Hay denuncias de golpizas, abusos y omisión de asistencia médica a pasajeros que nunca se resistieron al operativo. Las Fuerzas de Defensa Israelíes también habrían adulterado grabaciones de audio y editado vídeos sobre el incidente. Además, crece la hipótesis de que los soldados israelíes tenían la orden de tirar a matar. Las autopsias revelan tiros […]
Hay denuncias de golpizas, abusos y omisión de asistencia médica a pasajeros que nunca se resistieron al operativo. Las Fuerzas de Defensa Israelíes también habrían adulterado grabaciones de audio y editado vídeos sobre el incidente.
Además, crece la hipótesis de que los soldados israelíes tenían la orden de tirar a matar. Las autopsias revelan tiros en la cabeza de las víctimas.
La prensa fue uno de los primeros objetivos de los comandos israelíes al abordar la «Flotilla de la Libertad», que se dirigía a Gaza con ayuda humanitaria. Los uniformados atacaron a los fotógrafos, mientras que a los demás reporteros les confiscaron equipos de audio y vídeo, que aún no han sido devueltos.
«Estaba claro que Israel quería controlar la cobertura periodística desde el mismo comienzo», dijo a IPS la presidenta del movimiento Free Gaza, Huwaida Arraf, que organizó la Flotilla de la Libertad.
Aproximadamente 60 periodistas internacionales se encontraban a bordo de la flotilla, y estuvieron entre los últimos liberados por los israelíes.
Las autoridades de Israel negaron acceso de los medios a los detenidos. Tampoco permitieron hablar con los activistas de Free Gaza cuando fueron deportados desde el aeropuerto internacional Ben Gurión en Tel Aviv.
Asimismo, impidieron entrevistar a los hospitalizados. Soldados vigilaban el ingreso a los sanatorios.
En tanto, los periodistas que intentaban ingresar a Gaza eran expulsados en el puesto fronterizo de Erez.
El Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) denunció que Israel había editado y distribuido imágenes confiscadas a los reporteros extranjeros que se encontraban en la flotilla.
CPJ se refería a las denuncias hechas por la Asociación de la Prensa Extranjera en Israel de que los militares emplearon «selectivamente imágenes para apoyar sus afirmaciones de que los comandos abrieron fuego sólo después de ser atacados».
Mientras, las fuerzas israelíes debieron clarificar y corregir otra cinta de audio divulgada a los medios.
En esa grabación, uno de los «activistas» a bordo de la flotilla le habría dicho a los soldados israelíes, entre otras cosas: «Regresen a Auschwitz», con un aparente acento falso del sur estadounidense. También parece escucharse que esa persona afirma: «Estamos ayudando a los árabes contra Estados Unidos. No olviden el 11 de septiembre (de 2001), muchachos».
Las fuerzas israelíes también dijeron haber grabado la voz de Arraf en el Mavi Marmara, el principal barco de la flotilla y en el que murieron varios activistas. Sin embargo, ella se encontraba en otro navío, el Challenger 1.
«No había sureños estadounidenses en la flotilla. Además, las únicas personas que se comunicaron con los israelíes aparte de mí fueron los capitanes», dijo Arraf a IPS.
«Uno era británico, dos griegos, dos turcos y uno argelino, y actuaron de forma muy profesional. Yo estaba cerca de la radio VHF durante todo el proceso de comunicaciones con las fuerzas israelíes, y no se dijeron esas injurias», aseguró.
Sin embargo, a pesar de la rectificación de las fuerzas israelíes, persisten discrepancias incluso en el audio corregido, divulgado cinco días después del primero. Las referencias a Auschwitz y a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington permanecen.
Aunque se esperaba que nueva evidencia emergería con la llegada a Estambul, a Atenas y a otras capitales europeas de los activistas liberados, el ataque a la flotilla ya no ocupa titulares en los principales medios del mundo.
Y esto fue probablemente lo que los israelíes esperaban al controlar la cobertura inicial.
Sin embargo, la polémica por la ofensiva y sus consecuencias no merma. Las autopsias realizadas en Turquía revelan que varios de los muertos tenían numerosos disparos en la cabeza, además de en otras partes del cuerpo. En total, se dispararon 30 tiros para matar a nueve personas.
Las fuerzas israelíes tienen una política de «confirmar la muerte» de un enemigo: cuando una persona considerada peligrosa para un soldado u otros israelíes es neutralizada con varias balas, se la debe rematar con un tiro en la cabeza a corta distancia.
Activistas acusan a Israel de negarle atención médica a los moribundos y a los heridos de gravedad, a pesar de sus desesperados pedidos de auxilio. También habrían impedido a otros activistas correr en su ayuda.
Sobrevivientes además cuestionaron las afirmaciones israelíes de que los soldados sólo usaron fuego real luego de ser atacados por algunos de los activistas, que lograron herir a varios uniformados.
Los testigos aseguran que fueron los militares israelíes quienes comenzaron a disparar, y lo siguieron haciendo aún después de que los activistas que le ofrecieron resistencia ya habían sido neutralizados.
Mientras, varios detenidos denunciaron haber sido golpeados en la cárcel y en el aeropuerto Ben Gurión cuando eran deportados.
Esta corresponsal de IPS fue amenazada física y verbalmente por la policía israelí cuando presenció y tomó fotografías de varios activistas esposados llevados a la fuerza en el aeropuerto.
Paul Larudee, activista estadounidense de 64 años, diabético, tuvo que ser hospitalizado tras ser golpeado en forma reiterada. Kenneth O’Keefe, un ex marino irlandés-estadounidense, fue internado en Tel Aviv también tras haber recibido reiteradas palizas.
O’Keefe se resistía a ser deportado, pero su abogado le aconsejó que abandonara el país por su propia seguridad.