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El turno de la izquierda

Fuentes: Diagonal

Ya han hablado todos. Empresarios, banqueros y clases altas quieren un nuevo terreno de operaciones más productivo para sus intereses: quieren un nuevo mercado que es el viejo mercado de la libre explotación. Sindicatos, funcionarios y clases medias quieren volver al tiempo en el que eran posibles sus ilusiones de bienestar: quieren una vuelta a […]

Ya han hablado todos. Empresarios, banqueros y clases altas quieren un nuevo terreno de operaciones más productivo para sus intereses: quieren un nuevo mercado que es el viejo mercado de la libre explotación. Sindicatos, funcionarios y clases medias quieren volver al tiempo en el que eran posibles sus ilusiones de bienestar: quieren una vuelta a las viejas ideologías del desarrollo.

Los subalternos, trabajadores y clases bajas quieren recuperar las posibilidades de entrar en la estructura social del capitalismo: quieren alcanzar las viejas posibilidades de abandonar el lugar del riesgo, de la precariedad y del paro. Han hablado todos y nadie ha querido tocar las reglas de juego.

Han hablado todos, menos la izquierda: si la izquierda hubiera hablado habría empezado por redefinir el campo de batalla y por encontrar en la crisis financiera y el reajuste capitalista una forma más de dominación política. Dándose así cuenta de que la única crisis real es el abandono por su parte del poder constituyente: una potencia que busca construir más ser, un ser ético, un ser social, una comunidad libre.

Si la izquierda hubiera hablado habría propuesto reconocer la dimensión antagonista que estructura nuestras sociedades y habría trabajado por cambiar el consenso, la servidumbre y la desigualdad consentida por el conflicto y la lucha. Habría propuesto responder a los fundamentos de la realidad capitalista construyendo una utopía contemporánea que hubieran formalizado las artes y la literatura en tanto que maneras de anticipación, exploración y ensayo social, y que habría permitido saber cómo es ese otro mundo posible que reclama. Habría propuesto, como quería Brecht, llevar al discurso instituido del capitalismo, del liberalismo y del nihilismo hasta un callejón sin salida, hasta una aporía teórica, donde sería posible entonces hacer nacer la revolución.

Habría propuesto establecer un gobierno de transición que hubiera permitido no solamente invertir la dirección del progreso, que nos lleva al precipicio, sino establecer una necesaria suspensión técnica del mercado, introduciendo, por ejemplo, frente al libre cambio valores como el bien público, los derechos sociales, etc.

Habría propuesto conformar un frente único que reuniera a todas las fuerzas anticapitalistas en torno a un programa común de trabajo que permitiera el uso conjunto de recursos fuertes, masivos e influyentes destinados a convertirse en una gran fuerza hegemónica para orientar a la sociedad hacia una transformación radical. En esa misma línea hubiera propuesto la implantación de la renta básica universal con la que cambiar las condiciones políticas que impone el salario, lo que obligaría a todos a la participación efectiva en cada uno de los ámbitos de decisión y poder.

Hubiera propuesto el establecimiento de redes de cooperación internacional que desmantelaran la violencia el expolio y la explotación. Hubiera propuesto el control colectivo de las transformaciones señaladas mediante mecanismos de poder popular, incluido la comunicación de las mismas mediante el uso participado de la televisión pública.

Habría hecho muchas propuestas más. Si ningún sistema social puede ser una totalidad cerrada, ni siquiera el fascismo, y si no hemos escuchado aún estas propuestas, entonces esperamos aún a que hable la izquierda, esperamos su turno.

César de Vicente Hernando, Coordinador del Centro de Documentación Crítica y la sala Youkali (Madrid)

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/El-turno-de-la-izquierda.html