Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Rahm Emmanuel es, al parecer, el estadounidense más odiado por los dirigentes de Israel. Es considerado el oponente más peligroso del gobierno Netanyahu en la Casa Blanca. Tras puertas cerradas, hacen llover -si se cree a los medios- epítetos antisemitas sobre su persona. «Chico judío» es uno de ellos. En jerga sionista, es un «judío que se odia a sí mismo».
Y ¡quién lo iba a decir!, aquí lo tenemos paseándose alrededor del Galileo en shorts. Visita las Alturas de Golán ocupadas, que normalmente los diplomáticos extranjeros se esfuerzan por evitar. Las FDI [ejército israelí] lo llevan en avión por sus instalaciones. Ora en el Muro Occidental. Un buen turista judío de EE.UU.
El hijo de Emanuel ha llegado a la edad de la Bar Mitzvá, ¿hay un sitio mejor para celebrarla que el País de Israel, donde su abuelo fue miembro del Irgún -un equipo que el gobierno de EE.UU. hubiera estigmatizado como organización terrorista, como Hamás en la actualidad?
En breve, el chico judío que se odia a sí mismo se ha revelado como un sionista con un efusivo corazón judío, admirador del ejército israelí y partidario de la anexión de las Alturas del Golán.
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LA VISITA, claro está, no fue un capricho pasajero. Se sumó a una larga serie de gestos de Barack Obama con el propósito de conquistar los corazones de los judíos antes de las próximas elecciones al Congreso.
Parece que en una cierta etapa, hace meses, Obama llegó a la conclusión de que había perdido la primera vuelta de su controversia con Binyamin Netanyahu, y que sería mejor vivir y enfrentarse en otra ocasión.
El mismo lo explicó en detalle en una conversación con dirigentes judíos: al principio de su camino en Oriente Próximo pisó algunas minas terrestres. Ha aprendido su lección.
El resultado fue una campaña de lisonjas y adulaciones:
Invitó a Elie Wiesel, el señor Holocausto en persona, a un almuerzo privado en la Casa Blanca. Tal vez intercambiaron recuerdos sobre algunas experiencias comunes, como «¿Cómo aceptar el Premio Nobel de la Paz y quedarse como si nada?» La contribución de Wiesel a la paz es uno de los grandes misterios del universo. (Mi opinión personal sobre Wiesel halló su expresión en una palabra hebrea que inventé especialmente para él: «Shoan» (algo como «holocausteador».)
Después de eso, Obama se reunió con varios conjuntos de «dirigentes judíos» y les habló de su apoyo inquebrantable para la seguridad de Israel, su admiración por Netanyahu y su amor hacia Israel en general. No importa que sólo hace poco un importante sondeo de opinión haya mostrado que esos «dirigentes» se representan sobre todo a sí mismos -la gran mayoría de la generación judía joven en EE.UU. se opone a las políticas del gobierno israelí y se muestra cada vez más distanciada de Israel.
El envío de su confidente Nº 1 a Israel disfrazado de ardiente sionista y la invitación a Netanyahu para que vaya y lo visite en la Casa Blanca son etapas ulteriores en esa campaña.
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¿CUÁL ES SU OBJETIVO? Bueno, es tan claro como el sol a mediodía.
El 2 de noviembre, el 93 aniversario de la Declaración Balfour, habrá elecciones en EE.UU. Todos los escaños en la Cámara de Representantes y 34 en el Senado estarán en juego.
Para Obama, esas elecciones son de inmensa importancia. En el peor caso, los demócratas perderán el control sobre una de las dos cámaras del Congreso, imposibilitando que Obama logre la aprobación de la mayoría de las leyes que propone. En el mejor, puede esperar de modo realista que la mayoría demócrata en ambas cámaras sea reducida, haciendo que la vida del presidente se haga mucho más difícil.
AIPAC [el lobby de Israel en EE.UU., N. del T.] ya ha mostrado que puede tener un gran impacto en los resultados de una elección. Cuando el lobby decide derribar a un miembro del Congreso, es el fin de su vida política. Cuando el lobby concentra su poder financiero y político en un cierto lugar, es casi invencible.
Obama necesita ahora todo el apoyo que pueda obtener en ambas cámaras. Por lo tanto, tiene que neutralizar al lobby pro-Israel. El coste de la fiesta de Bar Mitzvá de la familia Emanuel fue un precio insignificante para lograrlo.
Cuando Obama dice que pisó sobre una mina terrestre, quiere decir que la mina se llamaba AIPAC.
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EL FENÓMENO en sí no es nada nuevo. Se repite cada cuatro años, y a veces cada dos.
Desde el primer día del Estado de Israel, todos los gobiernos israelíes han comprendido que un año electoral en EE.UU. les suministra oportunidades políticas sin igual.
Israel fue fundado en mayo de 1948, medio año antes de las elecciones en EE.UU. Harry Truman estaba en una situación crítica. Muchos creían que sería derrotado de manera aplastante. Necesitaba desesperadamente dinero. Algunos judíos ricos contribuyeron generosamente y salvaron a Truman, quien ganó por un pelo.
Todos los asesores políticos y militares de Truman le aconsejaron que no apoyara la independencia de Israel. Pero Truman reconoció de inmediato al nuevo Estado (por lo menos de facto) en cuanto fue establecido.
Desde ese día, cada vez que el gobierno israelí necesita el apoyo de EE.UU. para un acto controvertido, espera un año electoral estadounidense. Al hacerlo ha tenido casi siempre éxito. La excepción: una semana antes de las elecciones de 1956, el gobierno Ben-Gurion (bajo presión de Shimon Peres) invadió el Sinaí en asociación con Francia y el Reino Unido. Los dirigentes israelíes creían que ningún político estadounidense se atrevería a oponerse a Israel antes de las elecciones.
Se equivocaban: el presidente Dwight Eisenhower, ex comandante supremo aliado, se sentía extremadamente seguro de su victoria en las elecciones. Por ello ignoró al lobby judío y, junto con su colega soviético, presentó un ultimátum a Israel. Al hacerlo sacó en un santiamén a David Ben-Gurion del Sinaí y de Gaza.
Los que esperaban que Obama fuera un segundo Eisenhower se equivocaban. A pesar de algunos éxitos resonantes, su situación política está lejos de ser sensacional. El vertido de petróleo en el Golfo de México no ha mejorado su salud política. Como político realista, ha decidido que no es el momento apropiado para enfrentar al establishment judío.
Tal vez recordó el sensato consejo de Niccolo Machiavelli: Si no puedes matar al león, no lo provoques.
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SIN EMBARGO, HAY una inmensa mina terrestre enterrada en la ruta hacia el día de las elecciones: la congelación de los asentamientos.
Cuando Obama apremió a Netanyahu para que congelara oficialmente los asentamientos en Cisjordania (y extraoficialmente también en Jerusalén Oriental), se acordó un período de diez meses. Ese período terminará en septiembre.
Cuando llegue el momento, Netanyahu enfrentará inmensas presiones de los colonos y de sus aliados para reiniciar las construcciones. «¿Qué teme?» dirán, «¡dos meses antes de las elecciones Obama no se atreverá a levantar un dedo! Y (citando a un sabio judío): si no ahora, ¿cuándo?»
La situación en Israel aumentará la tentación. Parece que «nunca nos ha ido tan bien». No hay ataques. La economía está en auge. A pesar de las críticas que resuenan en todo el mundo, la situación política de Israel es robusta. Recién la semana pasada, Israel fue aceptado como miembro de la OECD, el club económico más prestigioso del mundo. Obama ha capitulado. Cuando el Comando Interior [Homeland Command] del ejército realizó amplios ejercicios esta semana, la gente simplemente parpadeó y no se preocupó de correr a los refugios.
La tentación de reanudar la construcción en los asentamientos será considerable. Pero Netanyahu pensará en el día después. Y Obama hará lo mismo.
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Y POR CIERTO, ¿qué pasará el día después de las elecciones?
Los optimistas creen que esa mañana comenzará una nueva era. No hay más elecciones planificadas antes de noviembre de 2012, cuando termina el primer período de Obama. Durante todo un año, por lo menos, tendrá libertad de acción.
Es una «ventana de oportunidades». Una ventana abierta de par en par. Durante ese tiempo Obama puede realizar su esperanza de llevar la paz y recuperar la posición de EE.UU. en Oriente Próximo. Como una ventaja adicional, podrá dar rienda suelta a su furia acumulada contra Netanyahu.
Según esa predicción, en ese año, desde fines de 2010 hasta el fin de 2011, tendrá lugar el acto final del drama. Obama presentará un plan de paz estadounidense, se intensificará la presión sobre el gobierno israelí, Israel tendrá que terminar por elegir entre la paz y los territorios, por fin la paz estará en camino.
Pero existe una predicción opuesta: Obama seguirá desilusionando, como ha desilusionado hasta ahora. Ya estará pensando en la próxima elección presidencial y seguirá temiendo a AIPAC.
Mucho habla a favor de esta predicción. Cuando yo era muy joven, mi padre me puso en alerta de que nunca, nunca, cediera ante un chantaje. El que paga una vez a un chantajista seguirá pagando hasta su último día. Un chantajista nunca deja escapar a su víctima.
(Durante mi vida, he tratado de ajustarme a ese consejo. Mi técnica es: cuando alguien trata de chantajearme, me amenaza con causarme daño, imagino que ya lo ha hecho. De esa manera, la amenaza pierde su fuerza.)
AIPAC está chantajeando a Obama, y hasta ahora ha tenido éxito. Lo seguirá haciendo después de noviembre. Obama debiera encarar la idea y decidir: ya no más.
¿Tendrá el valor de hacerlo?
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Uri Avnery es un escritor israelí y activista por la paz con Gush Shalom. Colaboró con el libro de CounterPunch The Politics of Anti-Semitism.