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[Crónicas sabatinas] Más acá y por debajo del choque de trenes con muchas víctimas en los vagones de tercera clase

Elogio (federalista) del filósofo (federalista) comprometido

Fuentes: Rebelión

Para Miguel Candel, el helenista gramsciano más sólido y consistente que he conocido nunca. ¡Porque el mundo, admirado maestro, querido amigo, estimado compañero, va a cambiar de base! Según George Orwell el patriotismo es el sentimiento sano de querer y apreciar las cosas del lugar donde uno ha nacido. El nacionalismo es la perversión de […]

Para Miguel Candel, el helenista gramsciano más sólido y consistente que he conocido nunca. ¡Porque el mundo, admirado maestro, querido amigo, estimado compañero, va a cambiar de base!

Según George Orwell el patriotismo es el sentimiento sano de querer y apreciar las cosas del lugar donde uno ha nacido. El nacionalismo es la perversión de ese sentimiento.

La identidad nacional española tiene diversos problemas. Principalmente el hecho, como indica el hispanista Imman Fox, de que el franquismo protagonizó una operación de apropiación de la misma en base a un guión integrista, según cual la esencia de la nación eran la religión católica y la monarquía. De hecho, expulsó de la idea de España a republicanos, anarquistas, socialistas y comunistas, tachados de la antiEspaña y contaminados con doctrinas extranjeras de origen francés y ruso. De este modo, la idea de España que los años 30 del siglo pasado estuvo vinculada a valores progresistas por ser el primer pueblo europeo que se opuso con las armas en la mano al fascismo, quedó vinculado a los valores integristas y reaccionarios.

En la transición hubo la oportunidad de retomar a esa idea progresista de España, pero no fue posible y se impuso una suerte de amnesia histórica, en aras a la reconciliación nacional, que imposibilitó esa tarea. Justamente, esa debilidad o contradicción, ha sido explotada hasta la saciedad por el nacionalismo catalán que intenta interesadamente equiparar la identidad nacional española con la operación de apropiación reaccionaria del franquismo. También explica, en parte, las reticencias de sectores de la izquierda de defender la idea de España.

Es por ello, entre otras razones, que insisto tanto en poner en el primer plano de la acción política la reivindicación de la República Federal como herramient a imprescindible para la reconstrucción de la identidad nacional española, sacando del olvido sus ricas tradiciones liberales, democráticas, republicanas, anarquistas y socialistas, frente a las mitologías nacional-católicas.

Antonio Santamaría (2017)

Antonio Santamaría, otro de los imprescindibles en nuestro tema (¿cuándo dejará de ser un monotema ?), como Martín Alonso o tantos otros compañeros, escribe socialistas y se refiere, por supuesto, antes lo ha indicado, a socialistas y comunistas. C uando habla de «reconstrucción de la identidad nacional española» no está pensando en una identidad convertida en obsesión y en primer y esencial atributo de la ciudadanía. N ada de eso. Y sin que implique, por supuesto que no, desconsideración alguna a otras identidades nacionales (o regionales o de cualquier otro ámbito) que pueden ser vividas, con mayor o menor intensidad, y en consistencia o incluso con alguna inconsistencia con la identidad indicada . Se trata de hermanarnos, con los sentimientos de cada cual, sin dejar nada en el armario, sin opresiones, sin dejar de ser lo que somos (siempre en construcción ), intentando ampliar la mirada y perspectiva de cada uno de nosotros .

Brevemente y sin observaciones ni preámbulos. Estamos tocando ya las vacaciones.

El procesismo está generando, lo sabemos todos, sería estúpido ocultarlo, distanciamientos e incluso rupturas entre ciudadanos. Algunos amigos y amigas s on un poco menos amigos, sobre todo cuando sale el tema en encuentros, foros o conversaciones, y algunos compañeros han dicho y hecho cosas que nos ponen de los nervios por decirlo muy suavemente (y nosotros a ellos seguramente ). Las rupturas no se cuentan con los dedos de cincuenta manos.

Pero, como diría un Neruda invertido, no todo ha sido naufragio.

Por una parte, hemos visto lo nacionalistas que son muchos compañeros que antes no lo eran tanto o decían que no lo eran; siempre es bueno conocer o aproximarse a la verdad. Por otra, hemos visto, estamos viendo, gentes con un coraje fraternal, federal, cívico, democrático, hermanado a mil causas nobles con gentes trabajadores del resto de España (una palabra que yo mismo, durante años, no me he atrevido a pronunciar), de esa España republicana, que incluye Cataluña por supuesto, la de García Lorca, Ibárruri, Negrín y Companys, que tantos llevamos en el corazón con orgullo creciente (si se entiende bien la palabra y la expresión).

Son muchos (y muchas desde luego aunque a veces olvidemos, ¡ay!, a esas muchas ) pero yo quisiera referirme aquí a un antiguo maestro, de esos de los que nos habló Thomas Bernhard en una de sus grandes novelas. Les hablo de Miguel Candel, un profesor emérito de la Universidad de Barcelona.

Le conocí cuando tenía veinte años, en la Facultad de Filosofía, en el curso 1974-75. Fue mi profesor de filosofía antigua. Emilio Lledó le presentó el primer día. Pero, desgraciadamente, fueron pocas las clases que pudo darnos. Una huelga general, larga e importante, de los PNN, él lo era, fue la causa. El resultado de esa lucha en Barcelona: avances democráticos, el mundo universitario (no sólo los profesores) antifascista en primera línea de combate y dos profesores expulsados, Paco Fernández Buey y Miguel Candel.

Luego le seguí -también a Paco F. Buey por supuesto- en los textos que iba publicando en Materiales y mientras tanto. En la distancia. Pero, azares de la vida, en 1982 coincidimos en un Instituto de enseñanza secundaria de Santa Coloma de Gramenet, una ciudad obrera pegada a Barcelona por el lado del río Besòs.

Yo sigo allí dando clases, hasta octubre de este año, hasta el día 2-O, el día después. El, catedrático de griego por oposición (sería el número 1 probablemente), se fue a finales de los ochenta. Traductor en la ONU, traductor en el Parlamento europeo, coordinador de un equipo de traductores, profesor de la UB, siempre filósofo, siempre intelectual comprometido. Y cada vez más humano, más libre, con pensamiento más propio. Prueba de esto último: está a punto de publicase (¡yo ya lo he leído!) un libro suyo, un especie de testamento filosófico (en el buen sentido de la expresión que lo tiene): Ser y no ser. Crítica de la razón narcisista (seguramente en la editorial Montesinos). Yo no soy muy dado, es una limitación importante, a las reflexiones metafísicas pero es difícil, muy difícil, no quedarse atrapado por todo lo que aquí cuenta, describe y argumenta, sin oscuridades y yendo al grano, el autor de Metafísica de cercanías (también en Montesinos, no se lo pierdan tampoco, es una pequeña joya).

Dirán que es devoción, que es amistad, que es compañerismo, que es coincidencia política, que es agradecimiento de alumno que ha aprendido todo lo que ha podido y un poco más de él. Vale, pues será eso. Pero es, además, sincero deslumbramiento ante una mente excepcional, ante un filósofo que a mí recuerda en muchos momentos a Gramsci (¡no se pierdan la reedición de Capitán Swing del Antonio Gramsci. Vida de un revolucionario, de Giuseppe Fiori!), ante un ciudadano cada vez más ciudadano, ante un comunista que sigue militando a sus setenta y tantos años de edad, ante un camarada que ha captado como pocos el significado de fraternidad y solidaridad, ante un ser humano que cada día que pasa tiene, de manera creciente, a la h umanidad y al humanismo bondados o y lúcid o como ser ahí, que diría Jorge Riechmann (no Heidegger). Por si fuera poco lo anterior, ahora es mi presidente en ASIC/ASEC (Asamblea social de la izquierda de Cataluña).

Ni que decir tiene que en toda esta lucha que estamos llevando a cabo contra el secesionismo neoliberal, supremacista y liganordista, es para mi un referente esencial. Todo lo que escribe, todo, vale su peso en claridad, información y compromiso federalista. Sin palabras de más y sin insultos. Nunca hablando por hablar. Y sin sentar cátedra.

Un ejemplo reciente. El tema es, en este caso, la definición de nación, un asunto más bien peliagudo (pueden ver una aproximación detallada en Derechos torcidos, Barcelona, El Viejo Topo, 2017. Lo firmamos los dos, pero lo interesante lo dice él).

  En un reciente congreso de su formación política, rl profesor Candel propuso una enmienda al punto 6.2 del documento político en discusión. Sustituir, decía, «los párrafos segundo y tercero por el siguiente texto». El texto propuesto:

  Una nación es una realidad compleja en la que hoy convergen múltiples factores culturales y políticos resultantes de una evolución histórica en la que la tendencia dominante es el aumento de la diversidad.

En todo caso, de nuevo habla él y el punto es importante, no tiene por qué haber correspondencia estricta entre los factores culturales y los políticos.

En ese sentido, la Cataluña de hoy es el resultado de una larga convivencia entre personas procedentes de distintos puntos de España (a las que se han añadido en los últimos años numerosos inmigrantes de otros países) con unos intereses objetivos diferenciados en función de la clase social a la que pertenecen, mucho más que en función de su origen familiar y sus tradiciones culturales. El marco que facilita hoy por hoy esa convivencia pese a la diversidad de intereses sociales y culturales, a la par que permite encauzar los conflictos que esa diversidad tiende a generar, es el sistema democrático vigente en el Estado español, cuyos evidentes déficits aspiramos a superar profundizando en los valores fundamentales de la igualdad, la libertad y la fraternidad.

Es, por tanto, concluye, la comunidad política, más que la cultural, el sustento de la nación. Podemos en consecuencia, prosigue, concebir una estructura política que incluya distintos niveles de pertenencia nacional

[…] sin necesidad de multiplicar las unidades políticas hasta hacerlas coincidir exactamente con supuestas unidades culturales. Tanto más que la unidad cultural pura es un mito sin correspondencia con la realidad, al menos en las sociedades contemporáneas caracterizadas por mestizajes de todo tipo.

  Pe ro, señal a con evidente y real acierto, hay sectores sociales muy interesados en fomentar la división de las clases trabajadoras para disminuir su fuerza y su voz, para que la fuerza reivindicativa de éstas se diluya y fragmente en beneficio de las clases dominantes.  

  En estos términos, el conflicto nacional entendido como incompatibilidad de intereses entre segmentos de la población con tradiciones culturales diversas es de suma utilidad para fomentar la mencionada división. A ello contribuyen, en el caso de Cataluña, tanto las derechas autóctonas como las de ámbito español general. Hemos de impedir que las clases populares, de dentro y fuera de Cataluña, caigan en la trampa de verse identificadas con nacionalidades presuntamente incompatibles y enfrentadas: una nacionalidad española y otra catalana.

Este es el punto. Ni que decir tiene que a las clases que dirigen el procesismo fomentan ese enfrentamiento. Resulta más o menos evidente, soy yo quien habla ahora, que en una Cataluña independiente la clase obrera jugaría un papel, muy, muy secundario (la hegemonía de clases dominantes y de los intereses complicados de las clases medias sería apabullante), al igual que ocurriría en el resto de España donde el nacionalismo que probablemente irrumpiría con fuerza les llevaría a nudos sin salida.

El helenista Candel justificó así su propuesta:

El texto de la ponencia se sitúa de entrada en el terreno minado de los conflictos nacionales sin destacar suficientemente los intereses y antagonismos de clase que subyacen en ellos. La redacción alternativa propuesta clarifica mucho más la cuestión desde una óptica marxista.

Son de interés también este conjunto de observaciones puntuales a un texto propuesto para la discusión:

La invocación a un vacío jurídico en la Constitución (MC: de vacío, nada; está perfectamente llena con la atribución de la soberanía al conjunto del pueblo español) para su reforma (MC: ahora me entero de que la Constitución Española excluye su reforma) al que recurren los unionistas (MC: ya nos han bautizado; aunque personalmente no me desagrada el nombre, que no es tan peyorativo como quieren que sea: ¿han oído hablar de la guerra civil americana entre la Unión-Federación y la Confederación?) no resolverá jamás el problema político (MC: un referéndum unilateral, en cambio, establecerá la «paz romana» para siempre jamás), sino que probablemente puede conducirlo a un callejón sin salida (MC: no como ahora, en que se abren ante nosotros las amplias alamedas).

En estos términos el conflicto nacional, entre un estado opresor y una nacionalidad oprimida (MC: oprimido, no sé, pero reprimido y deprimido cada vez me siento más), es un escenario que permite poner en un segundo término los conflictos latentes de naturaleza social (MC: algo a lo que textos como este contribuyen decisivamente). En un contexto de explotación económica y más en particular de agravamiento de la tasa de explotación, las clases dominantes siempre -las del estado opresor (MC: malo, malísimo), las de las nacionalidades en conflicto (MC: buenas, buenísimas), pero también aquellas que se benefician desde el exterior de las rentas que produce este estado- están interesadas en potenciar este tipo de enfrentamiento (MC: y nosotros les ayudamos).

  ¿Alguna duda del compromiso, de la lucidez y de la solidez de este gran filósofo concernido, de este gran helenista, de esta gran, de este enorme traductor (más de diez mil páginas seguramente, ¡diez mil!, del inglés, del italiano, del francés, del griego clásico, del latín), de este profesor como muy pocos, de este gran compañero?

Con Cernuda, uno de sus poetas también:

Gracias, compañero, gracias

por el ejemplo. Gracias por que me dices

que el hombre es noble.

Nada importa que tan pocos lo sean:

Uno, uno tan sólo basta

como testigo irrefutable

de toda la nobleza humana.

Dicho queda, cernudianamente, federalmente, con palabras de la mejor tradición político-cultural de la II República española.

Por si tuvieran dudas sobre lo que he dicho, un buen regalo de vacaciones: https://federalistesdesquerres.org/es/2017/06/derecho-a-decidir-derecho-a-dividir-el-federalismo-en-los-barrios-llega-a-sants-les-corts/ Les dejo en buenas manos. ¡Y durante más de una hora! ¡No se pierdan su intervención! Fue en e l ciclo de ‘Federalismo en los barrios’, el 27 de junio de 2017, en el centro cívico Pere Quart, de Sants-Les Corts, en el acto «Derecho a decidir, derecho a dividir». Se le presentó como profesor de Historia de la Filosofía de la Universidad de Barcelona. La bienvenida al acto la hizo el periodista Francisco Arroyo y presentó y moderó la psicóloga Neri Daurella».

Buenas vacaciones. Descansen todo lo que puedan. No cesen de luchar por la fraternidad. No apuesten por nuevos los muros-Estados. No crean historias falsas presentadas como «hechos históricos indiscutibles». No crean ni una sola palabra de lo que se genera desde instancias pujolistas y afines (que son muchas, su hegemonía cultural sigue siendo apabullante). Piensen desde el internacionalismo, la igualdad y la fraternidad, nuestros valores centrales. Pensemos en nuestro contexto el derecho de autodeterminación (del que tanto hemos hablado desde pozos de ignorancia a veces, admitámoslo). Y, por supuesto, felices vacaciones… si pueden tener vacaciones (sé que algunos no, lo sé muy bien).

Hasta septiembre. Un abrazo, un beso y uno de los poemas de Brecht que más me gustan y más de tocan, «Satisfacciones» (no es el único por supuesto; Brecht es muy grande). También a Miguel Candel, un pensador muy brechtiano también:

La primera mirada por la ventana al despertarse

el viejo libro vuelto a encontrar

los rostros entusiasmados

nieve, el cambio de las estaciones

el periódico, un perro, la dialéctica

bañarse, nadar, música antigua

zapatos cómodos, comprender, música nueva

Escribir, plantar, viajar, cantar y ser amable.

Comprender, viajar, cantar. Seamos amables, intentemos serlo.

Me olvidaba. Como despedida, hasta finales de agosto, una reflexión entre amigos de la historiadora Soledad Bengoechea. Nos enseña mucho:

Anoche [18 de julio] , en Sant Cugat, donde vive mi hermano, Junts per Sí había convidado a un grupo de estonios a hacer propaganda para pedir el sí para el referéndum. Pusieron una pantalla donde se veían coros y gentes de la calle cantando canciones estonias. La mayoría eran himnos patrióticos. Los pelos se me ponían de punta. Me comentaba mi hermano que hay un jugador de fútbol, brasileño y negro, que fue fichado para jugar en Lituania. Al parecer, apenas se atrevía a ir por la calle, pues los insultos eran constantes.

Cuando llegamos a casa puse noticias en el 3/24. Hablaba Puigdemont. Decía que esto que se avecina es lo que esperaban los catalanes desde el día siguiente del 11 de septiembre de 1714. Pensé, ¿qué catalanes? Creo que un catalán de clase alta de entonces tiene muchas más similitudes con un catalán de Pedralbes de ahora que este catalán con uno de Nou Barris (un barrio obrero de Barcelona). Por lo tanto ¿cómo puede meternos a todos en el mismo saco? También pensé, ¿acaso algún catalán de 1714 puede percibir lo que está pasando ahora?

Como la respuesta es negativa, me pregunto ¿Por qué este recurso perpetuo a la historia?

A una determinada historia por supuesto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.