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El verdadero desplazamiento está teniendo lugar en Hebrón

Fuentes: Haaretz

Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis

11 septiembre de 2005.- Israel no puede ser considerado un estado gobernado por la ley, o una democracia, mientras que los pogromos continúen en Hebrón. Un estado es juzgado por lo que tiene lugar en su propio patio trasero, y en el caso de «la Ciudad de los Patriarcas» éste es un patio particularmente oscuro. Lo que está implicado aquí no es un problema político-diplomático que toca la existencia o inexistencia de un asentamiento determinado, sino más bien el carácter del régimen de Israel. Este absceso debe extirparse inmediatamente, incondicionalmente, antes de que su malignidad se extienda.

Lo que está pasando en Hebrón es diferente de todo lo demás en los territorios ocupados. En Hebrón, están perpetrándose las atrocidades más graves de la empresa colonizadora. Mientras los colonos están lamentando «su desplazamiento» de Gush Katif y los caballeros de lágrimas afligidas están predicando por la reconciliación con ellos y la empatía por su situación, la expulsión de los palestinos de Hebrón está continuando a una proporción alarmante. No puede haber ninguna reconciliación con esta gente, parientes y amigos de la empresa colonizadora que trata a sus vecinos de esta manera. Cualquiera que pida compasión para los colonos evacuados de Gaza, y que aún permanezca callado sobre la acción de los colonos en Hebrón, muestra un retorcido y santurrón sentido de la moralidad.

Pero la conducta brutal de los colonos no es el asunto principal que debería estar levantando una tormenta, sino la conducta del estado que no los detiene y que incluso les presta ayuda. ¿Hay que hablar ahora sobre la anarquía en Gaza? En Hebrón, la anarquía reina bajo los ojos malévolamente cerrados de un estado que posee sofisticados mecanismos para dar fuerza a la ley. ¿Está el enfoque ahora en la tragedia del desarraigo de las personas de sus casas de Gush Katif? El acto de desposesión y expulsión en Hebrón es incomparablemente más cruel. El número de personas expulsado es mucho más grande, y se quedan sin nada. Nadie está preocupándose por su situación.

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Es un poco difícil de creer que la realidad en Hebrón está oculta de los ojos de la mayoría de los israelíes y que no está meciendo Israel en su mismo núcleo. Durante los últimos cinco años, unos 25.000 residentes han sido expulsados de sus casas, a menos de una hora de conducción desde la capital de Israel. Y el hostigamiento diario continúa bajo los auspicios de las IDF y de la policía de Israel, desatendidos por los medios de comunicación. Este hostigamiento apunta a expulsar a los residentes palestinos restantes de una área que hasta recientemente tenía una población de aproximadamente 35.000 palestinos y 500 judíos.

Aquellos que no han visitado la ciudad en los recientes años no creerían a sus ojos. En el territorio bajo control israelí – H2, o territorio israelí, según el acuerdo de Hebrón – descubrirían un pueblo fantasma. Ciento de casas abandonadas, como después de una guerra, docenas de tiendas destruidas, quemadas o ametralladas, sus verjas soldadas y cerradas por los colonos, y un silencio total y penetrante, mortal. Según las valoraciones extraoficiales, no más de 10.000 son los residentes que permanecen en este lugar. El resto ha dejado sus casas y propiedades después de ya no poder soportar el hostigamiento de los colonos y de sus niños. Ésta es la desconexión más grande en los años recientes; esto es la expulsión real.

Todos los días los colonos atormentan a sus vecinos aquí. Cada ir a la escuela para un niño palestino se ha convertido en una jornada de hostigamiento y miedo. Cada salida de tiendas por una ama de casa es una jornada de humillación. Los niños de los colonos dan puntapiés a mujeres viejas que llevan cestos, los perros de los colonos son azuzados a los ancianos, las basuras y excrementos son arrojados desde los balcones de los colonos a los patios de las casas palestinas, la basura de metal bloquea las entradas de sus casas, arrojan piedras a cualquier transeúnte palestino – ésta es la rutina de vida en la ciudad. Cientos de soldados, policías de fronteras y guardias son testimonios de estas acciones y permanecen ociosamente de pie. Intercambian chistes de vez en cuando con los alborotadores, y casi nunca se interponen en su camino. Los intentos de denuncias de los residentes ante la policía son rechazados completamente bajo varios y varios pretextos. Incluso cuando hay masivos pogromos con centenares de colonos participando; como fue el caso de hace aproximadamente cuatro meses cuando cientos de colonos entraron en la casa de Dr. Tayser Zahadi en Tel Rumeida y destruyeron todo aquello a lo que le pudieron ponerle las manos – las fuerzas de seguridad se mantuvieron de pie, a los lados, sin intervenir. El escándalo se documentó en vídeo, pero nadie pensó transmitirlo por la televisión israelí.

En el vecindario de barrio de Tel Rumeida, donde sólo sobre un décimo de los residentes palestinos permanece – 50 de 500 familias – esta realidad asume proporciones monstruosas: Los residentes caminan encorvados por sus patios traseros, manteniéndose cerca de las paredes, susurrando por miedo a ser oídos. Los niños corren a toda velocidad a casa en una arremetida enfadada y los vecinos se mueven de casa a casa con escaleras raquíticas. Es una vida perseguida de gueto; todo debido a un puñado de alborotadores que viven sobre ellos en la cima del barrio.

Últimamente, han tenido éxito: La violencia de los colonos ha sido probada en si misma, y Hebrón está volviéndose más judaizada. Para ser más preciso, Hebrón está volviéndose más vacía. Quinientos residentes violentos han demostrado que ellos tienen el poder para expulsar a decenas de miles de sus vecinos gracias al patrocinio que el estado les ha extendido a ellos. Ninguno de los líderes del consejo de Yesha ha hablado alguna vez contra este fenómeno, y Yesha se ha vuelto así en cómplice del crimen. El error horrible del primer ministro Yitzhak Rabin, al que le faltó el valor de desarraigar este asentamiento inmediatamente después de la matanza en la Cueva de los Patriarcas, continúa dando sus frutos podridos. Desde entonces, cada día que el asentamiento salvaje en Hebrón continúa existiendo es otro día de vergüenza por el Estado de Israel.