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El Tribunal Especial sobre Líbano y la guerra en la sombra (2/3)

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Caty R.

Líbano, laboratorio de la teoría de la desorientación informativa y de la disensión social

III. Los libaneses «analfabetos secundarios» 

La neutralización de ese importante lote de agentes pro israelíes, entre ellos el caso gravísimo de un oficial superior encargado de la lucha antiterrorista dentro de la inteligencia militar libanesa, el general Fayez Karam, estrecho colaborador del general Michel Aoun, principal aliado cristiano de Hizbulá, da testimonio del grado de infiltración de Israel en el aparato libanés. De rebote revela la porosidad de la sociedad libanesa y su vulnerabilidad. Una sociedad, sin embargo, de las más rebeldes del mundo árabe, pero paradójicamente la más aquejada del fenómeno de desorientación informativa, la más afectada por la teoría de la disensión social.

Escenario de la primera y más larga guerra civil urbana de la época contemporánea, de antemano el terreno es propicio a las manipulaciones debido a la división del país en comunidades étnicas, a la institucionalización de la confesionalidad como forma de gobierno y el comunitarismo como horizonte infranqueable de la sociedad. Ese fenómeno se amplificó debido a la guerra interna por el hundimiento de las estructuras familiares y la recomposición de las alianzas de los clanes, dando lugar a una proliferación de grupúsculos con el propósito de desarrollar las solidaridades paralelas al margen de las redes habituales. Un fenómeno acentuado por un vigoroso proselitismo religioso de origen anglosajón, particularmente en los sectores empobrecidos de la población, así como por la codicia insaciable de una fracción de la patronal libanesa movida por un capitalismo cosmopolita apátrida.

Pionero de un periodismo pluralista, incluso casi anárquico, Líbano ya contaba cuando llegó su independencia en 1943 con 132 publicaciones, entre ellas 17 diarios y 15 revistas semanales, para una población de 1,5 millones de habitantes y una superficie de 10.400 km2, récord mundial absoluto per cápita con respecto a la densidad demográfica, mientras que la prensa del Golfo todavía estaba en sus primeros balbuceos y el analfabetismo era el bagaje general de una gran parte del conjunto árabe. Veinte años después, gracias a la guerra civil (1975-1990) y bajo el impulso de las facciones combatientes, Líbano se jactaba de disponer de una cincuentena de televisiones privadas y más de ciento cincuenta emisoras de radio, lo que convertía al país, en relación con su población de cuatro millones de habitantes, en la mayor concentración mediática de Oriente Medio y sin duda del Tercer Mundo.

Auténticos retóricos de la geoestrategia mundial, a veces pretenciosos, más enfocados sobre la casuística que sobre la dialéctica -la discusión bizantina sobre el sexo de los ángeles llegó directamente de Beirut-, en realidad los libaneses en el ámbito de la información, más allá de las apariencias, son las víctimas privilegiadas de un proceso de desinformación por sobrecarga informativa, auténticos «analfabetos secundarios», un fenómeno que se traduce en la pérdida de referencias, en un estado propicio a todas las manipulaciones, propicio a todos los arrebatos que explicarían la disponibilidad libanesa a la subcontratación de guerras por cuenta ajena.

Más conocida en el lenguaje periodístico con el nombre de «teoría de la pelea de perros», la teoría de la disensión social, corolario de la desinformación, consiste en exacerbar los antagonismos sociales y suscitar la guerra civil entre comunidades con el fin de desviar la atención de un conflicto mayor o de preparar la división del país. Experimentada en Líbano, lugar donde se han prefigurado las guerras de depuración étnica de la era postsoviética, esta teoría se puso en marcha con éxito en la antigua Federación de Yugoslavia, en Iraq y en Afganistán por Peter Galbraith, hijo del economista John Jenneth Galbraith, ex contacto por cuenta de la CIA de Benazir Bhutto, Primera Ministra de Pakistán asesinada en 2007.

A lo largo de medio siglo los países occidentales en general, y Estados Unidos en particular, han ejercido el monopolio del relato mediático, especialmente en lo que concierne a Oriente Medio, un monopolio considerablemente propicio a las manipulaciones de las mentes, que no obstante se romperá ante la penetración mediática de la cadena transfronteriza «Al-Yazira», en dos ocasiones con estrépito, con consecuencias perjudiciales para la política occidental: la primera vez en Irán, en 1978-79, durante la «revolución de las casetes» que se refiere a las grabaciones de los sermones Imán Ruhollah Jomeini en la época de su exilio en Francia y que se comercializaron desde Alemania para levantar a la población iraní contra el Sha de Irán. La segunda vez con ocasión del «Irangate» en 1986, el escándalo de las ventas de armas estadounidenses a Irán para financiar la subversión contra Nicaragua. Un escándalo, hay que recordarlo, que estalló gracias al seguimiento de una filtración en un diario de Beirut, «As-Shirah«, poniendo en un serio aprieto a la administración republicana del presidente Ronald Reagan.

Salvo estos dos casos, Estados Unidos e Israel siempre han intentado volver inaudibles a sus enemigos, si es preciso desacreditándolos con potentes alianzas locales o internacionales, ampliando su ofensiva mediática, ahogando a la audiencia en una riada de información y practicando la desinformación a través de la pérdida de referencias debida a la sobrecarga informativa con el fin de convertir a los oyentes y lectores en perfectos «analfabetos secundarios». No analfabetos o incultos, sino seres etimológicamente en proceso de «desorientación», psicológicamente condicionados y reorientados en el sentido deseado donde la ignorancia constituye, paradójicamente, una señal de superioridad. «Puro producto de la fase de industrialización, de la hegemonía cultural del Norte sobre el Sur, de la imposición cultural como un preludio de la invasión y el enriquecimiento de los mercados, el analfabeto secundario no es digno de lástima. La pérdida de memoria de la que adolece no le hace sufrir, su falta de perspectivas le pone las cosas fáciles. Aprecia no poder concentrarse nunca y considera ventajas su ignorancia y su incomprensión de todo lo que ocurre», sostiene el autor de la expresión, el alemán Hans Magnus Enzensberger, en una obra con el título profético «Mediocridad y delirio».

El frenesí diplomático occidental en Líbano, sin parangón en ninguna parte del mundo, ha llevado a un intelectual libanés, el economista Gerorges Corm, ex ministro de Finanzas, a asestar una vigorosa llamada al orden a los «Queridos embajadores de las grandes potencias: Ustedes se funden tan bien en el paisaje político que llegan a olvidarse de que son embajadores y a menudo consideran que forman parte de las altas autoridades responsables del país (…) En los períodos de crisis su pasión por Líbano es tal que no dudan en dirigirse pública y directamente a nosotros, haciendo burla de las convenciones de Viena», escribió en una carta abierta publicada el 16 de julio de 2010 en la revista libanesa Magazine.

En los momentos cruciales de su historia, Líbano ha constituido un colador, pero este país, el más pequeño de los países árabes, ha compensado un poco este fallo apuntándose dos gloriosos hechos de armas contra Israel en 2000 y 2006, único país árabe que luce semejante palmarés, el único que consiguió una retirada militar de Israel de su territorio sin negociaciones ni tratado de paz. En su descargo, sin embargo, aunque una cosa no quita la otra, Líbano no detenta el monopolio de la connivencia con Israel.

Los instructores israelíes están presentes en Iraq, particularmente en la zona kurda, para dirigir y formar a los soldados kurdos, los antiguos preshmergas, captados para las operaciones de mantenimiento del orden en Bagdad en el primer semestre de 2007. La revista News nigth del 19 de septiembre de 2006 presentó imágenes exclusivas de amplias instalaciones y de esos entrenamientos. Interop y Colosseum, dos empresas israelíes de mercenarios servirían de tapadera a esta actividad del ejército israelí. Los oficiales llegarían por Yibuti para ocultar su origen. Los israelíes habrían tomado el relevo de las empresas estadounidenses de mercenarios ya presentes en el Kurdistán iraquí desde la creación de la zona de exclusión tras la operación «Tormenta del desierto», en 1991. Ambas empresas actúan de acuerdo con el Shin Beth, los servicios de inteligencia israelíes, y en Oriente Medio actúan en coordinación con la oficina de las «minorías periféricas», término con el que los servicios israelíes designan a los ciudadanos de los países árabes que consideran susceptibles de colaborar con ellos, como fue el caso durante la guerra de Líbano con las Fuerzas Libanesas (1975-2000) y como es el caso en la nueva guerra de Iraq.

Con la excusa de la doble nacionalidad, bajo el uniforme del ejército estadounidense, desde 2003 los israelíes están presentes como especialistas de la guerrilla urbana en Fort Bragg. En este centro de las fuerzas especiales estadounidenses, en Carolina del Norte, es donde se puso en marcha la famosa Task Force 121, que con los peshmergas del UPK del presidente iraquí Jalal Talabani, procedió a la detención del ex presidente iraquí Sadam Husein. La cooperación israelí-estadounidense se desarrolló también en el ámbito extrajudicial, con la liquidación de 310 científicos iraquíes entre abril de 2003 y octubre de 2004. Los hombres de negocios israelíes también intervienen como subcontratistas de empresas jordanas o turcas en el mercado iraquí. En 2008, el sitio Internet Roads to Iraq contaba 210 empresas israelíes ocultas que intervenían en el mercado iraquí, una auténtica bendición para los agentes reclutadores del Mossad. Se considera que el rey Hussein de Jordania fue un «informante» de la CIA y la dinastía marroquí refrena mal su exacerbado giro hacia Israel demostrado por la colaboración del Mossad en la eliminación del jefe de la oposición marroquí Mehdi Ben Barka y el despliegue del Institut Amadeus, subcontratista oficial de la diplomacia marroquí. Sin contar a Arabia Saudí, principal beneficiaria de las agresiones de Israel contra el núcleo duro del mundo árabe.

IV. Una parodia de la justicia, un sainete trágico

Ni el cineasta estadounidense Mel Brooks, ni Eddy Murphi, ni ningún otro cómico de Hollywood habrían imaginado una tragicomedia semejante. En cinco años de funcionamiento el Tribunal ha acumulado pasos en falso como en una tira cómica repetitiva privilegiando, sin miedo al soborno de testigos, una investigación parcial, exclusivamente parcial; en primer lugar contra Siria y contra sus aliados de Líbano a continuación, encarcelando de forma arbitraria a cuatro altos oficiales libaneses que se verá obligado a liberar cuatro años después por falta de pruebas. Un desarrollo que ha motivado una cascada de dimisiones -cinco en dos años: dos procuradores, dos secretarios judiciales y una portavoz- (7), convirtiendo el Tribunal Especial sobre Líbano, único tribunal ad hoc en la materia, en la risión universal.

Un magma absoluto. Una leonera. Desciframiento.

La encarcelación de los generales Jamil Sayyed y Ali al Hajj tenía como objetivo encubierto sacar de los puestos delicados de los servicios de seguridad a los responsables de confesión chií, especialmente informados de los tejemanejes entre Siria y Hariri, para sustituirlos por suníes (el general Achraf Riffi y el coronel Wissam al Hassan), de acuerdo con los deseos de venganza de Jacques Chirac y Saad Hariri, el tándem en el origen de la puesta en marcha del Tribunal Internacional. Achraf Riffi fue ascendido a general en abril de 2005, dos meses después del asesinato de Rafic Hariri, y propulsado a la cabeza de las fuerzas de seguridad. La designación a la vindicta pública de los cuatro oficiales superiores implicados a toda prisa y encarcelados arbitrariamente por su presunto papel en el atentado contra Hariri respondía a la preocupación de los dirigentes pro occidentales de neutralizar a los «testigos embarazosos». La instrumentalización de magistrados libaneses para una tarea contraria a la soberanía de la justicia libanesa con el fin de validar la pista siria en el asesinato de Rafic Hariri ha perjudicado la causa de la justicia internacional y de la magistratura libanesa, cuyo el epílogo ha sido como un mazazo psicológico en el campo occidental. Los generales Jamil Sayyed, director de la seguridad nacional, Ali Hajj, director de inteligencia general, Raymond Azar, director de inteligencia militar, y Mustafá Hamdane, jefe de la guardia presidencial, han estado detenidos desde el 20 de agosto de 2005. El juez ha considerado el dossier demasiado inconsistente para mantenerlos en prisión. Ninguno de ellos, curiosamente, ha sido objeto de ninguna inculpación. Alguno de ellos, no menos curiosamente, no ha sido reintegrado en sus funciones ni ha recibido ninguna reparación moral ni material Su liberación, el 29 de abril de 2009, resonó como una burla para sus detractores.

Marwan Hamadé, un incansable opositor a Hizbulá al frente de un ministerio infiltrado por los israelíes.

La antena pirata de repetición israelí de Mont Baruk está situada en la región montañosa del Chuf, feudo de Walid Jumblatt, socio de Saad Hariri en la revuelta antisiria. La instalación se hizo bajo el mandato del lugarteniente de Walid Jumblatt de la época de su paso al Ministerio de Telecomunicaciones, Marwan Hamadé, en un período bisagra de 2005 a 2008, es decir, al comienzo de la investigación internacional sobre el asesinato de Rafic Hariri, principalmente basada en la interpretación de comunicaciones sesgadas por los servicios israelíes en su pulso con Hizbulá en mayo de 2008, pasando por la guerra de julio 2006, donde Hamadé se posicionó en la vanguardia de la denuncia del movimiento chií. El más firme partidario del desmantelamiento de la red de autónoma de transmisión de Hizbulá aparece, curiosamente, al frente de una administración infiltrada por topos israelíes. Milad Eid, un de los grandes expertos de OGERO, el organismo gestor del cable submarino que conecta Beirut con el sur de Líbano -la zona de despliegue de Hizbulá-, ha resultado ser un gran espía de Israel y el regulador de las transmisiones por cable del Estado libanés equipado con una logística de creación israelí. Habitualmente prolijo, en particular en los medios franceses Marwane Hamadé, incansable opositor de la omnipotencia de Hizbulá, está mudo desde la revelación de la infiltración en su antigua administración. El interlocutor favorito del procónsul estadounidense Jeremy Feltman, el niño mimado de Bernard Kouchner, ministro francés de Asuntos Exteriores que estaba en el secreto del asalto al sistema de comunicaciones chií, nunca se ha explicado sobre el hecho de conceder a una empresa israelí, Kapira, bajo la cobertura de una empresa pantalla francesa, la gestión de las comunicaciones saltándose el organismo del Gobierno, OGERO, ni sobre su comportamiento, como mínimo impertinente, con respecto al conjunto del expediente. En pleno naufragio político, el flamante estratega de la «revolución de los cedros» sólo se mantiene en el umbral de la línea de flotación gracias a la voluntad de su mentor, Jumblatt. El hombre más detestado del distrito sur de Beirut tuvo que colarse, con una fuerte escolta, en el cortejo fúnebre de las exequias del jeque Mohamad Fadlallah, guía espiritual de la comunidad chií libanesa, en julio de 2010, para presentar sus condolencias, en un intento interpretado como una forma de arrepentimiento, señal indiscutible de la caída en desgracia de un hombre con la aureola de «mártir vivo» venido a menos.

Se plantea entonces la cuestión de los fundamentos de su requerimiento, ¿no habría ganado en credibilidad si hubiera ido precedido de una depuración de espías israelíes en su ministerio? Por extensión, también se plantea la cuestión de saber si el atentado del que fue víctima en 2004, a raíz de la resolución 1559 de la ONU que conminaba a Siria a retirar sus tropas de Líbano, fue un tiro de advertencia de sus adversarios contra su acusado giro occidental, ¿o bien se trataba de un intento de camuflaje para darle credibilidad en su gestión, que a posteriori se reveló criminal, si hubiera conseguido la paralización total de Hizbulá, o incluso su destrucción, en su lucha contra Israel? La misma cuestión se plantea con respecto a Elias el Murr, otro veleta de la vida política libanesa, cuñado de Gébrane Tuéni y, sobre todo, yerno del presidente Emile Lahud, víctima también de un atentado en 2005, en la medida en que la antena pirata israelí estaba injertada en la antena piloto de Murr TV (MTV), la propia cadena de la familia del Ministro libanés de Defensa. La cuestión merece plantearse con respecto a objetivos nada triviales sobre esta coincidencia curiosa e inquietante.

La profusión de falsos testigos, una decena en total, récord mundial absoluto de todos los tiempos, convierten al Tribunal Especial en una auténtica leonera. Como una rebatiña sobre un botín conseguido a base de declaraciones pagadas, la profusión no es en absoluto producto de la casualidad. Resulta de los cálculos de los diversos protagonistas de la coalición occidental para la satisfacción de sus objetivos, complementarios en su finalidad pero contradictorios en sus prioridades.

El falso tránsfuga de los servicios de inteligencia sirios, Zouheir Siddiq (8), fue una bendición para el tándem Hariri-Chirac para implicar a Siria. Endiabladamente teatral, es él quien tomó la iniciativa de invitar a su residencia de Marbella (España) a Detliv Mehlis para contarle su testimonio, despreciando las reglas más elementales del procedimiento. Y el inspector alemán, sin miedo al ridículo, se apresuró a opinar sin el menor cotejo de precaución. Este tenebroso personaje es el primero que señaló a los cuatro oficiales superiores libaneses en el atentado contra Hariri, igual que el cuñado del presidente Bachar al Assad, el coronel Assaf Chawkat, encargado de la seguridad del régimen sirio. Testigo clave, Siddiq será tratado con todos los miramientos debidos a su rango de testigo-rey. Un rey venal. Su testimonio se habría pagado con la bonita suma de cinco millones de dólares, un hecho que él mismo habría proclamado por la red hertziana durante una comunicación por teléfono móvil con un miembro de su familia. Siddiq habría confesado a su hermano que se había convertido en «millonario» por decir lo que le habían indicado, en especial los nombres de siete oficiales de la inteligencia siria y los de cuatro generales libaneses presuntamente implicados en el asesinato. Durante su estancia en Francia residió, por la cara, en la elegante localidad de Chatou, en la región parisina, a costa de los contribuyentes franceses. Convertido en testigo incómodo para Jacques Chirac, el pensionista póstumo de su amigo asesinado, Siddiq fue expulsado hacia las petromonarquías del Golfo, mientras Líbano reclamaba su extradición, exfiltrado gracias a un pasaporte falso expedido por Nicolas Sarkozy, entonces Ministro del Interior. Escoltado por dos funcionarios franceses fue enviado a Abu Dhabi a los servicios de seguridad egipcios y mantenido después bajo su tutela.

El saudí Faisal Akbar (9), debido a su declaración de pertenecer a al-Qaida y su conexión con Siria representaba, por sí mismo, una coartada perfecta para que el gobierno de Bush pusiera en la picota a Siria y para la justificar la invasión de Iraq y la continuación de la «guerra contra el terrorismo». Akbar confesó su participación en el asesinato de Rafic Hariri comunicando de paso a los investigadores, como un cebo, su proximidad con Abul Mussab Al Zarkaoui, el comandante de operaciones de al-Qaida en Iraq… lo que hizo soñar a la inteligencia estadounidenses con la posible captura de Osama bin Laden, su enemigo público número uno. Posteriormente se retractó y acusó a los «extranjeros» de haberle soplado el nombre de Assaf Chawkat, cuñado del presidente sirio Bachar al Assad, como patrocinador del asesinato de Rafic Hariri.

Un tercer testigo falso, Ahmad Merhi, cuyo historial haría palidecer el de Illich Ramírez Sánchez, el famoso Carlos, el «coco» de Occidente de la década de 1970, ha afirmado que estuvo implicado en todos los complots tramados desde el 11 de septiembre de 2001 (atentados de Nueva York) hasta el 14 de febrero de 2005 (asesinato de Rafic Hariri). Se las arregló para conseguir el favor de los servicios de inteligencia de Dinamarca. A cambio de la protección danesa ofreció su colaboración en la denuncia de los promotores de las manifestaciones antidanesas en el mundo árabe organizadas tras la publicación de las caricaturas del Profeta en un periódico danés. Este espía polifacético aparecerá implicado sobre todo en el asesinato del Ministro de Industria libanés Pierre Gemayel, hijo del ex presidente de la república Amine Gemayel, y mezclado en las revueltas del campo palestino de Nahr el Bared (norte de Líbano).

El cuarto, el sirio traficante de drogas Akram Chakib Mourad, es un clarividente que afirmó haber visto en Líbano la Mitsubishi, la camioneta que desencadenó la explosión, seis meses antes de su voladura y su implicación en la misión suicida, mientras dicha camioneta todavía estaba en Japón. Incluso confesó que la había visto en el distrito del sur de Beirut, el feudo de Hizbulá, mientras la camioneta seguía en Japón.

Un quinto testigo es un palestino agente del Mossad, condenado por la justicia militar y expulsado de Líbano en 2003, que regresó en 2005 bajo una nueva identidad gracias a un pasaporte sueco para declarar contra Siria y sus aliados libaneses. Expulsado de Líbano bajo el nombre de Abdel Basset Bani Awdah, regresó bajo el nombre de Antonius Bani Awdah estampado en un pasaporte sueco. El alemán Detliv Mehlis, que le había prometido financiarle una operación de cirugía estética para volverle irreconocible, le confirió la protección derivada de su estatuto de «testigo privilegiado». Mehlis compartimentó el asunto, guardó para sí el testimonio de Bani Awdah y lo utilizó como un hilo conductor en su investigación. Celoso de su botín no compartió su información con ninguno de sus colegas hasta que se descubrió el pastel.

Curiosamente, la pista de la única persona que reivindicó públicamente el asesinato el día del atentado en la cadena transfronteriza «Al-Yazira», Ahmad Abu Addas, se dejó de lado. Este hombre, que habitaba en el sector oeste de Beirut, desapareció de su domicilio tres semanas antes del atentado y su padre denunció su desaparición a la policía. «salafista-yihadista», según se autoproclamaba, quería poner en la picota «a todos los dirigentes árabes que gobiernan de una manera contraria a la voluntad de Dios», e hizo declaraciones hostiles sobre Rafic Hariri.

Las diabólicas conexiones de Gébrane Tuéni

Peor, la última y no menor de las anomalías, el «héroe mártir» de la prensa libanesa, Gébrane Tuéni, por asombroso que pueda parecer, mantenía relaciones de negocios con la mafia. El símbolo de la primavera de la libertad de Líbano y punta de lanza del combate antisirio alquilaba su coche blindado, con el fin de rentabilizar su inversión, a un mafioso libanés que operaba en la mafia de Bulgaria. El vehículo blindado, adquirido por 350.000 dólares, se alquilaba por mil dólares diarios durante los numerosos desplazamientos al extranjero del director del periódico «An-Nahar«. Los dos últimos arrendatarios del coche fueron un mafioso libanés que operaba en Bulgaria y un antiguo guardaespaldas del jefe de una formación miliciana de la derecha libanesa reciclado para los negocios mafiosos en Europa oriental. El coche se devolvió a su propietario la víspera del regreso de Tuéni de París. Los investigadores internacionales y la prensa occidental siempre han acusado a Siria sin plantear nunca la hipótesis de un ajuste de cuentas mafioso dirigido al arrendatario y no al propietario del coche o la hipótesis de una conexión entre el atentado y las actividades del antiguo guardaespaldas miliciano, en resumen, un atentado por defecto. El encargado del alquiler, en realidad el gancho de esta sórdida clientela, tenía relaciones personales de negocios con el sirio Hosam Hosam, otro gran falso testigo, convirtiendo esta investigación en un verdadero «nudo de víboras» por su desarrollo y sus efectos devastadores sobre la paz civil libanesa.

El premio «Gébrane Tuéni» se concede cada año a un periodista árabe destacado en el ámbito de la libertad de prensa sin que el beneficiario, el público, o incluso el jurado, estén enterados de las conexiones diabólicas de Tuéni, que ha pasado a la posteridad como símbolo de la lucha democrática en Líbano y en el mundo árabe mientras que generalmente la opinión libanesa le describe como el perfecto representante de las alianzas rotativas del Líbano posterior a la guerra con el poder y el poder del dinero, igual, por otra parte, que su tío Marwane Hamadé y su cuñado Elías el Murr, tres políticos que habrían siniestrado el compromiso político debido a su permanente contorsionismo. Salvo para mantener la confusión mental y la perdición moral, ¿qué virtudes pedagógicas esconde la exaltación de seres de gran versatilidad y poca moralidad en la formación cívica de las futuras generaciones?

Una auténtica leonera

El periódico Al-Akhbar, que a finales de julio de 2010 publicó un dossier completo sobre las disfunciones del Tribunal Especial, ha enumerado los nombres de una decena de testigos falsos (Zouheir, Siddiq, Faisal Akbar, Ahmad Merhi, Hosam Hosam, Imán Ali, Lou’ay as Saka), sin que se haya podido determinar con certeza, después de cuatro años de audiencias, si esta suma documental respondía a los dictados de sus comanditarios o resultaba, al contrario, de una imaginación fértil, de la mistificación, de un intento de intoxicación o de extorsión de fondos o más simplemente de infiltración y contramanipulación con el fin de desacreditar a los operadores occidentales. Un fragmento antológico a semejanza de una conjura de divulgadores y, en cualquier caso, revelador de las fobias occidentales y de sus supuestos ideológicos sobre las motivaciones profundas de la «guerra contra el terrorismo».

Siria, al contrario, ha tenido un comportamiento claramente más expeditivo y marcial. En respuesta al requerimiento internacional tomó la precaución de filmar el interrogatorio de su principal testigo, el general Ghazi Kanaan, su ex procónsul en Líbano, no tanto por su participación en la conspiración como para servirse de sus propias confesiones como de una prueba de convicción contra su propia persona. El general Kanaan sería «suicidado» a raíz de su interrogatorio, condena por su connivencia con el clan Hariri en la reforma de la carta electoral libanesa que dio como resultado facilitar el regreso al poder el ex Primer Ministro y su enriquecimiento fabuloso del orden de 800 millones de dólares, según las estimaciones más generalmente admitidas.

Notas:

(7) Lista de los dimisionarios del Tribunal Especial sobre Líbano: dos jefes de la secretaría judicial, Robin Vincent, junio de 2009, y David Tolbert, 12 de enero de 2010; Dos procuradores, el polémico Detlev Mehlis (Alemania) y el belga Serge Brammentz, 2010; finalmente la portavoz, la libanesa Radhia Achour, 24 de mayo de 2010.

(8) Zouheir Siddiq, que se presentaba como un miembro importante de los servicios secretos sirios en Líbano y pretendía saber todo sobre la implicación del Siria en el asesinato del Primer Ministro Libanés Rafic Hariri, en realidad era un estafador protegido por Rifaat al-Assad, ex dirigente sirio refugiado en España, que soñaba con derrocar a su sobrino, el presidente Bachar al-Assad. Según Der Spiegel (22-10-2005) Siddiq confesó a su hermano que se había convertido en «millonario» por decir lo que le habían indicado, en especial los nombres de siete oficiales de la inteligencia siria y los de cuatro generales libaneses presuntamente implicados en el asesinato. En una entrevista al diario kuwaití Al-Siyassah el 12 de abril de 2010, afirmó que el gabinete de Nicolas Sarkozy, entonces Ministro del Interior, le había enviado, «para protegerle», un falso pasaporte checo que le permitió abandonar el territorio francés mientras Líbano reclamaba su extradición. En 2009 en Abu Dhabi fue condenado a seis meses de prisión y expulsado por haber entrado en los Emiratos Árabes con papeles de identidad falsos. Él se justificó afirmando que no sabía que «ese pasaporte era falso».

(9) Véase el dossier especial sobre las disfunciones del Tribunal Especial sobre Líbano con respecto a la investigación sobre el asesinato de Rafic Hariri realizado por el periódico libanés Al Akhbar y difundido en varios episodios: martes 27 de julio de 2010: «Más allá de los falsos testigos, una revelación sobre las investigaciones, Faisal Akbar, el saudí que está detrás de las investigaciones», por Hassan Alik; miércoles 28 de julio: «Las brechas en las reglas de funcionamiento del Tribunal: Ahmad Merhi, el testigo mudo, el hombre de los servicios de inteligencia del 11 de septiembre (atentado de Nueva York 2001), al 14 de febrero (asesinato de Hariri 2005), por Hassan Alik y Omar Nachabbé (cronista judicial del diario y miembro del Carnegie Endowmwnr for Internacional Peace -Middle East Center- Beirut, Líbano-).

Primera parte: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=112615

Fuente: http://www.renenaba.com/?p=2733

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.