Para dejar sitio a los molinos de viento se talan árboles y para construirlos, también. Bien lo saben en las comunidades indígenas de Ecuador y Perú, cuyas vidas sostenibles son segadas para nuestros proyectos de sostenibilidad
Cuando mi amigo el pastor me dijo “el último árbol del planeta lo talará un proyecto de energía sostenible” (Cuentos del Progreso. Editorial Pol·len), seguro que intuía que era mucho más que una frase ingeniosa. De hecho, si analizamos lo que está significando la implementación de la transición energética con sus recetas mágicas de proyectos supuestamente limpios y sostenibles, no queda otra que, como siempre, darle la razón.
El último ejemplo lo tenemos en la controversia que ha generado un informe de expertos ambientales tras analizar el funcionamiento de una gran planta en el Reino Unido que “produce” (entre comillas para no dejarnos engañar por el lenguaje) energía eléctrica a partir de la quema de madera importada de Norteamérica. Como otras centrales de biomasa, ésta gestionada por el grupo Drax, defiende que el CO2 que se emite al quemar la madera de los árboles talados queda compensando por la capacidad de éstos al absorber CO2 durante su crecimiento. Tal vez en teoría, porque muy rápido han de crecer cuando las cifras de la investigación explican que la central fue responsable de 11,5 millones de tones de CO2 durante el año 2023, lo que representa casi el 3% de las emisiones totales de carbono del Reino Unido. A mi parecer, en cualquier caso, más importante sería conocer cuántos bosques –y toda la vida que los habita– se han erradicado para dedicarlos a los monocultivos de esos árboles industriales.
En el segundo ejemplo, más cercano, sí que tenemos ese dato aproximado. Como ha denunciado la Plataforma a favor de los paisajes de Teruel, el Gobierno de España ha aprobado recientemente la creación de un conjunto de parques eólicos en el Maestrazgo que prevé instalar un total de 125 aerogeneradores. Lo que representará una deforestación de casi 900 hectáreas de bosque y la tala de entre 200.000 y dos millones de árboles. En este caso, la justificación con la que se respalda esta masacre de árboles se escuda en la plantación de otros ejemplares en otros lugares. De nuevo, más allá de que la tasa de reposición de estos árboles pueda ser “eficiente”, lo que nunca se compensará será toda la vivacidad contenida en los bosques.
El arboricidio que nos dejará sin bosques, ni biodiversidad, no acaba aquí. Rastreemos un poco. Este proyecto será gestionado por el fondo de inversión danés Copenhagen Infrastructure Partners (CIP), que se presenta como “la mayor gestora de fondos del mundo dedicada a inversiones en energías renovables”. Ahora que cuentan con el contrato del Maestrazgo, la firma ha cerrado un acuerdo con GE Vernova para el suministro de los 125 molinos. Esta empresa, que no es más que una división de la gigantesca General Electric para aprovechar los vientos favorables a las energías renovables, cuenta en la descripción de la elaboración de sus aerogeneradores que “cada turbina eólica se somete a un meticuloso proceso de fabricación que involucra la construcción de torres de acero, molduras de fibra de vidrio en la góndola y ensamblaje de palas, y cada pala requiere alrededor de 2000 horas de trabajo para fabricarse a mano con fibra de vidrio y madera de balsa”.
Son muchos los bosques primarios amazónicos que han desaparecido para permitir el cultivo de balsa
Es decir, para dejar sitio a los molinos de viento se talan árboles y para construirlos, también, porque cuando se habla de madera de balsa se refieren al árbol llamado balsa, propio de los trópicos suramericanos. Su madera, muy liviana pero resistente a la vez, resulta muy apropiada para la fabricación de balsas, claro, de esquís, puentes… y, efectivamente, como parte de la estructura de las aspas de los aerogeneradores. Bien lo saben en las comunidades indígenas de Ecuador y Perú, cuyas vidas sostenibles son segadas para nuestros proyectos de sostenibilidad. Ahora que se van conociendo los datos del boom en el uso de madera de balsa, se sabe que son muchos los bosques primarios amazónicos que han desaparecido para permitir el cultivo de balsa.
Cuando nos sobre la electricidad, añade el pastor, sin árboles nos faltará el oxígeno.
Gustavo Duch. Licenciado en veterinaria. Coordinador de ‘Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas’. Colabora con movimientos campesinos.