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Sobre la "transición"

En el Instituto Benlliure

Fuentes: Cartelera Turia

En el viejo y zagal «Benlliure», comparto mesa, sobre la «transición», con el magistrado Martínez-Arenas, zagal y veterano juez «para la democracia». Estaban las chicas-chicos más mayores, y salimos reconfortados: la juventud quiere «saber», no sólo consumir, dar a la litrona, ver televisión que convierte al homo sapiens en homo videns (lo visible en lugar […]

En el viejo y zagal «Benlliure», comparto mesa, sobre la «transición», con el magistrado Martínez-Arenas, zagal y veterano juez «para la democracia». Estaban las chicas-chicos más mayores, y salimos reconfortados: la juventud quiere «saber», no sólo consumir, dar a la litrona, ver televisión que convierte al homo sapiens en homo videns (lo visible en lugar de lo inteligible, imagen en lugar de análisis, etcétera). Aguantaron dos horas, e hicieron montón de preguntas. Conté que hubo una pre-transición, cuando los más espabilados del «régimen», como Martín Villa, gobernador civil de Franco en Catalunya, se reunía con antifranquistas preparando la gran operación gatopardista. Les cité cómo la Ley de Reforma Política de diciembre del 76, que abría el paso al sufragio universal y a los partidos políticos, no fue suicidio de las «Cortes» fascistoides, sino un pacto de demócratas con antidemócratas, para que éstos conservaran altas cuotas de poder y todas las garantías de no tener que responder por haber machacado las libertades, robado a mansalva, fusilado a quienes pretendían ejercitar derechos fundamentales hoy en la Constitución. Y, si los demócratas no pactaban, les echaban encima a los perros de presa castrenses de Franco. En fin, la «transición» se hizo bajo coacción, y nuestra estupenda (en algunos aspectos) Constitución del 78, otro tanto. Sólo por esto, habría que reformarla no poco, y porque ha llovido cantidad desde entonces, y mis oyentes ni siquiera habían nacido en 1.978.

Sobre el cañamazo de un pacto Rey-militares –que recordaba al de Alfonso XIII, en particular con los africanistas–, arreglo ordenado por el testamento de Franco, y constantemente bajo la pretensión de «autonomía militar» –para Sánchez Ferlosio, ver su «Campo de Marte«, insoportable «osadía y usurpación», no ya de «Estado dentro del Estado» sino «Estado fuera del Estado»; permítanme mal imitar a Ferlosio y sus larguísimas frases– se extendió una transición obviamente inacabada cuando siguen supurando símbolos francofascistas por doquier, y en Valencia no tenemos una calle del general valenciano y muy católico Rojo Lluch, y en Europa occidental tanto como en la ex comunista los combatientes antifascistas de hace medio siglo son héroes, pero aquí, en este país querido y miserable, parcialmente secuestrado aún por aznarines, acebines y zaplanones, aún son bandoleros. ¡Ah!, y no se ha reconocido todavía institucionalmente a los militares de la UMD (ninguno llegó a general, llegaron los sediciosos del «manifiesto de los cien» de diciembre 81), factor crucial, los úmedos, de disuasión de militares golpistas.

Por lo demás, ando estudiando si, en esto de las bodas de homosexuales, los obispos han cometido delito de «provocación» para que delincan funcionarios y autoridades, lo que entonces sería «inducción», más grave. Parece que no : son astutos como la serpiente, en lenguaje evangélico. Al fin, la Iglesia es el cáncer que le salió al Evangelio, decía mi amigo el canónigo Canet. Claro, no llegó a obispo. Por cierto: no digan tantas chorradas los tertulianos: el Rey no puede dejar de firmar la Ley: es un «acto debido».