.
La mañana del 7 de junio de 2019, Abdelbasit Sarut caía mártir a causa de las heridas, concluyendo con su muerte una corta y épica vida plagada de transformaciones, batallas y sangre. Su cuerpo fue trasladado al interior de Siria y enterrado en Al-Dana, en la zona rural de Idleb. Los dolientes cargaron el cuerpo del mártir Sarut sobre sus hombros, acostumbrados a llevar su cuerpo vivo para que dirigiera las proclamas y cánticos de los manifestantes. En vez de gritar a su lado, como de costumbre, lanzaron proclamas por él mientras lo enterraban lejos de Homs, ciudad cuyo asedio había luchado por romper durante los últimos años de su vida, con el deseo de volver a ella después del exilio.

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A pesar de que la vida de Sarut muestra una fuerte impulsividad y una eterna disposición a enfrentarse a la muerte sin pensarlo dos veces, su misma vida nos indica también que los últimos años de su vida no fueron una precipitación a ciegas hacia la muerte, sino que todo fue fruto de una decisión consciente de aceptar el desafío hasta el final. Su revolución tenía un camino marcado y no se trataba de una mera explosión de emergencia. En este sentido, Sarut fue dueño de su destino y caminó por los derroteros que lo hizo partiendo de una combinación de pensamiento e impulsos, y la prueba de ello son los largos meses que pasó herido, por ejemplo, en la zona rural de Homs, para regresar de nuevo y hacer lo mismo que había provocado sus heridas.
Lo que pretendemos con esto es señalar que muchos de los argumentos de defensa de Sarut y su vida se han basado en su «simpleza», y en decir que las circunstancias lo llevaron, obligado y no por elección, por el camino que siguió. Sarut no era simple, si con ello nos referimos a que no comprendía el significado ni las dimensiones de lo que hacía y decía, y tampoco es cierto que no eligiera su camino, pues a pesar de la tremenda dureza y dificultad de las circunstancias objetivas, la voluntad interacciona con ellas y elige su camino de entre las opciones disponibles, sean muchas o pocas. Las condiciones en las que vivió Sarut no eran solo las suyas, pero su destino y su camino no fueron el destino y el camino de todos los que vivieron con él las mismas circunstancias.
No obstante, también es cierto que Sarut carecía de la preparación teórica y de pensamiento suficiente que le ayudara a expresar sus ideas, o a pensar de forma sistemática sobre sus circunstancias y tomar las decisiones en base a ello. Incluso cuando se acercó al discurso salafista, el núcleo de sus palabras siguió girando en torno a las ideas del «valor», el «honor», la «autodefensa y la defensa del honor y la sangre». La carencia de preparación mental se muestra también en su continuo «rechazo a la politización» y otras expresiones del tipo «a nosotros nadie nos va a politizar». La vida del mártir y sus dichos indican que se refería al rechazo a la negociación con el régimen y a insertarse en cualquier proyecto de gobierno y administración de la vida de las personas antes de derrocar al régimen. Sin embargo, en el núcleo de esta postura suya hay una política clara, que es a fin de cuentas lo contrario del «rechazo a la politización», cuando se muestra como una disposición a identificarse con cualquier parte que considere al régimen un enemigo también, independientemente de lo ostentosamente claro que sea su proyecto político, como en el caso de Daesh y Al-Nusra. La «politización» para Sarut era considerar todo lo que no fuera el único objetivo -destruir el régimen asadiano- «caminos tortuosos», en un radicalismo unidireccional, en el cual solo había una batalla claramente definida y justificada y un único enemigo completa y definitivamente determinado, mientras que todo lo demás eran «distracciones» que había que rechazar. Se trata de una forma de pensar similar a las teorizaciones de la mayoría de movimientos radicales contemporáneos en toda su variedad, que ven en EEUU, Israel o el capitalismo mundial al «Leviatán».
¿Es esta una justificación o apología velada del discurso, las expresiones o las posturas adoptadas o expresadas por Abdelbasit Sarout, cuando muchos revolucionarios sirios rechazan -entre ellos, quienes escriben estas líneas- su discurso transigente o positivo sobre Daesh y el Frente de Al-Nusra en algunos momentos, y sus expresiones insufladas de sectarismo? De ninguna manera, del mismo modo que no supone criminalizar a quienes consideran que tales aspectos no pueden pasarse por alto, o quienes creen que el posterior esclarecimiento por parte de Sarut de todas las ambigüedades no es suficiente. Ese es «nuestro problema» con él y ojalá no estuviéramos sometidos a la criminalidad asadiana y Abdelbasit estuviera vivo entre nosotros, para discutir con él un día estos temas a fin de que se retractara y disculpara o, simplemente, no hubiera entendimiento alguno. Nos han privado, tanto a nosotros como a Abdelbasit de esto también.
Para ser justos con la historia y el país, con la muerte, la destrucción y el dolor, debemos rechazar centrarnos en esas etapas aisladas de su coyuntura y su contexto y negarnos a repetirlas compulsivamente como si se tratara de la historia de Sarut al completo o incluso toda la historia de la revolución siria según la presentan Asad y sus apologistas. ¿Es el problema de los asadistas, del periódico libanés Al-Akhbar, de los medios de Putin o de los que han dirigido la campaña electrónica para borrar todo contenido positivo sobre Sarut en Facebook que Sarut hiciera una declaración extremista en un momento determinado o que izara esta u otra bandera o que soltara ese insulto sectario? Claro que no. Su problema con él es que se levantó contra Bashar al-Asad, que es el mismo problema que tienen con todos nosotros, los activistas pacíficos y los combatientes, los sectarios y los patriotas demócratas. Y ese es su problema con la revolución siria en su conjunto, con todo lo que comprende y todo lo que conlleva.
Parece que el martirio de Sarut ha abierto hoy una ventana hacia nuestra memoria del 2011, de nosotros mismos y de nuestras percepciones de aquel entonces, un entonces que nos cambió a todos, un entonces en que sentimos que éramos dueños de nuestro destino y de nuestras elevadas y roncas voces. Y precisamente por eso, porque Sarut es un símbolo de ese entonces, los asadistas y sus protectores intentan privarnos de él y de ello. La campaña del régimen y sus aliados para borrar la vida de Sarut y las publicaciones sobre él es indicativa de su pánico ante la revolución al completo, y de que son plenamente conscientes de la importancia de librar la batalla de la narrativa. Frente a eso, no podemos más que seguir insistiendo en librar esa batalla y certificar sus detalles con todo el amor y la imparcialidad que podamos, para proteger nuestra memoria, a nosotros, al 2011 y a la revolución siria contra el régimen asadiano, y para proteger a Siria.